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Artivistas | Solveig Font, el arte de abrir ventanas

La curadora Solveig Font dirige en La Habana el espacio de arte independiente Avecez Art Space y es una activa integrante del movimiento 27 N, su testimonio evidencia la ruptura sociopolítica que ha experimentado el civismo cubano del siglo XXI.

Solveig Font, curadora de arte.
La curadora de arte Solveig Font Martínez. | Imagen: Cortesía de la entrevistada

A mi regreso a Cuba, luego de tres años de ausencia, encuentro cambios sustanciales entre los ingredientes de la vida cultural que había dejado atrás, en 2014. Muchos amigos se habían largado, mis estudiantes se graduaron, espacios alternativos de exhibición como Cristo Salvador habían desaparecido, transcurrió una Bienal y un Salón de Arte Cubano Contemporáneo, filmaron una de las sagas de Rápido y Furioso en La Habana, hubo una pasarela de alta costura en el Paseo del Prado, Obama había visitado Cuba. Me encontraba aturdido. El regreso al intranjero implicaba serios retos para mi reinserción.

Como las relaciones humanas gozan de probada flexibilidad, más en el medio artístico, aparecieron nuevos amigos, como si siempre hubiesen estado en el círculo más cercano. Eso me sucedió con Solveig Font, una de las personas con las que, a través de su energía e hiperquinesia social, ayudé a reconstruir los faltantes de mi ausencia nacional. No voy a decir que nuestro acercamiento fue instantáneo. Ese no era un requisito imprescindible para intuir que podíamos contar con el otro desde los primeros roces. El pasado abril realicé una muestra-presentación de dos libros míos en su acogedor espacio doméstico, Avecez Art Space. Lo pasamos divinamente.

Suficientemente conocida por su labor curatorial y de producción artística, lo es también por su activa membresía en el movimiento cívico 27N. Esta pinera-habanera, nacida en 1977, es resultado de la evolución y ruptura sociopolítica que ha experimentado el civismo cubano del siglo XXI. Nadie mejor que ella para contar su toma de conciencia en esta transición.

 

Esta no es la conversación que quería sostener contigo hace casi un mes. El orden de prioridades ha cambiado dramáticamente, a la sombra de los últimos acontecimientos, de modo que tendremos que empezar por el final. ¿Encuentras puntos de contacto entre los reclamos del movimiento cívico al cual perteneces y las protestas populares del 11 de julio?

 

Por supuesto que sí, libertad. Pedíamos cosas más específicas el 27 de noviembre, pero era respondiendo a un lenguaje más puntual: libertad de expresión, libertad de disenso, derecho a tener derechos, libertades políticas, libertades económicas. Con otra tónica, yo creo que el pueblo fue a por esas mismas libertades que pedimos nosotros, y por supuesto, más que nada, por “Patria y Vida”, consigna que nace en el contexto de la represión ejercida sobre el Movimiento San Isidro, y después contra el grupo 27N. Por lo tanto, “Patria y Vida” se convierte en el himno del pueblo, y de estas manifestaciones populares. 27N siempre ha manifestado su posición ante la no violencia, y yo creo que las manifestaciones, todas las que vi, comenzaron siendo no violentas, para nada agresivas, para nada en contra del otro. En muchas, de hecho, pasaban alrededor de la policía, y seguían si la policía las dejaba, y no las tocaban. Cuando la policía comenzó a responder, a ser agresiva con las personas que estaban ahí, o a llevárselas, fue que empezó la violencia. Por lo tanto, la no violencia es algo que 27N ha tenido siempre muy claro dentro de su manifiesto, y en todas las demandas que hemos pedido. También creo que 27N intentó visibilizar las formas de ejercer algunos derechos ciudadanos, y eso es importante porque abrió una pequeña ventanita. No quiero dar ningún crédito a 27N, creo que la manifestación del 11 de julio fue abiertamente popular, a la cual nos unimos en algún momento, pero el centro de estas manifestaciones no tuvo nada que ver con nosotros.

Aunque lo hubiéramos querido, no fuimos los que iniciamos el 11J, desafortunadamente; pero sí, de alguna manera abrimos ventanas.

En este sentido de ejercer derechos ciudadanos, hay otro punto: el derecho cívico a manifestarse, que es algo que pedimos desde el principio; de hecho, el 27 de noviembre fue una oportunidad para ejercer el derecho a manifestarse por primera vez, o en mucho tiempo, por la cantidad de personas que habíamos allí, estoy hablando de quinientas cincuenta personas, con toda la Seguridad alrededor de nosotros, esperando horas y horas por una respuesta determinada frente al Ministerio de Cultura. Fuimos directamente allí porque ese organismo es nuestro interlocutor fundamental, en el caso de los artistas.

 

¿Existe algún precedente, alguna inquietud cívica, que te llevara a las puertas del Ministerio de Cultura el 27 de noviembre?

 

Para mí, el precedente más directo fue la lucha contra del Decreto 349, en la que estuve involucrada un poquito más desde el principio, y que realmente fue ilustradora, iluminadora. Yo soy una persona ingenua, que siempre he tenido un sentimiento de fe en el ser humano, en que las cosas van a mejorar, en que las cosas van a cambiar, y así he vivido mi vida, ha sido mi forma de ver la vida. El Decreto 349, que sumó gran cantidad de personas en su contra, fue una lucha grande, creo que de las más grandes que se han hecho, aunada siempre desde las redes, siempre desde el artista, reclamando al Ministerio, al Viceministro. En ese intento, por supuesto, nos dimos cuenta que no había una comunicación, y que ellos nunca nos entendieron. Cuando ponen en prisión a Luis Manuel Otero, comenzamos la lucha por su liberación, y a partir de ahí se nos acusó, a todos los que estábamos en esa causa, a los que habíamos hecho una actividad en España por su liberación, se nos acusó de mercenarios. Ese fue para mí un precedente súper importante, duro, ilustrador, porque, hasta ese momento, según mi experiencia de vida, que me crie con padres intelectuales, pero del Partido, con una apasionada fe en la Revolución, yo todavía creía que realmente existían gentes mercenarias pagadas por el imperio. Por lo tanto, cuando me acusan a mí de mercenaria, empiezo a cuestionarme todas las acusaciones anteriores, empiezo a cuestionar todo lo que decían de otra gente con anterioridad. De cierta manera, con su acusación, ellos son los culpables de que yo esté en esta posición. Cuando me convierto en mercenaria, según ellos, aunque no lo soy, me doy cuenta de que mienten, manipulan. Ellos lo que no quieren; por supuesto, cosa tonta la mía, que no lo sabía en ese momento; lo que no quieren es que nada disienta, para que no enturbie lo que ellos quieren que sea este país, que todavía no sé qué cosa es. Ese es mi precedente. La lucha contra el 349 no fue tan dura como la del 27N, no fue tan dura como la del MSI, pero fue una lucha intensa, en la cual hubo cansancio. Pasaron dos años después, y no sucedió absolutamente nada, se disolvió prácticamente todo. Todo el trabajo que habíamos hecho se quedó en eso, hasta que empezó la huelga de San Isidro.

 

¿Qué y dónde estudiaste?

 

Estudié Estudios Socioculturales, en la Facultad de Artes y Letras. Cuando empecé no era solamente allí, tenía espacios docentes en varios lugares, pero terminamos los dos últimos años en la FAYL, y creo que ahí finalmente se quedó la sede. ESC es una carrera para trabajadores, no es como Historia del Arte y Filología, que se estudian en el Curso Regular Diurno; era en horario diurno, pero para trabajadores. En el momento en que tenía que estudiar una carrera, estudié otra cosa, Química; también quedé embarazada, en fin… Esta nueva carrera me dio la oportunidad de estar lo más cerca posible de lo que quería, que era Historia del Arte, donde no hay cursos para trabajadores. Fue una carrera muy bonita, y me ayudó mucho a desarrollar la parte investigativa, a tener herramientas, porque se dan disciplinas como Demografía, Estadística, Investigación de Campo, todo lo que tiene que ver con el trabajo comunitario. Aprendí mucho de Geografía. Yo soy mala con la Geografía, pero terminé haciendo buenos trabajos en esa disciplina.

 

¿Alguna influencia familiar en tu sensibilidad intelectual, humanista?

 

Solveig Font, curadora de arte.
Imagen: Cortesía de la entrevistada

Yo creo que sí. Mis padres tenían una sensibilidad especial como intelectuales y como humanistas, que heredamos mi hermana y yo. Hasta cierto punto, a veces, no sabemos exactamente cuáles, porque murieron muy jóvenes, y como siempre comento con mi hermana, hay muchas cosas que se quedaron por preguntar. Mi padre estudió Lengua Inglesa y Norteamericana, y además tocaba música, percusión, también cantaba. Tocó en el primer grupo de Rock grabado en Cuba, que se llamaba Los Pacíficos; a la vez era escritor, poeta. Mi madre era licenciada en periodismo. En los años ´70 a muchos graduados los castigaron por su revolucionaria manera de pensar, mandándolos a La Isla. Mi papá fue uno de esos castigados enviados allá. Ahí le dieron apartamentos en un edificio a varios recién graduados, y como aquí en La Habana no tenían nada, para ellos era como vivir en un paraíso. Nací en La Habana, pero me crie en la Isla de la Juventud, que yo considero mi ámbito natal. Viví allí hasta los 17 años, y me formó como el ser humano que soy. Le debo mucho a la vida que allí viví con mis padres, pero también a La Isla propiamente, a sus amigos. Mi padre tenía una personalidad fuerte, no fuerte de machista, sino todo lo contrario, magnética. En mi casa siempre se reunían escritores, amigos y músicos, a echarla, como decimos nosotros. Fanáticos del ron, fanáticos de las veladas, de las descargas, de la buena música, de la música en inglés; en La Isla, como estábamos solos, podíamos oír la música que quisiéramos. Mi padre era feliz... Los cuentos de mis padres en La Isla, primero en La Demajagua y después en Gerona, son disímiles y divertidos. Siempre vivimos en una especie de comunidad cultural en aquel momento.

Estudié piano desde los 7 años. Nuestros padres también nos ayudaron con el hábito de lectura. Mi papá, cuando teníamos diez u once años, nos empezó a dar un libro acorde a la edad que teníamos, supuestamente era como una orden, pero en realidad nos estaba dando una herramienta cultural. Y así leí en aquella época Corazón, Konrad; y un poco después, El Mundo de Sofía; más tarde, Rayuela, que después mi papá consideró que me lo había dado demasiado pronto. ¡Rayuela, con 16 años, me traumaticé! Mi madre, periodista, era parte de ese mundo, pero era un poco más pragmática, aunque siempre dejó que esa ala de mi familia estuviera superviva. Mi padre siempre fue como el Dios de la familia, la luz, el sol; con él se nacía y con él se dormía. Con el tiempo, los amigos de mi papá regularmente eran más jóvenes que él, porque todos los que se graduaron en su época regresaron para La Habana; los de mi mamá también. Mi papá era miembro de la UNEAC, Presidente de la Sección de Escritores en La Isla. Todos sus socios, socios de drinking, hablaban de poesía, de arte, de libertad; de libertad, sin saber que un día habría que decir, literalmente, Libertad…

Después vinimos para La Habana, porque Abel Prieto llamó a mi papá para que escribiera Hurón Azul. Él fue su primer guionista, por diez años. Mi mamá se incorporó como periodista a la Agencia de Información Nacional, y así continuó nuestra vida por acá. Vivíamos muy cerca de la UNEAC, lo que facilitó que nuestro mundo se mantuviera en ese ambiente cultural, sumados a la herencia que tenían mis padres de sus amigos aquí en La Habana. Mi hermana estudió Filología, yo fui la única de la familia que decidí estudiar Química, una Ciencia Exacta, y todos me veían como el objeto raro. Finalmente decidí estudiar Estudios Socioculturales, pero ya mi papá había muerto para ese momento, y mi mamá murió poco tiempo después.

 

¿Qué es Avecez Art Space?

 

Es un espacio de arte independiente, que ocurre, existe, en mi hogar, donde vivo con mi hijo. Ese espacio nació en el 2014, por la petición de una amiga curadora, Raquel Cruz; ella estaba buscando una casa para hacer una exposición, ella es amiga de mi pareja en aquel momento, y le dije, claro, vamos a hacer algo en mi casa. Hicimos la exposición y nos sentimos súper felices. Yo experimenté la cercanía con lo que ocurría en mi casa paterna, cuando mis padres estaban vivos, esa comunidad, esa relación que se establece cuando uno trabaja en comunidad y en algo creativo. Eso lo amé, una de las cosas que todavía amo como curadora es el proceso, no es que no ame la exposición cuando se inaugura, pero amo más el proceso de realizarla. Esa interacción puede ser estresante, pero a la vez crea lazos muy profundos. Después que terminamos esa primera experiencia, te pasa como con la adrenalina, quieres volverla a experimentar. Julio Llópiz y yo, que estábamos llevando el espacio juntos, pensamos que sí, que había funcionado, y lo llamamos Sometimes Art Space, por sugerencia de una amiga. El hecho de hacerlo un espacio ocasional nos encantó, nos ayudó con la regularidad, es a veces, no es todo el tiempo, no es una galería de arte, es un espacio alternativo, no teníamos un calendario de trabajo, no queríamos presión, queríamos hacer algo cuando quisiéramos, con quien quisiéramos y a la hora que quisiéramos.

También respondió, en un momento determinado, a una crisis institucional, una crisis en la que no existían galerías suficientes para artistas jóvenes, que no están interesadas en ellas, porque tienen que comercializar ese arte joven y no saben cómo hacerlo, un tipo de obra diferente. Están muy atrasados con el tipo de obras que se exponen en galerías, no saben buscar a los artistas, visitarlos, estudiarlos, no conversan con ellos. En ese momento, 2015, los artistas hallaron en nuestro espacio un sitio para hablar de arte, de la vida, tomar café, beber, y se sentían mucho más afines, diríamos, en su salsa. Es un espacio donde la gente habla normal, sin un tratamiento frío, o con demasiado protocolo.

 

Solveig Font, curadora de arte.
Imagen: Cortesía de la entrevistada

 

Estamos activos desde el 2014, y tenemos 16 exposiciones realizadas. Hay años en que yo he estado complicada de trabajo, y en su momento Julio también, y no hacíamos exposiciones; o años en que hemos hecho 4 exposiciones. Las hay que han sido en la sala y el comedor, y otras en que ha sido en la casa completa, incluyendo cuartos. No nos cerramos a ningún proyecto, pero la condición fundamental, el objetivo de hacer una exposición en una casa, primero, es que no es una galería, es un hogar donde viven personas, donde hay cosas que tienen que coexistir. Yo siempre he querido que los artistas, cuando lleguen aquí, convivan con esa sub trama que hay en un hogar, que hay un baño, que hay una vida por la mañana al levantarse para el desayuno. Entonces, los proyectos que se presentan deben tomar en consideración este particular, que hay una convivencia, y hay que adaptarse a ese espacio. Excepcionalmente, hay exposiciones en que los artistas trabajan sobre el hogar, y el objetivo es que me lo disloquen. A veces nos ha salido bien, otras no tan bien, a veces hemos cedido, y tampoco nos molesta, no hay que traumarse, es un espacio vivo que respira y evoluciona. Creo que eso es importante, y nos hace diferentes, aunque también hay otros espacios que usan su casa, como Aglutinador, o la casa de Cristina Vives. A mí me gustaba mucho ese tipo de movimiento, ese tipo de confrontación entre disfuncionalidad y funcionalidad, y siempre lo quise hacer así. También hemos tenido talleres, presentaciones de proyectos, de videos, conversatorios, encuentros con curadores, siempre a pequeña escala. Ha habido exposiciones súper valiosas, lindas, interesantes, por las que guardo un gran cariño, que han mostrado otro tipo de propuesta.

 

El resultado de este intercambio debe figurar en una sección de ecología y cultura ambiental, razón por la que te quería abordar inicialmente, tomando en consideración tu sensibilidad. Siendo radicalmente inclusivos, ¿qué opinión te merece el trato institucional y público que reciben los árboles de La Habana, esos apacibles ciudadanos con los que parece que cortamos todo vínculo de respeto e intercambio?

 

Si te dije ahorita que yo amaba La Isla, a la cual considero mi municipio natal, también pudiera ser de Playa, o de Marianao, pero me considero totalmente vedadeña. Vine de La Isla a el Vedado, para un lugar bastante céntrico, 17 entre G y H. Llegué aquí con 17 o 18 años, y tengo 44, o sea, ya llevo más de veinte años viviendo en el Vedado, y si algo de este lugar siempre amé, adoré, es su verdor. Ese contraste del sol, con las plantas, la sombra, el fresco, es la belleza que adoro de esta zona que vive, que respira. Sentir el olor de la yerba recién cortada por la mañana, levantarte y ver un flamboyán en rojo y verde, que te hace brillar los ojos cuando caminas, es algo a lo que estoy muy apegada. Yo creo que es fundamental el árbol, su belleza y tratamiento para la vida del ser humano, por lo tanto, me uní a las protestas por la tala indiscriminada de árboles, y lo he hecho cuando he tenido la oportunidad. Talar, sin ninguna razón, por comodidad de una vecina a la que el árbol le molesta, y que paga porque lo corten y después nadie se entera, o no recoger lo que se corta, entorpeciendo la acera, la calle por donde se camina, es afear la ciudad, y no respetar la vida de ese ser vivo que depende de nosotros, al tiempo que subvaloramos lo que de él dependemos. 

Tampoco hay dónde protestar, o la gente no sabe dónde hay que hacerlo. Yo creo que se debe facilitar un poco más de información sobre cómo se debe presentar una queja acerca de este tema. Tal vez no me he documentado bien, pero eso debe ser algo de amplio dominio público, que se diga en la televisión, como mismo existe una campaña anti vectorial contra el mosquito. Otra cosa que me interesaría conocer, y que se haga, es una campaña para sembrar árboles, una campaña para tener semillas y poder sembrar. Hace poco vi un post en Facebook de Juan Carlos Sáenz de Calahorra, pidiendo donaciones de envases de nylon desechables, para sembrar semillas de árboles en un vivero, eso es importante hacerlo, y dónde poderlos plantar después. Ese tipo de información debe existir públicamente, así como que tipo de árboles son aconsejables para esta zona del Vedado, que es urbana, que es compleja, donde hay árboles que tienen las raíces tan grandes que han roto toda la acera, y eso hay que arreglarlo, trasplantarlo, quitar ese y poner otro, no es quitarlo y dejar el hueco. 

 

Solveig Font, curadora de arte.
Imagen: Cortesía de la entrevistada

 

Sé que hay casos de tala que son necesarios. Vi un programa de la Mesa Redonda, hace ya un tiempo, y había una persona diciendo que se pueden cortar árboles, solamente, cuando están muy enfermos; de otra manera no hay permiso para talar, mucho menos en zonas urbanas, donde el árbol está protegiendo al ciudadano, brindándole salud. En esa Mesa Redonda dijeron que había muchas instituciones involucradas, que no trabajan entre sí, que talan por diferentes situaciones, es decir, si la Empresa Eléctrica tiene que talar porque hay un cable, los de acueducto lo hacen por otra razón, y lo mismo ETECSA. Esa gente no se pone de acuerdo, por lo que debería haber un especialista dando orientaciones específicas, y diga: no se puede talar, hay que buscar otra alternativa. También tenemos un conflicto, y es que toda la electricidad en Cuba es aérea, no soterrada; es un problema, y hay que atenderlo, pero buscar soluciones que ayuden al árbol, no que sea tan fácil como talar, y después veremos.

Tengo una amiga que vive en el reparto Bahía, la pobre, que tiene vigilancia policial. He ido a su casa varias veces, y no hay un árbol en todo aquello para guarecerse de este sol infernal, y la forma que a veces tenemos de reírnos del vigilante es esa, ¡porque no hay un solo árbol! Han creado toda una ciudad, un barrio grande, como Bahía, o Alamar, toda esa zona, donde no hay un árbol para meterse debajo, siendo una zona plana, con buen terreno. Yo creo que las instituciones tienen que hacer mucho más, tiene que haber una mayor visibilidad de este problema. Se ha hecho una campaña grande en las redes, a través de Habana Verde, la campaña Cuba Verde, Árbol Invertido, pero en el futuro podemos hacer una campaña desde el Arte, desde los creadores. Hay varias exposiciones que se han hecho relacionadas con el tema de lo verde, de las plantas. En enero del año pasado estuvo Feral, resultado de una convocatoria e investigación plástico-conceptual organizada por el proyecto senseLAB, que coordinan los artistas y curadores Frency Fernández y Andrea Sunder, y que contempló los tópicos: flora, fauna, medio ambiente, sensorialidad y lenguaje, en Estudio D´Nasco, también una vivienda-galería. Recuerdo otra exposición que hizo Elvia Rosa Castro sobre el tema, hace un tiempo atrás, no tengo claro los detalles... Pienso que por ahí podemos ayudar un poco a visibilizar esta problemática.

 

Amilkar Feria Flores

Amílkar Flores

La Habana (1967). Escritor y artista visual. Licenciado en Pedagogía en Artes; Diplomado en Antropología Cultural y en Producción Simbólica. Ha ejercido como ilustrador gráfico, analista de prensa, periodista y profesor universitario. Ha publicado, entre otros, los títulos: Las dulces horas (Premio Pinos Nuevos 2007 (Poesía, Unión, 2008)); Algunas animalezas y otras bestialidades (Narrativa, Ediciones Extramuros, 2010 y Crónicas diluvianas (Narrativa, 2010). Cuenta con numerosas exposiciones personales y colectivas en Cuba y el extranjero. Actualmente desarrolla el proyecto de experimentación artística Observatorio Entrópico de Palatino.

Comentarios:


Sandro (no verificado) | Mar, 17/08/2021 - 16:22

Excelente entrevista. Gracias a la entrevistada y el entrevistador.

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