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Cineastas | Reynaldo Lastre: Un crítico evalúa la situación actual del cine cubano

“El ICAIC no solo vive una crisis de liderazgo, sino que ha dejado hace mucho tiempo de ser el centro de la producción cinematográfica nacional”, afirma el crítico de cine cubano Reynaldo Lastre.

El crítico de cine cubano Reynaldo Lastre.
El crítico de cine cubano Reynaldo Lastre. | Imagen: Facebook

El cine cubano está viviendo uno de sus momentos cruciales. Por una parte, está sufriendo embates sistemáticos de censura. Por otro lado, la recién constituida Asamblea de Cineastas Cubanos está luchando a brazo partido para defender la libertad de creación y la dignidad del arte cubano, frente a una serie de medidas que, cuando menos, sorprenden por su falta de inteligencia política y cultura del poder en la isla, así como su exacerbada incapacidad para el diálogo entre el poder político y el sector artístico. La intensidad de esa confrontación ha desbordado los marcos estrictos del cine, e incluso los del arte cubano, para convertirse en un debate que expresa la angustiosa situación de toda la sociedad cubana.

En entrevista para Árbol Invertido, disponemos a continuación de un análisis equilibrado y cuidadoso que realiza para nosotros un joven y muy talentoso crítico cinematográfico cubano, Reynaldo Lastre.

Reynaldo Lastre actualmente cursa un doctorado en Literaturas, Culturas, y Lenguas en la Universidad de Connecticut, EUA. Es uno de los intelectuales jóvenes más brillantes y creativos de su generación, en la isla y fuera de ella. Editó las compilaciones “Anatomía de una Isla. Jóvenes ensayistas cubanos” (Ediciones La Luz, 2014) e “Isla diseminada: Ensayos sobre Cuba” (Hypermedia, 2022) junto a Justo Planas, Alex Werner y Jorge Alvis. Artículos suyos han aparecido en la revista INTI, la Fuga, LL Journal, Cine Cubano, Recial, El Toque e Hypermedia Magazine, entre otros.

Ha impartido clases de teoría y apreciación del cine en el centro Padre Félix Varela, en La Habana, y de cine latinoamericano en Universidad de Connecticut. Junto con la profesora Jacqueline Loss organizó el simposio “Translation of Letters and Ideas in Cuban’s Republic”, en el 2021. También fue uno de los coordinadores del simposio “Addressing the Past: Memory and the Revolution in 21st-Century Cuban Film and Media”, en compañía de los investigadores Isdanny Morales y Nils Longueira.

Este evento, que puede considerarse uno de los más ambiciosos sobre los estudios de cine cubano en contextos académicos, contó con el apoyo de las universidades de Connecticut, Yale y Chile, así como de la revista Rialta. En Cuba, fue redactor jefe de Ediciones ICAIC y dirigió la Mediateca AndréBazin de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños. Entre el 2010 y el 2014, organizó eventos de crítica de cine en Holguín.

Actualmente trabaja en una investigación sobre las relaciones entre la tecnología nuclear y la producción cultural en Cuba, sobre la cual ha presentado resultados parciales en prestigiosas conferencias académicas como LASA, MLA, así como la organizada por el Cuban Research Institute (CRI), de la Universidad Internacional de Florida, y la New Directions of Cuban Studies, de la Universidad de Miami, centradas en los estudios cubanos. En 2022, recibió la beca Goizueta, del Cuban Heritage Collection ubicado en la Universidad de Miami, que apoya a investigadores del área de los estudios cubanos.

LA: ¿Qué opinas sobre las perspectivas de presente y futuro para el cine en Cuba?

RL: Antes de comenzar, agradezco la invitación a este importante foro de debate cultural que es Árbol Invertido. Tu pregunta es difícil de responder no solo para el contexto cubano. Como sabes, el cine como formato, género, categoría, sufre los embates de las compañías de streaming, las redes sociales, la piratería y en tiempos más recientes, la inteligencia artificial. El impacto de los cambios sociales y tecnológicos no solamente impacta a los cines nacionales, sino a las grandes corporaciones del entretenimiento, ya sea en Los Ángeles o Nueva Delhi. No obstante, esos no son los principales problemas del cine en Cuba, donde aún no hay una relación clara entre obra y mercado, y la inteligencia artificial es una quimera.

La perspectiva de presente y futuro para el cine en Cuba depende de las herramientas que utilice para fortalecerse en cada crisis. El contexto es difícil, pues ha tocado sobrevivir a una crisis institucional sin precedentes en la historia posterior a 1959. Es cierto que antes hubo confrontaciones en los macroespacios culturales, como las vividas y heredadas durante el Quinquenio Gris, con su revival en el 2007, durante las polémicas conocidas como “La guerra de los emails”. También la crisis en los noventa generada por el filme Alicia en el pueblo de las maravillas, que generó todas aquellas tensiones alrededor de una posible disolución del ICAIC y que concluyó con un recrudecimiento de las políticas de la institución y la vigilancia hacia su gremio de cineastas.

Ahora todo es diferente, porque esos espacios institucionales (Ministerio de Cultura, ICAIC, Escuela Internacional de Cine y FAMCA de la Universidad de las Artes o ISA) atraviesan la crisis de legitimidad más larga que han vivido desde sus fundaciones, una crisis que no es más que el reflejo de los años de presidencia de Miguel Díaz Canel. Y el problema no es solo que quiten y pongan presidentes de esas instituciones, sino que cada elección tiene menos acogida entre el gremio de cineastas y la sociedad civil en general. Todas estas elecciones sobrepasan el siempre presente esquema de la confiabilidad, pues la carroza de funcionarios que entra y sale en estas instituciones de cultura no ha dejado de ser una extremidad útil de ese cuerpo gubernamental que mantiene a Cuba en el más profundo desamparo.

Ellos, cada vez menos artistas y más ‘cuadros’, entienden que su tarea debe alternarse entre barrera de contención y brazo sangriento. Muchas veces son más burocráticos, y se parapetan en una corte de serviles que ejecuta acríticamente las decisiones, sean de la naturaleza que sean, y están los más activos, como el ministro de Cultura Alpidio Alonso o su viceministro Fernando Rojas, que golpean a periodistas o los invitan a broncas callejeras. Ese es el panorama que tiene por delante un cine que debe lidiar además con la torpeza de un sistema económico experimental que transforma de tanto en tanto una cuenta bancaria en un monto cinco o diez veces más pequeño.

El problema, como decía antes, no es solo que los dirigentes elegidos deben de ser confiables para la cúpula de poder, sino que además sepan navegar en una complejísima red de alianzas y lealtades. A través del entendimiento de esas nuevas complejidades se entiende que Alexis Triana, nuevo presidente del ICAIC, cuente con un presupuesto para reparar los cines de La Habana que su homólogo anterior no tuvo. Todas estas tensiones internas e invisibles aumentan el desacuerdo entre cineastas e instituciones, que viene a ser como un reflejo del vínculo que existe entre ciudadanía y Estado.

A esto hay que agregar el fortalecimiento del aparato de censura, que lo mismo retiene guiones y obstaculiza rutinas de rodaje, que imposibilita la distribución y exhibición de películas.

El presente y el futuro del cine en Cuba depende de qué posición tomen los cineastas frente a las malas acciones que sufren sus colegas. Hay momentos significativos, como la reacción en 2021 frente a la censura del documental Sueños al pairo de José Luis Aparicio y Fernando Fragela. En ese entonces, muchos de los realizadores participantes en la Muestra Joven ICAIC retiraron sus obras de la competencia como acto de protesta, provocando una crisis que precipitó el fin del evento. Aún más reciente, tenemos la reacción del gremio a la exhibición de una copia pirateada de “La Habana de Fito” (2022) en televisión nacional, realizada sin el consentimiento de su director Juan Pin Vilar. Como consecuencia de este abuso de poder por parte de las instituciones oficialistas, es que nace la Asamblea de Cineastas.

El cine realizado en Cuba debe lidiar de forma constante con las campañas de difamación, ya sean resultado de la satanización de fondos del exterior, ya por el uso indebido del presupuesto del Estado, ya porque las tramas de las películas no encajan en la narrativa oficialista, o simplemente, porque los realizadores se han convertido en voces disidentes. Estas formas de asesinato a la reputación han ocurrido en décadas anteriores, pero se han recrudecido en los tiempos recientes a través de las redes sociales, de espacios habituales como la Mesa Redonda, el Noticiero de Televisión, páginas oficiales como La Jiribilla, Cubadebate y el portal Cubarte, o a través de nuevos espacios consagrados por entero a esta práctica, como es el caso de Con Filo. Hay muchos ejemplos, aunque vale destacar el caso de Carlos Lechuga y sus dos películas recientes, Santa y Andrés (2016) y Vicenta B (2022). ¿Se censuró la segunda por el carácter confrontativo de la primera, o por las declaraciones de su realizador? El caso de

Vicenta B representa un nuevo horizonte para entender las complejidades de hacer cine en Cuba, así como las políticas de exhibición, pues su censura ya no descansa en una trama incómoda para los censores de turno.

El ya mencionado dilema de los presupuestos del filme será un elemento importante para el futuro del cine hecho en Cuba. El ICAIC no solo vive una crisis de liderazgo, sino que ha dejado hace mucho tiempo de ser el centro de la producción cinematográfica nacional. Muchas de sus últimas películas ni siquiera fueron consideradas para competir en el Festival de cine de La Habana, lo cual no habla tanto de las obras acabadas sino del tipo de proyectos que el ICAIC decide auspiciar. Además, esto también es elocuente sobre cómo la cultura va dejando de ser algo importante para el Estado, dejando a instituciones como el ICAIC con un presupuesto tan raquítico que destroza las películas antes de realizarlas. Todo tiene que ver con lo mismo: apadrinar a cineastas confiables, temáticas poco problemáticas, el espacio marginal que ha ido ocupando la institución en las esferas de poder, etc.

Desde hace ya más de diez años el cine cubano que compite y se premia en festivales internacionales se hace de forma independiente a estas instituciones. Esto representa un peligro para el poder estatal, pues se le vuelve más difícil elaborar estrategias de coacción y control. Pero el hecho de que la maquinaria represiva del Estado tenga menos posibilidades para controlar la narrativa nacional no representa solo un problema para los poderosos, sino también para los mismos cineastas que ahora serán vistos con más desconfianza.

El Estado siente que pierde fuerza y contraataca con guantes de plomo, pero también con guantes de seda. Por ejemplo, la creación de nuevas bolsas de presupuesto institucional, como el Fondo de Fomento, representa una herramienta útil para facilitar la terminación de obras independientes, pero al mismo tiempo puede significar una forma de regreso a la institución, una disolución de esa libertad deseada. Por otra parte, estos espacios intermedios, mitad institucional mitad independiente, terminan generando contradicciones e incoherencias dentro de las propias estructuras de poder. Cómo se explica entonces que Vicenta B y La Habana de Fito, que se hicieron con ayuda de estos fondos del Estado, ¿terminaran censuradas y difamadas?

Otra de las estrategias del Estado ha sido refinar los marcos legales a través de decretos como el 349 o el 373. Detrás de la máscara de la protección a los artistas y consumidores culturales, se esconde una maquinaria represiva que facilita la censura, la difamación y la cárcel.

Hay, como es lógico, muchos espacios para agradecer en esas nuevas leyes, pero el presente y el futuro del cine hecho en Cuba depende tanto de esas zonas claras como de las oscuras. Será primordial que los cineastas reflexionen sobre cómo estos marcos legales abren al tiempo que cierran el espacio cívico y, por ende, su área de operaciones.

Una respuesta sabia va a ser siempre salirse del juego, crear nuevas instituciones y espacios al margen del Estado, pero esto no va a traducirse en una disminución del desacuerdo y de las confrontaciones, sino todo lo contrario. Ahí está el Festival de Cine de INSTAR, que ha protagonizado ataques constantes de los medios oficiales. También está la Asamblea de Cineastas, pero de ella hablaremos más adelante, porque es el tema que ocupa tu segunda pregunta.

Logo de la Asamblea de Cineastas Cubanos.
Logo de la Asamblea de Cineastas Cubanos. | Imagen: Facebook

Finalmente, me quiero referir en mi respuesta al dilema que trae la nueva ola migratoria para el ejercicio del cine dentro de la isla. Las cifras son escalofriantes, algo que se percibe en las calles, los barrios, las escuelas, los centros de trabajo, etc. También el cambio es notable en internet. En el caso particular del cine, siendo un medio que ha gozado de privilegios que no muchos medios y profesiones tienen, como viajar de manera regular, este tema no es nuevo. Si se revisan los catálogos de la Muestra Joven ICAIC, por ejemplo, podríamos ver la discontinuidad de perfiles, generaciones, carreras exitosas... Sin embargo, lo que ha ocurrido en los últimos tres o cuatro años no ha tenido precedente. Es como una fuga en masa, un escape de un territorio con un volcán a punto de estallar.

Como te refieres en la pregunta tan solo al cine hecho en Cuba, me ahorro en mi respuesta la parte donde podría discutir el cambio de mapa que significa este drenaje de talento. No obstante, habría que meditar en ese borde no muy definido donde los cineastas que trabajan en otros países aún se presentan en festivales nacionales, participan de presupuestos transnacionales y se visibilizan en los medios oficiales. De la misma manera, habría que reflexionar en los otros que también se fueron y que, aunque no han realizado declaraciones que les ganen la animadversión de los censores, no son entusiastas del régimen. Finalmente, están aquellos que, dentro o fuera del país, se quedan fuera de este borde, convertidos en enemigos del Estado. Así son tratados, por ejemplo, Miguel Coyula que reside en La Habana y Eliecer Jiménez que hace cine desde Miami.

Con todo esto en mente, el cine del presente y el futuro de Cuba debe imaginar horizontes para explorar todo tipo de transnacionalismos, crear nuevas alianzas, irse por encima de viejos prejuicios. También debe decidir si debe hacerse cargo de realidad que le rodea con todos sus matices, una donde se aprueba un nuevo código de familias al tiempo la cifra de presos políticos se eleva a más de mil. ¿Ese cine del futuro incluirá personajes que llamen al gobierno dictadura, se refieran abiertamente a los sucesos del 11J, o simplemente se larguen del país para imaginar que no existe? ¿Llegarán más películas sobre la migración reciente, comedias políticas como aquellas de Berlanga que parodiaban el franquismo? ¿Veremos obras sobre las tramas de corrupción de GAESA? ¿Se hablará de la creciente ola de feminicidios? Nada de esto implica que el cine del futuro sea mejor al del pasado, pero muchos lo agradecerían, al menos, como acto de exorcismo.

LA: En tu condición de crítico de cine ¿qué importancia otorgas a la Asamblea de Cineastas recientemente constituida en La Habana?

RL: El reciente video donde el cantautor Fito Páez defiende la existencia de la Asamblea de Cineastas habla de su alcance y su dimensión. Como ya mencioné antes, fue una consecuencia de todo lo sucedido con el documental de Juan Pin Vilar, pero su constancia viene a ser una piedra en el zapato de las instituciones oficialistas del país. La Asamblea sigue principios democráticos, y sus reuniones se llevan a cabo sobre la base del respeto a las opiniones de los demás. Es cierto que en uno de los intentos de ampliar los márgenes del debate democrático surgió un intercambio desafortunado con el cineasta Ian Padrón, pero considero que precisamente momentos como este han posibilitado su maduración o, por el contrario, han determinado sus límites.

Juan Vilar (izquierda) entrevista a Fito Páez (derecha). Imagen: OnCuba.
Juan Vilar (izquierda) entrevista a Fito Páez (derecha). Imagen: OnCuba.

Su posición ha quedado clara en sus sistemáticas declaraciones en redes sociales, exigiendo el fin de la censura, la existencia de un cine libre y la reparación de daños a través de disculpas públicas por parte de los funcionarios responsables. Si bien las reuniones con autoridades del gobierno y decisores culturales no han tenido ningún efecto significativo, el solo hecho de que en la Cuba de hoy exista una comunidad artística que emplace a los que ostentan el poder representa una victoria. Queda por ver si la Asamblea correrá la misma suerte que el 27N, si se diluye de manera silenciosa o si, por el contrario, consiguen todas o algunas de sus demandas. De cualquier manera, su constitución es un acto de valentía que debería servir de inspiración a otros gremios.

LA: ¿Qué valoración puedes compartir con nuestros lectores sobre la producción cinematográfica cubana reciente dentro y fuera de la isla?

RL: La producción cinematográfica actual goza de una salud extraordinaria. Sobre todo, es descomunal el despliegue de talento de realizadores jóvenes, algunos con una obra ya considerable. Podría decirse que el género documental marcha a la delantera, si sopesamos el trabajo de Alejandro Alonso, Daniela Muñoz, Marcel Beltrán, Luis Alejandro Yero, Carla Valdés, Fernando Fraguela, Rosa María Rodríguez, Alán González y Gretel Marín, por mencionar solo algunos nombres. En ficción, me interesa muchísimo el trabajo de Carlos Lechuga y José Luis Aparicio, así como la producción experimental de Yimit Ramírez, Violena Ampudia y Rafael Ramírez.

Si me pides que recomiende cinco producciones recientes, te diría Mafifa (Daniela Muñoz), Llamadas desde Moscú (Luis Alejandro Yero), El caso Padilla (Pavel Giroud), Corazón azul (Miguel Coyula) y El regresado (Armando Capó), que se estrenará el próximo año. Estas obras demuestran la variedad de temas y estilos que puede alcanzar el cine cubano cuando no debe permanecer atado a ningún tipo de “Verdad de Estado”. En ese sentido, son más políticas porque son más libres. No quiero agregar otros nombres a esta lista, pero es importante también reconocer, apreciar y estudiar el trabajo de las nuevas generaciones de actores, guionistas, editores y productores que han sido decisivos para que toda esa nueva ola de cine cubano haya alcanzado el éxito que hoy tiene.

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Luis Álvarez

Luis Álvarez Álvarez

(Camagüey, 1951). Poeta, crítico literario e investigador cubano. Es Doctor en Ciencias (2001) y Doctor en Ciencias Filológicas (1989), ambos por la Universidad de La Habana, donde trabajó durante varios años. Distinguido con el Premio Nacional de Literatura (2017), recibió además el Premio de Pensamiento Caribeño que otorgan la Universidad de Quintana Roo y la Editorial Siglo XXI.

Comentarios:


Luis Rey Yero Pérez (no verificado) | Jue, 28/12/2023 - 17:01

Excelente entrevista, estimado Luis Álvarez. Te deseo un buen año 2024 en medio de las turbulencias ideológicas actuales.

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