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Artes visuales | Raúl Castro, "Memo": "La cosa está negra"

"La 'cosa' era poner a pensar al cubano, intentar que sonría con la mente". 

Cuba en blanco y negro, rota.
"Fractura" (2020). | Imagen: Cortesía del entrevistado

Se estrellaría de nariz la trayectoria ético-moral de todo revolucionario si no fuera capaz de mantener una esmerada vigilancia sobre su obra. De ahí que el inmovilismo y la apatía sean tendencias incompatibles con este ideario. Ello implica una apertura estético-ideológica ante los desafíos que impone cada circunstancia y, en correspondencia, un renovado acompañamiento en la práctica. Si alguna cosa no marchara por el camino correcto, hay que atajarla para evitar futuras desviaciones.

Tal es el presupuesto teórico-práctico que, en el actual panorama, hacen que Raúl Castro no ceje en una adecuada política de cuadros, que es lo mejor que sabe hacer desde su graduación en la Academia de Artes Plásticas de San Alejandro. Decodificando la retórica introductoria, este artista visual es de los que continuamente oxigena sus herramientas estéticas, apelando para ello a una cuidadosa praxis. La pulcra capacidad para mostrar los aciertos de su trabajo, no le permiten el lujo de la prisa, ni de una técnica contraproducente en detrimento de los parámetros semánticos en su discurso. Con el oficio ganado a lo largo de su carrera apuntala los resortes conceptuales de sus propuestas, para centrarse en la interpretación crítica de su entorno sociopolítico.

Antes de continuar, y para restar malentendidos, Raúl Castro Camacho se hace llamar Memo. Ello evita que lo vinculen con el célebre San Raúl del Medioevo, aquel monje inglés del Císter, fundador del monasterio de Vaucelles. Cualquier otra asociación con los posteriores Raúles de la historia es pura coincidencia. Acerca de La cosa está negra, una de sus muestras antológicas, hace diez años escribí una reseña publicada en Esquife, una revista precursora del periodismo electrónico en Cuba. Imposible hacer link con aquel texto, puesto que la publicación fue torpedeada por la censura oficial, y yace, junto a su valiosa carga documental, en el fondo de ceros y unos sedimentados por el olvido. Una década después, me reúno con mi amigo Raúl Castro para constatar la actualidad de ciertos eventos.

Te decía que encontré en mis archivos la reseña que escribí hace diez años sobre La cosa está negra. Parece que fue ayer, que no ha pasado nada. Y no sólo me refiero al tiempo, sino que, a nivel sociopolítico, tampoco ha pasado, literalmente, nada: la “cosa” sigue estando negra, muy negra, más negra que nunca. De ahí la vigencia de aquella muestra. Varios críticos y curadores, como Frency y Hamlet Fernández, han escrito atinadamente sobre tu obra, de modo que los dejo como referentes, y me centraré durante esta conversación en otros particulares de tus procesos creativos. Quisiera saber, si comprimiéramos el tiempo —de modo que los años fueran equivalentes a minutos— desde la última tela que pintaste para esa serie, ¿qué añadirías? ¿Consideras que todo lo que debió ser dicho acerca de esta oscuridad quedó resumida en aquella exhibición?

Aquí no ha pasado nada, nada de nada, como bien dices. Este “surrealismo tropical”, en el que estamos inmersos en el verde caimán, es de lo que me alimento a diario para construir los discursos sobre mi trabajo: de este que me hablas, los otros y los que estén por venir.

Tal vez, en su momento, hubiese añadido algunas ideas más a La cosa está negra, pero el criterio museográfico, en una selección junto al curador Alejandro Machado Font, fue muy estricto por causa del espacio en la Galería 23 y 12, que no es de grandes dimensiones. Con seis lienzos de gran formato fue suficiente para cubrirlo.

Acerca de si todo se dijo en esa muestra, o no, eso se lo dejo a los críticos, curadores y a los espectadores. En lo que a mí respecta, estuve muy satisfecho con el resultado. Quería trabajar con íconos empleados por nuestra “publicidad” oficial y cultural, con esos con los que crecimos todos nosotros, y a partir de ahí construir un discurso irónico y jocoso, apoyado por esa especie de teatralidad oscura, vigente en la muestra.

La “cosa” era poner a pensar al cubano, intentar que sonría con la mente, partiendo de esa sentencia típica de nuestro choteo, y que vengo escuchando desde hace unos cuantos años: “La cosa esta negra”.

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De la serie "Entre muros": "Depresión tropical" (2009). | Imagen: Cortesía del entrevistado

Rastreando tu trayectoria artística, a nadie le caben dudas sobre tu preocupación por temas específicos de la política nacional y sus repercusiones en otras esferas de nuestra realidad. Aunque mi curiosidad gira en torno a La cosa está negra, existen en tu obra anterior referentes conceptuales que la vaticinan. En Entre muros, ¿hasta qué punto los límites físicos de nuestra geografía se han hecho compatibles con los de la ideología de los últimos sesenta años? ¿Está referida esta serie, exclusivamente, a la tragedia migratoria de los cubanos?

Entre muros es una serie que significa mucho para mí. Es corta, solo consta de 10 piezas, porque nunca me ha gustado dilatar mucho las series. Fue mi primera muestra personal después de regresar a Cuba, luego de un año, y llevaba algún tiempo sin retomar el trabajo. Se me ocurrió hacer algo con el Malecón, sabiendo que iba a engrosar la lista de artistas que han plasmado el tema del muro en sus obras, y lo utilicé como vehículo expresivo para darle otra corporeidad, otra lectura, digamos más social, de corte crítico.

La serie discursa sobre la emigración cubana, el éxodo masivo, temáticas ya tratadas en nuestro panorama creativo por su evidente connotación social y política, y que a mí me siguen despertando interés. Creo que ese tema es una constante en nuestro contexto.

Utilizar el muro como representación simbólica de límite era mi principal propósito. La distorsión espacial en la perspectiva, las variables de diseño en la reconfiguración de la estructura del litoral, y la evasión de colores realistas, saltan a la vista en las telas. Todo eso está apuntando a una intención dramática en el contén simbólico de una zona hostil, devenida en barrera para ese “flujo migratorio”.

Usar esa estructura arquitectónica, fronteriza de nuestra ciudad, una frontera natural, en primera instancia, como demarcación física de un espacio ideológico transgredible, pero difícil de superar, es lógico que conlleva a otras lecturas que rebasan el marco meramente formal.

dos manos
De la serie "Penumbras": "Traigo la Luz" (2012). | Imagen: Cortesía del entrevistado

Casi siempre los artistas se adelantan a sus condicionantes sociales, proponiendo alternativas, a veces un poco locas, que al menos expresan una necesidad de transformación. A lo largo de tu evolución estética he podido apreciar una alternancia, sumamente lúdica, en la que saltas de la opacidad apenas contrastante de superficies negras, a otra completamente inversa, blanca. En ambos casos, el espectador debe prestar atención a la sutil diferencia en la degradación de valores, que utilizas como técnica, para desentrañar la figuración contenida en cada obra. Sin embargo, lo que me resulta revelador, creo que doblemente revelador, es ver como una serie —Penumbras— se devela, por inversión, en blanco —Brumas. Entre una y otra, ¿es intencional ese deseo en el cambio de paradigma, a nivel político, aun cuando las figuraciones de ambas series gravitan en torno a temas similares?

La serie Brumas la doy a conocer en el año 2015 en la exposición Espejismos, en la Galería Galiano. Y sí, como bien dices, tiene similitudes formales con la serie Penumbras, pero no conceptuales, en cuanto al discurso. Espejismos es una muestra que descansa su interés fundamental en la asimilación de íconos, lugares, acontecimientos —tanto locales como foráneos— que se integraran como un solo argumento, llegando así a crear una especie de teatralidad cosmopolita, de ficción multicultural, ideológica. Poniendo a dialogar, en una misma escena, los elementos simbólicos instaurados en la memoria colectiva local, junto a otros paradigmas universales, de modo inusual, irónico, pretendo dislocar el discurso oficial. Todo esto lo abordé en las piezas con mucha sobriedad y una evidente economía de recursos. Tal vez en esto último estribe la semejanza con Penumbras.

Quería que en las obras de Espejismos se destacara una depurada visualidad, limpia, por la elegancia que se infiere del uso del blanco como único color; dotando a las obras, y a la muestra, de una atmósfera brumosa, borrosa y, sobre todo, incierta. Es como si todas esas referencias culturales, interconectadas, fueran producto de nuestro subconsciente. Quería que esas imágenes sintéticas, y sus siluetas borrosas, nos remitieran a espacios dramáticos o absurdos, donde la mordacidad y el humor ganaran relevancia.

Pinocho en la tribuna.
De la serie "Brumas": "El ilusionista" (2015). | Imagen: Cortesía del entrevistado

Mucho más recientemente has emprendido otro camino simbólico en tus telas. Partiendo de la circularidad en el montaje de estas piezas, induces al espectador a asomarse en el visor de un telescopio, y descubra que nuestras pequeñas tragedias, a nivel planetario, tienen su expresión en fenómenos astronómicos de magnitudes macroscópicas. ¿Podríamos cambiar el mapa del cielo modificando nuestra desastrosa conducta aquí en la Tierra? ¿O crees que estamos obligados a seguir el camino de los astros, a resignarnos a fuerzas mayores que escapan a nuestra acción?

Siempre me ha llamado la atención ese gran vacío oscuro plagado de estrellas que es el cosmos, y todo el misterio que guarda en sí.  Me interesaba desde hace rato hacer un proyecto sobre este tema en la pintura. De esta manera nace mi última exposición personal, exhibida en la Galería Collage Habana en el año 2018.

Cosmos no es más que una recreación muy personal del universo, coqueteando, parodiando y reinventando mi propio plano de las constelaciones y los signos zodiacales, que siempre han tenido gran significado para diferentes culturas humanas a lo largo del tiempo.

La galería me sirvió como una gran nave espacial, ayudado por el formato circular de las obras. La idea era que los espectadores experimentaran estar dentro de una gran nave espacial, levitando y divisando, a través de esas ventanas circulares, todo un universo parcialmente desconocido de constelaciones y asociaciones construidas por el imaginario popular, y bueno, desde mi propia imaginación. Esa sugestión, de que la muestra involucrara al público con el espacio directamente, estuvo en la matriz curatorial.

Conceptualmente, como te decía, partiendo de la tradición popular en la identificación y repercusión de los astros en la vida de los humanos, fue que me atreví a recombinar las constelaciones con otras de mi propia invención. Aquí introduzco alteraciones que juegan con esquemas simbólicos, políticos, ideológicos y religiosos. Esa es la idea, cambiar todo ese cosmos conocido, partiendo del saber ancestral.

Creo que todo está sujeto a cambios, dependiendo de la percepción y significación que le demos a las cosas. Yo he alterado la configuración de las estrellas. Todos podemos hacerlo. Sólo hay que estar en disposición, y tener voluntad, claro, para que las cosas cambien; bien sea de arriba hacia abajo, o a la inversa.

Galería y cuadros.
Panorámica de la muestra "Cosmos" (2018). | Imagen: Cortesía del entrevistado

Como hace rato no chocábamos, no sabía la noticia de tu colaboración con Lynn Cruz y Miguel Coyula. Pero aquí no hay misterio. Enseguida te tiraron por la planta. ¿De qué se trataba? ¿En qué consistió tu participación?

La colaboración con Lynn Cruz fue muy sencilla, y se limitó a la producción de unos elementos que usarían para una puesta en escena de la obra Sala-R, del grupo de teatro Kairós. Fue una experiencia muy interesante en cuanto a hacer otro tipo de arte, en este caso, salirme de lo bidimensional y adentrarme en lo tridimensional, como lo es la escultura. Fue casi un reto que disfruté muchísimo, al igual que mi conformidad y la de Lynn por el resultado final. Son un grupo muy profesional en lo que hacen, y se toman muy en serio su trabajo. Fue un placer trabajar con ellos, y en especial con Lynn, por confiarme ese desempeño escenográfico. Nadie quita que en el futuro volvamos a coincidir.

Las fotos que me mostraste me parecen muy buenas. Creo que es un camino que está a la altura de tu obra anterior. ¿Piensas seguir trabajando en soporte fotográfico? ¿Alguna otra sorpresa, planes?

Ahora mismo quisiera “refrescar” un poco de la pintura. Estoy un poco saturado de mi trabajo, y necesito dejarlo a un lado por un tiempo para explorar otras manifestaciones. Digamos que operar con otras morfologías me está haciendo bien porque me hace replantear mi próxima serie, de la cual ya tienes un adelanto con lo que te mostré cuando nos reunimos, aunque de momento no quisiera adelantar más. Ahora mismo tengo una serie fotográfica que está en proceso, prácticamente terminada y lista para imprimir, y, por otra parte, también estoy en la producción de un video-arte que también se encuentra en fase final de edición.

Hombre pintando.
Raúl Castro Camacho en su taller. | Imagen: Cortesía del entrevistado

Amilkar Feria Flores

Amílkar Flores

La Habana (1967). Escritor y artista visual. Licenciado en Pedagogía en Artes; Diplomado en Antropología Cultural y en Producción Simbólica. Ha ejercido como ilustrador gráfico, analista de prensa, periodista y profesor universitario. Ha publicado, entre otros, los títulos: Las dulces horas (Premio Pinos Nuevos 2007 (Poesía, Unión, 2008)); Algunas animalezas y otras bestialidades (Narrativa, Ediciones Extramuros, 2010 y Crónicas diluvianas (Narrativa, 2010). Cuenta con numerosas exposiciones personales y colectivas en Cuba y el extranjero. Actualmente desarrolla el proyecto de experimentación artística Observatorio Entrópico de Palatino.

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