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Opinión | Unas líneas desde Camagüey (VII): El egoísmo

Ilustración Camagüey Almanza
Imagen: Árbol Invertido (generada con IA)

La propiedad social sobre los medios de producción no puede existir porque nadie está interesado en ir a la empresa a producir por producir, ni a producir bien, ni siquiera a producir para los demás. La gente quiere vivir, no producir. Y menos, dirigir la producción y la distribución. 

Eso es lo normal, lo propio del ser humano, que va más allá del homo economicus. Marx nunca trabajó en una empresa. Engels sí pero no como obrero. Además, aquello era una producción muy elemental, se podía soñar que unos obreros cultos iban a reparar la máquina de vapor... Pero imagínense la reunión en la que la señora que limpia debe votar acerca de si instalamos Windows o Linux, si usamos yenes o bitcoins. Y puede que sea una santa, pero ni sabe ni, gracias a Dios, le interesa saber ni menos aún gobernar esas boberías. 

Uliánov afirmó que la cocinera regiría el estado; pero por Clara Zetkin nos enteramos de que él mismo no sabía hervir la leche… Gorbachov hizo algunos experimentos que no duraron ni un año.

Desde el XIX, Cuba tiene su propia idea de la democracia. Distinta y opuesta a la yanqui, incluso a la europea. Y con Martí, abierta al futuro. Pero el siglo XX fue un apagón de la idea de la democracia en Cuba. Sigue predominando la idea autoritaria basada en el líder, en la superioridad de un grupo de personas sobre el resto. Esa brutalidad es universal, pero en nuestro caso es un retorno al siglo XVIII, al Despotismo Ilustrado. 

Solo un despertar heroico de la confianza de los cubanos en su propio actuar puede combatir ese atavismo. Estamos, paradójicamente, en un buen momento, a pesar de que el autoritarismo inunda hoy el mundo en variopintas locuras de izquierda y de derecha. Porque aquí el culto del Máximo Líder y de la Raza Superior ha terminado en sainete, y los descamisados que iban a ser ilustrados y salvados, en la calle y en la cárcel.

Poesía visual de Rafael Almanza: Torre del Deber, de “El parque AlmAnsiA”.
Poesía visual de Rafael Almanza: Torre del Deber, de “El parque AlmAnsiA”.

No puede haber democracia sin demócratas. No puede haber demócratas con la perspectiva del egoísmo como única razón de ser, incluso si es el egoísmo de la libertad individual, de grupo o nacional. El egoísmo como razón de ser no es una fatalidad. No es natural, porque el hombre es un ser social. El egoísmo es inculturado mediante una educación en el egoísmo. La democracia solo puede existir con una educación en la responsabilidad y la solidaridad. La libertad tiene que estar equilibrada por la igualdad y la fraternidad. Esos son los tres colores de la Enseña Nacional.La necesidad de la educación para la democracia está en el discurso del joven Ignacio Agramonte en la Universidad de La Habana. Pero en la época de las tabernas-redes y de los aparatos sapientísimos, ¿alguien puede creer en algún otro magisterio? 

La emersoniana confianza en sí mismo le garantizaba a Martí actuar como cristiano sin tener que confiar en ninguna iglesia. Pero para tener una confianza de ese tamaño, y que no sea un fraude del ego, hay que tener una predestinación, y una consecuente práctica de la renuncia a sí mismo, hasta el sacrificio constante y heroico.

Decía Martí que no se debe soldadear de un solo lado de la batalla. Obsérvese que crea un neologismo y nos habla de una batalla al parecer inexorable. Un comunista me dijo: él soldadeó por Cuba. Ah, sí, porque hay batallas que no pueden ser evitadas, pero también soldadeó, y explícita y personalmente, por el honor de España y de los Estados Unidos. 

Ni siquiera Varela, español de corazón y de acción, fue más español que Martí. Ningún cubano ha sido más estadounidense que Martí, ni siquiera Varela, y ningún cubano ha tenido a un Horacio Rubens a su servicio. A España le hubiera ido mucho mejor si hubiera pactado la independencia con Martí. Los Estados Unidos se hubieran erigido en un verdadero defensor de la libertad en el mundo si hubiera apoyado la independencia cubana al menos desde el principio de la lucha, con el Manifiesto de Montecristi en la mano. El mundo hubiera entrado en fase de equilibrio y ni el fascismo ni el comunismo hubieran existido

Yo diría que a todo lo que soldadee de un solo lado, sea el lado que sea, le va a ir mal. Justamente eso es lo que ocurre hoy en día en el plano de las creencias populares e incluso del pensamiento medianamente elaborado. La gente soldadea. Los intelectuales soldadean. Después de más de un siglo de críticas contra los perjuicios de la ideología, todo se resuelve con decir: eso es lo que hacen los izquierdistas, eso es lo que han hecho los fachas. La realidad ha sido sustituida por el Constructo Ideológico, un paquete de ideas bien definido que cada grupo asume como verdad indiscutible. Y como el bien total. 

El carácter vulgar de estos paquetones es patente para cualquiera, pero cualquier insinuación de que algo ahí no es real ni bueno, será condenado con fuego inquisitorial y el sospechoso será excluido de la lista de FB. Yo estoy en esta batalla porque me la imponen; a diferencia de Martí, a quien también se la impusieron, no me interesan las batallas. Ya ven, hago líneas. Y prefiero incluirme entre los sospechosos de todos los constructos, disfruto la hoguera que me preparan, y me voy al júcaro del patio en cuanto asoma la oreja totalitaria, liberal o clerical, en la que la realidad y el bien no son misterios de Dios infinito, sino propiedad de unos comebolas.

hombre a caballo
Estatua ecuestre de José Martí, en La Habana. | Anna Hyatt Huntington

La lucha contra el aborto es la de la promoción del carácter sagrado de la vida y de la dignidad humana. No es cuestión de leyes. El carácter educador y moralizador de las leyes es, como todos sabemos, muy escaso. Por mucho que legislemos contra el asesinato, seguiremos teniendo asesinos por toda una variedad de causas, ninguna defendible. 

El robo está minuciosamente condenado desde siempre, pero los rateros, y la corrupción de los poderosos, continúa. Una de las causas del limitadísimo alcance moralizador de las leyes es que no son propiamente morales, porque son coactivas. La ley puede concederte un derecho, pero te amenaza con un castigo si lo violas, y la amenaza y el castigo no son propiamente morales, porque agreden la libertad individual. Desgraciadamente, tiene que haber coacción. Dicho de otra manera, las leyes no son ni pueden ser santas, pues las sociedades no lo son, y si lo fueran no harían falta leyes; de manera que tratar de promover nada menos que la santidad de la vida mediante métodos no santos, es abrumadoramente erróneo por lo menos.

Para castigar el aborto proporcionalmente al delito, habría que matar a la madre, o encarcelarla como se hace en algunos países para nada santos. Así que para castigar la violación de la santidad de la vida, una coacción especialmente inmoral para los que no creen en ella, hay que eliminar una vida que da (y muchas veces ha dado ya) más vida, o arruinar una vida con los demonios de la supresión de la libertad y la convivencia con criminales y carceleros. Y desde luego, la ley que prohíbe el aborto no elimina la necesidad del aborto. 

La mujer amorosa y pobre que ya tiene tres hijos ha quedado embarazada de su propio esposo, a pesar de sus prevenciones. Apenas pueden con esos tres muchachos ¿otro más? Pero está prohibido abortar, así que acude al médico clandestino y mediocre, porque el bueno es para los ricos, —que la mata. 

La adolescente sin control que ha quedado embarazada y acude al aborto clandestino, es maltratada y se queda sin capacidad reproductiva. La santidad de la vida defendida con la coacción de la ley ocasiona muertes, niños sin madre, madres sin hijos. Los que defienden esa ley dicen a menudo que sí, que se lo merecen. Opinión demoníaca, y que los perdone Dios. 

Usted, millonario santón, ¿está dispuesto a adoptar niños hasta que se le agoten los millones? Usted no es pro vida, usted es pro parto ajeno.

Para defender la santidad de la vida en el vientre materno no necesitamos leyes que atenten contra la vida, fingiendo defenderla. Necesitamos sociedades donde la vida fuera del seno materno sea vida de veras. Vida santa, hasta donde eso es posible en la tierra. Vida sin guerras, sin explotación, sin odio. Vida donde todos los niños tengan aseguradas la vida material por el mero hecho de nacer. Vida donde un niño desamparado sería tan intolerable como un asesino confeso comprando con usted en el supermercado. 

Y como eso está tan lejos que apenas se puede mencionar sin ser acusado de utopía y ridículo, sería mejor que usemos la coacción de la ley para mantener a raya todo abuso contra la vida fuera del seno materno. Y prediquemos sin cesar, y con el ejemplo, y con la ayuda responsable y solidaria hasta donde es posible en la fragilidad humana, que el aborto es un crimen que debe y puede ser evitado.

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Rafael Almanza

Rafael Almanza

(Camagüey, Cuba, 1957). Poeta, narrador, ensayista y crítico de arte y literatura. Licenciado en Economía por la Universidad de Camagüey. Gran Premio de ensayo “Vitral 2004” con su libro Los hechos del Apóstol (Ed. Vitral, Pinar del Río, 2005). Autor, entre otros títulos, de En torno al pensamiento económico de José Martí (Ed. Ciencias Sociales, La Habana, 1990), El octavo día (Cuentos. Ed. Oriente, Santiago de Cuba, 1998), Hombre y tecnología en José Martí (Ed.  Oriente, Santiago de Cuba, 2001), Vida del padre Olallo (Barcelona, 2005), y los poemarios Libro de Jóveno (Ed. Homagno, Miami, 2003) y El gran camino de la vida (Ed. Homagno,Miami, 2005), además del monumental ensayo Eliseo DiEgo: el juEgo de diEs? (Ed. Letras Cubanas, 2008). Colaborador permanente de la revista digital La Hora de Cuba, además de otras publicaciones cubanas y extranjeras. Decidió no publicar más por editoriales y medios estatales y vive retirado en su casa, ajeno a instituciones del gobierno, aunque admirado y querido por quienes lo aprecian como uno de los intelectuales cubanos más auténticos.

Comentarios:


Leina Perez (no verificado) | Lun, 06/05/2024 - 15:43

Muy valiente Almanza por decirlo y muy valientes los editores de Arbol Invertido por publicarlo: "el aborto es un crimen que debe y puede ser evitado".

Dunia Marcheco (no verificado) | Lun, 06/05/2024 - 15:47

Muy de acuerdo con el autor. "La lucha contra el aborto es la de la promoción del carácter sagrado de la vida y de la dignidad humana". Aunque si creo que es cuestión de leyes, por supuesto que tienen un carácter educador y moralizador. Se roba más o menos con leyes duras contra los ladrones? Se asesina más o menos con leyes duras contra los asesinos?
El caso más visible es el de El Salvador con Bukele.
Felicidades a esta revista por sacar este texto.

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