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Narrativa cubana | Trabajo político ideológico

"Primero, yo no soy maricón ni bugarrón, y si lo fuera lo diría sin pena. Eso está claro."

Cubanos en el Servicio Militar
Jóvenes cubanos en el Servicio Militar.

A Yaily nadie la llama por su nombre ni por su cargo como jefa de la Contrainteligencia Militar. Todo el mundo le dice Santanilla y lo hacen por dos cosas. Tiene un amarillo chillón en el pelo y es tan chiquita como candelera. Se ha singado a medio batallón en su oficina de la contrainteligencia, aunque oficialmente sea la mujer del político de la unidad.

La primera vez que me singué a Yaily me vine muy rápido. No porque me gustara tanto, sino el aquello, tú sabe', la cosa de que es la mujer del jefe, y el jefe es un singao de plana mayor. Me dio mucho morbo, te lo juro, imaginarme que ese bollo estrecho por el que no cabían tres dedos era una zona prohibida. Era propiedad del político y yo estaba metiéndole mi rabo gordo de soldado raso.

Yo me singué a Santanilla, en parte -y lo digo sin pena- porque necesitaba que Héctor, Jose, Anthony y medio batallón dejaran de regar que yo era bugarrón.

"Yo me saqué la pinga primero y empecé a tirar. Dicen que a los negros y a los que la tenemos grande no nos da pena sacarnos la pinga rápido."

Primero, yo no soy maricón ni bugarrón, y si lo fuera lo diría sin pena. Eso está claro. Si yo hubiese sido maricón no me hubiera venido tan rápido con Santanilla la primera vez. Si yo fuera maricón no tirara a costilla de los pornos normales, y buscara pornos de pájaro, como dice la Erick que hace, y le tirara a dos tipos metiéndose la pinga.

Lo que pasó aquel día fue que andábamos de posta Brayan y yo y había tremendo perro ostine. Nosotros empezamos a hacer cuentos de mujeres y todo eso, y na, una cosa llevó a la otra y terminamos poniendo un porno. El porno era de una blanquita riquísima, con dos téticas puestas ahí, hechas a mano, como Santanilla.

Yo me saqué la pinga primero y empecé a tirar. Dicen que a los negros y a los que la tenemos grande no nos da pena sacarnos la pinga rápido. A Brayan sí le dio un poco de pena al principio, sin embargo. Tenía el teléfono en una mano y con la otra se amasaba la pinga por dentro del pantalón.

Yo le dije que dejara la pena y se sacara la pinga normal, que a mí no me gustaban los hombres, y él, que estaba hasta temblando, se sacó la morronga aquella, que estaba tan inmensa que casi ni se le paraba. No sé por qué le daba pena entonces.

Yo ya estaba al venirme y Brayan me dijo que le avisara. Eso me resultó un poco raro, porque en la beca nosotros tirábamos igual, todos juntos, pero nadie le avisaba a nadie.

"El político era un tipo arrogante con pinga. Imagínate, es el único universitario entre tantos anormales y se siente tuerto en el país de los ciegos."

Me corté un poquito con aquello pero seguí tirando, y le dije que sí, que le iba a avisar. Fue ahí cuando entraron Héctor, Jose y Anthony. Yo no los vi porque tenía los ojos cerrados pero dicen que Brayan estaba tirando a costilla de la pinga mía. Después empezaron a regar que Brayan me había mamado la pinga también. Los hombres son más chanchulleros que las mujeres.

Al otro día yo estaba cazando a Héctor, porque él es bastante burlón y le gusta ponerle el dedo a los chamacos del pelotón, y yo no iba a dejar que se ensañara conmigo. Cuando íbamos ya saliendo de pase, que empezó el chistecito entre él y Anthony, yo le tiré una piedra que le partió la cabeza, y se formó tremenda timba en el frente del PSP.

Por supuesto que me llevaron para la oficina del político y hasta el pase me quitaron, pero yo supe que más nadie iba a seguir regando que Brayan me había mamado la pinga.

Igual, después de aquello, se me quedaba el rumorcito así que me sirvió que se diera la historia con Santanilla, pa que un chisme sustituyera otro.

El político era un tipo arrogante con pinga. Imagínate, es el único universitario entre tantos anormales y se siente tuerto en el país de los ciegos. Le encanta hacerse el sabiondo y cuando habla con nosotros, los diferidos, piensa que por no ser chabacano es más inteligente que uno. Yo seré muy universitario y todo eso el día de mañana pero en primer lugar soy negro, y la lengua que hablo es la del Mikito, la de Guanabacoa, la lengua del barrio. Esa es la lengua que se entiende y no la de los estúpidos que hablan con mucha esdrújula.

Al político, además de todo eso, le encantaba hacerle bullying a los soldados, y cogía un encarne especial con los maricones, al punto que se decía que el tipo era bugarrón. Los del tiempo contaron que antes que nosotros llegáramos, un chamaco llamado Rogel, que ahora está preso en Ganuza, se fajó con él y regó que el político le había mamado la pinga. El político le quitó el pase al batallón completo por estar hablando eso, y los puso a chapear como unos esclavos, de tal forma que nadie volvió a mencionar de nuevo aquello. Todo el mundo terminó cogiéndole aún más odio, como era de esperar.

"Me lo pidió de nuevo y yo se la volví a meter por el culo, pero no me concentraba."

Por todo lo dicho me dio mucho más morbo singarme a su mujer la primera vez, y creo que también por eso me vine súper rápido. También, para ser justos y no por justificarme, es mucha verdad que me dio miedo que el político apareciera de momento en la oficina, y no quise demorarme mucho en la singadera.

La primera vez no cuenta.

La segunda vez que me la singué sí duré un poco más. Santanilla me pidió que le metiera la pinga por el culo y me le vine adentro. A mí ninguna mujer me había dejado darle por detrás tanto tiempo seguido y eso me explotó la cabeza. Cuando la saqué, Santanilla me la había embarrado de mierda, y ella se disculpó diciéndome que el problema era que yo la tenía muy grande, que yo y Brayan teníamos las pingas más grandes de la unidad.

(Ahí fue donde me enteré que Brayan no podía ser maricón porque se había singado a Santanilla también, a pesar de que aquella vez él me estuviera mirando el rabo, y esta gente empezara a decir que él me había mamado la pinga).

La tercera vez que me singué a Santanilla, ya yo sabía a lo que iba, pero jamás me imaginé que aquello terminaría así.

Yo había salido de guardia y Santanilla me dijo que fuera para su oficina. Allí me la tiré, como antes.

Me lo pidió de nuevo y yo se la volví a meter por el culo, pero no me concentraba. (Me daba miedo que me la embarrara otra vez).

A Santanilla también le empezó a doler mucho (¿quién la manda a ponerse en cuatro?) y me pidió que la sacara, y me tirara una paja pa venirme.

Yo estaba recostado al buró, y no me fijé que el cristal del buró estaba roto por la esquina. Cuando me estaba viniendo, ya en ese punto de no retorno, me corté.

-¡Ahhhh!- grité.

En realidad fue un grito encima del otro. El del placer y el del dolor se me unieron en uno solo.

Me puse muy nervioso  –porque los negros toscos como yo también nos ponemos nerviosos– cuando vi toda la sangre y la leche al mismo tiempo. Fin del cuento: el buró se llenó de sangre y la leche cayó en cualquier lado menos en la cara de Santanilla.

Ella me dijo que la esperara ahí para ir a la enfermería a buscar ella misma una gasa.

-Después que te traiga la gasa y te la pongas, vas a enfermería, pero yo me tengo que quedar aquí limpiando todo esto.-

Yo estaba acomodándome un poco la ropa como podía cuando tocaron la puerta.

"Me miró, pero no me dijo nada, y yo no supe si moverme, si pararme en firme o si irme."

Santanilla, que era blanca pálida -como me gustan a mí las mujeres- se puso más blanca aún, y me pidió por señas que me apurara. Yo me cagué. Entendí que quien estaba tocando la puerta era el marido.

Me puse el calzoncillo rapidísimo y recuerdo que, en mi nerviosismo, me dio por pensar en que me daría pena que el político me viera con ese calzoncillo lleno de huecos.

Me vestí lo más rápido que pude, pero me demoraba más porque tenía la mano cortada, inútil.

Cuando Santanilla abrió yo me había puesto la ropa pero se me había olvidado abrocharme la camisa. No se me va a olvidar lo que más me sorprendió: el político no preguntó nada ni formó un espectáculo, a pesar de que se podía entender todo con solo mirar.

Entró, dejó una carpeta con papeles y le dijo a la mujer que fuera con él.

Me miró, pero no me dijo nada, y yo no supe si moverme, si pararme en firme o si irme.

Estuve adentro, solo, nervioso con pinga, durante cinco minutos que me parecieron eternos.

Después entró el político, solo, con un rollo de gasa.

Yo no entendía nada, pero no quise ni preguntar.

El político cerró la puerta, y yo pensé que me iba a tener que fajar, porque es en lo que siempre termina todo cuando uno es un negro tosco y grande, a pesar de que vaya a convertirse en universitario.

El político me dio la gasa y me dijo que me envolviera la mano. Me dijo que después yo iba a tener que limpiarlo todo.

-¿Sabes por qué te cortaste?-

Yo estaba mudo.

-Por estar metiéndote con mujeres ajenas-

Me enfrié.

El tipo se me quedó mirando fijo a los ojos, y después vi que me empezó a mirar pal pantalón.

-¿Ni siquiera te pudiste guardar bien la pinga, mijito?- me preguntó y se echó a reír, y a mí me dio mucho nerviosismo, ¡no entendía nada!

Me miré pal pantalón y fue cuando me enteré que estaba desabotonado también.

-Tranquilo negro, yo sé que mi mujer te gusta, y sé que te la estabas singando también porque es mi mujer, y eso te da morbo…-

-No, político, yo no…-

-Oye, tranquilo que yo sé- y me puso una mano en la nuca -pero ven acá, déjame hacerte una pregunta –

Se me acercó entonces un poco más

-¿Cómo te mama la pinga mi mujer?-

¡¿Eh?! Yo no sabía qué responder

-Dime, normal… ¿la mama rico?- me dijo, y yo le vi una mirada enferma que no había visto jamás.

-Bueno… a ver… sí- le respondí

Paff. El político me metió un bofetón por el hombro

-¡Pillo!- y se echó a reír de nuevo –ustedes los negros verdaderamente son unos animales que nacieron pa' singar-.

Yo me relajé un poco, pero estaba muy confundido.

- Acomódate bien todo eso, anda, que mira el desbarajuste que tienes entre pantalón y cinto- me dijo, señalándome la zona.

Me empecé a ajustar el pantalón y me di cuenta entonces que el calzoncillo también se había embarrado de sangre.

- ¡Ave María! ¡Tienes que quitarte ese calzoncillo que está todo embarrado de sangre! Quítate el calzoncillo pa' que lo laves después, y la camisa también, de paso-.

A mí me volvió a dar mucha pena la idea de que el político me viera encuero, no porque me diera pena que me vieran desnudo –porque a los negros y a los que tenemos el rabo grande no nos da pena eso– ¡pero era el político, asere!

Yo estaba muy nervioso pero él es un tipo que inspira respeto. No pude hacer otra cosa.

Me quité rápido el calzoncillo –con vergüenza también por los huecos– y lo puse encima del buró.

-¡No digo yo! ¡Mira el clase de pingón ese!- dijo el político y a mí se me cayó la cara.

-Ya entiendo el porqué del encarne de mi mujer. Pero pipo, si tú le metes eso entero a mi mujer me la desarmas. – dijo y volvió a reírse.

En ese momento entendí que era verdad lo que se decía del político. Había un infantilismo en su cara que no era común en él. El mismo infantilismo de la Erick cuando yo recogí el uniforme en logística y me vio la pinga. El infantilismo de los maricones que no quieren decir que les gusta la pinga de uno. En ese punto, entendí todo.

-Ahora, atiéndeme pa acá- me dijo, alternando la mirada entre mis ojos y mi rabo.

-No lo tomes a mal, pero aquí hay que cerrar el trato. Mira. Tienes que ser inteligente. Yo pudiera ahora mismo meterte preso, tú lo sabes. Meterte buen tiempo preso. O podemos también cerrar esto más fácil. La gente hablando se entiende. Esto se puede quedar aquí si tú te tiras una paja y me dejas mirarte…-

Yo busqué una justificación barata, y entiendo que le diera qué pensar.

-Político, lo que pasa es que me duele la mano…-

-Claro que te tiene que doler, si mira el tajazo que te has gestionado ahí. Ya te digo, por andar cogiéndole el bollo a mi mujer…- dijo y se echó a reír de nuevo

-Si te duele la mano yo te puedo ayudar. Es la única forma en que se cierre este trato-

El político se me quedó mirando fijo, y ese era el momento donde yo tenía que haberle dicho que no, pero ya me daba un poco de pena tanta soberbia de mi parte.

No le dije nada y él entendió mi silencio como un sí.

Recostado al mismo buró, el político se agachó delante de mí y me empezó a pajear la pinga. Yo me eché un poco para atrás, fijándome en no volver a tocar el cristal roto. (Me di cuenta que, al cortarme, yo había dejado todo embarrado de sangre un pedazo del cartel que tenía el concepto de revolución de Fidel Castro y me recorrió una cosita desde el estómago hacia arriba que no sé explicar).

"-Usted, político, usted."

No sé ni cómo, pero la pinga se me paró rapidísimo. Me dolía la mano de verdad, y eso no me dejaba concentrarme, pero como le dice mi padrastro a mi mamá todos los días, los negros aguantamos más dolor que los blancos.

No sé bien el resto. Cerré los ojos y en algún momento el político se metió la pinga mía en la boca. No sé si se sacó la suya pa tirar, pues yo nunca me fijo en eso porque yo no soy maricón.

Al ratico le avisé bajito que ya casi me iba a venir, para que quitara la boca, pero el político empezó a mamar con más fuerza. Le dije que ya no aguantaba más, y él entonces se metió mi pinga completa en la boca, ¡no sé cómo pudo! y yo me vine a chorros mientras el político me agarraba una nalga y con la otra creo que se venía él también.

El político se la tragó, asere. Me dejó limpiecita la pinga.

Se paró, me miró y se me echó a reír.

-¿Mi mujer se ha tragado tu leche?-.

-No, político, no

-Entonces ¿quién la mama mejor?-.

-Usted, político, usted.

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Manuel D la Cruz

Manuel de la Cruz, escritor cubano.

Narrador y libra. Cantante y borderline por excelencia. El único hijo de Yemayá que le teme al mar. Mi mamá siempre quiso hembra y la complacieron a medias, porque soy pájaro, desde la vida anterior. Sobrevivo por el R&B, el reparto, la rumba y el alprazolam. Reactivo y paranoico. Mientras no escribo o bebo cerveza, hago proselitismo LGBTIQ+: convierto heteros al culto de la bandera multicolor.

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