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Escritoras | Liliam Ojeda: "desde que aprendí a escribir me convertí en una grafómana"

Lilliam Ojeda.
Liliam Ojeda. | Imagen: Cortesía de la entrevistada

Que alguien te despierte vivas simpatías no suele ser tan relevante como que esa animosidad se sostenga por su propio peso a lo largo del tiempo. Han pasado muchos meses desde que “conocí” a Liliam en el solar de Facebook, y la consistencia y carisma de su intelecto me han llevado a interpelarla por la misma vía que nos permitió este acercamiento.

Siempre queda latente aquel deseo camaraderil de compartir, cuando menos, un café; uno al que podríamos llamar objetivamente “en suspensión”. Pero, como están los percentiles de esperanza por estos lares, creo que nos podemos dar con un canto en el pecho porque este intercambio de líneas haya fructificado. La regresión espiritual que experimenta este país nos hace verlo como un hito.

La Liliam que conocí de a poco debe haber sido, a todas luces, escritora. Sus sarcásticos textos en las redes apuntaban (y apuntan), desde una inteligente manera de calibrar nuestro ámbito, al pulmón de una realidad tan dura como maleable.

Pero luego descubro todo aquel panorama literario entremezclado con una coba rockera, cuando no en función de alguna dramaturgia teatral. ¿Quién es esta multifacética artista? ¿Cómo diantres empezar una entrevista con una entidad cuántica, que tan pronto se comporta como onda que como partícula?

¿Qué más da un buen arábigo mental en honor de los clásicos?

Creo que la empatía ayuda, y, aunque con casi dos décadas de diferencia, una trayectoria de formación tan aparentemente díscola me une a su modo de metabolizar eso que pasa allá afuera, ahí en nuestro exoplaneta Tierra.

No cejemos, tomémonos virtualmente este cabrón café. Ya lo verán humeando entre preguntas, bizcochos y respuestas. Si la Edad Media se abalanza otra vez sobre nosotros, ¿qué más da un buen arábigo mental en honor de los clásicos?

¿Qué es PYRA?

Fuego. Me refiero al significado del término en griego clásico. En cubano actual, todos sabemos lo que significa.

Atendiendo a la carga pragmática de la pregunta, PYRA es una asociación totalmente libre de cinco músicos que, por azares de la vida, confluyeron en esta idea de tocar covers de rock en un escenario general debilitado por la pandemia y por la crisis.

Banda tocando.
Fotograma de video: PYRA en el talk show "Desde la Madriguera", conducido por Alex Díaz Jr. y transmitido en vivo por Radio Cadena Habana (julio 2022).

En principio, nos reunimos en torno a un niño muy especial, Darío Arrocha, nuestro tecladista, que actualmente tiene 14 años, pero desde los 9 estudia piano y ha colaborado ocasionalmente con algunas bandas como Zeus y Tesis de Menta.

Banda tocando.
PYRA en el Bar Doble A (mayo 2022). De izq. a der.: Hansel Arrocha, Giraldo Belmonte, Iván Vera (invitado) y Darío Arrocha. | Imagen: Alex Correa Iglesia.

Por su edad, no puede integrar ningún grupo “profesional”, pero como a nosotros los papeles nos dan un apoyo sanitario (nos limpiamos alegremente con ellos), armamos este proyecto independiente, integrado por Darío; su papá, Hansel Arrocha (compositor, guitarrista y uno de los directores de Zeus); Giraldo Belmonte en la batería; mi esposo Rubén Ruiz (que rota en la guitarra y en el bajo con Hansel y Darío, pues no tenemos “plaza” de bajista); y una servidora.

El propósito es tocar rocanrol, divertirnos y ganar algo de plata.

Escuchando With The Beatles en una walkman Sonny

Cuando en 1982 Joan Jett y The Blackhearts se bajaron con “I love Rock n´Roll” estuvieron pegados en el 1 del Billboard casi un mes y pico. Yo era un chama de 15 años y repetía la letra sin saber lo que significaba. Luego descubrí otras cosas por el camino hasta llegar a clásicos como “The End”, de The Doors, un tema del álbum que lleva el nombre del grupo, casualmente del año en que nací.

Mi descubrimiento y seguimiento del Rock ha sido nefrológico, a puro riñón, porque el inglés no se me da nada bien. En tu caso, que le descargas desde la médula, que lo compones e interpretas, ¿cuándo supiste que había en esa cuerda algo que te subyugaba de modo diferente?

Nunca lo supe de forma consciente, supongo. La respuesta a esta pregunta no forma parte de mi propia memoria individual. Solo puedo contestarla gracias a lo que me han contado:

En mi casa se escuchaba mucha música: mi mamá era más rocker, mi papá más jazzista. Teníamos una walkman Sonny en casa y yo escuchaba a The Beatles una y otra vez, al parecer a partir de los tres años.

A los cuatro ya me sabía todas las canciones del With The Beatles: me sabía los intervalos tonales entre las canciones, pronunciaba correctamente las letras, y comencé a preguntar qué significaban las palabras que me sabía de memoria. También escuchaba a Led Zeppelin y a Queen, pero supongo que eran músicas demasiado elaboradas para mi pequeña cabeza. Así que mi primer amor fue el With The Beatles, escuchado con audífonos criollos en una walkman Sonny conectada a la pared, porque no había baterías.

Del Rock'n Roll y el hard rock al grunge

Eso que llamamos genéricamente Rock es un animal silvestre que ha evolucionado y se ha diversificado musical y socialmente a una velocidad vertiginosa. ¿Qué vertientes de esas ramificaciones te arrastran más?

En general me atrae mucho el mestizaje. Pese a que mi educación sentimental tiene que ver más con el Rock'n Roll y con el hard rock, en la adolescencia conecté fuertemente con el grunge:

Kurt Cobain era hermoso y se dio un tiro, ya sabes. Al principio de los 90, en plena crisis económica, no era fácil aún ponerle cara a los artistas que uno escuchaba todavía en cassettes. Y Kurt Cobain tenía cara, muy probablemente porque su cara era muy hermosa.

Luego escuché Pearl Jam, Alice in Chains, Sound Garden y Smashing Pumkins. Luego llegó el Purple, de ese fenómeno efímero que fue Stone Temple Pilots. Fuera del grunge, lo normal para aquellos tiempos, supongo: Bon Jovi, Guns'n Roses y el hard rock que traía de antes.

Lilliam Ojeda: mujer riendo.
Homenaje a Ozzy Osborne, con Zeus (Maxim Rock, 2022). | Imagen: Junior Hernández Castro

El rock, ¿solo en inglés?

¿Crees que el Rock está indefectiblemente ligado a la lengua inglesa? ¿Qué opinión te merece la trascendencia de este género en idioma español o cualquier otro que se distancie culturalmente de las tradiciones anglosajonas?

"...adoro el mestizaje, porque toda puridad fue, en su génesis, la mezcla de varios elementos ya conocidos, y creo que los hispanohablantes hemos aportado muchísimo al desarrollo del género (rock) y a su mercado"

Por supuesto, aquí solo puedo responder mi opinión. Los "frikis" son extremadamente sensibles con ciertos temas (llevan décadas en bronca decidiendo si Led Zeppelin es mejor que Deep Purple). Como te dije antes, adoro el mestizaje, porque toda puridad fue, en su génesis, la mezcla de varios elementos ya conocidos, y creo que los hispanohablantes hemos aportado muchísimo al desarrollo del género y a su mercado.

Hay grandes bandas de rock (y todos sus subgéneros) tanto en España como en la América de habla hispana. Del lado de acá del océano, el fenómeno argentino es muy representativo de esto que digo. México y Chile también tienen su pedigree, y en Cuba… ya sabemos lo que pasó durante décadas con los cultores del rock.

Creo que si no llega a ser por esa censura ideológica que ahora nadie sabe de dónde salió, estaríamos al nivel de los países que mencioné antes. Pero ya nunca lo sabremos, nos robaron la posibilidad para siempre.

Lilliam Ojeda.
Homenaje a Led Zeppelin (Karl Marx, 2014). | Imagen: Yasser Expósito

En cuanto al rock producido fuera del ámbito anglosajón, me parece que otro de mucha relevancia es el que se genera en los países nórdicos, que viene acompañado de un imaginario y una tradición muy especiales y atractivos para los públicos de todas las procedencias.

El proyecto Exit

Cómo mismo te digo que me gusta el Rock, experimenté un festín neuronal cuando descubrí el cancionero de la trova tradicional cubana, la música brasileña, la tribal del África subsahariana, la sinfónica; y luego otros timbres del pop y la fusión que me han acompañado hasta hoy.

Además de los links que me enviaste, he visto otras cosas tuyas, sinceramente sublimes, la verdad, en las que interpretas temas de tu autoría a cappella. Te voy a hacer esta pregunta porque es obvio que tu diapasón musical se alimenta de muchas vertientes. ¿Cuáles son estas influencias? ¿Qué es Exit?

Primero te voy a responder qué es Exit, que es la pregunta más sencilla. Comenzando la pandemia me quedé sin trabajo y encerrada con mis dos hijos pequeños, en una situación que prefiero no recordar. Algunos músicos de Luces Verdes que habían trabajado conmigo anteriormente me animaron a armar algo para ejercitar “el músculo” durante el encierro.

Ellos venían de una práctica de composición y arreglo de temas originales, y me sentí motivada por primera vez en mi vida a componer canciones. Pienso que esa motivación (y estar con mis hijos) fue lo que me permitió soportar aquellos meses espantosos en los que vivimos prácticamente de la caridad de familiares y amigos, porque me quedé imperdonablemente afuera de la subvención que le fue garantizada a todos los músicos durante la pandemia.

I’m sick of It

Sin cobrar yo un centavo, y ellos jugándole cabeza al toque de queda, empezamos a trabajar en mi casa con la computadora vieja de mi esposo, que fue el artífice principal de todos los arreglos a mis letras.

Le pusimos Exit al proyecto; mi amiga Mildrey Ruiz (de La Rueda Films) me tiró un cabo gigantesco produciéndonos un vídeo clip con cero recursos (I’m sick of It), y mi hermano en Italia (que también es músico) me ayudó abriendo un canal de YouTube (porque yo soy un arado para ciertos trámites).

Tecnológica y burocráticamente huérfanos, sin perspectivas de poder trabajar de forma legal (que te aprueben una plantilla es altamente improbable), sin recursos para grabar de forma independiente (producir música es carísimo, para los que no lo saben), nos quedamos sin baterista.

Todo quedó un poco en suspenso, sobre todo porque no creo que exista un momento peor que el actual para hacer un repertorio propio de rock en Cuba. Exit sigue en pausa.

Influencias musicales

¿Influencias? Es una pregunta que creo que nunca sabré contestar. Me gustan muchas músicas. Me crié en los backstages del Jazz Plaza (mi papá era miembro del comité organizador del Festival y creador de los salones FotoJazz) y experimenté mucho jazz en vivo en mi infancia.

La música popular cubana habrá venido un poco después, supongo, junto a la trova. En general, me gusta toda la buena música, desde el fado portugués hasta la música sinfónica. Pero hablar de influencias es algo a lo que no me atrevo. No poseo el distanciamiento que se precisa para hacerlo desde la objetividad.

Aprendiendo sobre la marcha...

El currículo que me mandaste es casi un haiku. No veo ahí nada parecido a estudios musicales académicos. ¿Los tuviste?

No. Aprendí sobre la marcha. De niña tuve un guitarrista acompañante que me enseñó algunos trucos de respiración y me educó en el hábito de cantar con acompañamiento.

No recuerdo de dónde salió aquel buen hombre, ni qué fue de él. A mí me enviaban a declamar y a cantar a cuanto concurso, festival y/o evento patriótico aparecía.

La primera vez que canté en el Karl Marx tendría unos ocho años (todo esto es anterior a La Colmenita y a “los niños Tribuna”, aclaro). De ahí para acá, tuve el placer y el privilegio de colaborar con músicos y vocalistas que me enseñaron todo lo que sé.

Liliam OJeda de niña cantando en el teatro.
Teatro Karl Marx (1991 o 1992). | Imagen: Helio Ojeda.

Uno de mis aprendizajes más largos, intensos y placenteros fue con Frank Delgado, con quien empecé a colaborar en el 2005, hasta que la pandemia llegó y paró el mundo. Frank es una escuela, no solo musicalmente hablando, sino también como comunicador. Tiene una cultura enciclopédica y una memoria insuperable. Nunca dejé de disfrutar en sus conciertos… y de aprender y robar trucos también.

¿La música, la dramaturgia o la actuación?

Yo no creo en paradojas como las del huevo y la gallina porque no hay que ser Darwin para dejarse coger para eso. Pero, retozando un poco con ella —con la paradoja, quiero decir—, ¿qué fue primero en tu inquietud intelectual: la música, la dramaturgia o la actuación? ¿Fueron apetencias independientes, o las veías como un solo fenómeno escénico?

Para responder a esta pregunta recurro, una vez más, a los recuerdos de otras personas. Ya te respondí antes lo de la música. La dramaturgia… Vamos a partir del hecho de que los juegos de roles en la infancia son una protodramaturgia nada casual. Un niño que otorga un rol a cada uno de sus juguetes y los pone a enfrentar obstáculos o a rivalizar entre sí está realizando un ejercicio dramático.

Desde que aprendí a escribir me convertí en una grafómana: escribía novelas ilustradas con fotos que recortaba de las escasas revistas que tenía a mi disposición. Mis personajes tenían nombres en inglés o en francés (en mis primeras lecturas hubo mucho de Mark Twain y de Alexandre Dumas, padre).

Lilliam Ojeda: "...a los 14 escribí mi primer monólogo corto a petición de la actriz Yuliet Cruz"

Cuando fui lo suficientemente mayor como para que mi papá me confiara su Hermes portátil, ya había descubierto que todo lo que dicen los actores en la televisión y en el teatro era un texto escrito por alguien, y ese alguien era el dramaturgo o guionista.

Podrá parecer una obviedad, pero hay adultos que no lo saben aún. Empecé a escribir guiones en la máquina de escribir de mi papá, compulsivamente. Escribí además cuentos, poemas y seguí con mis novelas “ilustradas”. En general tenía un mundo interior muy intenso, bastante incompatible con la mayoría de la gente de mi edad, y todo eso tenía que salir por alguna parte.

Luego, cuando sobre los 12 años empecé a hacer teatro en la Casa de la Cultura de Plaza, empecé a coger tamaño de bola de verdad, y a los 14 escribí mi primer monólogo corto a petición de la actriz Yuliet Cruz (que venía conmigo desde la Casa de la Cultura) para su graduación de primer año del ISA. Supongo que ese es el comienzo “oficial”.

Liliam Ojeda: "...de alguna forma ya yo era dramaturga antes de entrar al ISA"

¿Por qué estudiaste Dramaturgia? ¿Está adosada la Actuación en el programa curricular de esta especialidad?

Creo que en el programa del curso diurno imparten Actuación. Pero ya yo percibía un salario por hacer teatro desde antes de entrar al ISA, en la compañía Rita Montaner.

Entré al ISA por curso para trabajadores con 22 años, así que, por desgracia, supongo que me perdí muchas cosas interesantes. Trabajando desde los 17 (empecé con esa edad en el Conjunto Artístico Comunitario Korimakao) hice todo el “pre” en la Facultad Obrero Campesina.

Pienso que, de alguna forma ya yo era dramaturga antes de entrar al ISA: había escrito cuatro obras, una de las cuales fue merecedora del premio internacional “La escritura de la Diferencia” justo unos meses antes de pasar los exámenes de ingreso de la carrera.

Pero anhelaba una formación superior, con todos sus componentes y no solo por la especialidad. Puedo decir que mis años en el ISA fueron de lo mejor que me ha pasado en la vida: los disfruté intensamente (pese a que a veces me quedaba dormida en clase por culpa de mis trabajos nocturnos). Tuve excelentes profesores y unos condiscípulos que fueron y siguen siendo la tiza.

"El hombre que no estaba"

En ocasiones se hace muy difícil tener preferencias desde el acto creador, por lo que considero esta pregunta un poco prosaica: ¿Tienes predilección por alguna obra dramática que hayas escrito? De otra parte: ¿Se han representado todas las que has concebido?

Definitivamente mi obra mía preferida es "El hombre que no estaba". Fue mi tesis del ISA y me tomó casi dos años concebirla y escribirla.

Desde finales de tercer año ya tenía claro que quería escribir una obra policíaca, y comenzando cuarto año empezó a tomar forma la fábula de un crimen imposible. Dediqué mucho tiempo a mis tres líneas de investigación incluso antes de tener tutor. La escribí en seis meses.

Fue un exorcismo largo y terrible. El que era mi esposo en aquel momento tuvo que soportar una ausencia y una enajenación muy intensas. Pero, así como yo también lo sufrí, lo disfruté en la misma medida. No sé si es mi mejor texto, pero fue el que más intensamente transitó por mi cuerpo y por mi mente antes de llegar a cerrarse.

Solo tres de mis obras se han llevado a escena: Yo no soy Charlot, en el 2006; Afuera, en el 2009; y El hombre que no estaba, en el 2012. Otras han sido semimontadas en lecturas dramatizadas y tal, pero hasta ahí.

Liliam Ojeda: "la música era el trabajo que me permitía ganar lo suficiente como para seguir haciendo teatro..."

¿Qué papeles has desempeñado en el teatro, histriónicamente, como actriz, y ya desde el punto de vista técnico, quiero decir extra actoralmente hablando?

En el teatro he hecho de todo: asistencia, asesoría, jefatura de escena, maquillaje, tramoya, sonido, luces, actuación y dirección. He vivido el teatro desde todas sus perspectivas.

Durante muchos años viví para ello; la música era el trabajo que me permitía ganar lo suficiente como para seguir haciendo teatro. Si de algo me arrepiento en mi vida es de haberle dado una importancia tan secundaria a la música durante años, pero supongo que uno nunca se equivoca en sus sentimientos, y yo me sentía de esa forma.

Como actriz he hecho bastante teatro (en obras propias y ajenas) y, por increíble que parezca, hasta cine he hecho sin proponérmelo. A los 12 años participé en unos documentales producidos por CINED. Eran sobre botánica, ni recuerdo el nombre de la producción. Estando en Korimakao vino un director francés, Serge Sandor, a dirigir un espectáculo musical llamado El vuelo del Quetzal, que tuvo una gira y que se presentó en el Festival de Teatro de la Habana. A ese espectáculo se le hizo una película y un making, que también se presentaron en el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, creo que fuera de concurso.

Tres personas en el escenario.
"El año de Kahlil Madoz", de Agnieska Hernández. Dir: Anaysy Gregory. (Café teatro Bertolt Brecht, 2012). Camila Arteche (izquierda), Liliam Ojeda (al centro), y Niu Ventura (derecha).. | Imagen: Cortesía de la entrevistada

¿Actriz o músico?

Yo tenía un personaje bastante relevante (el espectáculo era sobre la conquista de México y yo era la Malinche). Por esos años también actué en una escena de una película venezolana que nunca he visto, Habana, Habana. Hice de una vendedora de zapatos y solo tenía una escena con Manuel Porto. Actué también para algunos cortos de un amigo realizador, Pako Espinosa.

He actuado para video clips de otras personas y para los míos propios. Jamás he puesto estas cosas en mi currículum, por raro que pueda parecer; no me vendo como actriz, probablemente porque no lo soy. En general he actuado por necesidad o por circunstancias muy específicas y, pese a que lo he disfrutado mucho (sobre todo en el teatro) me siento más útil y más fructífera en otros frentes.

Arte y maternidad

Desplegar profesionalmente el juego de yaquis que te traes entre manos es complicado en cualquier circunstancia, mucho más en los tiempos que corren, y en el lugar en el que ese tiempo corre. A ello sumémosle la crianza y educación de un niño… luego de otro más (¡dos chamas!), y ya por ahí ese cúmulo de responsabilidades me empieza a despertar una ambivalencia que se debate entre el susto y la admiración. ¿Cómo sucede todo eso simultáneamente en tu vida?

Supongo que de eso se trata ser adulto. Confieso que antes criticaba para mis adentros a esas madres que dejaban de trabajar y se dedicaban exclusivamente a maternar. Después de tener hijos, te digo que ojalá yo hubiera podido hacerlo.

Con mi primer chama, trabajé hasta los 5 meses de embarazo y retomé la tarima tres meses después de su nacimiento. Mi hijo más pequeño vino al mundo 15 días después de un concierto (tuve que cantar sentada, porque los tobillos se me reventaban de tan inflamados), y a menos de dos meses de la cesárea ya volvía yo a las andadas.

Una parte de mí quería dedicarles todo el tiempo del mundo, pero otra parte anhelaba volver al escenario y volver a ser productiva. Y como las madres músicos solo tenemos derecho a tres meses de licencia posparto, esto terminaba de inclinar la balanza.

Liliam Ojeda: "la responsabilidad de ser madre es incomparable"

Por eso disfruté tanto los casi dos años que pasé encerrada con mis hijos, a pesar de todo los demás. Llevar una carrera “nocturna” con dos niños pequeños hubiera sido imposible sin la ayuda de los fantásticos abuelos y abuelas de mis hijos, pues mi esposo también es músico y generalmente trabajamos juntos.

Liliam Ojeda junto a sus dos hijos y su esposo.
Foto familiar. | Imagen: Cortesía de la entrevistada

Pero aun así es agotador. Supongo que estar bajo presión es algo a lo que estoy habituada desde hace años, pero la responsabilidad de ser madre es incomparable. Ahí donde uno es el máximo tribunal, la instancia superior y la figura irremplazable, las leyes normales de la física mental pierden jurisdicción y comienza el agujero negro de la angustia de lo que no es humanamente posible.

Querer estar siempre con tus hijos, aun sabiendo que eso no es bueno ni para ellos ni para ti. Deconstruirte diariamente como un acto de revisión y de sanación (para estar sana para ellos), buscar cuánto de lo que les transmito es necesario y cuánto es prescindible o tóxico…

No hay salario que pague ser madre como dios manda. No sé de qué forma sucede todo a la vez, asumo que algo siempre se hace a medias o se hace mal, pero no hay de otra. Ellos crecerán, serán menos dependientes de mí y yo podré recuperar parte de mi soberanía mental y espiritual, pero hoy por hoy constituyen el 95 % de mi espacio mental y afectivo. Mañana… mañana será otro día.

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Amilkar Feria Flores

Amílkar Flores

La Habana (1967). Escritor y artista visual. Licenciado en Pedagogía en Artes; Diplomado en Antropología Cultural y en Producción Simbólica. Ha ejercido como ilustrador gráfico, analista de prensa, periodista y profesor universitario. Ha publicado, entre otros, los títulos: Las dulces horas (Premio Pinos Nuevos 2007 (Poesía, Unión, 2008)); Algunas animalezas y otras bestialidades (Narrativa, Ediciones Extramuros, 2010 y Crónicas diluvianas (Narrativa, 2010). Cuenta con numerosas exposiciones personales y colectivas en Cuba y el extranjero. Actualmente desarrolla el proyecto de experimentación artística Observatorio Entrópico de Palatino.

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