Luis Manuel Otero Alcántara está preso, sin juicio, desde hace seis meses. La Fiscalía General de la Monarquía cubana lo considera un peligro social. Prefieren una Cuba sin él. Sin nadie como él.
Luis Manuel Otero Alcántara es un artista del performance. Un autodidacta, un libérrimo. Una especie de Julio Antonio Mella. O al revés. Cuando Mella se dejó mirar de espalda, desnudo, mostrando a la cámara su culo precioso encarnaba a Luis Manuel Otero Alcántara. Lo abducía.
No sé si la encuentro o pujo una ilación graciosa entre disidentes actuales y sobresalientes figuras de nuestra historia grande. Por poner ejemplos, entre los hombres: Luis Manuel me sabe a Mella. Maykel Osorbo me sabe a Maceo.
Casi toda derivación describe una ruptura. En nuestro caso, la ruptura es esta: el hombre nuevo se fue al carajo. Aseres de la continuidad: recojan el chiringuito. Lo que busca desesperada– esta generación —encabronada— es la conexión —extraviada— con el hombre viejo y la mujer de toda la vida, sin orden de prioridad.
Solo con la ayuda de esa sensibilidad maricona, que florece en el hallazgo de lo pansexual, podremos salir del uniforme militar de odio y mierda en que nos embutieron.
Hace 57 días amig@s y desconocid@s escriben un diario de amor armado para Luis Manuel. Se puede rastrear con la etiqueta #DiarioParaLuisma. Es una forma de agradecer el regalo social que nos hace.
#DiarioParaLuisma día 57
Canto a Luis Manuel
Luisma: En tanga o en tutú,
de frac o en deshabillé
pareces el anti-Che.
Y quiero ser como tú
contra tótem y tabú
deshaciendo nubes de
mentiras y paripé.
Pero un gobierno cebú
—que obliga a ser como el Che—
prohíbe ser como tú.
Tú en la terrosa calaña.
Tú en huelga, tú rejodido.
Tú atleta de ese quejido
que no vibra en la montaña,
que has crecido en la patraña
que nos recome el escroto.
Tú, que cambias nuestra foto
—fiñe entre todos los fiñes—,
novio de todes les niñes
que tienen el sueño roto.
Tú que mandaste a parar
la comandancia huevera
de esa callada manera
que convoca a no callar,
sonriéndole al militar,
dibujando a tometer,
travestido —de mujer—,
sin hallar revolución
en verija de varón
que decreta obedecer.
No es difícil ser el Che,
Barbatruco o Belcebú.
Aquí lo duro es ser tú,
ser Luisma, con su porqué,
sin trauma, preso, de pie.
¡Préstame, niño, tu fe!
Y caiga el poder cebú
—farsa de un falso Mambrú—
que ordena ser como el Che
e impide ser como tú.