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Patria y temblor

"¿Es donde uno nace? ¿Es la Casa Grande de la Mujer y el Hombre y los Enseres? ¿Es donde uno muere?"

Huella en la arena del desierto
Imagen: pixabay.com

Aún no sabe qué es Patria. Y se ha ido al desierto a encontrar respuesta. Pues piensa y confiesa que urge, a él y al Mundo, poner en claro de una vez y por todas qué es Patria. Por el Bien de Todos, piensa.

Y en camino en el desierto, se topa con un camellero y su camello. Le pregunta amigablemente al camellero:

—¿Sabes qué es Patria?

El camellero lo observa con serias dudas por la pertinencia o impertinencia de la pregunta. Tenía larga experiencia en el desierto y se había topado con locos, profetas, aventureros, misioneros, madres buscando a sus hijos, perros fantasmas, hombres resurrectos, mexicanos tocando una guitarra, asesinos, asiáticos y occidentales buscando la Vía del Tao, arqueólogos, yonquis, practicantes de la Nueva Iglesia Americana de los Hijos del Desierto Paraíso, aviadores perdidizos, extraviados delirantes, alcohólicos, mujeres con velo o sin velo, inválidos arrastrándose, estudiosos del hábitat desértico, astrólogos, turistas perdidos, amantes románticos de las dunas y las lunas... Y enseguida reconoció aquel temblor inconfundible en el cuerpo y ojos del hombre y se estremeció.

Luego el camellero mira a los ojos del camello, pues eran incontables las veces que se había enfrentado, junto a su camello, a tal género de preguntas. Y no eran escasas las veces que requería de su ayuda, pues el oficio de pensar no podía prescindir de estrategias y artilugios —incluidas las trampas y mentiras— que a primera vista no eran consustanciales al acto supremo de pensar y en busca de la verdad.

El camello, desde que se puso en juego la pregunta, ha estado pensando en la necedad o no de la pregunta. Recordemos que camello viene de Camelus, que nos lleva al significado de camelar, y por ende a camelador. Entonces el camellero solía observar a su camello como eso, como a un Gran Camelador, cuyo significado, sabía el camellero, era enamorar, mirar, cortejar, seducir, querer, adular, acechar, dudar, amar...

El poder que tiene el camellero sobre el camello y el poder que el camello tiene sobre su camellero son proverbiales: ambos desean y no desean a la vez una relación digamos “contractual”, pero dilatan la decisión en el tiempo o hacia el Fin de los Días o hacia el día siguiente, dependiendo de las circunstancias, como los cambios atmosféricos, la porosidad de la arena o las reacciones de la Bolsa.

El camellero ve, al observar los ojos del camello, que el camello observa lo de siempre, aunque el camello —el Gran Camelador— introduce variaciones infinitesimales para evitar el aburrimiento.

El camellero ve en los ojos del camello el color de las arenas, soles, dunas, horizontes —los camellos no son adictos a los espejismos, cosa de humanos la de construir imágenes de dudosa realidad— aquilatando, juntamente a los vaivenes del paisaje, del paraje, las gradaciones de distancia, y, de paso, situando en cierta armonía afectos, obsesiones, emociones (los camellos odian las montañas y lugares húmedos, por ejemplo, y odian pesar mucho menos de 500 kilos o mucho más de 800 kilos), y situando en cierta armonía gradientes metabólicos junto a valores históricos o cuasi históricos, pues creen que la Historia —incluya o no a los camellos— es variable, sólo un veleidoso y espúreo Estado de Ánimo.

Nuestro camello tenía eso que se suele llamar experiencia vital, y había llegado a la conclusión de que posiblemente, en vez de haber llegado a ser un camello de carga o arrastre, como lo era hoy, habría sido mejor dedicarse a ser un Camello Holgazán, como al que conoció cuando estuvo de visita en casa de un primo del camellero en un Harem hundido en las salinas de Asia Central, que se dedicaba, el Camello Holgazán, a labores de Letrado —contabilidad menor y registros ininteligibles de sucesos del tipo número de moscas en proporción inversa a las temperaturas del día, o sucesos inexistentes, aunque no inventados—; pero era eunuco de alma, el Camello Holgazán, y el nuestro detestaba un cuerpo fofo, amorfo, no unido ni ungido por el trabajo, y prefería un poco de esa escualidez que faculta el trabajo de camello como necesaria redención de la especie y, por qué no, del Universo.

También nuestro Gran Camelus había conocido a otro camello de un poblado escondido entre datileras quemadas por el viento y el sol, el cual, por su mal carácter (desde hace milenios se sabe que los camellos suelen ser rencorosos hasta con su propia comunidad del Reino Animalia y hacia los camelleros y advenedizos y otros animalejos), o por circunstancias que rebasaban los problemas de carácter, acaudilló subversiones —a veces pura farsa, otras con rituales sangrientos—, acompañadas de aquel numerito de circo o coup de théatre (así lo propalaron camellerías de otros fueros, castros, finquitas y lares varios, envidiosos del camello Caudillo) de mostrar perennemente los dientes incisivos, lo cual hizo pensar que estaban enteramente locos la manada de camellos rebeldes, pues era un espectáculo en extremo repugnante aquella perennidad de los incisivos afuera, peor que risa de hienas.

El camellero mira ahora los ojos del visitante:

—Tiene Usted razón. He dudado, primero, por la pertinencia o impertinencia de la pregunta de Usted. Pero mi duda, al observar los ojos de mi camello, se ha extendido un poco más allá. Y es que tengo serias preguntas sobre la naturaleza de su pregunta. No sólo sobre la naturaleza de aquello que la impulsa, que la coloca ante mis ojos, sin haberlo pedido yo o mi camello, porque antes de su pregunta el paraje, yo mismo y mi camello, estábamos ajenos a su pregunta, mas las Leyes de la Hospitalidad me obligan, también al camello y al paraje, a no defraudarlo por entero a Usted.

Miró al horizonte, luego al visitante:

—Sucede que también tengo serias dudas sobre si su pregunta (y sobre Usted mismo, pues uno nunca está lejos de lo que pregunta, uno y su pregunta son la misma cosa) tiene alguna carta de naturaleza. No crea que no adoro las preguntas. Las adoro igual que el sol y la luna y las estrellas. Y adoro las respuestas. ¿Por qué? Porque me devuelven a las preguntas, así como el sol y la luna y las estrellas me devuelven al sol y a la luna y a las estrellas cada día, y tal vez Eternamente.

Bajó la cabeza, como si empezara a soñar o a despertar de un largo sueño:

—¿Patria? Claro que sé y no sé lo que es Patria. ¿Es la familia o el clan? ¿Es el Lugar del Señor? ¿Es el lugar que elijo o que me elige? ¿Es el Lugar de las Fronteras? ¿Son los ojos humanos o perrunos del perro? ¿Es la tierra donde se desploman uno o varios seres a la vez? ¿Es donde tengo mucho miedo y a la vez una paz inmensa? ¿Es el suelo donde se apoya la silla del notario que apoya su pluma en el papel donde estampa mi nombre si yo tuviera nombre y no una infinidad de nombres? ¿Es el Lugar de la Prohibición Tácita o de la Prohibición Despiadada? ¿Es la Ciudad Perdida de Nuestros Placeres? ¿Es el lugar donde tengo o no tengo hijos y tengo y no tengo mujer? ¿Es el lugar que sirve para yo vender mi seda o sólo brocados de lino o sólo paraguas o libros antiguos o fotos de guerras o artículos de primera y segunda mano? ¿Es el Paraíso Prometido o el Infierno tan Temido? ¿Es el temor que siento al decirle lo que le digo? ¿Es donde un padre besó a su hijo en los labios o la frente o no lo besó y se olvidó del hijo o fue el hijo quien nunca besó a su padre y lo olvidó o se olvidaron? ¿Es un lugar con calles o sin calles o con casas o sin casas? ¿Es un árbol o la arboleda? ¿Es el tren aquel que mirabas obsesionado cuando niño sin saber a dónde iba y es posible que ya ibas en él? ¿Es el lugar dónde hay signos y símbolos de todo tipo o ya la Administración se ocupa en legislar su número y aquello que representan o no representan? ¿Es la noche en que tuvo una revelación común y corriente como lucecita de vela de campo tropical? ¿Es un Gran Jardín o un Páramo abandonado? ¿Es un pequeño cine de barrio donde se proyectan mediocres y excelsas películas? ¿Es el lugar que abarca la visión o la misión? ¿Es el lugar donde los hombres y mujeres viven acodados en sus balcones? ¿Es el lugar del Color Local o del Color Universal? ¿Es el velorio donde por primera vez viste la cara de un muerto y los vecinos conversaban tomando café? ¿Es una flor es una flor es una flor no es una flor? ¿Es el lugar donde estamos conversando ahora una y otra vez? ¿Es el mar o es la mar? ¿Es el Lugar de lo Irrepresentable o de lo que se ha Borrado o el Lugar de la Aparición Perpetua? ¿Es el momento en que te peinabas en el espejo porque ibas por primera vez a una fiesta del barrio? ¿Es el Lugar de los Sacrificios? ¿Es el parquecito de la esquina de su casa? ¿Es el Ojo Gigante de la Mente? ¿Es el cuarto donde pasas las horas mirando el techo o durmiendo o imaginando que es un cuarto donde pasa las horas mirando el techo o durmiendo o imaginando que..., et caetera, et caetera? ¿Es el lugar donde soy el Pater Familias o el Mater Familias? ¿Es donde uno nace? ¿Es la Casa Grande de la Mujer y el Hombre y los Enseres? ¿Es donde uno muere? ¿Es dónde uno nace y muere y vuelve a nacer y así sin que acabe el Ciclo? ¿Es donde habitan o no habitan camellos? —dirigió el dedo índice a uno de los hombros del visitante, como si le pesara infinitamente la mano.

Y dijo:

—Se le ha posado un cuervo.

—Sí, ya veo —dijo el visitante sorprendido—. Pero no sé si es blanco o negro.

—En este lugar da lo mismo. Un cuervo es un cuervo. Sea blanco o negro. Aunque hay quien cree que un cuervo y otras especies son un desatino en el desierto.

—Entonces soy un hombre afortunado. Tengo entendido que hay quien intenta entender desde siglos el lenguaje de estos pájaros y así desvelar todos los misterios… ¿Acaso no es el ave del Misterio, de lo Oscuro, de lo Extraño, de lo Profundo, de lo Abismal? ¿Y de la Sabiduría y el Ocultamiento?… —y dijo con alegría, siguiendo su camino:

—¡Creo que estoy salvado!, pues a los cuervos se les llama los “comedores de la muerte” —y se alejó bailando en el desierto.

El camellero, mojándose la frente y los labios con agua, sin dejar de mirar como se alejaba el visitante, le preguntó al camello:                 

—Y tú, Camelus, ¿sabes qué es Patria?

—¿De veras quiere que te lo diga? Ya ni siquiera me estás confundiendo con un cuervo, sea blanco o negro. Pero creo que me estás confundiendo con una cotorra. En nombre del tiempo y el respeto que nos profesamos, aún con nuestras desavenencias que ya tocará el día de saldar… Más respeto.

El camellero, levantando ambas manos:

—Ni una pregunta más al respecto.

El camello, camelando al camellero con el rabillo del ojo:

—¿Entonces, por qué te tomaste tanto interés en ese hombre? Podías haberle confiado alguna de las definiciones secretas o conocidas de Patria. O comunicarle una de ellas como la única, la verdadera. O decirle que no, que no existe Patria. Él sólo necesitaba una forma de consuelo. O de desconsuelo. O quería salvarse a sí mismo. O a otros. O mejor, podías haberle quitado del camino y de nuestro camino y de su propio camino. Matado, como mata subrepticiamente un felah con su puñal. Muerto el hombre, muerta la pregunta. Aunque no estoy muy seguro de que matando al hombre mates la pregunta.

—¿Matar? ¿A quién? No tenía sentido —le dice sorprendido el camellero—. Ese hombre tenía sobre todo razón en que los cuervos son “comedores de muerte”. Un hombre que pregunta con tanta insistencia por la Patria ya está muerto de antemano. ¿O crees que un cuervo se posa en tu hombro así como así? Ese hombre ya venía muerto y ahora sigue muerto.

—¿Y se lo están comiendo ahora los cuervos? —preguntó azorado o haciéndose el azorado el camello.

—No creo. Los cuervos son astutos, sean blancos o negros. Seguro saben que no tiene sentido ponerle fin a la cuestión, sino eternizar el disfrute. Les gusta la solemnidad. Y el deseo, mi buen Camelus... ¡Deseo y Solemnidad! ¿No te gusta esta relativa definición de Patria, mi Gran Camelador? ¡Deseo y Solemnidad! ¿O sólo sirve dicha definición para los cuervos? Veo que te aburres, Camelus. Sigamos nuestro camino.

Rolando Sánchez Mejías

Rolando Sánchez Mejías

(Holguín, Cuba, 1959). Vive exiliado en Barcelona desde 1997.  Ha escrito ficción, poesía y ensayo, recogidos en libros como Escrituras y Collage en azul adorable (publicados en la Habana); Cuaderno de Feldafing y Historias Olmo, ambos de narrativa, en España por editorial Siruela, Cálculo de lindes (poesía, México), Mecánica celeste (poesía, Ed. Bokeh, España). Próximamente saldrán “La condición totalitaria y otros ensayos” (Ed. Casa Vacía, USA) y “Poesía completa” (Ed. Mandorla, México). En alemán se publicó su libro de ficciones Geschichten von Olmo (Ed. Verlag Schöffling, Frankfurt). Incluido en antologías en castellano y  otras lenguas, como Poésie Cubaine du XXe Siécle (Genève,), Antología de la poesía cubana siglo XVIII al XX (España, Verbum, Tomo IV), Antología de la Poesía Latinoamericana del siglo XXI (F.C.E., México), Cuerpo plural. Antología de la poesía hispanoamericana contemporánea (España, Pretextos), Cuentos latinoamericanos (D.T.V., Alemania, bilingüe), Cuban Poetry Today (USA, Ed. City Lighs), Antología del cuento latinoamericano del siglo XXI (Ed. F. C. E., México), Prístina y última piedra. Poetas latinoamericanos (Aldus , México), An Anthology of Cuban Stories (Ed. Quartet Books Ltd. / Grove Press, Londres / USA), Fue fundador y dirigió el Grupo/Revista de literatura y pensamiento DIÁSPORA(S), publicada en Cuba y España (1993-1999), que intentó reflexionar sobre qué es escribir así como el papel de la Tradición, el Modernismo y las Transvanguardias en contextos totalitarios y en contextos generales contemporáneos de creación. Recibió en Cuba el Premio Nacional de la Crítica en 1993 y 1994 por dos de sus libros.

Comentarios:


Uva de Aragón (no verificado) | Dom, 16/02/2020 - 17:03

Magnifico texto.

Emilio Souto (no verificado) | Mar, 01/11/2022 - 19:40

Magia a través del lenguaje, extraordinario!

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