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Top | Lista de 10 películas cubanas sobre los burócratas: corrupción, simulacro y obediencia

Un análisis de cómo el cine cubano, de 1959 en adelante, retrata al burócrata como máscara del poder y chivo expiatorio de un sistema que castiga incluso a sus propios servidores.

Fotograma del largometraje cubano de ficción "La muerte de un burócrata" (1966) de Tomás Gutiérrez Alea.
Fotograma del largometraje cubano de ficción "La muerte de un burócrata" (1966) de Tomás Gutiérrez Alea.

El burócrata cubano es un ser terrible y a la vez trágico. Ha servido tanto de punta de lanza como carne de cañón para el régimen de la isla que si bien respeta poco a sus enemigos, no respeta nada a sus sirvientes. Todos los funcionarios son prescindibles, como el exministro cubano de Economía y Planificación, Alejandro Gil (un burócrata muy real).

Ejecutan sin discutir las órdenes. Sus rostros sirven de máscaras a sus jefes superiores, y terminan cargando con las culpas de estos, para simular que el mal queda erradicado cuando los despiden o los condenan. 

Gil es un ejemplo perfecto, a la altura de los burócratas ficticios que desde la célebre La muerte de un burócrata (Tomás Gutiérrez Alea, 1966) también se convirtieron en perfectos chivos expiatorios del arte. Se presentan como "causas" de unos problemas de los que apenas son "consecuencias". Son unas de tantas manifestaciones de un régimen ineficiente y defectuoso. Pero esto no los hace menos dañinos.

Ya en La futura esclavitud, José Martí advirtió sobre el empoderamiento de una “casta” de sujetos que “ligados por la necesidad de mantenerse en una ocupación privilegiada y pingüe”, adquiriría “la influencia enorme que naturalmente viene a los que distribuyen algún derecho o beneficio”, en un contexto de hegemonía estatal de las “necesidades públicas”. Termina sentenciando: “El funcionarismo autocrático abusará de la plebe cansada y trabajadora”.

A estos rasgos obedecen los burócratas y funcionarios que aparecen en las películas reunidas en esta lista, que explora la representación de estos personajes en el cine cubano después de 1959.

La muerte de un burócrata (Tomás Gutiérrez Alea, 1966)

Fotograma del largometraje cubano de ficción "La muerte de un burócrata" (1966) de Tomás Gutiérrez Alea.
Fotograma del largometraje cubano de ficción "La muerte de un burócrata" (1966) de Tomás Gutiérrez Alea.

La muerte de un burócrata inaugura toda una línea creativa en el cine cubano, que pudiera catalogarse como "cine de burócratas" o "cine de la burocracia". Irónicamente, estas películas fueron producidas en un entorno institucional que cada vez se volvió más y más burocrático, a medida que se fueron extinguiendo los cineastas en los pasillos del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).

En los años sesenta, la represión y la censura que ya lastraban todas las expresiones artísticas cubanas, permitían aún ciertos resquicios a la provocación y la crítica controlada. Era posible filmar películas que "jugaban con la cadena" pero marcaban distancia segura del "mono". La filosofía tras estas obras planteaba que el sistema sociopolítico cubano estaba bien, solo había que rectificar sus errores mediante el señalamiento crítico. 

La muerte... se concentra en la agonía de Juanchín (Salvador Wood) por desenterrar sin éxito a su tío Paco, para rescatar un carnet que quedó en sus bolsillos, y sin el cual es imposible gestionar el traspaso de pensión para la viuda (Silvia Planas). Una vez que el muerto fue para el hoyo, los vivos quedaron entre la burocracia y la pared. Juanchín se enfrenta a una telaraña de imposibilidades, a un muro insalvable de negativas, y su razón termina ahogándose en un mar de cuños. Todo coreografiado con agudeza e ironía, en un abierto homenaje a las comedias silentes.

La cadena (Juan Carlos Tabío, 1978)

Fotograma del cortometraje cubano de ficción "La cadena" (1978) de Juan Carlos Tabío.
Fotograma del cortometraje cubano de ficción "La cadena" (1978) de Juan Carlos Tabío.

La cadena es una de las primeras obras de Juan Carlos Tabío, que terminaría siendo el director por excelencia del "cine de burócratas". En sus cortos y largometrajes posteriores, este personaje-tipo será casi una constante. Pero en La cadena, en vez de concentrarse toda esta perfidia en un solo caracter, se busca parodiar a la burocracia como un cuchillo de doble filo que convierte a los funcionarios en victimarios y víctimas.

El burócrata solo tiene que salir de su centro de trabajo y convertirse en una persona para enseguida caer en las redes de otro burócrata, que al salir de su puesto será depredado por un tercer funcionario. Y así hasta el infinito...

En la película, un chofer de ómnibus no puede teñir un pantalón en una tintorería porque la recepcionista solo acepta turnos por teléfono. El vehículo se retrasa y provoca que un camarero llegue tarde a la cafetería donde lo espera un trabajador del acueducto para comprar la merienda de sus compañeros. El retraso de este provoca que un camión de agua potable, que debería haber arreglado, se accidente y no abastezca a un motel, en el que la empleada de la tintorería del inicio no podrá tener una noche de romance con su pareja. 

Techo de vidrio (Sergio Giral, 1981)

Fotograma del largometraje cubano de ficción "Techo de vidrio" (1981), de Sergio Giral.
Fotograma del largometraje cubano de ficción "Techo de vidrio" (1981), de Sergio Giral.

La mayoría de las películas cubanas del ICAIC que satirizaron a los burócratas son comedias. Contaron con el privilegio del bufón para poder reírse un poco en la cara del rey sin morir en el intento. Pues como se dice en Cuba, "jugando (casi) todo se vale". Aunque la risa es algo muy serio, a las comedias y comediantes se les perdonaba en la isla más que a quienes dicen lo mismo sin buscar la carcajada. Sergio Giral cometió precisamente el pecado de no filmar Techo de vidrio desde la cuerda paródica o farsesca.

La cinta fue censurada una década, y su director solo pudo realizar un largometraje más en Cuba (María Antonia, 1990), para luego finalmente emigrar a los Estados Unidos. El relato delata los entramados de la corrupción administrativa en los años ochenta, marcado por el abuso de poder, la discriminación racial y el clasismo. 

Mientras dos humildes trabajadores de la construcción (interpretados por Roberto Perdomo y Samuel Claxton) son procesados por desvío de algunos materiales para que uno de ellos repare su destartalada casa, el jefe de la empresa, Ruiz (Miguel Gutiérrez), hace lo mismo y disfruta impune de una vida "burguesa", muy en contra de los "principios" de la revolución a la que clama lealtad. Este descarnado retrato no fue del agrado de sujetos que posiblemente se vieron demasiado bien reflejados, y el estreno de la cinta fue vetado.

Plaff... o demasiado miedo a la vida (Juan Carlos Tabío, 1988)

Fotograma del largometraje de ficción cubano "Plaff... o demasiado miedo a la vida" (1988) de Juan Carlos Tabío.
Fotograma del largometraje de ficción cubano "Plaff... o demasiado miedo a la vida" (1988) de Juan Carlos Tabío.

En Plaff... o demasiado miedo a la vida Tabío logró entregar su mejor retrato del burócrata, y a la vez el más surrealista, o de pesadilla. El personaje múltiple de Contreras, interpretado en todas sus variantes por Jorge Cao, es una presencia ubicua que durante toda la trama sitia al personaje de Clarita (Thais Valdés) para impedirle concretar un proyecto científico (un polímero) que supondrá un triunfo para la industria del país, pero una derrota para su ejército de funcionarios.

Cao se cambia el color del pelo, la ropa y llega a travestirse como una versión femenina, pero nunca deja de ser reconocible. El burócrata termina perdiendo su identidad tras su portafolio y su automóvil. Para quienes tienen que lidiar con estos sujetos, sus caras siempre parecen conocidas, sus modos, ritmos y respuestas apenas se diferencian de uno a otro. Sus reflejos condicionados se especializan en la supervivencia a toda costa, en mantener todo igual, en que nada avance o siquiera se mueva. Confunden supervivencia con estatismo.

Contreras es la versión más personalizada del ejército de oficinistas que Gutiérrez Alea despliega en La muerte de un burócrata, ocultos todos tras gafas negras que los hacen parecer nacidos del mismo parto múltiple. Contreras es menos caricaturesco, más cercano, más familiar, más humano, y por esto es peor.

Oscuros rinocerontes enjaulados (muy a la moda) (Juan Carlos Cremata, 1990)

Fotograma del cortometraje cubano de ficción "Oscuros rinocerontes enjaulados... muy a la moda" (1990) de Juan Carlos Cremata.
Fotograma del cortometraje cubano de ficción "Oscuros rinocerontes enjaulados... muy a la moda" (1990) de Juan Carlos Cremata.

Oscuros rinocerontes enjaulados (muy a la moda) es fruto de un contexto menos controlado por los burócratas reales del ICAIC: la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (EICTV). Con este cortometraje se graduó Cremata de la institución que en esos momentos "protegía" un arte contestatario, hijo de la Perestroika, gestado por los descendientes del Hombre Nuevo a modo de rebelión contra la misión impuesta a sus padres por el régimen.

Cremata homenajea y a la vez satiriza con toda la crudeza posible La muerte de un burócrata. La suya es una relectura desmelenada, excesiva, de la película de Gutiérrez Alea. Es un torbellino de vicios, una orgía con ropas que se burla de una película concebida también para burlarse ("constructivamente") de un fenómeno. Es como una sombra rebelde que no se queda quieta bajo los pies de su dueño, y se niega a replicar sus movimientos. Es un heredero renegado.

El director equipara sus hordas de funcionarios con las multitudes de cortesanos profesionales de siglos pasados: inútiles, cobardes, serviles y corruptos. Una fórmula que no falla a la hora de escalar en regímenes totalitarios, en los que la obediencia y la voluntad cercenada son las claves del triunfo.

Talco para lo negro (Arturo Sotto, 1992)

Fotograma del cortometraje cubano de ficción "Talco para lo negro" (1992) de Arturo Sotto.
Fotograma del cortometraje cubano de ficción "Talco para lo negro" (1992) de Arturo Sotto.

Talco para lo negro es igualmente una tesis de graduación de la EICTV. Sotto egresó de esta institución con una película que además de dialogar de cerca con Oscuros rinocerontes... de Cremata, se convierte en espejo de otro clásico de Gutiérrez Alea: Memorias del subdesarrollo (1968).

El protagonista de la historia, el funcionario Alexander (interpretado por Luis Alberto García, padre) sustituye al atormentado Sergio como sujeto incapaz de adaptarse a las tormentosas circunstancias que lo rodean. El mundo cambia a su alrededor con demasiada celeridad. La crisis revolucionaria de los sesenta que engulló a Sergio, es sustituida aquí por la crisis de paradigmas y fe que sobrevino en la Cuba de los años noventa cuando la URSS colapsó.

Alexander ve cómo su "casta" burocrática se interna en un callejón sin salida posible. Su vida de viajes a los "países amigos" y los banquetes abundantes con los camaradas del CAME (Consejo de Ayuda Mutua Económica) ha desaparecido. No entiende, no comprende. No porque lo desee, sino porque es una criatura desechable que llegó a su fecha de caducidad. El funcionario disfuncional está atrapado entre dos épocas intensas que se derrumban sobre él sin que apenas entienda qué rayos le sucede.

El elefante y la bicicleta (Juan Carlos Tabío, 1994)

Fotograma del largometraje cubano de ficción "El elefante y la bicicleta" (1994) de Juan Carlos Tabío.
Fotograma del largometraje cubano de ficción "El elefante y la bicicleta" (1994) de Juan Carlos Tabío.

El elefante y la bicicleta es la película en que Juan Carlos Tabío deposita todas sus angustias y conflictos ante la realidad que en los años noventa se le revela imposible y no perfectible, como planteaba en sus películas anteriores. El régimen cubano ya no es un sistema correcto que solo necesita rectificaciones, sino un fracaso al que se arribó a través de una ruta histórica de colisión. Además de ser un gran homenaje al cine, El elefante... es un repaso poético a la historia de Cuba. 

Un cinematógrafo ambulante llega a una islita llamada La Fe, a inicios del siglo XX. Los habitantes conocen el Séptimo arte y se maravillan. Pero aunque los proyeccionistas solo tienen una película, cada noche el público ve una historia diferente que los conduce por diferentes etapas de la historia del cine y de Cuba. En dos semanas se cubre casi un siglo de historia. Sin embargo, hay un personaje llamado Prudencio (Adolfo Llauradó) que a contrapelo de sus vecinos, siempre ve la misma película. Y se extraña que del resto perciba algo diferente.

Prudencio no es precisamente un burócrata, pero es la encarnación de sus mismos principios reaccionarios: bajo la apariencia de libertad y cambio social, la revolución es realmente un espejismo tras el que se ocultan oportunistas, escaladores y mediocres, que siempre prosperarán a la sombra de los líderes que solo les exigen lealtad y obediencia absolutas.

Lista de espera (Juan Carlos Tabío, 2000)

Fotograma del largometraje cubano de ficción "Lista de espera" (2000) de Juan Carlos Tabío.
Fotograma del largometraje cubano de ficción "Lista de espera" (2000) de Juan Carlos Tabío.

Lista de espera es la película de fin de siglo de Tabío, en la que propone discretamente al pueblo cubano que reconstruyan el país en que están varados como náufragos en una balsa sin velamen, y llena de agujeros. En un homenaje directo a El ángel exterminador (Luis Buñuel, 1962), sus personajes se ven imposibilitados de salir de una estación de ómnibus ubicada en el centro del país. El transporte nunca llega, el único vehículo disponible no tiene arreglo.

Todos intentan sobrevivir con los escasos recursos que hay, mientras van creándose lazos afectivos y resquemores entre todos. La mayoría de las iniciativas cuentan con la desaprobación y el rechazo de Cristóbal (Jorge Alí), un inspector oficialista dispuesto por naturaleza a desacreditar y sabotear todo intento de cambiar las cosas, en nombre de unas leyes que no admiten interpretaciones ni variaciones. Somete a su familia a sus decisiones reaccionarias, manteniéndolos aparte de todas las dinámicas solidarias que surgen entre el resto de los personajes. 

Cristóbal se automargina en este sueño colectivo que al final es el relato. Cuando todos despiertan, comprueban que la pequeña utopía que construyeron solo fue una ilusión, y que más allá de la pared del sueño los aguarda la misma realidad inamovible, en la que Cristobal continúa siendo una constante. Durante el sueño, su verdadero rol era recordarles que nada cambiaría a pesar de todos los esfuerzos.

Crematorio. En fin... el Mal (Juan Carlos Cremata, 2013)

Fotograma del cortometraje cubano de ficción  "Crematorio. En fin... el Mal" (2013) de Juan Carlos Cremata.
Fotograma del cortometraje cubano de ficción "Crematorio. En fin... el Mal" (2013) de Juan Carlos Cremata.

Crematorio. En fin... el Mal es uno de los más feroces abordajes fílmicos cubanos a la "muerte del padre", un tópico que se reitera en no pocas películas que especularon, fabularon y poetizaron sobre el deceso de Fidel Castro. Es una cinta que parece gritar "muerto el padre se acabó la rabia", o más bien se lo pregunta: "Muerto el padre ¿se acabó la rabia?". Todos los sucesos acaecidos después del fallecimiento del dictador en 2016 indican que no. Pero Cremata se concentra en el proceso luctuoso de Eleuterio,  "un padre" cubano que murió por pura excitación sexual ante un acto revolucionario. Erección post mortem incluida. 

Mientras durante el velorio los familiares se disputan la casa que dejó tras de sí el occiso, aparece el eterno burócrata (Luis Alberto Ramírez, hijo) a proponer negocios turbios a la señora (Miriam Socarrás), que cuidó de Eleuterio en sus últimos años, con el objetivo de heredar la vivienda. Este burócrata representa a la (muy obtusa) Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana (ACRC), que busca convertir en sede oficial la mansión ubicada en el centro del Vedado del "combatiente" Eleuterio. Para esto conspira con la mujer, estimula sus ambiciones, hurga en sus miserias, seduce su codicia con permutas dobles, múltiples, triples. Crematorio... es un carnaval de las abyecciones humanas. Todos devoran simbólicamente el cadáver aún caliente.

Yunaisy (Juan Pablo Daranas, 2014)

Fotograma del cortometraje cubano de ficción "Yunaisy" (2014) de Juan Pablo Daranas.
Fotograma del cortometraje cubano de ficción "Yunaisy" (2014) de Juan Pablo Daranas.

El protagonista de la película de Juan Pablo Daranas, Carlos (Ernesto del Cañal), es un joven cineasta cubano que tiene delante de sí un prometedor horizonte gracias a que un patrocinador suizo le garantizará un apetecido viaje al extranjero. Pero esta gestión pasa a través del ICAIC y del funcionario Alfredo (Waldo Franco) y para concretar el soñado periplo, Carlos debe mutilar su más reciente documental, Yunaisy, aun en proceso de montaje. 

Con la falsa amabilidad del censor que se finge amigo y aliado, con un tono terriblemente paternalista, Alfredo presiona al joven para que elimine de la película una escena que considera "problemática", por los criterios incómodos para el régimen que emite la protagonista (Yaité Ruiz), una mujer barquera del monte cubano. Carlos se halla entonces en una encrucijada ética: o destruye su película para complacer al oficialismo y vuela a Suiza con la "bendición" del ICAIC; o monta su obra como cree correcto y sacrifica todo beneficio, ganándose a la institución como enemiga y pierde toda posibilidad de viajar. 

Esta película es una sencilla pero efectiva metáfora de las causas del masivo divorcio entre la mayoría de los realizadores cubanos y la institución que solo pretende administrar sus criterios y utilizarlos como voceros del régimen.

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Antonio Enrique González Rojas

Antonio Enrique González Rojas. Periodista y crítico de Arte y Cine.

(Cienfuegos, 1981) Periodista, crítico de arte, profesor y asesor creativo cinematográfico y narrador. Textos especializados suyos aparecen en publicaciones como Rialta Magazine, Hypermedia Magazine, El Laberinto del Minotauro, Cine Cubano, entre otras. Integró el Jurado de la FIPRESCI en el 39º Festival de Cine de la Habana, Jurado Oficial de Animación en el º43 Festival de Cine de la Habana, y Jurado de la Prensa en el 14º Festival de Cine de Gibara. Integró el jurado colateral de la organización Periodistas Iberoamericanos de Cine (PIC) en el 50º Festival de Cine Iberoamericano de Huelva, e integró en 2024 y 2025 el Jurado de los Premios de la Crítica Latinoamericana para el Cine Europeo de la European Film Promotion (EFP). Ha sido profesor y asesor de maestrías y el ciurso regular de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños (EICTV). Tiene publicado dos libros de narrativa: El dispensador de respuestas (Reina del Mar, 2007) y El Tirano de Siracusa (Mecenas, 2009), y cuatro de crítica de cine: Voces en la niebla. Un lustro de joven audiovisual cubano (2010-2015) (Claustrofobias, 2016), Tras el telón de celuloide. Acercamientos al Cine Cubano (Primigenios, 2019), Crítica, mentiras y cintas de video (Oriente, 2023) y 100 películas a plazo fijo (Casa Vacía, 2023). Es miembro de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica (FIPRESCI) y de la PIC.         

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