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Cine | Pavel Giroud: "Le doy prioridad a las historias que unen a las dos orillas"

"No imaginé que fuese tan mayoritaria su buena acogida, tanto por la crítica especializada como por el público que la ha visto", cuenta Pavel Giroud sobre su más reciente película.

El cineasta cubano Pavel Giroud.
El cineasta cubano Pavel Giroud.

El cineasta cubano Pavel Giroud ha tenido un año cuanto menos intenso tras el estreno de su controversial película El caso Padilla, donde mediante el uso de imágenes de archivo inéditas del juicio político al que fue sometido el poeta cubano Heberto Padilla en 1971 reconstruye un momento trascendental de la historia de la censura durante la Revolución Cubana.

La película ha captado la atención del público y la crítica desde su estreno, que estuvo precedido por un amplio recorrido en festivales de cine de Norteamérica y Europa, donde ha recibido premios como el Platino del Cine Iberoamericano a Mejor Documental.

Tras el anuncio de que el filme fue preseleccionado para los Premios Oscar en la categoría de Mejor Largometraje Documental, conversamos con Pavel Giroud sobre su obra cinematográfica, sus proyectos futuros y el contexto del cine cubano que se desarrolla desde España, país donde reside actualmente.

Pasado un año del estreno de tu última película, "El caso Padilla", has cosechado numerosos premios y reconocimientos por ella ¿Imaginabas que tendría semejante repercusión internacionalmente? ¿Te tomó por sorpresa?

Sabía que iba a tener repercusión en un sector, sobre todo en el que estaba al tanto de lo que había sido El Caso Padilla. Sabía que para ese sector iba a ser impactante el poder ver con sus ojos algo que se había convertido en leyenda. Lo que no imaginé es que fuese tan mayoritaria su buena acogida, tanto por la crítica especializada como por el público que la ha visto, que nombres como Antonio Muñoz Molina o Juan Gabriel Vázquez le hayan dedicados largos artículos de opinión. Tampoco que la izquierda mediática se posicionara a favor de la película y que por vez primera, diarios y medios de prensa que por décadas fueron amables con el régimen cubano, lo nombrasen “Dictadura” en un titular sobre la misma. 

Para eso era indispensable que funcionase dramáticamente como película y que no fuese un panfleto político. Ha llegado mucho más allá de nuestras expectativas. Me sorprendió el Premio Platino, eso sí. Y mucho. El gremio del cine es mayoritariamente progresista y en los Platino votan más de 500 miembros de ese gremio. Compiten todos los países de Iberoamérica; son “los Oscar” latinos, por llamarlo de una manera frívola, y habían más de 300 películas en la categoría documental. Era fácil que se perdiera en la multitud, más en un momento como este en el que la izquierda está en crisis. Un material de esta naturaleza pudiera verse como veneno añadido a esa crisis.

¿Cuán difícil es para un cineasta cubano insertarse en los circuitos de festivales cinematográficos estadounidenses y europeos, a los que llegaste con "El caso Padilla"?

Te soy sincero: todas mis películas han sido lanzadas en importantes festivales. Mi primer largometraje, en el que compartí mi historia con otras dos, dirigidas por Lester Hamlet y Esteban Insausti, se lanzó en el Festival des Film du Monde, de Montreal. Estrenar tu primera película en un festival Clase A y ganar el premio de Opera Prima nos facilitó las cosas en lo adelante. 

Luego, La Edad de la peseta, que es mi película más premiada, tuvo su premiere en Toronto. Omerta, en San Sebastián. Playing Lecuona, nuevamente en Montreal, donde ganó premio a Mejor Documental y, con El Acompañante, renunciamos a Horizontes Latinos de San Sebastián, para arriesgarnos en el exotismo de Busan, el llamado Cannes asiático. 

A El caso Padilla logramos colarla en Telluride, que puede sonar desconocido para casi todos los que están ajenos a la Industria del Cine, pero que resulta probablemente el festival más inaccesible del mundo, por sus características particulares. Tal es así, que cuando empieza a “sonar” la película a nivel mediático es en su posterior presentación, en San Sebastián. Pero los que estamos en esto sabemos el significado de que en Telluride haya sido seleccionada.

Lo más complicado para cineastas cubanos es traspasar los preceptos que tienen establecidos los grandes festivales y sus seleccionadores -que a la postre son también un mercado con sus propias leyes- de lo que debe ser “cine latinoamericano”. Estéticas prefijadas a las que se adhieren mejor identidades como la argentina, la uruguaya, la chilena. No precisamente las del país donde se inventó la telenovela. Nuestro cine ha sido bastante fiel a lo que somos: melodramático, escandaloso, colorido.

Ahora se agudiza un nuevo fenómeno y es nuestro cine huérfano. El cine que viaja sin apoyo alguno de las instituciones de tu país. Y ahí hablo del cine independiente realizado dentro de Cuba y del cine que ya comienza a verse con más caudal que nunca en la diáspora. Si una película colombiana va a un festival, sus instituciones cinematográficas forman parte de eso. La apoyan financieramente en esa ruta que comienza con ese lanzamiento, las potencian en la prensa, se encargan de su promoción, invierten recursos en ella.

¿Qué le aconsejarías a los jóvenes artistas cubanos que han emigrado en los últimos años para que puedan seguir desarrollando sus obras en circunstancias tan distintas?

A mí, lo de dar consejos… Hay que tener humildad, resiliencia, fuerza, resistencia y convencimiento de que lo vas a lograr, aun cuando los que más te quieren te miren con cara de que ven a un loco. No olvidarte de quién has sido hasta ahora, porque nunca se parte de cero, tu experiencia previa cuenta, pero sí has de convencerte de que a pocos le importará de dónde vienes y qué has hecho. Hay que valorar lo que tienes y no lo que te falta. 

Para El caso Padilla yo tenía un material que valía oro y una computadora de escritorio con once años de uso abusivo, que colapsó cuando hice el render final. Nada más. Súmale que teníamos prohibido salir a la calle, pues comenzaba la pandemia. Entonces, con un buen material, una computadora y encerrado en casa, solo puedo hacer una cosa: editar. Eso marcó un poco la estética de la película. Pero para editar material de archivo, tengo que tener sus derechos y para tener derechos hay que gestionarlos y en la mayoría de los casos, pagar por ellos, y para pagar hay que tener dinero. Para tener dinero, tengo que seducir a entidades, fondos o financistas y ni siquiera mi más incondicional colaboradora, Lía Rodríguez, se mostró entusiasmada cuando le hice el pitch, porque lo veía complejo en cuestiones legales (es abogada). 

Tuve que sentarme y editar 12 minutos para seducirla. A partir de ahí, entre los dos, cada uno aportando lo que tenía y podía, comenzamos. Este proyecto, además, tenía una urgencia que trascendía al cine y a mí como cineasta, y otras dos condicionantes que también marcaron su realización: debía hacerse en secreto, previendo que desde Cuba con sus aún poderos tentáculos, la bloquearan, y la otra es que no podía acceder a los archivos cubanos en una película que depende de eso. Créeme que, con una pizca de debilidad, lo hubiese abandonado, porque, además, a nivel personal y familiar tuvo un alto coste.

Con "El caso Padilla" ha ocurrido aquello de que molestó tanto al castrismo como a sectores del anticastrismo ¿A qué crees que se deba?

Creo que esta pregunta te la podrían responder mejor los que reaccionaron, que yo. Una de las cosas que se demostró es que muchos cubanos, posicionados en el lado que sea, llevan un cederista en el alma. La diferencia es que el castrismo hizo un silencio absoluto, quizá convencidos de lo irrebatible que era la película. Pero tal cual dices, un sector, con una curiosa manera de ser anticastrista, gritó a viva voz su inconformidad. 

No sé decirte a que se debió realmente, porque cada semana se debía a algo diferente. Lo primero fue difamarme, al punto que muchos abogados conocidos me invitaron a demandar a algunos por evidentes muestras de difamación y ciberacoso. Y que conste que no estoy hablando del legítimo derecho a mostrar tu inconformidad con una película. 

La primera semana, después de consagrarse la película en San Sebastián (no antes), fui agente de la Seguridad del Estado porque tenía algo que estaba en las bóvedas más inaccesibles del país. Luego, cuando comenzó a aparecer gente que ya lo había visto y Jorge Ferrer liberó el material en youtube y el material perdió su categoría de santo grial, me convertí en un ladrón del patrimonio de la nación, luego en un ignorante que no se había leído “El Quijote”, en un mafioso, en un acaudalado cineasta que facturaba miles a costa del dolor… y me quedo corto. 

Llegaron a buscar con mesura cada respuesta mía y aprovechar cualquier frase que ayudara a desmontar mi trabajo, para usarla en su tesis de descrédito. No pocos previeron un alzamiento en Miami, por un texto que sale cercano al final en el que describo que allí también Padilla sufrió lo suyo. Sin embargo, en Miami ganó el premio a Mejor Documental y ese premio lo otorga el público. 

Hay algo que yo llamo “síndrome de la diva disidente”, y es que, cuando irrumpe alguien haciendo las cosas a su manera y esto tiene un impacto más allá de lo doméstico, surge una rabia en quienes ocupaban las portadas. Mucha gente habló mal de mí y de la película sin haberla visto. El fuego se fue apagando a la vez que la película hacía metástasis como lo que es: cine.  

Lo ocurrido también fue una manifestación pública de que no hay una obra importante sin polémica ni detractores y eso hay que asumirlo como parte del juego. Me costó al inicio, porque vino de gente que jamás supuse, y cargado con un odio que yo nunca he sentido por algo o por alguien. Fue una enseñanza de vida que me hizo más fuerte.

A lo largo de tu carrera has realizado películas y documentales sobre temas diversos. Tras varios años viviendo en España, ¿has pensado en filmar alguna obra que se desarrolle en este país, o sigues prefiriendo los temas cubanos?

Tengo proyectos escritos que ocurren en Colombia, en Estados Unidos, aquí en España. Le doy prioridad a las historias que unen a las dos orillas. Digamos que por ahí me he perfilado, porque es lo que yo puedo tener como encanto en un mercado lleno de directores españoles. Para una historia meramente española, la lógica indica que se prefiera a un director español. Sin embargo, en una que tenga elementos de un lado y del otro, yo entro en el juego. 

Aun así, algunas series que he desarrollado con este concepto, han debido moverlas conmigo como creador, pero con “un director de la casa”. Es parte de esa humildad que hay que imponerse y de la que te hablaba en otra respuesta. Dentro de pocos meses comienzo a rodar una nueva película por encargo, que es también sobre un tema que une las orillas. Se rodará aquí, en España.

Hay algo que he aprendido: no importa el tema de tu película sino a quién se lo vas a contar. Si haces una película sobre Cuba y pretendes que navegue, tienes que hablarle al mundo, no únicamente a nosotros. Algunos se sumaron a la catalogación burlona de El caso Padilla como “diplodocumental”, porque yo dije que la había hecho para el mundo. Y eso para mí, lejos de ser una ofensa, es un gran elogio, porque, además, lo logré.  Y creo que eso es algo que, por ejemplo, debe mirarse la prensa independiente y la disidencia cubana. Muchas veces nos habla únicamente a los cubanos inconformes con el país que tenemos, y eso no genera avance en la lucha por tener un nuevo país, sino una rotación sobre el mismo eje.

¿Cuáles son los directores de cine, cubanos o extranjeros, que más te han inspirado a lo largo de tu carrera? 

Todo el cine que he visto desde niño ha influido en mi trabajo, haya sido bueno, malo o regular. Incluso el cine más pedestre puede incidir en un creador, y este llevarlo a otra estatura. Sin ponerme a buscar raras especies, puedo citar a Tarantino, que ha llevado a la sofisticación el cine serie B, o a Almodóvar, que hizo algo similar, en sus años de gloria, con el melodrama y lo kitsch. 

Yo no estudié en escuelas de cine más allá de un taller de tres meses en la EICTV de San Antonio de los baños, gracias a un premio por uno de mis primeros cortos. Mi formación es empírica, pero sí estudié mucho, enfermizamente pudiera decir. La elección de mis maestros no tiene precio. Hay dos cineastas que influyeron mucho en mi aprendizaje del idioma cinematográfico: Billy Wilder y Alfred Hitchcock. Son obligatorios, aunque luego quieras hacer otra clase de cine. 

Además de ellos, de quienes pudiese escribir decenas de páginas, influyó mucho en mi trabajo el cine norteamericano de los 70: el Coppola de La Conversación, el Scorsese de Taxi Driver, el Milos Forman de One Flew Over the Cuckoo's Nest. Pero también el Antonioni de The passenger y Blow Up, o Joseph Losey con Harold Pinter como guionista. Yéndome al otro extremo, me atrevo a asegurarte que, de manera inconsciente, aquellas películas de Golan Globus, con Charles Bronson o Chuck Norris, también influyeron, tanto como el cine infantil soviético, checo o húngaro que nos metían en vena.

¿De las películas que viste este año cual sería tu top y por qué?

He decir que acabo de ver Maestro. Me ha encantado, pero esa la verá todo el mundo y no la incluiré. Es una película tan sofisticada, que los cinéfilos más radicales se ofenderán con su maestría y pondrán peros, ya lo veo venir. 

Voy a enumerarte las primeras que me vengan a la mente y que considere buenas, sin orden de preferencia.

Holy Spider. Excelente como thriller y como retrato de Irán.

Anatomía de una caída. Hacía mucho que no me gustaba una Palma de Oro de Cannes. Deliciosa en su tono irónico y en su replanteamiento del relato policial.

As Bestas. Tragedia shakesperiana en la España profunda. Potente.

Leave the World BehindTiene esa magia de aferrarte a la butaca, con una premisa que se le puede ocurrir a cualquiera, pero que a nadie se le había ocurrido, y secuencias memorables (como la de los Tesla sin control bloqueando el acceso a la libertad).

Los reyes del mundo. Laura Mora nos atrapa con el carisma de sus chicos, paisajes seductores y una sólida dramaturgia, aparentemente invisible.

Pero como espectador, nada me ha impactado este año más que Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles, una película que apareció en alguna lista como la mejor de la historia del cine y que yo no conocía. Verla en Filmin, restaurada, fue una experiencia renovadora. No sé si es la mejor o está entre las mejores, lo cierto es que nunca he visto mejor retratada la cotidianidad.

Me comentabas que comenzarás a trabajar en un nuevo proyecto cinematográfico próximamente ¿Nos podrías adelantar algo sobre ello? 

Por cuestiones contractuales, no puedo decir nada del proyecto. Solo adelanto que será mi primera comedia. Aunque en todo mi cine hay dosis de humor, incluida la menos simpática de todas mis películas, que es El caso Padilla, esta es la primera comedia que rodaré como director. No habrá que esperar mucho para saber más detalles.

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Mario Luis Reyes

Periodista Mario Luis Reyes.

(La Habana, 1994). Graduado de Periodismo en la Universidad de la Habana (2018). Reportero de la revista El Estornudo. Ha colaborado con medios cubanos como Periodismo de Barrio, AM-PM Magazine, OnCuba News, Cachivache Media, entre otros. Textos suyos han aparecido en medios internacionales como CTXT (España), Univisión Noticias (EEUU) HuffPost (Mexico), The Clinic (Chile) y Universo Centro (Colombia).

Comentarios:


Isabel Cuerda (no verificado) | Mié, 10/01/2024 - 03:52

Es admirable el talento de este cineasta, pero es más admirable su perspectiva de vida. Si en cinco años me anuncian que ha ganado un Oscar, no me sorprendería.

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