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De la política, el cosmos y la hostilidad

El cosmos y la política
Pixabay.

¿Qué es la política, o qué va siendo, en estos tiempos que corren, presurosos, hacia algún Destino o Desatino? Tampoco de lo que ha sido la política sabemos tanto como suponemos. Sin embargo, la tenemos como una porción de lo que llamamos Realidad, aunque por lo general lo viene ocupando todo, o eso parece, hoy día, como un sucedáneo de la Naturaleza.

Es que posiblemente, bicéfala, tenga la política presunciones más o menos secretas de actuar como Naturaleza en contubernio con esa especie de Anti-Naturaleza que hoy es la Realidad. Pues se suponía que la Política podía ser un crecimiento del ser, o del hombre, como se quiera denominar ese ente errabundo que busca eternamente su ubicación en el Reino del Ser (usaré en el presente texto buen número de mayúsculas que quizás sirvan, aun con su grandilocuencia retórica, a aquello que no puedo explicar, sea por impericia, sea porque preveo no se puede explicar o dado que su explicación llevaría a confusiones, más os exhorto a no temer a las mayúsculas en frases semejantes a la de Reino del Ser, por ejemplo. Las minúsculas prosiguen dominando el panorama de la vida actual donde quiera que tiene lugar el uso del lenguaje, no corren peligro las minúsculas, dominando la Naturaleza, el hombre, la Sociedad todo lo demás.

Pero la hostilidad interna —antes llamada alma o espíritu, o mente y cerebro o sicología, y así—, persiste en sus embates de conservar o acrecentar lsu naturaleza de hostilidad interna (decimos interna aceptando que también ocurre afuera, o que posiblemente, si no son la misma cosa ambas hostilidades, se abrazan como amigos-enemigos), cuestión ya harta analizada por Freud, Berkeley, ciertos teólogos, astrólogos y hombres de ciencia.

Porque la Política, que es Naturaleza, repito, es por lo tanto Utopía. Utopía y Distopía y otras derivaciones de lo Utópico, emanada de lo desconocido que aún es y será la Naturaleza que incluye al hombre, creo, —pues los árboles y las planicies y el cielo y los pájaros y las esferas y los lenguajes y los circuitos neuronales y hasta las cazuelas y zapatos (recordemos los zapatos o botas de campesino pintados por Van Gogh, envejecidos no por el tiempo, sino por el trabajo, que hablan del ente y del trabajo como cosa natural y me atrevería a decir que como contra natura, no mera aceptación y hablan además y sobre todo de la vida la muerte de su dueño *).

Hoy, discriminar, hacer el discrimen, de los vectores más o menos libres que son lanzados desde las diversas potencialidades de lo que llamamos Vida y No-Vida, que tal experiencia carece de disciplinas sólidas y verosímiles, o las tiene, pero quedan sobrenadando en su lenguaje inherente, gremial. De ahí que la Política —que desde los antiguos griegos era un asunto grave— hoy es un método de especulación casi arbitraria sino contáramos con que la Política es ya tan ahíta de gravamen como una Gran Enfermedad aunque siga cotizando en la Bolsa como pulsaciones de la vida.

Y no está fuera de la conciencia o de nuestras actuaciones psico-dramáticas (lo interior-exterior como recogido o recoleto teatro de cámara o inmenso circo romano), la Política: ha penetrado tan hondo en nuestra potencia interna que ya es difícil discernir entre el viejo calificativo del Bien y del Mal, que nunca lo hubo pues se estableció engarzado con otra incongruencia llamada Moral y Ley (ambas jamás andan disjuntas).

Un ejemplo fue la Ilustración y su seguimiento en la Revolución Francesa. Donde la ausencia de un pedazo de pan —¿para qué ha de hacerse una Revolución si no es para erigir el “pedazo de pan” como elemento primordial de la Realidad, del primer gran tributo revolucionario, de lo cual no se infiere que el pan, como por arte de magia, como similia simulibus curantur, no fuera además un detalle de la Belleza; incluso para ser contemplado como un elemento poético más en la vida, no un simple avatar o medio de subsistencia, a similar nivel de las contemplaciones del paisaje que activa o pasivamente educan el alma o mente, como quiera llamársele y las contemplaciones que propician activa y pasivamente la Educación (que educan el alma)—. Pero la Revolución Francesa derivó a ceremonias y simbologías ajenas al “pedazo de pan”, terminando en dar prioridad a Nuevos Mitos como la renovación del Calendario, y la entronización de un Nuevo Ser Supremo, sea la Naturaleza Inmortal, o un alma imperecedera que diera razón de ser a la Revolución.

Pues, o el arte que acude al simulacro del pan, en el sentido que ya criticaba Platón —en la pintura o en el gran cine, los pintores españoles y flamencos de la post Edad Media, los franceses del XIX, los cineastas Tarkovski, Béla Tarr, Dreyer... — está radicalmente equivocado al hacer simulacros de mal platonismo (Platón odiaba el simulacro sino metafisiqueaba hermanado con la verdad).

O sencillamente colocan el pan en un lugar que no sólo lo dignifica, sino que lo eleva o más exacto lo transmuta a ojos vista, desapareciendo las falsas perspectivas (interiores y exteriores y hasta fantasmales) que no claudican en su hostilidad sin fin abriendo boquetes en aquello que llamábamos alma y verdad y realidad y política y sociedad y así —para que el pan no sea un ente primordial de la Política.

Aunque parezca pueril, la pureza continúa siendo un existente errante que busca acomodo en una hybris (desmesura, furia, orgullo, locura en tanto transgresora gratuita de límites de variada naturaleza) que hoy campa con más locura desde la política o con anuencia de la política; no eximiendo a los ciudadanos, que iban a ser virtuosos, valedores y vigilantes del buen uso del aparato político o de lo político, de su pertenencia a la política, pues ellos también son la Política o lo político.

Ciudadanos que ya desde la antigua Grecia, ciudades griegas que buscaban un puesto mucho más humanable en el mundo y vida hasta esos momentos experimentado por el hombre digamos azaroso, si seguía habitando lo Antiguo como ausencia de límites; quería operar esta nueva Grecia, sea por pacto tácito o las Costumbres erigidas como Educación y como participante en la búsqueda de nuevos sentidos de vida, o hacer de la costumbre un arte práctico, en resumen, crear una nueva civilidad con medios del arte, la filosofía, la política, la Ley.

Lo Político, por ejemplo, como aquello colegiado por castas en Asamblea —tomado posiblemente de las Asambleas de Ancianos de sabias culturas antiguas, en guerra contra el mal Azar (símil de la hybris, que hoy podemos ver dicha hybris pero desatada, apenas con límites, en la inflación bursátil concertada o conveniada y otras estrategias y ardides oikonómicos, y en los ciudadanos que se quieren o pretenden ser virtuosos como en un teatro multitudinario, o ciudadanos ganapanes sin rumbo interior, casi impedidos físicos y mentales al ignorar el cosmos y su gratitud, y que hacen de los políticos fáciles chivos expiatorios para su mala interioridad, plena de hybris delirante y a la vez cazurra.

La Política, acabemos de una vez, es o debe ser cósmica, y debe aparecer siempre como Esperanza (no exactamente como quería el gran filósofo E. Bloch en su colosal libro Principio Esperanza, pero hay en este raro filósofo de Frankfurt mucho que aprender sobre la naturaleza de la Esperanza), Esperanza como espera desde el potens (¿qué es el cosmos sino pura potencia de nuestra interioridad y las cosas y enseres que a la vez que nos rodean, viven en nosotros?

Un paréntesis: Debo ahora aclarar que aquello que entiendo por cosmos no es el Cosmos o el Kosmos y proclives denominaciones; no una vastedad Sagrada anclada en el Infinito de los Dioses o el Universo ilimitado de esferas y planetas. Para ser didácticos en lo posible, creo que en cosmos viven potencia de la interioridad del hombre. O habitan en él labores discernibles o no discernibles de la mente y de la realidad. Algún que otro pensamiento o intuición o actuación nuestra es en sí cósmica, si parte del Fundamentum y con el deseo de fundar sencillas o grandes cosas.

Una porción nimia de paisaje (como muestran ciertas pinturas Zen), o la noche que ahora avisto desde mi ventana mientras escribo, o el sonido a veces extraño de la noche, o una moneda que veo desde aquí, o la gente que hoy vi y me vio durante el día, al salir el sol, caminando como en reposo, como si no quisiera volver a ser masa o individuo sino algo más, como si tuvieran cierto temor consciente o inconsciente de ser devueltos a la hostilidad de la vida que los vive... O como esperanza tejida de Agon, que es polemos, encontronazo, tenso pero limitado por la presunción de un buen antagonismo que eleve a los ciudadanos en el buen polemos, sea en lo político, sea en sus soliloquios o monólogos y sueños e invenciones mentales y reales, y cruce de lenguas con sus semejantes, o elevación de sus deseos y potencialidades, que es lo que pide cosmos.

La búsqueda de esperanza no tiene por qué abjurar del dinero, aunque sí una virtud moderna posible sería mantener a raya a los fabricantes de dinero que ofician como los grandes virtuosos de la sociedad moderna, y a ganapanes y masiva cohorte de castas, rentistas, especuladores, cuyo único filón de cosmos es la Propiedad. Propiedad y dinero por supuesto que ayudan a “crear” el pan, pero no el “pedazo de pan”. Y es que el dinero es, como decía el profundo poeta Wallace Stevens, una forma de belleza; y no deja de ser bello como un cervatillo pastando cerca de un riachuelo, al son del caramillo y con el pastor que participando de la belleza, le da su inmanente sentido cósmico porque él es el trabajo que participó o dio lugar a aquella porción hermosa y reconfortante del paisaje y del mito.

La Política, sino se ausenta de la Comedia, de la escenificación como un mal teatro de parlamentos que ostentan obscenamente el delirio y la petulancia, o de la Tragedia, que es examen del Destino y fatum del hombre, que es método de escudriñamiento de los dilemas políticos —por ejemplo la guerra y otras violencias—, continuará la Política emulando la violencia de la Naturaleza y la Historia, lo cual no implica la retirada de la Política por el cosmos y sus lenguajes, pues su retirada, además de ser un Imposible (mientras exista el hombre), implicaría la retirada total de la Naturaleza (y el hombre, creo, sigue siendo Naturaleza, como los algoritmos, por ejemplo, son Naturaleza ), o como mal menor impulsará el crecimiento de la hostilidad en ámbitos externos e internos, que acabarían con la Naturaleza.

Utilizando la frase de Freud “el malestar en la cultura”, hay un “malestar en la política” que va camino en trocarse en un malestar irreversible e invasivo desde vías sorpresivas, de carácter cósmico, atendiendo, repito, que lo cósmico es la Tierra y el hombre e incluso lo Invisible, y las partes de lo cósmico tienen su propio lenguaje, aunque cosmos ofrece lo que ofrece por dictado, o más bien por Dictamen, pues el hombre no sólo se hizo de experiencia y Paideia, paciencia educativa, transmisión y formación de valores y saberes como saber ser y saber hacer; y por consiguiente regulación de los afectos, la imaginación, las técnicas, costumbres y otros saberes, buscando un humanismo ciudadano y personal, en una nueva civitas; se hizo, además, sospecho, por penetraciones, caminos, senderos que venían antes de los griegos; algo así como una Mimética del cosmos y sus partes actuando silenciosamente durante la Historia de la Especie.

La consecuencia de los diversos malestares: del arte y la cultura, de la política como lengua de la Ley y de una singular pedagogía para erigirse en Estado, el malestar de lo cósmico tanto en su aspecto Universal como en la carencia de universales de esperanza o universos novedosos de Lenguaje, atentan peligrosamente, hoy.

La Utopía, su no desaparición como deseo o sentimiento agrandado por imágenes generales, difusas o incompletas, la cuota de Redención que nace —sea del “pedazo de pan”— o de un pedazo de Infinito, es porque la Política empuja a las Utopías, pues la Política también desea, además de aquello que conocemos por lo político, un deseo cósmico o dicho más modestamente, de ciertas partes del cosmos que no obstante buscan concertarse.

Posiblemente la Política haya surgido mucho antes que la Economía como Razón. Contando con que una Economía, en toda regla, pueda provenir del sobrepasamiento que dio “el pedazo de pan” en nombre de una virtud —sea venida o no de lo Sagrado— o sencillamente por el gran cansancio del hombre cuya hambre era en sí la virtud misma vuelta al revés, porque La Alianza entre el hambre y lo sagrado es la construcción —por Trabajo y por Mimética— de un lenguaje paralelo a la Ley, pero cuyo paralelismo casi siempre ha sido hostilidad. Pero ya el hombre traía la Economía como mandato, Dictamen del cosmos. Como también traía lo Sagrado, hoy olvidado, como emanación, in-fluencia o dictado o Dictamen del cosmos.

Antes de fundar una ciudad —o siquiera un terreno con limes y medidas precarios para que el hombre pudiera fundarse a sí mismo y el lugar de su oikonomía y la eliminación de la extrañeza, a veces “siniestra”, de su errabundez— y lo hizo con valentía cósmica poniendo oído al cosmos rodeante o soñado, o sus partes y lenguajes que le hablaban o le secreteaban, haciendo esfuerzos terribles por una penetratio en su interior, buscando y eligiendo Fundamentum, argamasa superior para fundir los estados de la mente y los estados de Naturaleza en sí mismos.

Los griegos no andaban muy equivocados buscando emparejar Ley y Eros, letanía de normas y reglamentaciones con letanías de Deseo y de ser Otro y el Mismo. Y reducir el malestar de una masa en un nuevo malestar medible en un terreno de civitas, de la ciudad con Ley y objetivos de humanamiento, de hacer surgir y dar lugar al hombre-ciudadano, pues el cosmos —en aquellos tiempos— necesitaba salud, de lo medicinal frente a la hostilidad —sea salud que los límites, la rectitud de valores podían, o el desenfreno carnavalero que también cura: farmacopeas aliadas a la construcción de una novedosa conciencia que se alejara en lo posible de la violencia y el valor (para los griegos y antiguos el valor era un eje de vida).

Y actuaron, los griegos, calando dentro del hombre para reformar la vieja interioridad. De ahí que Aquiles, en mi modesto parecer, era ya —en parte, pues la lucha, el no temor de la muerte, ambas aquilatadas, son fuerzas cósmicas que pueden definir una Modernidad esperanzadora— de un linaje que perturbaba un poco aquella Modernidad griega, de ahí que su débil y mortal talón fuese más una momentánea argucia cósmica.

Pero infinitamente imprescindibles para el cosmos y el hombre (o más preciso: el cosmos-hombre) fue aquella violencia atemperada alrededor, siempre, del “pedazo de pan”. Y también del pedazo de infinito homínido que en manos de Cristo fue una pequeña derrota de los griegos. De pronto, la Ciudad griega, se había aplanado hacia la parte cósmica que llamamos tierra —con olvido del cielo—, al no elevar lo suficiente la imagen del “pedazo de pan” a alturas junto a otras sencilleces. ¿Qué podía hacer la Propiedad y la Ley —y hasta la Paideia, la “formación del hombre”—, sino de duro muro contra los innumerables lenguajes y lenguas del cosmos inaugurado por lo Sagrado del hombre por elevamiento a gran categoría de un simple “pedazo de pan”?

El “pedazo de pan” se convirtió en Poesía. Agónica, como toda gran Poesía, pues el hambre era y es la herramienta más cruel del universo. Hambre de carne famélica y hambre de interioridad, pues el “pedazo de pan” era soñado cada noche no sólo por los hambrientos, sino además por los Propietarios, aunque en estos últimos con “represión”. Y es sorprendente que el genial Freud convirtiera a la madre o al padre como eje vertebrador de la interioridad de sus “enfermos”, y no un sencillo “pedazo de pan”, del cual podían extraerse símbolos de factura insobornable para tales “enfermos” y por resonancia a la Sociedad.

Yo, que he vivido la Anti-Utopía o su antesala, que aún conservo reservas para no ejercer de resentido o sobreviviente alborozado del que pudo librarse de un amago de Utopía, la cual viví y desviví un buen número de años, Utopía o sus sinónimos como Totalitarismo, Destrucción y otros, empecé a fijarme primero en las estrellas, los pájaros volando o posados, los árboles —y la arboladura—, el peso o ligereza del silencio y del parloteo y lo conversable, el gravamen ejercido como Ley sobre la lengua y los lenguajes, la extrañeza de las casitas bajas y las calles curvilíneas o rectas, las potencialidades del lenguaje para el arte o la vida, el ir y venir amoroso o desamoroso de las miradas e interioridades de unas personas en otras, la hilatura con que las cosas y los seres se entretejían unos con otros….Y finalmente en los entresijos de aquella parodia de Utopía o Distopía o como quiera llamársele.

Así, a través de mi modesta experiencia en aquella parodia de Utopía o Distopía, creo —y ojalá haya sido así— operaba a veces aquella variante cósmica de un Tiempo, tanto varado a lo Lejos, como vivido en un suerte de éxtasis y estasis, de variadas hostilidades y gratificaciones y finalmente vivido casi sólo a base de la hostilidad y un vaciamiento cuando no una mala hybris, con lo cual tuve que recurrir a variadas formas de resistencia y autovigilancias, algo así como determinado uso de la lucidez —lo mismo interiores como las que procuraban un remedo del Entusiamo griego o paganos o mundanos—, y empujes en ámbitos de la literatura, la amistad y la civitas como campo informe y delirante de lo político.

Busqué, así, en medio de deformidades en pugna, los Doble platónicos que se me ponían a mano, un ser o una cosa bastaban (pez, silla, alicate, v.g...) a través de plurales formas de intentar permanecer en lo posible “dignamente” en vida.

Y el “pedazo de pan”. Casi me olvidaba de él. A veces oficiando en la mesa carente de alimentos, a veces oficiando en una simbología secreta que entendí tiempo después, en un aceptación distinta de lo Sagrado Cristiano y Pagano —pero hoy creo que muy engarzados en ellos—, en medio de aquel Desastre en que se había convertido y habíamos convertido mi país —sea per directa, sea per oblicua—, creí habitar a ratos una simbología o imaginería que me empujaba al cosmos del que he hablado, un cosmos modesto. Y yo era el Propietario precario de aquellas “revelaciones” ayudadas por el Entusiasmo. Y era el Propietario de aquel “pedazo de pan”. Y lo mordía. Y lo tragaba con devoción. ¿Acaso así no está inscrito en la Ley?

* Tales zapatos o botas de labriego suscitaron un hermoso y controvertido ensayo largo de Heidegguer.

Rolando Sánchez Mejías

Rolando Sánchez Mejías

(Holguín, Cuba, 1959). Vive exiliado en Barcelona desde 1997.  Ha escrito ficción, poesía y ensayo, recogidos en libros como Escrituras y Collage en azul adorable (publicados en la Habana); Cuaderno de Feldafing y Historias Olmo, ambos de narrativa, en España por editorial Siruela, Cálculo de lindes (poesía, México), Mecánica celeste (poesía, Ed. Bokeh, España). Próximamente saldrán “La condición totalitaria y otros ensayos” (Ed. Casa Vacía, USA) y “Poesía completa” (Ed. Mandorla, México). En alemán se publicó su libro de ficciones Geschichten von Olmo (Ed. Verlag Schöffling, Frankfurt). Incluido en antologías en castellano y  otras lenguas, como Poésie Cubaine du XXe Siécle (Genève,), Antología de la poesía cubana siglo XVIII al XX (España, Verbum, Tomo IV), Antología de la Poesía Latinoamericana del siglo XXI (F.C.E., México), Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (España, Pretextos), Cuentos latinoamericanos (D.T.V., Alemania, bilingüe), Cuban Poetry Today (USA, Ed. City Lighs), Antología del cuento latinoamericano del siglo XXI (Ed. F. C. E., México), Prístina y última piedra. Poetas latinoamericanos (Aldus , México), An Anthology of Cuban Stories (Ed. Quartet Books Ltd. / Grove Press, Londres / USA), Fue fundador y dirigió el Grupo/Revista de literatura y pensamiento DIÁSPORA(S), publicada en Cuba y España (1993-1999), que intentó reflexionar sobre qué es escribir así como el papel de la Tradición, el Modernismo y las Transvanguardias en contextos totalitarios y en contextos generales contemporáneos de creación. Recibió en Cuba el Premio Nacional de la Crítica en 1993 y 1994 por dos de sus libros.

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