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Innovación y Ciencia | ¡Ahí viene Terminator!: la inteligencia artificial no matará al arte, solo lo hará cyborg (Segunda parte)

"Como todo conocimiento, las tecnologías son productos de la actividad humana, de la cultura y sociedad donde fueron desarrolladas y en las que se aplican."

Retrato de Salvador Dalí robótico
Retrato de Salvador Dalí generado por DALL-E. | Imagen: Quo.

¿Ars ex machina?

Los artistas que rechazan a las IAs comparten un tropo común: la representación de la inteligencia artificial como un robot, una máquina ―humanoide o no―, un objeto extraño al entorno espiritual y humano llamado arte. Se trata de una visión bastante extendida, pero también ―en primer lugar― muy alejada de lo que realmente es la tecnología.

Grosso modo, “tecnología” puede entenderse como el conjunto de técnicas y conocimientos prácticos, definidos para la solución de un problema o para la consecución de un resultado. Los dispositivos tecnológicos (como los celulares, los softwares o "simples" instrumentos como pinceles) son resultado de la traducción de esos conocimientos a medios aprovechables por los humanos.

Desde este punto de vista, tecnología es el círculo cromático que permite paletas de colores expresivas y equilibradas, las reglas de composición basadas en el principio matemático de la proporción áurea y los protocolos informáticos que permiten a Patreon construir un modelo de micromecenazgos.

Como todo conocimiento, las tecnologías son productos de la actividad humana, de la cultura y sociedad donde fueron desarrolladas y en las que se aplican. En sentido inverso, también median la forma en que estas sociedades y culturas viven y se desarrollan.

No debería sorprender, entonces, que una sociedad altamente tecnificada produzca un arte altamente tecnificado; si bien el grado de tecnificación no implica, necesariamente, la aparición de un arte tecnificado, sí crea las condiciones necesarias para que este se produzca. La comprensión de lo que es arte también pasa por mecanismos de validación social, por mediaciones económicas, de clase y de pertenencia a una tradición.

La tradición occidental del arte, por ejemplo, ha sido construida y mantenida por intereses de clase muy bien definidos, en los que ha jugado un papel importante el colonialismo y la imposición de patrones mediante violencias simbólicas: las potencias culturales de los últimos tres siglos nos “legaron” la definición de arte, cómo se valida y quienes lo hacen.

El uso de la inteligencia artificial con fines artísticos, aun cuando experimentó una suerte de boom en 2022, tampoco es completamente nueva.

Irónicamente, las revoluciones industriales que permitieron el ascenso de estas hegemonías, también hicieron tambalear los límites del campo del arte en más de una ocasión. La aparición de la fotografía y el acceso de las clases medias a la representación visual levantaron airadas protestas en los pintores académicos, como también abrió el camino para formas de arte menos figurativas.

La fotografía, como posteriormente el cine y el new media art, necesitó un tiempo antes de lograr desarrollar un lenguaje artístico propio, en buena medida debido a las grandes limitaciones técnicas de las primeras cámaras. Aún conseguido, no sería hasta la década del 30 del siglo XX cuando los museos ―instituciones fundamentales en los circuitos de legitimación del arte― comenzaron a comprar y exhibir fotografías con regularidad.

El uso de la inteligencia artificial con fines artísticos, aun cuando experimentó una suerte de boom en 2022, tampoco es completamente nueva. Las primeras experiencias en este sentido vienen del arte generativo, entendido como un modo de hacer arte mediante procesos en los que el artista, el factor humano, cede control frente a un sistema con grado variable de autonomía.

Busto de Nefertiti, escultura panal de Tomáš Libertíny
Busto de Nefertiti, escultura panal de Tomáš Libertíny. | Imagen: Elsa Yranzo.

La naturaleza del sistema autónomo o semiautónomo incluido puede ser mecánica (como péndulos o maquinarias de engranajes) o biológica (como las esculturas-panales de Tomáš Libertíny), así como estar compuesta por modelos matemáticos y sistemas informáticos (como algoritmos e IAs). Los productos de arte generativo, a su vez, pueden asumir el aspecto de instalaciones, performances, formatos más usuales como la pintura o, asimismo, subversiones de estos tradicionalismos.

Lo que define al arte generativo como propuesta es el proceso de creación antes que el resultado final, la incorporación del elemento automático y su relación con respecto al elemento humano que interviene en la obra; el hecho de jugar con la inevitable pregunta de ¿quién es el autor, el humano o la máquina?, haciendo mayor énfasis en la conversación que en la respuesta, la cual, simplemente, no parece tan importante.

El arte generativo, por supuesto, provoca tensión con concepciones más asentadas sobre la creatividad humana y la cuestión de la autoría, teniendo un punto especialmente álgido en lo que respecta a la propiedad intelectual y los derechos de autor. Si bien es un territorio artístico explorado desde la década de los 60, su mercado es todavía un nicho lo suficientemente particularizado como para no amenazar el statu quo del resto del mundo del arte, al menos no de la forma en que las IAs actuales parecen estar haciéndolo.

¿Qué diferencia a las IAs de hoy del arte generativo más “tradicional”?

Pues solo una cosa: el acceso.

En los años 60 y 70, cuando se consolidó el arte colaborativo, solo los laboratorios de las universidades poseían la capacidad de cómputo necesarias para producir cualquier tipo de pieza. Los primeros artistas generativos fueron ingenieros, profesionales del campo de las ciencias de la computación explorando las capacidades creativas de los ordenadores, un perfil que hasta hace poco tiempo se mantenía como dominante, pues el arte generativo demandaba unos conocimientos técnicos mínimos, en especial en el área de programación.

El boom de 2022 fue posible, precisamente, por un cambio radical en la accesibilidad de los medios para generar contenidos mediante IAs. Se trata de una accesibilidad, además, que ocurre en varios niveles al mismo tiempo.

En primer término, la mayoría de los usuarios de las IAs más populares interactúa con ellas mediante interfaces, entornos diseñados expresamente para su uso de forma sencilla, intuitiva y sin necesidad de utilizar códigos. Y esto, es importante recalcarlo, es el principal punto divergente de las IAs actuales: no se tratan solo de experimentos científicos o proyectos artísticos, sino de servicios que se venden a los usuarios, que se ofrecen a un gran público de consumidores y, como tal, deben ser fácilmente utilizables.

Tabla de países que más invierten en Inteligencia Artificial.
Países que más invirtieron en Inteligencia Artificial entre 2013 y 2022. | Imagen: Statista.

De esta visión centrada en el usuario, como consumidor potencial, se desprenden también la flexibilidad de la interacción (no hay demasiados botones y con un texto descriptivo se hace mucho), la adopción de un modelo freemium (puedes usarlas gratis, hasta cierto punto) y la proliferación de plataformas que ofrecen computación en la nube para el uso de estos modelos.

Aun así, es en extremo preocupante como, si bien aumentó la accesibilidad, la democratización de la tecnología parece retroceder ante la avalancha de iniciativas privadas y comerciales en el campo. Al mismo tiempo, los servicios más completos tienden a centralizarse en los grandes jugadores (como Microsoft), un comportamiento por desgracia bastante común en el mercado digital.

En cuanto al territorio de la creación artística, la popularidad repentina de softwares para generar imágenes tiene el potencial de alterar la naturaleza del nicho del arte generativo, convirtiéndolo en un fenómeno de masas. Aún cuando quizás es pronto para hablar de un arte generativo de masas, la proliferación del uso de IAs ya ha logrado sacar la subversión digital de la cuestión autoral, llevando los límites y la definición del arte de los márgenes al centro del debate público.

Mi vecino MidJourney

Volvamos un momento a Boris Eldagsen, a su participación en los Sonny World Photography Awards de 2023, a la obra Pseudoamnesia: The Electrician y, más importante aún, a la pregunta que plantea: ¿deben convivir en los mismos certámenes las fotografías “humanas” y las imágenes generadas por IAs? O, lo que viene siendo casi lo mismo, ¿deben convivir en el mismo espacio el arte tradicional y lo que se ha dado en llamar arte IA?

La respuesta todavía está por verse. Hay cuestiones muy concretas que necesitan ser discutidas, analizadas y sopesadas para que ambos pueden convivir en armonía, aunque el ritmo con el que la IA crece y se desarrolla dificulta la asimilación de lo que sucede en este campo.

Otro frente de confrontación entre la industria de la inteligencia artificial y el arte son los derechos de autor.

Una de estas cuestiones es, por supuesto, la supervivencia de profesiones enteras. Una preocupación recurrente es que la capacidad de las inteligencias artificiales de generar imágenes en segundos termine desplazando a los creativos de las industrias, como forma de las empresas de abaratar costes.

En medio de la contracción en el empleo de industrias como videojuegos o la del software, las preocupaciones no están infundadas. En lo que va de año, los anuncios de reducciones masivas de puestos de trabajo en grandes empresas han sido titulares recurrentes, y en casos como los de IBM, que paralizó la contratación en áreas como Recursos Humanos y anunció 7 mil 800 potenciales despidos, se ha mencionado explícitamente a las IAs como causa de la reestructuración de la plantilla.

Otro frente de confrontación entre la industria de la inteligencia artificial y el arte son los derechos de autor. Las IAs se entrenan con imágenes tomadas de la web, lo que en sí no constituye delito dentro de las leyes norteamericanas. Las empresas más importantes del sector, como OpenAi o Stability, tienen su sede en este país, por lo que la legislación de Estados Unidos tiene el potencial de impactar el desarrollo global de las IAs.

De acuerdo con las leyes de derecho de autor en EE.UU., tomar imágenes de manera masiva de la web para entrenar IAs puede ser considerado de uso legítimo, ya que las obras producidas pueden entenderse como obras derivadas.

Aunque no es un debate en que haya consenso, en lo que respecta a la legislación de EE.UU., la legitimidad de las obras derivadas podría cambiar drásticamente dentro de poco, debido al caso Fundación Andy Warhol contra Goldsmith. El fallo de la Corte Suprema, apunta la revista especializada en tecnología Wired, podría cambiar por completo el funcionamiento de la industria a día de hoy.

una nutria, una estatua con audífonos, un ave de pico largo, un astronauta a caballo, una mesa con comida y una "recreación" de "La chica de la perla"
Collage de imágenes generadas por la plataforma DALL-E. | Imagen: Time.

Mientras se debate si una "máquina" puede ser autor o no, o si eso siquiera importa, los artistas visuales en protesta tienen además preocupaciones muy concretas sobre su futuro profesional.

El primer escenario, al menos por ahora, parece estar lejos. Las IAs prometen acelerar los procesos de lluvias de ideas, la exploración de conceptos y otras etapas previas al trabajo creativo como tal, y todavía no son capaces de alcanzar el grado de creatividad de un ser humano. Sí es de esperar que se vuelvan herramientas presentes en las empresas. Para hacerse una idea, en noviembre del pasado año, Adobe anunció un plugin de pago para Photoshop que permite generar imágenes mediante DALL-E 2 o Stable Diffusion directamente en el editor.

En cuanto al impacto en el mercado del arte, posiblemente terminen siendo dos tipos de mercado distintos, pues ofrecen diferentes fuentes de valor a los compradores. Es la misma lógica de mercado que permite, por ejemplo, que en 2023 coexistan Spotify y los discos de vinilo.

Sin embargo, artistas en protesta insisten en que las plataformas digitales como ArtStation prohíban la venta de imágenes generadas por IAs. La reacción de las plataformas es mixta: Getty decidió prohibir la venta de imágenes generadas en su plataforma; mientras que Shutterstock prohibió subirlas a los usuarios, pero también anunció su alianza con OpenAI para ofrecer acceso a DALL-E 2 directamente desde su plataforma.

Shutterstock también anunció un sistema de pagos a los artistas cuyas obras se utilizan en las bases de datos de entrenamiento, un intento de contentar a los autores que consideran el uso de sus obras como “robo”.

Fuera del campo del arte, las IAs presentan otro desafío: los riesgos de que reproduzcan sesgos discriminatorios presentes en sus datos aumentan con la escala del set, y más aún cuando también crece el empleo del software mismo por parte de los usuarios.

Si una inteligencia artificial es capaz de generar imágenes realistas, también en principio es capaz de generar contenido desinformativo.

El contenido de las bases de datos, debido a su tamaño y fuentes diversas, suele extraerse de forma automática o con la menor intervención humana posible. Los sesgos varían mucho en dependencia de los datos empleados, atendiendo a mediaciones culturales. Investigadores sobre ética de la IAs han detectado que ciertos generadores de texto tienen tres veces más posibilidades de generar contenido violento asociado al término “musulmán”.

Mientras, la aplicación LENSA ―diseñada para generar retratos en diversos estilos a partir de selfies― ha sido señalada por sexualizar a las mujeres de ascendencia asiática hasta al punto de generar desnudos, aun cuando no se mostrara el cuerpo en la fotos suministradas por las usuarias. LENSA también recibe críticas por su tendencia a blanquear la piel y los rasgos de personas no blancas.

Si una inteligencia artificial es capaz de generar imágenes realistas, también en principio es capaz de generar contenido desinformativo. Esta es una preocupación no menor para la ética de la IA en tanto estos softwares se han vuelto mucho más accesibles a los usuarios.

Por lo pronto, parte de la industria responde impidiendo generar imágenes con rostros de personajes públicos, pornográficas o ultraviolentas. Con esto se resuelve parcialmente el problema, aunque también niega la posibilidad de explorar mediante IA la sátira política, el erotismo más explícito y el uso de la representación de la violencia como recurso estético-discursivo.

Mientras se mantenga accesible, el uso de las IAs continuará siendo popular entre los usuarios, pues permite ―y ahí su mayor virtud― a personas sin grandes capacidades en la ilustración explorar sus ideas de forma visual. Llega, además, en un momento donde la cibercultura es lo suficientemente fuerte como para desarrollar sus propias formas de expresión, aún al margen de instituciones tradicionales del arte.

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Jorge Octar

Foto de perfil del colaborador Jorge Octar.

Periodista, nacido en La Habana en 1992. Veo a la tecnología y a la información como territorios que abarcan todas las facetas de la vida humana.

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