“Yugo y estrella” es uno de los poemas más inspiradores de José Martí, reflejo tanto de su sensibilidad poética, que renovó las letras en Hispanoamérica, como de su elevada proyección ética e intelectual. Llamado por Gonzalo de Quesada “El Apóstol de la Independencia”, y reconocido así todavía hoy por los cubanos, Martí fue no solo un gran escritor, sino un ejemplo de honestidad y sacrificio cuya “estrella” continúa iluminando los sueños de libertad de Cuba.
Yugo y estrella
Cuando nací, sin sol, mi madre dijo:
—Flor de mi seno, Homagno generoso
de mí y de la creación suma y reflejo,
pez que en ave y corcel y hombre se torna,
mira estas dos, que con dolor te brindo,
insignias de la vida: ve y escoge.
Este, es un yugo: quien lo acepta, goza:
hace de manso buey, y como presta
servicio a los señores, duerme en paja
caliente, y tiene rica y ancha avena.
Esta, oh misterio que de mí naciste
cual la cumbre nació de la montaña,
esta, que alumbra y mata, es una estrella:
como que riega luz, los pecadores
huyen de quien la lleva, y en la vida,
cual un monstruo de crímenes cargado,
todo el que lleva luz se queda solo.
Pero el hombre que al buey sin pena imita,
buey vuelve a ser, y en apagado bruto
la escala universal de nuevo empieza.
El que la estrella sin temor se ciñe,
¡como que crea, crece!
Cuando al mundo
de su copa el licor vació ya el vivo:
cuando, para manjar de la sangrienta
fiesta humana, sacó contento y grave
su propio corazón: cuando a los vientos
de Norte y Sur virtió su voz sagrada,
la estrella como un manto, en luz lo envuelve,
se enciende, como a fiesta, el aire claro,
y el vivo que a vivir no tuvo miedo,
¡se oye que un paso más sube en la sombra!
—Dame el yugo, oh mi madre, de manera
que puesto en él de pie, luzca en mi frente
mejor la estrella que ilumina y mata.