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Viendo caer tanto reino fuerte

Estatuas de jugadores de béisbol. Foto: Ignacio Palomo
Imagen: Ignacio Palomo

Diecisiete son las estrellas del béisbol cubano reunidas por Leonardo Padura y Raúl Arce en las páginas de un libro. Diecisiete entrevistas, diecisiete maneras de vivir y jugar y sentir el béisbol, también diecisiete maneras de ver lo que ha ocurrido con la pelota en Cuba. Del terreno y la memoria a la pasión y de ahí a un libro publicado por la casa editora Abril en 1989, recientemente reeditado por Ediciones Extramuros: El alma en el terreno —Estrellas del Béisbol— (2014).

Padura no necesita presentación, es uno de los contados escritores de este breve y tórrido archipiélago, como en el ciclismo, en tanto escritor se escapó del pelotón. ¿Arce la necesita?, por más de dos décadas se dedicó al periodismo de tema deportivo en Cuba.

Evitemos resumir cuál es el origen de este libro, en el intro el propio Padura lo explica, si acaso, no pasar por alto que el haber sido abducido de la revista El Caimán Barbudo (las comillas utilizadas para destacar la connotación de la forma verbal elegida por él —“trasladado”— dicen más de lo que callan, pero dicen toda la verdad) y luego depositado en el Juventud Rebelde, le posibilitó cristalizar un sueño: “escribir para la página deportiva de un periódico cubano”.

De la nota de contracubierta: “Casi treinta años después de publicadas las primeras de estas entrevistas, esa mirada íntima a la pelota que se jugó en Cuba en la década de 1960 y buena parte de los años siguientes, puede servir de referencia a los que hoy juegan, valoran o simplemente ven pelota: porque en aquellos modos de vivirse el béisbol bien podrían estar algunas (solo algunas, pero muy importantes) de las respuestas a las maneras menos competitivas y generadoras de entusiasmo que se vivieron después y, sobre todo, se viven hoy”.

Justo en ese punto, es decir, “en aquellos modos de vivirse el béisbol” bien podrían estar las respuestas a no pocas preguntas que, en el diario acontecer, nos formulamos todos aquellos que no solo tenemos el alma en un terreno llamado Cuba, sino también los pies o el cuerpo todo.

En el libro reeditado por la casa editora de La Capital de Todos los Cubanos desfilan diecisiete estrellas, por nombre llevan Manuel El Cobrero Alarcón, Pedro Chávez, Manuel Hurtado, Don Miguel Cuevas, Aquino Abreu, Urbano González, Lázaro Pérez, Rigoberto Betancourt, Antonio Ñico Jiménez, Raúl La Guagua López, Fidel Linares, Modesto Verdura, Félix Isasi, Gaspar Curro Pérez, Wilfredo Sánchez, Braudilio Vinent y Agustín Marquetti.

Releo los nombres. Tal parece que sé de béisbol, que mi memoria y la pasión por tal deporte me permiten manejar estadísticas y recuerdos. Pero no. Veo los juegos de pelota tal cual hago con los de fútbol: con la curiosidad de un entomólogo recién licenciado de la facultad de Biología. Trato de ver allí, tanto en los partidos como en las noticias, qué puede haber delante y detrás del telón.

El libro de Arce y Padura permiten asomarse a un terreno que contiene al propio diamante de béisbol, a un partido que se extiende más allá de las nueve entradas, y donde no solo intervienen los equipos enfrentados y los árbitros: lo que ha sido la vida en Cuba. En los testimonios de los entrevistados puede el lector asomarse a los inicios de esas estrellas en el libro reunidas, su desarrollo y la vida tras el retiro (por cierto, entre las aficiones tras el retiro están la caza, la pesca, la música y el dominó). A todos se les pide no solo el roster de un todos estrellas ideal, también una comparación entre aquella pelota con la del presente, es decir, el presente en el que transcurrían las entrevistas: los 80's. Eran los días del bate de aluminio, por entonces yo me preguntaba qué podía suceder si se enfrentaba el trabuco del Cuba con un team de las Grandes Ligas del otrora enemigo del norte.

En las comparaciones dicen los testimoniantes que la de ayer, la de los 60's, era una pelota fuerte, dura, con mucha guapería, bolas pegadas y pelotazos, de ensuciarse el pantalón o la chamarreta, regarse en la base al punto de romper la tela del uniforme, de esconder una herida suturada bajo un esparadrapo, en esa pelota, dicen, se lloraba y faltaba el apetito tras una derrota; cuclillas, abdominales, vueltas al terreno, fildeos, bateos y lances en números solo posibles en miembros de un comando élite. Pongamos lo siguiente: una pelota para hombres, porque al decir del Curro Pérez, al paso que va el béisbol de hoy se podría convertir en un deporte para señoritas, en donde los peloteros calzarían tacos y no los spikes.

Trato de hacer un salto a las últimas series nacionales. Pelotazos y ninguna disculpa, pelotazos tras un jonrrón y el bate en ristre y la disposición de hacerle saltar en pedazos de hueso y materia gris la cabeza del pitcher, romper el doble play y la carne y la tela sobre la pierna del segunda base con la velocidad del deslizamiento y los pinchos de los spikes, peloteros ingresados y otros sancionados tras un combate en pleno terreno, árbitros ninguneados... los periodistas trantando de alertar y ponerle nombre y apellido a ese tipo de trifulca entre deportistas que al paso que van terminarían como señoritas en extremo violentas.

Yo, en tanto entomólogo, trato de buscar entre los testimonios de la constelación de estrellas dónde y cuándo comenzó el declive de un imperio: el del Cuba en la arena internacional, el de ese béisbol al parecer con muy pocas fisuras en la mecánica de juego. Para algunos comentaristas y periodistas ahora suben a la Nacional peloteros demasiado jóvenes y con muy poca experiencia, por otro lado está la estructura de la Serie, la preparación en la base, la débil filosofía de juego con la que llegan algunos al team de la provincia, incluso el precio de los implementos deportivos para todo aquel interesado en practicarlo por puro placer o para quienes se lo han tomado en serio y en serie. Ellos deben saber lo que dicen.

En esos parlamentos donde puedes no solo leer, sino también sentir una entrega no solo a la camiseta, y Fidel el otrora Comandante en Jefe no es un misterio sino una realidad que los acompañaba (su literal presencia en el terreno, o de cuerpo presente en mensajes y llamadas telefónicas), se habla de una estructura incluso post 1959 en la cual existían diferentes ligas, equipos, categorías, rivalidades, estadios abarrotados y seguidores... Una estructura eliminada tal cual se formatea un disco duro.

Para Arce y Padura, las señales de la caída de tanto reino fuerte comienza en el punto donde se retira el número 40 de los Industriales. “Con Marquetti se va el último representante de aquella etapa romántica y tremenda de nuestro béisbol, cuando se jugaba pelota con mucho amor y coraje, porque había que ganar todos los días, porque el estadio se llenaba y había que satisfacer al más exigente de los públicos”. Con el retiro de Marquetti no se solo se marchaba el último o uno de los últimos peloteros de aquel béisbol, sino también el resultado de un sistema cuyo tamiz, por diseño, al parecer separaba sin lugar a dudas quiénes debían estar en la primera categoría. ¿Comenzaba en ese punto el ocaso?

Al final de El alma en el terreno aparece un ensayo de Padura titulado “La pelota en Cuba: cultura e identidad en trance”. Para mí, novel entomólogo, este ensayo ha servido para ponerle el nombre a no pocos motivos por los cuales el béisbol cubano parece ir cuesta abajo; la poética de Leonardo los compara con los síntomas de una enfermedad avanzando hacia un estado crónico. Se operan cambios en ese deporte de la misma manera en que siguen implementadas necedades y torpezas.

El texto de Padura data del 2011, y allí, en una misma oración Alfredo Despaigne y José Dariel Abreu todavía jugaban para un mismo team Cuba. Hoy Pito Abreu quema la liga en la Major League Baseball, los motivos de por los cuales no pocos peloteros cubanos deciden probar suerte en la MLB están explicados por Leonardo en el penúltimo párrafo de un texto escrito en Mantilla y en septiembre de 2011.

De veras no sé si los peloteros de hoy, esas estrellas del mañana, lloran o les falta el apetito si pierden el partido, si para ellos es de señoritas llorar a lágrima viva o dejar el plato de comida tras la derrota, si alguno desearía ser, tal como le hubiera gustado al Guagua López, un oficial de la Seguridad del Estado. ¿Cuánto y qué hay ahora en juego al interior de la Serie Nacional? Cuba en tanto terreno se ha modificado, los actores sociales han ido variando sus posiciones y habilidades según las nuevas reglas y las nuevas dinámicas del juego. Hoy, frente a las cámaras y tras el éxito, no pocos peloteros solo agradecen a Dios, los familiares y a los compañeros de equipo.

Ahmel Echevarría

Escritor Ahmel Echevarría. Foto en revista Árbol Invertido

(La Habana, Cuba, 1974). Narrador. Licenciado en Ingeniería Mecánica. Ha publicado los libros Inventario (Premio “David” de cuento 2004. Ed. Unión, 2006), Esquirlas (Colección Pinos Nuevos. Ed. Letras Cubanas, 2006), Días de entrenamiento (Premio “Frankz Kafka” de novelas de gaveta, 2010. Ed. Fra, República Checa, 2012). Con la novela La Noria ganó el premio “Italo Calvino” 2012.

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