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Escritores | Marcial Gala: “Uno nunca termina de irse de Cuba, Cuba es la que se va de ti”

Entrevista al narrador cubano Marcial Gala: "la racialidad si no la tienes incorporada te alcanza, es algo a lo que no puedes escapar siendo negro, porque la cuestión de la racialidad en Cuba dista mucho de estar resuelta".

Marcial Gala, narrador cubano
El narrador cubano Marcial Gala | Imagen: Marcial Gala / Facebook

Durante semanas me he devanado los sesos buscando preguntas inteligentes que hacer a mi entrevistado. Preguntas chispeantes, que provoquen respuestas diferentes a esas que ya ha dado tantas veces a otros entrevistadores. No sé si, a la postre, haya dado en el clavo al trazar mis estrategias para la elaboración de mi cuestionario, pero siento que no podría enfrentarlo de otro modo. En fin, que apuesto por entrevistar al narrador Marcial Gala, nacido en Cienfuegos, acreedor de premios de renombre en la ciudad letrada cubana y afincado desde hace años en Argentina, tomando como referente para mis preguntas la obra literaria de otra narradora cubana, aferrada ella al Vedado capitalino como el musguito a la roca: Ena Lucía Portela.

“Él escribía, además, con todo el placer, la inocencia y hasta la pirotecnia (...) del cachorro no desprovisto de talento (...) escribía con el descaro del aprendiz que aún piensa en el lector, sin hacer de ello un manifiesto, que busca erizar y divertir al lector, colársele por debajo de la puerta (...) en lugar de mortificarlo con inhóspitas densidades u otras malevolencias por el estilo (...) escribía, en fin, con la vehemencia del joven demasiado joven que ambiciona, por supuesto, la gloria, sin preguntarse demasiado en qué consiste”.

Esperando que perdones lo extenso de la cita, tomada de la primera novela de Ena Lucía Portela, El pájaro: pincel y tinta china, te pido nos comentes cuánto se parecía o no el Marcial Gala que comenzó a escribir desde el centro de Cuba al escritor Emilio U, el personaje del que habla esta narradora.

Ah, es curiosa la pregunta y difícil de responder, pero sí, yo empecé a escribir más como un derroche, una necesidad de decir que por un proceso consciente de ser escritor. Estudiaba yo en aquel entonces en la Universidad Central de Las Villas y me iba hasta un barcito que había justo en la terminal de trenes y allí, en la tranquilidad de ese sitio algo cochambroso, me ponía a elaborar mis primeras ficciones que seguro pretendían contarme a mí mismo, luego es que va surgiendo la ambición de la escritura. Ahora recuerdo que más que ficciones eran poemas y, más que poemas, eran catarsis poéticas, donde el joven que yo era, con ya muchas pero descoordinadas lecturas atrás, trataba de encontrarse a sí mismo.

También en El pájaro…, cierta poetisa negra critica a Emilio U porque “aunque no lo parezca, tampoco es blanco y (...) hace muy mal en comportarse como si lo fuera y en no interesarse para nada por la cuestión de la negritud”. Más adelante, Portela calificará a esta poetisa como “eco de Fanz Fanon en el Caribe”. ¿En alguna de tus anteriores entrevistas no ha estado presente el tema de la negritud? ¿Por qué a cada autor negro cubano se le cuestiona al respecto y cierta “crítica” le exige que su obra esté concebida desde la racialidad? ¿Existen en la intelectualidad cubana y especialmente entre sus escritores ecos más o menos distorsionados de Fanz Fanon?

Marcial Gala: La catedral de los negros
Novela con la que Marcial Gala obtuvo el Premio "Alejo Carpentier".

Bueno, la racialidad si no la tienes incorporada te alcanza, es algo a lo que no puedes escapar siendo negro, porque la cuestión de la racialidad en Cuba dista mucho de estar resuelta, uno lo siente cuando vuelve de otros lares donde también hay racismo, pero no tan fuerte. En mis primeros libros no se especificaba el color de los personajes así que muchos lectores asumían que eran blancos e, incluso, pensaban que el autor de esos libros era una persona blanca, muy raro, por eso tal vez en mis novelas el tema de lo racial y del mestizaje, de las parejas mixtas, frase feísima, está tan presente y sí, me preguntan muchas veces sobre ese tema, aunque en mis novelas no suele ser el tema central, aunque sí un componente importante, pero creo que es lógico y no me molesta para nada, siempre que esa pregunta lleve a otras consideraciones.

Por supuesto que existen esos ecos de Fanz Fanon. Hay en una importante novela cubana, El polvo y el oro de Julio Travieso, una frase que nos interroga, “¿qué hacer con los negros?” Una frase que no es más que una formulación de la vieja polémica entre civilización y barbarie y es que a muchos intelectuales cubanos les cuesta identificarse como parte del Caribe mestizo, mientras otros lo asumen de manera natural porque de todo hay en la viña del señor. Esa frase ¿qué hacer con los negros? si le das la vuelta queda así ¿qué hacer con los blancos? Pero si la completas queda como creo yo que debe quedar ¿qué hacer con nuestra herencia occidental y africana? ¿Cómo nos identificamos? Si es que aún sigue siendo importante identificarse como algo en esta época en que hasta la identidad como especie está en jaque e incluso la llamada identidad binaria también está en solfa y uno puede ser hoy una cosa y mañana otra, ¿por qué seguir atravesados por asuntos como la reivindicativa identidad cubana que tanto dolor le ha traído a Cuba (y también satisfacciones, claro)?

“Porque la marginalidad suele ser una caída, un dejarse rodar por la pendiente para caer en ese hoyo que asusta y a la vez atrae”. En esta ocasión la cita está tomada de Cien botellas en una pared, otra de las novelas portelianas. ¿Por qué tantos narradores cubanos, incluyéndote, se sienten atraídos por reflejar en su narrativa ese universo marginal? ¿Cómo explicas esa inversión en que los personajes al margen de la literatura cubana del llamado “Quinquenio de Oro” de los sesenta han pasado a ser centro del corpus narrativo y viceversa?

Es curiosa tu pregunta y es que en Cuba es difícil definir qué es marginal y qué no, porque en realidad, después de la caída del muro de Berlín, en Cuba se perdieron las fronteras entre lo periférico y el centro y todo el país se convirtió en una especie de barrio marginal por lo que esos lugares pasaron a ser como el espejo del que nos habla Stendhal, el espejo en el camino de la realidad cubana, espejo algo distorsionado. Por lo general, en mis novelas lo marginal ocupa un espacio, pero en realidad toda la ciudad funciona como un engranaje al que le das cuerda y de pronto se anima y empieza a andar e incluso esas novelas tratan de abarcar diferentes maneras de ser cubano más allá de los márgenes de lo nacional y de los barrios bajos. Respecto a la experiencia de otros escritores cubanos me cuesta un poco responder porque no me siento con ellos a hablar de estos temas, creo, sin embargo, que lo marginal tiene un colorido de voces, una manera pintoresca de expresarse que sin dudas ofrece mucho atractivo al autor al que le fascine la palabra, además, sin dudas, está la clara cuestión del mercado, hay dos manera de ver lo cubano, una enfocada al mercado interior de Cuba, si es que eso existe, y otra para afuera, para el lector foráneo, pero si solo buscas que te lean fuera de Cuba es difícil que llegues a ese lector extranjero, creo que cada uno tiene sus temas y sus maneras, pero escribir para el muchacho de la esquina y para el profesor que vive a dos puertas de tu casa es algo interesante.

En Cien botellas… el teniente Ariel Leví, protagonista de las historias policíacas que escribe Linda Roth, se pregunta “qué coño hace todavía en La Habana”. Zeta, protagonista y narradora de Cien botellas… imagina al teniente Leví asomado a la terraza del penthouse que habita el detective, fumando despacio un cigarrillo y mascullando: “Qué va. No aguanto más esta mierda. El año próximo en Jerusalén”. ¿Ocurrió algo parecido con Marcial Gala? Si Selma Lagerlof se inventó una Jerusalén en Dalecarlia, ¿podemos decir que Argentina ha sido para Marcial Gala la Jerusalén del teniente Leví?

Uno nunca termina de irse de Cuba, Cuba es la que se va de ti, es como un sueño, te acuestas en Cienfuegos sintiendo el chocar del mar contra las rocas y un día despiertas y estás lejísimo y te da algo de miedo pensar en volver, aunque siempre lo haces y sí, Argentina ha sido un lugar muy propicio para mi escritura. Aquí se escribe con cierta paz y Buenos Aires es una ciudad muy literaria, donde se respeta el trabajo del escritor, en eso se parece a la Cuba que yo conocí, lugar al que se le pueden negar muchos atributos pero no el de respetar al que escribe.

Llámenme Casandra
"Llámenme Casandra", novela ganadora del Premio Ñ

“Nombrar es individualizar. Nombre equivale a espíritu”. Así nos dice Portela, siempre intencionada al nombrar sus personajes novelescos. Y esta vez, tratándose de una de mis últimas interrogantes, acudiría a otro referente literario, el famoso “Call me Ishmael” con el que arranca Moby Dick y al que imagino rindes homenaje en tu novela Llámenme Casandra. ¿Nos puedes contar el making off de esta novela? ¿Tuviste algún contacto con el universo queer cubano que te sirviera de referente?

Es muy válida tu pregunta y sí, trataré de resumirte. Pasan milenios, el mundo está vacío de seres humanos y a final de tantas eras, Zeus baja del Olimpo y, como un dron barbudo, sobrevuela la tierra, tan cerca de la superficie que oye un eco, apenas un hálito que le recuerda algo y es que en la arena de una playa desierta ha quedado el polvo de quien fue hace muchísimo tiempo Casandra, hija de Príamo. Zeus siente curiosidad, es un dios, pero no el dios cristiano, así que no lo sabe todo, sopla sobre ese polvo y el polvo le empieza a contar su historia de cuando dejó de ser Casandra y, producto de la infinita rueda de las reencarnaciones, vivió presa en el cuerpo de un diminuto y rubio soldado cubano llamado Raúl. Esto es lo que yo cuento en esta novela que está narrada en primera persona, lo que le dice Raúl a Zeus al fin de los tiempos, cuando ya no existe Troya pero tampoco La Habana, Cienfuegos, Angola y los dioses vuelven a la Tierra para refundarla. Así que, aunque el personaje puede ser catalogado de transexual, no es una novela LGTB, aunque vas a Google y allí la catalogan así, cosa que para mí es muy honroso. Es una novela fantástica y de denuncia social y, claro, estudié la experiencia queer, tanto en Cuba como en Argentina, aunque, siendo honesto, no lo hice creyendo que un día escribiría esta novela que, repito, es más bien fantástica y me atrevería a llamarla casi poética. Nunca antes había escrito un libro así, una novela de 260 páginas redactada casi de una sentada. A los editores les era difícil creer que una historia que es compleja por las mudas de nivel de realidad se hubiera escrito tan rápido y digo esto sin intención de vanagloriarme, pero fue así. Esta novela tiene mucho más que ver con novelas fantásticas como El maestro y Margarita de Bulgákov o el Orlando de Virginia Woolf que, por ejemplo, con la grandísima Tengo miedo torero de Pedro Lemebel o la contemporánea y también excelente Las Malas.

Así la considera, por ejemplo, The Historical Novel Society:Marcial Gala (trans. Anna Kushner), Call Me Cassandra, FSG (magical tale of a haunted young dreamer, born in the wrong body and time, who believes himself to be a doomed prophetess from ancient Greek mythology.”

“Porque ellos, es decir, nosotros, sólo somos nuestra risa y además el gravamen de persistir en la fiesta innombrable.” Así define Ena Lucía Portela la imagen que desde fuera se tiene del cubano (sobre todo para la izquierda en general y particularmente la izquierda hispanoamericana). Habiendo tenido la oportunidad de vivir tanto tiempo fuera de Cuba y codearte con esa intelectualidad que mira con simpatía a la isla, ¿qué piensas al respecto? Sabiendo tus posicionamientos en redes sociales sobre la situación actual de Cuba, te pido que, en la despedida nos cuentes qué acciones crees que deberían desarrollarse para que ese adverbio (sólo) que utiliza Portela deje de definir esa imagen de Cuba.

Si esta pregunta me la hubieras hecho meses o años antes creo que sería más fácil de responder, a estas alturas y honestamente creo que la imagen de la llamada revolución cubana está tan resquebrajada por los últimos acontecimientos que las redes globales mostraron que es difícil para alguien honesto, sea intelectual o no, creer en que todo esté bien por allá. Se le rompió el filtro al Órbita y ahora el ruido del ventilador no deja dormir a los vecinos, ya todos saben que eso tiene muy poco de revolución y mucho de despotismo, ya no basta mostrar los supuestos “logros” que han quedado tan vetustos y superados por las más disimiles naciones que tienen legislaturas y constituciones mucho más avanzadas y tolerantes con el otro. Repito, en esta época interconectada poco se puede ocultar y los nostálgicos del comunismo son cada vez menos. Por otro lado, me doy cuenta de que la acción colectiva ya está en marcha, la sociedad civil en Cuba crece y la red de periodistas independientes, junto a la red de cubanos que se niegan a considerarse ex cubanos y que tienen muy presente las cosas de la isla creo yo que ayudarán a la democratización progresiva del país. Me parece que es un proceso sin marcha atrás aunque no creo que se pueda resolver sin tener en cuenta lo que Martí llamaba “con todos y para el bien de todos”, Cuba es un país tan cambiante y difícil de definir como un calidoscopio, supongo que en algún momento el sacrosanto partido comunista tenga que pensar en ceder cuotas de poder, permitir que el cubano sea capaz de definir su propio destino sin imposiciones de nadie. Para que esto ocurra es necesario que cada uno aporte su granito de arena, es necesario que todo aquel que ame de verdad a Cuba piense que lo que está pasando allá tiene su costo en vidas truncadas y ahora, con la pandemia, no solo truncadas desde el punto de vista de la tristeza.

 

Alejandro Langape

Alejandro Langape periodista

Ingeniero. Narrador y ensayista. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Reside en Villa Clara.

Comentarios:


Anónimo (no verificado) | Sáb, 21/08/2021 - 22:32

Muy buena entrevista a Marcial Gala. Bravo

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