“La luz llenó el crucifijo / con una herida sangrada, / y cuando la llamarada / bajó de su corazón, / brilló un agua de perdón / en la celeste mirada.”
Los versos de Onel Pérez Izaguirre avanzan y cortan, llevan el impulso de los olvidados, la belleza que brota del dolor y la desesperanza como un castigo.