Luis Trápaga es un pintor cubano que ha sido perseguido por la dictadura cubana: su casa ha sido allanada, sus pertenencias confiscadas, ha sido acusado de falsos delitos, expulsado del Registro Nacional de Creadores (no tendrá derecho a los beneficios de la Seguridad Social) y sus obras no se permiten exponer dentro de la Isla. Su “delito” ha sido participar en eventos artísticos independientes, ser un crítico del poder, defender la libertad de expresión y fundar en 2004 la Casa Galería El Círculo, un espacio en su vivienda donde los artistas han podido burlar la censura gubernamental y exponer sus obras, tanto plásticas, como literarias y audiovisuales.
Trápaga ha navegado entre el arte y la política, aunque él preferiría que lo definieran como un artista cuya honestidad y coherencia lo ha posicionado en contra de la dictadura. En la tiranía socialista cubana, el arte ha servido tanto como mecanismo de propaganda oficial como vehículo de denuncia y lucha contra la represión.
También desde el arte, Trápaga ha intentado enfrentar al sistema y eso lo ha llevado a la literatura y la curaduría de arte. Desde hace varios años se ha dedicado a crear carátulas de libros y actualmente es coautor de un texto que recoge los más importantes carteles de protesta contra de la dictadura imperante en la Isla.
El cartel protesta / El arte cubano de la revolución en la era digital es el título de esta obra en la que Trápaga y Ernesto Menéndez-Conde, mediante una minuciosa búsqueda en redes sociales, reúnen carteles que contrarrestan la propaganda oficial. En ellos se cuestiona al poder y se reflejan protestas sociales como las del 11J, movimientos contestatarios como el 27N y otros trascendentales eventos que han marcado la historia reciente del país.
Coméntame sobre este libro. ¿Cómo surgió la idea?
Es una alusión a un libro que se hizo antes, en los principios de la Revolución —década de 1970—, que fue bastante promocionado y hacía propaganda abrumadora a la revolución triunfante y Fidel Castro y demás, que se titulaba El arte de la revolución.
La era digital vino después, con las redes sociales y demás. Y muchos de estos nuevos diseñadores —de la era digital— han afirmado que admiran bastante a estos anteriores, como artistas y no como suposición ideológica. Lo que es una paradoja muy buena. Por eso pusimos el título con toda intención.
La idea surgió porque yo tenía acá, en mi casa, un espacio de exposición, lo llamábamos Casa Galería El Círculo. Expusimos muchas obras, casi siempre con un matiz crítico hacia el gobierno. Esto devino en que empezamos a sufrir acoso policial: se plantaba debajo la policía política y no dejaban entrar a los posibles espectadores, creando un estado de miedo. Llegó el momento en que no pudimos hacer más nada, pero me quedé con las ansias de seguir haciendo muestras, exposiciones…
Se lo comenté a Ernesto, un importante crítico de arte que vive en New York, y comentamos sobre hacerlo fuera de Cuba, hacer curadurías de carteles muy buenos que estaban saliendo, pero entonces nos dio por hacer este libro. Él me lo propuso, porque él se dedica más a la teoría artística, como crítico de arte. Y este fue el punto de partida.
A la hora de hacer la compilación, ¿buscaron carteles que tuvieran una temática en común? ¿Cómo fue ese proceso de selección de las obras?
No. Buscamos carteles que, literalmente, hacían crítica a la situación social de Cuba. Y algunos se escapaban un poco de eso, tenían más vuelo poético o artístico. Pero, básicamente, era eso, porque fue una explosión el uso de este tipo de carteles. Me refiero a hace unos años atrás, aunque se mantiene, pero no tan fuerte como hace unos años atrás.
Al parecer, los artistas, diseñadores, artistas visuales, vieron esa posibilidad y comenzaron a hacer estos carteles contrarrestando la propaganda revolucionaria. De hecho, muchos de los que están (en el libro) son parodias de los clásicos de la era revolucionaria, es decir, de aquellos que constituían propaganda política.
En un segundo momento, vino un proceso de búsqueda de todos esos artistas que estaban en la web (redes sociales), mayormente, y seleccionar, hacer una curaduría de lo que nos parecía más interesante; también buscamos que hubiera una diferencia de autores.
Luego contactábamos con ese autor, le comentábamos la idea; casi todos estuvieron de acuerdo y colaboraron con nosotros. También hicimos pequeñas entrevistas a muchos de estos autores, las cuales se recogen en el libro también.
Háblame sobre algunos de estos autores y sus carteles.
Temo olvidar algunos nombres, pero te comento. Está Gorki Águila, que es una de las estrellas del libro, porque es, a su vez, una de las estrellas de la cartelística. Gorki es muy interesante porque él se formó en La Corea, que es un lugar donde se hacían los carteles de propaganda revolucionaria, se formó como un impresor a la antigua, él hacía cosas en su casa con los métodos de serigrafía; después asumió los carteles digitales y tiene una obra enorme.
Hay muchos de los carteles que tratan de sucesos sociales que ocurrieron en la calle.
Otro autor es Ángel Hernández, que vive en Estados Unidos. Luis Luisovich, que trabaja en Cuba. Julio Llópiz, que se fue del país. Algunas personas viven fuera, otros viven en Cuba. Escogíamos las obras que nos parecían más representativas de cada autor.
Han sido tantos los autores y las obras que tuvimos que hacer una versión en dos tomos.
Hay muchos de los carteles que tratan de sucesos sociales que ocurrieron en la calle, con respecto a protestas contra el régimen. Hay muchos, por ejemplo, a partir del 11J (protestas antigubernamentales del 11 y 12 de julio de 2021), que generaron muchos carteles de apoyo o de representación de lo ocurrido; también sobre lo que ocurrió el 27N (de 2020, protesta de artistas e intelectuales frente al Ministerio de Cultura). Cada vez que ha habido un suceso de protesta pública, casi siempre ha habido autores que lo reflejan en sus carteles.
¿Dónde se puede encontrar el libro?
Por el momento, en Amazon. Como es un libro de arte, y con muchas imágenes, es un poco caro, pero también está la opción de adquirirlo en digital, más barato.
¿Qué trascendencia consideras que han tenido estos carteles como para compilarlos de esta manera?
Decir si algo así es trascendente o no sería un poco pretencioso, en el momento sí sentimos que era algo importante como reflejo de la situación social en Cuba, por eso nos pareció importante documentarlo como fenómeno social y estético, y no recuerdo haber visto antes en el ámbito digital cubano un fenómeno que se pudiera catalogar como masivo con una postura crítica tan abierta hacia la situación social opresiva que se vive en Cuba en este momento.
Siempre se considera el arte gráfico y plástico como de élite, pero esto ha llegado a bastante gente y eso ha sido posible por internet.
Antes, los carteles de promoción al gobierno, se hacían con mucho apoyo material, los de ahora no, los autores ahora los hacen con programas digitales ideados para eso.
¿Tienes el libro en tus manos?
No, aún no tengo el libro, y supongo que tampoco sea bien recibido (por las autoridades).
¿Crees que este pudiera ser un libro censurado en Cuba?
Es lo más probable, justamente por la temática que tiene.
Si libros menos confrontacionales han sido censurados, este también.
¿Crees que pudieras enfrentar alguna represión por ser uno de los compiladores de este libro, o por darle promoción?
No lo sé. No pienso en eso en el momento en que lo hago, sino después. Es algo psicológico que logré hace tiempo, es decir, si nos ponemos freno por miedo a hacer algo, nunca haremos nada. Claro que hay miedo, el que diga que no tiene miedo a enfrentar al gobierno, no es honesto.
En mi caso, a lo que más le tengo miedo es al miedo. Cuando lo tengo, trato de resolverlo rápido. Pero, en este caso, ni siquiera lo pienso. Yo estoy haciendo una obra de arte, si después consideran que es malo eso, es un segundo capítulo. Ya estaré preparado cuando llegue porque, además, me ha pasado varias veces.
Muchos de estos artistas que han compilado, y otros que han formado parte de esa ola de artistas que se han opuesto al régimen en los últimos años, se han ido de Cuba. Tú llevas varios años oponiéndote al régimen, pero sigues resistiendo dentro de la Isla pese a la represión. ¿Cómo has logrado resistir?
La presión que recibes, con los años, es bastante grande. Y tienes dos opciones: seguir o irte. Yo opté por seguir. Yo, literalmente, -para lograrlo- he tomado cierta distancia porque, si no, te anulan como persona. A los agentes —de la policía política— los cambian, a mí no, yo sigo siendo el mismo.
Otra forma de lograrlo es mantenerme haciendo mi trabajo, la típica terapia de hacer lo que te gusta; en mi caso es pintando, haciendo obras de arte, contribuyendo con libros como este, que quedarán para la posteridad.
El artista Luis Trápaga (La Habana, 1962) es coautor del libro El cartel protesta: El arte cubano de la revolución en la era digital (2022), junto al crítico de arte Ernesto Menéndez-Conde (Santa Clara, Cuba, 1966), residente en Nueva York. Amplia recopilación de carteles, de artistas residentes en la isla o el exilio, creados como reacciones o protestas ante el régimen. Algunas obras parodian la iconografía oficial de la Revolución Cubana, reconvirtiendo los símbolos del poder en elementos críticos. A la venta en Amazon.