¿Es un crimen la creación? Pareciera que a un joven Degas, deslumbrado por las luces de París, le interesara llevar a término su obra bajo este modus operandi. ¿El artista es un criminal que victimiza a la realidad de su época, debemos entender? En la realidad cubana de nuestra época, en la que el arte libre se ve amenazado por las instituciones del Estado, esta idea del inspirado francés adquiere más de una significación. El artista no es un criminal por ejercer con todos los matices de su mente la libertad de la creación, sino por la necesidad de “ejecutar”, sabiduría del idioma, aquello que lo obsede como un misterio. Y he aquí el primer tropiezo en el “camino del delito” para nuestros artistas contemporáneos: en medio de un contexto cada vez más filosófico, cada vez más conceptual, encarar la creación como “misterio”. Precisamente Iter Criminis, así, en lengua jurídica, es el título escogido por la curadora Isel Arango, para reunir este 1 de noviembre en una muestra expositiva a once creadores visuales de su natal Camagüey, que contó, además, con el excelente trabajo de producción de otra coterránea, Lianny Montalván.
Los deslumbrados por las luces de esta villa aún recordamos aquel Cualsea, ambicioso proyecto que tuvo a Arango entre sus curadoras, y que fuera la primera tentativa por congregar a estos realizadores en un mismo espacio. Pero si aquella rescató un área abandonada de nuestra ciudad, esta nueva exposición se adentra en la intimidad de una casa camagüeyana de la emblemática calle Santa Rosa, donde convive Isel junto a su esposo e hija. Cualsea, recapitulemos, es la expresión de una duda filosófica, en latín quodlibet, que responde desinteresadamente ante la alienación de la realidad: ante el reto del Ser, el artista como individuo respondía con algo, lo que sea que pudiera salvarlo de la negatividad o falsedad de lo real. Y algo, en efecto, se salva de una muestra a otra: la ironía de la fe, o la ironía como fe, en y del Ser. Incluso la inversión, la traducción del quodlibet al español y el uso del latín en la más reciente, parecen acrecentar dicha ironía. La concepción de una idea cualquiera puede ser la semilla de una obra, la primera fase del crimen, pero ¿qué sigue? ¿Cuál es la siguiente etapa del proceso? Iter Criminis responde a estas preguntas que dejó latentes Cualsea. El artista no se ha salvado con concebir la obra en ciernes y tiene que seguir trabajando como un poseído. Distanciadas en un periodo de cinco años, estas dos muestras independientes guardan una relación poderosa, y mi afición por lo numerológico me obliga a presagiar una tercera. Doce creadores en 2014, y once ahora, para seguir con las cifras; a no ser que consideremos a Isel Arango, curadora en ambas, y ya con claras señales de madurez en sus propuestas, como una creadora más. ¿Por qué no?
Pero la cita del comienzo no fue fortuita, Degas es invocado en las palabras del catálogo, escritas por Arango, como parte de la revelación. Partiendo de este supuesto del artista que “ejecuta” una obra, la curaduría nos propone “explorar el intermedio” de la creación artística, pero también visto como pensamiento creativo aislado, si cabe la palabra, que se conecta con la obra, lo que se me antoja ahondar en el misterio. Y esta exploración es la vía purgativa que anhela sin confesarlo todo creador. Como Degas, tal vez nuestros once autores se declaren en la posesión de un crimen, pero estos juegos de la creación hablan mejor por sí solos y los delatan en su paradoja: ¿un criminal se disuade del crimen, tantea, explora, es espontáneo?
Estos divertimentos pudieran no serlo tanto, y la sutileza con que han sido reunidos imana sus fragmentos en una nueva creación en la que hay de todo: el universo femenino y genésico de un boceto de Jenny Hernández Carbó; la pobreza irradiante del piñón crístico, tratado por Carlos Alberto Casanova; la crítica social y política en los logrados dibujos de Camila R. Lobón; los intersticios entre la vida y la muerte, entre la obra y su exterior, en una composición de Alí Hamouni; el álbum intervenido por amigos que deciden burlarse del pasado de sovietización de la isla siguiendo a Luis Arturo Aguirre; los apuntes visuales de un viajero, de alguien que observa la realidad de pasada en notas rápidas, del poeta e ilustrador Jorge Luis Porrata; el mundo de los sueños, materia de lo nocturno en contraposición a la noche cubana entendida como metáfora política, reseñado visualmente por Léster Álvarez Meno; las libretas de estudiante donde dibuja el fotógrafo Juan Pablo Estrada; la juvenilia de los trazos desenfadados del adolescente Alex Deivy Martínez; un video de Dashel Hernández Guirado que muestra el making off de sus últimas inserciones en la reivindicación de su memoria personal; y las posibilidades de la caligrafía como afirmación y variación del Ser, los múltiples yo dentro del yo único en un cuaderno de Rafael Almanza.
Hipertelia de la creación, diría Caillois. Estos autores, cuyas obras en la mayoría de los casos están bien definidas estilísticamente, no pueden prescindir de este tipo de planteos. No es tan solo el boceto que conduce a la obra acabada. Bien mirado, casi todo fue boceto para el genio de Leonardo. Entonces, el artista abocado a la culminación de sus trabajos puede, y debe, permitirse estas sagradas desviaciones. Desde este punto de vista el crimen no llega a consumarse, o la atenuante de estos ejercicios espirituales arroja un veredicto que nos salva. Con un auditórium que rebasó las cuarenta personas, la improvisada y magistralmente organizada galería, especie de casa intervenida o enviroment de lujo, amenizó la noche del día de los Santos en la ciudad agramontina. Agradezcamos, pues, esta exhibición que como un soplo de aire fresco se ha atrevido a desandar el camino.