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Escritores | Miguel Barnet y el fútbol

Una crónica sobre el día en que los escritores Miguel Barnet y Ricardo Bada vieron un partido del Mundial de Fútbol de 1986 en Colonia, Alemania.

Maradona dominando el balón durante un partido de fútbol Argentina vs. España.
Diego Armando Maradona escapa de tres jugadores belgas en la semifinal del Mundial de Fútbol de 1986. | Imagen: Gol Mundial/Facebook

A Miguel Barnet lo conocí en el tercer Congreso de Escritores de la Lengua Española, celebrado en mayo 1985 entre Las Palmas de Gran Canaria y Santa Cruz de Tenerife, donde me lo presentó uno de mis poetas españoles preferidos, José Agustín Goytisolo

Recuerdo incidentalmente que en Santa Cruz los congresistas e invitados aparte (yo, por ejemplo, como periodista) estábamos alojados en el Hotel Mencey. Un día, esperando en la acera la llegada del autobús que nos iba a llevar a una excursión al Teide, La Laguna y el valle de la Orotava, el portero —oyendo hablar a Miguel— le preguntó si era cubano.

Miguel le contestó que sí, y el portero le contó que en ese hotel había muerto, en 1963, un gran compositor compatriota suyo. "¿Quién?", quiso saber Miguel. "Ernesto Lecuona". Y yo salté enseguida, por aquello de la deformación profesional: "¿Nos puede decir en qué habitación?", "Sí señor, en la 175". Los tres nos miramos con un poco de alivio, no era la de ninguno de nosotros.

El Mundial de Fútbol del 86

Y adelantemos el calendario hasta el 25 de mayo de 1986, cuando Barnet desembarcó en Alemania para una gira de lecturas que comenzaría en Colonia, mi ciudad residencial. Miguel llegó a nuestra casa poco antes del almuerzo, conoció a mi esposa y a los amigos que habíamos invitado para que pudieran charlar con él sin el agobio del horario de su cronograma editorial.

Almorzamos rico, y al ir a la sala para tomar café me llamó aparte y me dijo que se sentía un poco cansado, si no podría echarse un rato a descabezar una siestecita. 

Lo llevé a nuestro dormitorio, la pieza más alejada de la sala, para no incomodarle con nuestras pláticas, y ya iba a cerrar la puerta cuando me pidió que lo despertase a la hora del partido. "¿El partido? ¡Pero Miguel, si tú no sabes nada de fútbol, si acaso de béisbol!", "Es verdad, pero tenemos el deber de apoyar moralmente a los equipos latinos, lo estoy haciendo desde que llegué a Alemania, y el domingo me perdí el Argentina–Inglaterra", fue su respuesta. Le prometí despertarlo a tiempo y cerré la puerta.

Viendo fútbol con Miguel Barnet...

Aquel día se jugaba la semifinal Argentina vs. Bélgica. Ahora bien, yo no sé si a ustedes les ha tocado alguna vez asistir a un partido de fútbol (de corpore insepulto o bien en la pantalla) teniendo al lado a alguien sin la más remota idea de lo que es un saque de banda, el lanzamiento de un tiro libre, de un córner, ni qué decir ya de fenómenos que lindan con la metafísica, como es el fuera de lugar.

Ese era el caso de Miguel Barnet en nuestra casa, viendo aquel partido. Había que estar explicándole por qué el árbitro pitaba cuando al parecer no había habido falta y un argentino iba a disparar al arco Y había que explicárselo después de que Miguel hubiera insultado al árbitro en la persona de su madre y todos sus difuntos, a continuación de lo cual preguntaba la razón de que el árbitro hubiese pitado.

Y cada vez que un jugador argentino se caía al suelo a consecuencia de un forcejeo con un belga: "¡pobre Valonia, pobres Flandes!". ¡Las retahílas de injurias que vociferaba Miguel seguro que se escuchaban en Bruselas! Etc. etc. etc.

"¿Sin penaltis al final? ¿Pa´ qué, compay?"

Confieso que al principio nos irritó bastante, pero luego supimos sacarle un aspecto positivo a la situación y la disfrutamos ilustrando a Miguel acerca de los secretos del fútbol. Para lo que no estábamos preparados es para el final, cuando el partido concluyó ganando Argentina por 2:0.

Al oír el pitido final, Miguel se frotó las manos, contentísimo, y dijo con voz jubilosa: "¡Ahora viene lo mejor!". Todos nos lo quedamos mirando con harta sorpresa, y le pregunté: "¿Y qué es lo que viene ahora?". Miguel gritó exultante: "¡Los penaltis!".

¡Impagable Miguel! Resulta que de todo el campeonato solo había visto tres de los cuartos de final (se perdió el de “la mano de Dios”): Brasil vs. Francia, Alemania vs. México y España vs. Bélgica, tres partidos que terminaron —los tres— con alargues y tandas de penaltis, ganándolos Francia, Alemania y Bélgica, respectivamente. En consecuencia Miguel había concluido que los partidos de fútbol acaban, todos, con lanzamientos de penales. 

36 años después, todavía me río al recordar la cara de frustración que se le puso, al explicarle que si un equipo ganaba en el tiempo reglamentario no era necesario dirimir la contienda de esa manera tan brutal. Apostaría mi única corbata de Armani a que no ha vuelto a ver un solo partido de fútbol en el resto de su vida, y casi que lo escucho justificarlo: "¿Sin penaltis al final? ¿Pa qué, compay?".

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Ricardo Bada

Ricardo Bada

(Huelva, España, 1939). Escritor y periodista residente en Alemania desde 1963. Autor de La generación del 39 (cuentos, Nueva York 1972), Basura cuidadosamente seleccionada (poesía, Huelva 1994), Amos y perros (cuento, Huelva 1997), Me queda la palabra (conferencias, Huelva 1998), Los mejores fandangos de la lengua castellana (parodias, Madrid 2000), Limeri de Bueno Saire (poesía nonsense, Río de Janeiro 2011), La bufanda de Cambridge (cuentos, Bogotá 2018) y El canto XXV (novela corta, Copenhague 2019). Su ópera breve La serenata de Altisidora (partitura de David Graham) se estrenó en  el Festival de Camagüey del año 2000.

Editor en Alemania, junto con Felipe Boso, de una antología de literatura española contemporánea, Ein Schiff aus Wasser [Un barco de agua] (Colonia 1981), y en solitario, de la obra periodística de Gabriel García Márquez y los libros de viaje de Camilo José Cela. Editor en España de la obra poética de la costarricense Ana Istarú (La estación de fiebre y otros amaneceres, Madrid 1991), y en Bolivia de la única antología integral en español de Heinrich Böll (Don Enrique, La Paz, 1995). 

Ha sido y en varios casos sigue siendo colaborador regular del Centro Virtual Cervantes, Revista de Libros, Revista de Occidente, Vasos Comunicantes, Pérgola, ABC y Cuadernos Hispanoamericanos (España), Nexos, La Jornada Semanal y SoHo (México), El Espectador, El Malpensante y SoHo (Colombia), El País (Uruguay), Etiqueta Negra (Perú), Aurora Boreal (Dinamarca), Amsterdam Sur (Ámsterdam), La Nación y SoHo (Costa Rica) y La Opinión (Los Ángeles/California). Mantiene, además, desde noviembre 2009 la publicación semanal de su Diario en un blog del espacio MientrasTanto de la revista Fronterad (Madrid): https://www.fronterad.com/

Republicano y agnóstico, convicto y confeso, fue nombrado paradójicamente caballero de la Orden de Isabel la Católica, y padece –no menos paradójicamente– una curiosa  dolencia llamada sacralización. Tan luego él...

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