La fotógrafa cubana Danay Nápoles (La Habana, 1988) presenta Human mind, su primera exposición personal en Madrid. La muestra abarcará varias series de su producción y resumirá al menos cinco años de creación fotográfica. La inauguración sucederá el próximo 13 de septiembre en el Laboratorio de Arte Babalú Ayé (calle General Pintos, 45, 28028) y se podrá ver hasta el día 27.
Comisariada por Liudmila López Domínguez y Edgar Ariel, Human mind toma como cuño nominativo una serie del mismo nombre, donde Danay Nápoles deconstruye los paisajes “naturales” y los convierte en polígonos fictivos. Los transforma en espacios mutantes. Los identifica como manantiales donde nos percibimos.
Esta exposición propone una erótica, la erótica de la transgresión. Su discurso (logos) se realiza como un des-reconocimineto de los cuerpos. Cuerpos mentales. Cuerpos arquitectónicos. Cuerpos de gas. Nápoles tiene necesidad de mirar directamente al cielo con la esperanza de ver la escena en conjunto, es decir, de ver más y con más claridad. Esta necesidad es todo menos plácida. Es un juego con algo que se escapa.
Un juego de espejos
Además de la serie Human mind, se podrán observar imágenes de las series Tragaluz, El ombligo del mundo, Retratos y Autorretratos. El crítico de arte David Mateo ha dicho que la relación que tiene Danay Nápoles con el retrato es de “complicidad”.
Mateo agrega que Nápoles “parte de una vocación retratista pura, descontaminada. Se puede decir, con toda seguridad, que con su trabajo ella rescata y oxigena la tradición. Sus imágenes surgen de la experiencia de relación directa, empática ―y no por ello menos tensa― entre el artista que escudriña, que mira, y el individuo puesto en enfoque, observado meticulosamente. No hay dobleces o distorsiones básicas, no hay oblicuidad a la hora de encarar a la figura, y mucho menos ese sarcasmo tan recurrente en algunos creadores del momento”.
La mirada como una facultad autóctona, autotélica, posiblemente redentora de la mente. Human mind emancipa una mirada desprejuiciada. Una mirada que (también) escucha. Human mind es un gesto conativo del otro y de una misma. Para Danay Nápoles retratar es como un juego de espejos donde cada individuación se plantifica en un yo expandido. Expandido (también) hacia sí misma.
Danay Nápoles entiende cada rostro como un mundo posible. Le interesa determinar el territorio político del rostro (y no solo). Hablamos de una dimensión. Una dimensión maquínica donde la subjetividad se articula no desde los bordes, sino desde un epicentro esencial.
"Human mind emancipa una mirada desprejuiciada. Una mirada que (también) escucha. Human mind es un gesto conativo del otro y de una misma."
Expandidos (también) hacia otros paisajes, que son pasajes donde no hay rostros fácticos, pero sí referidos. Un tragaluz. Un tragacuerpos. Un tragamemorias. Da la impresión, a veces, de que esos cielos fotografiados (rostrificados) por Danay Nápoles esconden otros cielos ruiniformes. Cuerpos ruiniformes. Memorias ruiniformes.
Danay Nápoles le otorga rostro a lo ruinoso. Le otorga rostro al mundo. “Todo lo que se alza cae, / y todo muere al contacto de lo que ha caído”, dice Pascal Quignard. Danay Nápoles fotografía ese lugar entre lo que se alza y lo que cae. Ese entrelugar. Entremedias. Ese lugar exacto.