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El aplauso sin ministro

Primero fueron diez o quince; luego alrededor de trescientos. El cerco policial impidió que fueran más. Pero eran más de trescientos. Hubo aplausos, alegrías, canciones. Hubo arte libre y civismo.

Jóvenes manifestantes frente al Ministerio de Cultura 2
Jóvenes esperando frente al Ministerio de Cultura, La Habana, 27 de noviembre de 2020.

En Cuba nadie sabe lo que es libertad de expresión y manifestarse por ella. Se sabe de marchas por el primero de mayo (que son por obligación, y casi siempre se atenta contra el salario del trabajador si este no accede a la marcha, por eso lo “multitudinario”). Se sabe de ciertos actos de repudio, los cuales han estado muy de moda y son orquestados desde el más profundo irrespeto a los derechos humanos.

El 27 de noviembre y la madrugada del 28 tembló la mesa de los ministros. Llegaron los artistas al Ministerio de Cultura. Primero fueron diez o quince; luego fueron alrededor de trescientos. El cerco policial impidió que fueran más. Pero eran más de trescientos. Hubo aplausos, alegrías, canciones. Hubo arte libre y civismo. ¿Qué pedían los artistas? Libertad, libertad para la creación, libertad de movimiento, de expresión, libertad para la gente presa por sus ideas. Comunión y fraternidad, en suma. 

Los acuerdos, después de cinco horas, pueden parecer insuficientes, pero marcan una ruptura en la historia de la desidia cívica cubana. Su lugar en la historia está, independientemente de que se materialicen los resultados; su aliento aglutinador está, aunque aún falta hacer más extensivo a más ministerios, a más instituciones, a la misma constitución, y no dejarlo en lo gremial. Pero algo muy fuerte se demostró: con la unidad se puede hacer mucho, se ha comenzado a escribir la cultura de la protesta, de tomar la calle, de disentir y pedir, porque todo eso es deber y derecho ciudadano.

No es que estuvieran pidiendo la palabra: es que tienen la palabra por derecho, y los ministerios y sus ministros; así como la asamblea nacional y el presidente, son funcionarios públicos, se deben al pueblo.

Muchos hoy, todavía, hipertrofian el discurso de la identificación con los sucesos de San Isidro; muchos no entendieron y se quedaron en las márgenes de convenir en formas y personas con el Movimiento. Hay que dejar claro varias cosas: puede usted convenir con esos sucesos y con los protagonistas o no, puede usted incluso entender el hecho como un hecho aislado: pero debemos saber, y que no sea una vergüenza reconocerlo, que si hoy tenemos una apertura cívica y andamos sin miedos por las calles ministeriales, es gracias al fuerte poder de convocatoria y de empatía que generaron los del Movimiento San Isidro. Sí, ellos modelaron una libertad de opinión, una libertad incluso en su conformación como grupo (había en la casa una convergencia de religiones, de opiniones políticas, de manifestaciones artísticas, de espiritualidades), pero todos bajo el mismo precepto: la libertad como móvil para hacer un país mejor y con todos.

"No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlo", se trata de eso, de ese respeto por la voz del otro sin que medien actos de repudio con delirantes consignas y con ese atropello a la razón y a lo justo. Y de eso se trató en el ambiente del 27 de noviembre frente al Ministerio de Cultura de Cuba: vamos a oírnos todos, y vamos a hacernos oír.

Jóvenes manifestantes frente al Ministerio de Cultura.
Jóvenes manifestantes frente al Ministerio de Cultura, La Habana, 27 de noviembre.

Sin embargo, del lado de lo “oficial” tenemos noticias y pruebas de un terror de estado: el Ministerio estaba cercado por la policía política, por la seguridad del estado. Varios ómnibus llegaban con gentes dispuestas a hacer un acto de repudio (¿pan y circo?): a ese estado de violencia se ha llegado en este país, violencia patentada y financiada por el gobierno. Cuando comenzó a oscurecer, impidieron la entrada de más artistas que se querían sumar, otros denunciaron que les fue rociado gas lacrimógeno, y muchos otros demostraron que comenzaron a insertarse personas para crear disturbios entre los artistas. Queda demostrado por enésima vez lo que demostró el grupo de San Isidro: el estado le tiene miedo al número, a la libertad de expresión. Y la violencia es la manera de accionar ante esta pequeña pero inmensa libertad social de reunirse.

¿Y el ministro? Fernando Rojas, viceministro de cultura y reconocido sobre todo por incitar a los que disienten a riñas en parques (acaso otra gran torpeza de un funcionario público de este país), fue el que recibió las demandas en la voz de 32 personas (conformados por artivistas, artistas de diversas manifestaciones, periodistas independientes). Después de 5horas, los artistas seguían aplaudiendo, clamando por los de dentro, dejando claro que no se irían hasta que se llegara a un acuerdo.

Aún no se sabe a ciencia cierta qué se habló en la reunión con Fernando Rojas. Sin embargo, estos fueron los acuerdos alcanzados:

  1. Abrir un canal de diálogo entre las instituciones y los artistas.
  2. Se interesarán con urgencia sobre las situaciones de Denis Solís y Alcántara.
  3. Desarrollo de agenda de trabajo múltiple con todos los artistas.
  4. Promesa de revisión de la declaración de la AHS.
  5. Promesa de una tregua con los espacios independientes donde se reúnen los artistas, que no serán hostigados.
  6. El ministro se reunirá con los artistas el jueves o viernes de la semana próxima.
  7. Las autoridades dan garantías de que no habrá consecuencias para los que han participado en la reunión frente al ministerio.

Pero, el 28 de noviembre se amaneció con dos triste publicaciones, una en CubaSí y otra por el mismo Ministerio de Cultura de Cuba. Ambas hablando otra vez de mercenarios, de culpa, de “circo” y de montajes. ¿Fernando Rojas escuchó sinceramente? ¿Se llegó a algún acuerdo sinceramente? Lo único que queda claro es la alerta que dejó desde hace una semana detrás el Movimiento San Isidro: el doble racero de los ministerios, la falta de empatía, la necesidad de cambiar las lógicas de la violencia y el desentendimiento por las lógicas del amor y la fraternidad.

¿Y el ministro? ¿Y el presidente? Su desaparición es otra arbitrariedad, otra violación a sus funciones públicas.

Se trata de que la arbitrariedad, la violencia y la intolerancia no se queden con toda Cuba. Aún queda mucho por hacer en la isla para que se respeten las ideas y la libertad. Sin embargo, algo sí debe quedar claro: lo que inició y demostró el Movimiento San Isidro es la posibilidad de un país mejor contando con la voz de todos.

Bela Lámar

Bela Lámar

(La Habana, 1990). Escritora a medio tiempo. Ha escrito varios artículos sobre libertad de expresión. Lee, a los pies de las iglesias, el nombre de los presos. Vende rosarios en la puerta de la Catedral de La Habana. A veces regala poemas. Le teme a las islas.

Email: textosdemartillo@gmail.com

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