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Opinión | De cómo dejar de ser humano

Djordje Nikolic: "Emigrante interior" (2024).
Djordje Nikolic: "Emigrante interior" (2024), fragmento. Arte digital.

Los filósofos de los últimos doscientos años exhiben una cierta tendencia a la funeraria. Hegel declaró la muerte del arte, de manera que Wagner resultaba un cadáver anticipado. Nietzsche, más ambicioso, proclamó la muerte del Dios cristiano y el triunfo del Superhombre. Su último gesto público fue protestar por los golpes que le daban a un caballo, lo abrazó y perdió la razón. No sé si Foucault clasifica como filósofo, pero dejó claro que el Hombre había muerto.

Precisando: que ya no tenemos, o no hemos tenido, o no podemos tener una imagen del hombre que nos convenza; y que el hombre a lo sumo puede ser sujeto pero no objeto del conocimiento. ¿Por qué? Pues porque la realidad del humano sobrepasa la capacidad del humano. Podemos conocer cualquier cosa pero no conocernos a nosotros mismos. La imagen del hombre como hijo de Dios, íntegra y durable durante más de un milenio, ha sido superada como una superchería medieval.

De Nietzsche a Foucault se verifica el sepelio del humanismo que fue clave del siglo XIX, o más bien del período entre 1789 y 1914. El humanismo romántico descendía del renacentista, y este era a su vez un supuesto revival del pensamiento griego. En realidad, nunca hubo ningún pensamiento griego homogéneo, ni una idea única o positiva del humano, en tantos siglos.

Para Homero, se trata de una criatura desesperada, sometida al capricho criminal de los dioses, condenada a la violencia, que solo anhela una casa, una mujer y un hijo. Sócrates se ocupa del hombre, pero en esa tarea descubre a un solo Zeus, Dios. Así que lo suicidan. Si mira usted un Praxíteles no verá un dios por el cuerpo, que actualmente puede encontrarse en cualquier gimnasio. Pero el rostro es imposible antes y ahora. Al representar a un dios con figura de persona se llevaban los rasgos humanos a un extraño más allá, como si quisiera, debiera o aun pudiera sobrepasar la realidad humana. Es lo que puede verse luego en el rostro del David de Miguel Ángel.

No es de extrañar que el último Platón, el de Las Leyes, se muestre como un hombre devotísimo. Aristóteles rompe esta unanimidad divina: es el maestro del monstruo Alejandro y carece de esas ilusiones. Está a favor de una Ética, para los que puedan con tanto, y nada más. Ahora bien, el pensamiento renacentista contemplaba esas variadas aventuras como un inmenso refrescamiento mental frente a la enajenación medieval, donde Dios había aplastado al hombre, con la paradoja de que el cristianismo es la religión donde un Hombre es Dios.

El sepelio del humanismo

Djordje Nikolic: "Independencia" (2024).
Djordje Nikolic: "Independencia" (2024), fragmento. Arte digital.

La etapa de las revoluciones burguesas, que venía a liquidar la Edad Media, liberó esas latencias del pensamiento occidental. El humano y no Dios estaba ahora en el centro, tanto como individuo como en su dimensión social. Se desatan los progresos de la ciencia humana en el gobierno del mundo: ciencia, tecnología y política democrática. Dios resulta cada vez más innecesario y ya para 1900 la frase de Nietzsche es una realidad. No hay Dios y la degollina de la Gran Guerra, iniciada por los más creyentes, lo demuestra.

Al mismo tiempo el humanismo ateísta logra la victoria total con la Unión Soviética. Ahora sí que no hace falta Dios para nada, y, curiosamente, tampoco el humano como individuo. El Estado sí es humanísimo: va a atender las necesidades siempre crecientes, no sabemos de qué tipo ni por qué, de todos; y luego habrá una sociedad sin clases, un paraíso humano.

En el otro extremo surge entonces un Estado más sincero, que no abole a Dios, pues el Guía recibe su inspiración de Dios. Es muy humano, es el Superhombre Real, y Heidegger dice que en el Guía y solo en el Guía reside la Ley. ¿Ven? Ha triunfado el hombre: Stalin, Hitler. La infanta Eulalia decía conocer a toda la nobleza europea y que ningún noble era más fino que Mussolini. A Heidegger, que era heterosexual, le gustaban las manos de Hitler. De príncipe, decía. Adoración por un hombre que es casi Dios y no lo dice por modestia, por no hablar de sí mismo. Los tanques nazis llevaban esta leyenda: Gott mit uns, Dios con nosotros. Los dos totalitarismos, sin Dios o con Dios, se proclaman humanos. No sé si será por eso que terminan fracasando estrepitosamente.

"Los dos totalitarismos, sin Dios o con Dios, se proclaman humanos. No sé si será por eso que terminan fracasando estrepitosamente."

Pero los horrores de la Segunda Guerra generaron una simpatía por lo humano real. Todavía quedaba un asomo de humanismo cristiano. No era posible quedar indiferente ante una inhumanidad tan evidentemente diabólica (aunque la abolición de la idea de Dios implica la negación del demonio, esto es, del Mal). Estas supervivencias medievales populares y la del humanismo ateísta soviético, ahora expandido por Europa y Asia y empoderado con ciencia y tecnología de punta, crearon una idea del Hombre Mundial. Un cubano propone una Declaración de los Derechos del Hombre y es aprobada en Naciones Unidas.

Cuando la nación que impulsaba esas Naciones vence en la carrera espacial a la Unión Soviética y pone a dos humanos en la Luna, con lo que el poder del hombre empieza a extenderse por el Universo, lo hace a nombre de toda la Humanidad, y por eso lleva al satélite los nombres de los cosmonautas soviéticos muertos en esa epopeya.

La lucha entre el mundo liberal, que es el que ha matado a Dios y por eso no lo prohíbe, y el ateísmo humanista que ha creado un mundo inhumano, termina con la victoria ambigua del primero.

Un mundo inhumano

Djordje Nikolic: "El carrusel del tiempo" (2024).
Djordje Nikolic: "El carrusel del tiempo" (2024), fragmento. Arte digital.

Con el famoso 11 de septiembre queda claro que hay otros actores en el mundo que no proceden de Occidente y que de hecho son hostiles a este tipo de pugilato entre el Hombre y Dios. La libertad, la ciencia y la tecnología de Occidente han empoderado a unos cuervos muy agresivos, y el ateísmo chino reciclado en el mercado, el islamismo petrolero y turístico, y el sovietismo ahora ortodoxo y hitleriano, dicen que no, que el Hombre es asunto de ellos y Dios, si existe, también. Y desde la libertad no hay forma de eliminarlos.

La Declaración de Guy Pérez, cubana y francesa, bastante olvidada hasta que Carter la puso de moda, es contestada con una similar por parte de los islámicos. Que ahora construyen los rascacielos más altos y envían naves a Marte y defienden su religión con un fervor medieval. Los judíos, principales beneficiarios de las Naciones Unidas, la proclaman como la Casa de las Mentiras.

El envenenador del Kremlin medieval sostiene que la ONU no sirve para nada y que debe ser sustituida por una Conferencia de los Grandes para volver a repartir el mundo. Un presidente del país creador de la ONU tiene como consigna revolucionaria aquello de America first. Había sido una consigna de los nazis estadounidenses. El dictador ruso dice eso mismo, que si no va a existir Rusia, el mundo no merece existir. Rusia, a la que nadie amenaza, no se va a sacrificar, oh cristianos, por el mundo, sino que el mundo debe organizarse en un Sistema de Grandes cuya grandeza mayor seguramente será, por razones espirituales, la de Rusia. Ya se han comido buena parte de Ucrania, pero la quieren toda, y a Transnistria, Moldavia, etc.

Irán desea llegar hasta el mar, siguiendo las profecías, para lo cual hay que echar al mar a Israel, que siguiendo sus profecías debe llegar hasta el Gran Río. Paquistán y la India tienen armas nucleares para atacar al otro por un pedazo de territorio. Los comunistas multimillonarios chinos se van a tragar a la isla de enfrente en cuanto tengan la oportunidad. De África ni hablar, las tribus no entienden de las fronteras que les regalaron los blancos. Los venezolanos están divididos, pero no en cuanto al derecho de alimentarse de la mayor parte de la pobre Guyana. Francia no sabe qué hacer con Nueva Caledonia…

Para qué seguir.

Se oye de fondo la Imagine de Lennon, melancólica, pidiendo que nos unamos a él, artista millonario de piano pintado de blanco, a fin de lograr una fraternidad del hombre sin religiones. Otro profeta del humanismo liberal ateísta, tan irreal como los otros, pero con cámaras para cantar y mansión con piano adentro.

El suicidio de la especie

Djordje Nikolic: "Pianista" (2023).
Djordje Nikolic: "Pianista" (2023), fragmento. Arte digital.

En efecto, Foucault, no es posible lograr una imagen creíble del Hombre Mundial. La globalización iniciada en 1492 parece hoy más imposible que nunca. Hasta la Estación Espacial Internacional va abajo pronto. Nadie menciona el Tratado del Espacio Exterior de la década de la Luna, porque quieren cada cual el pedazo mayor de ahí y de allá, y ya tenemos un Emperador sudafricano para Marte.

No queremos, o mejor dicho, no nos dejan los emperadores, ser humanos mundiales, sino imperiales o imperializados; o a esa conclusión nos llevan esos políticos sangrientos, aun cuando pongamos, o pongan, una mujer y un negro en la Luna y no sé si algún transgénero en Marte. Y si esto es inevitable en materia de política, ni hablar del episteme. Mientras todas estas desgracias de la historia nos apartaban del hombre renacentista y romántico, la indagación de la naturaleza humana ha ido complicando y enturbiando y perturbando esa imagen de una forma verdaderamente peligrosa.

"La acumulación de estas semiverdades y su manejo agresivo por gente pequeña, bruta y mala, ha mareado y maleado la imagen que cada cual tiene de sí mismo"

Darwin, Marx y Freud, a menudo malentendidos —pero mejor cuando están mal entendidos, pues la mayoría de la gente es incapaz de entender ciertos asuntos a cabalidad y termina imponiéndose el equívoco como verdad colectiva—, cargan en buena medida con la responsabilidad por la ruina del noble ideal romántico del hombre.

Con Darwin el humano resulta un animal y además un animal violento. Con Marx es un animal violento porque necesita comida. Con Freud es un animal que necesita más sexo que comida, pero en ambas direcciones tiene que ser violento. Olvidémonos de cualquier sublimidad, de espiritualidad, de sacrificio, de heroísmos, de patriotismos, de caridad: son palabras para ocultar lo que todo el mundo sabe que somos. Somos unos entes mediocres, que preferimos Imagine sobre Parsifal. Pero sobre todo somos muy vulgares, porque somos materia, y la materia es vulgar. Y violentos, como la materia misma. Y la evolución es un hecho (aunque no la de Darwin), y la injusticia y los imperialismos siguen dominando el mundo (pero no justifican ningún totalitarismo), y el ser humano es sexual y no siempre es heterosexual (pero el hombre no se define por el sexo).

La acumulación de estas semiverdades y su manejo agresivo por gente pequeña, bruta y mala, ha mareado y maleado la imagen que cada cual tiene de sí mismo, y la de las naciones, y la de la política internacional, y la del futuro de la vida consciente en la tierra. Su abuso en las redes se ha convertido finalmente en un pandemónium.

Y si esto fuera poco, el humanismo ateo nos va regalando una gentil invitación al suicidio de la especie. Pues si en fin de cuentas no hay ningún Dios, y no sabemos ni podemos saber, ni queremos enterarnos de qué es o tal vez qué sea el humano, ¿por qué no nos declaramos objetivamente agotados y concluidos en la Línea de la Evolución? ¿Qué nos hace pensar que somos mejores que los dinosaurios? Miren, somos semidioses, hemos creado. Hemos creado la tecnología, que tiene vida propia, según dicen los tecnólogos y los que les pagan. Dejemos que la tecnología nos mejore hasta donde se pueda: nos conectaremos a unos aparatos y ya nos iremos acostumbrando poco a poco, o a la brevedad posible, a ser aparatos completamente. No se puede matar la vida propia de la tecnología, aunque nos desfigure y nos mate. No se puede parar el progreso. O seremos oscurantistas y medievales. Seamos transhumanos y después demos otro valiente paso adelante en el progreso y dejemos que sobreviva sólo y sola la Técnica. Es posible que la Técnica creada por violentos resulte violenta contra sí misma, pero ya eso no nos compete y en todo caso la ciencia ficción se ha ocupado de esa novela durante décadas.

Somos inteligentes, incluso en forma artificial, que es mejor: todo está previsto para el fin de lo humano, que humanamente no hay forma de ver sino como un grosero error de la materia, inevitable porque la materia misma es groserísima hasta la más implacable crueldad, pues ni se crea ni se destruye, aunque está claro que nos destruye como individuos y está preparada para acabarnos como especie en cualquier momento: mejor ser buenos y obedientes y corteses con la eternidad chusma de la materia: mejor nos adelantamos.

Dios murió, el Hombre murió.

Díganme, sepultureros: ¿por qué? ¿para qué?

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Rafael Almanza

Rafael Almanza

(Camagüey, Cuba, 1957). Poeta, narrador, ensayista y crítico de arte y literatura. Licenciado en Economía por la Universidad de Camagüey. Gran Premio de ensayo “Vitral 2004” con su libro Los hechos del Apóstol (Ed. Vitral, Pinar del Río, 2005). Autor, entre otros títulos, de En torno al pensamiento económico de José Martí (Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1990), El octavo día (Cuentos. Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 1998), Hombre y tecnología en José Martí (Ed.  Oriente, Santiago de Cuba, 2001), Vida del padre Olallo (Barcelona, 2005), y los poemarios Libro de Jóveno (Ed. Homagno, Miami, 2003) y El gran camino de la vida (Ed. Homagno,Miami, 2005), además del monumental ensayo Eliseo DiEgo: el juEgo de diEs? (Ed. Letras Cubanas, 2008). Colaborador permanente de la revista digital La Hora de Cuba, además de otras publicaciones cubanas y extranjeras. Decidió no publicar más por editoriales y medios estatales y vive retirado en su casa, ajeno a instituciones del gobierno, aunque admirado y querido por quienes lo aprecian como uno de los intelectuales cubanos más auténticos.

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