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"Siempre pienso que el regreso será inminente". Entrevista a Felipe Lázaro

Felipe Lázaro en calle Betania
Poeta y editor cubano Felipe Lázaro su casa en Toledo, España.

En una reseña de Lilliam Moro, sobre el libro de cuentos Invisibles triángulos de muerte (Betania, 2017), define estas páginas como “la recreación de un paraíso perdido […] escritas tratando de mantener la mirada diáfana de un joven que de pronto se quedó sin futuro y tuvo que abandonar su pueblo natal, Güines, en una dolorosa iniciación a la vida”.

Conversamos con el autor de Invisibles triángulos..., quien es también poeta, antólogo, y alma de la editorial Betania.

 

Resulta casi un lugar común que los autores hablen de su niñez como una especie de paraíso. ¿Qué recuerda Felipe Lázaro del Güines de su infancia?

Yo salí de Cuba siendo un niño de doce años (1960) y, en ese entonces, me llamaban Felipín tanto la familia como los amigos y vecinos de mi pueblo. No te miento si te digo que tuve una infancia muy feliz. De esos últimos años en Güines lo que más recuerdo es mi asistencia al colegio americano, mi dedicación a jugar —a diario— al baloncesto, ver películas en los dos modernos cines, recorrer todo el pueblo en bicicleta, bañarme en el río Mayabeque, jugar al béisbol en un descampado por el Puente de Hierro o en el estadio… Pero, sobre todo, me sentía muy arropado por una numerosa familia, con muchos tíos y primos: la paterna (Álvarez) compuesta por tres hermanos y dos primos asturianos y sus respectivas familias, que habían emigrado a Cuba a principio del siglo XX siendo adolescentes y todos se realizaron como excelentes comerciantes güineros con sus negocios de víveres: La Espiga de Oro, La Reina, La Providencia, El Hogar Obrero, La Mía… negocios que, por supuesto, perdieron con las confiscaciones de las empresas cubanas en los años sesenta. También, el cariño de mi familia materna (Alfonso), con mi abuelo Agustín “Tín” que me enseñó a jugar a las damas y al ajedrez y mi tío Rubén que perdió su trabajo cuando intervinieron el negocio de mi padre y no pudo salir de Cuba hasta el éxodo del Mariel (1980). A ambos, no los volví a ver jamás, como a otros familiares, y esto es lo que más duele.

¿En qué momento descubre que la Historia ha entrado definitivamente en su vida y ese paraíso ha dejado de existir?

Hay dos fechas importantes en mi vida: el primero de enero de 1959 y el 23 de agosto de 1960, día en que salí de Cuba. Ambas me marcaron definitivamente. El 31 de diciembre de 1958 me acosté siendo un niño más y al otro día amanecí asombrado con todo lo que sucedía en Cuba y en Güines: la huida de Batista, la toma del cuartel y de la Jefatura de Policía por los opositores, la llegada de algunos barbudos. O sea, el inicio de la Revolución y la vorágine inicial de esos años. Inmediatamente después, me asustaban las noticias de los fusilamientos constantes y las marchas por el pueblo pidiendo “paredón”. Hasta nuestra salida de Cuba que ha desembocado en este demasiado largo exilio, pues no he regresado en estos 59 años de destierro y que muy posiblemente se convertirá en vitalicio.

Portada de Invisibles triángulos de muerte, libro de Felipe Lázaro.
Portada de Invisibles triángulos de muerte, libro de Felipe Lázaro.

En El Correo de la UNESCO de octubre de 1996, Bujav Nedelcovici afirma que “El ser que vive su exilio —obligado o voluntario— experimenta una ruptura ontológica: muere a su vida anterior para renacer en una nueva vida”. ¿Suscribiría esta afirmación?

Creo que todo exilio es obligado, nadie se exilia voluntariamente. Eso es emigrar y yo no soy un emigrante, sino un exiliado político. Aunque sí estoy de acuerdo en que todo exiliado experimenta una ruptura, un desfase, emprende un nuevo camino, pero eso no lo lleva a olvidar a su país ni a su patria, ni sus compromisos o ideales políticos, como tampoco rompe con la familia ni los amigos. Más bien esa vida anterior, pasada, alimenta el futuro y nos hace más llevadero el presente exiliar.

¿Cuándo dejó de pensar en un cercano regreso a Cuba?

Nunca, jamás. Aunque han pasado muchos años, siempre pienso que el regreso será inminente.

¿Cuáles son sus referentes literarios? ¿Cómo se vincula a José Mario y otras figuras de Ediciones El Puente?

De niño fui un gran lector de los muñequitos, sobre todo, de Vidas ilustres y Vidas ejemplares, y recuerdo algunas lecturas iniciales como Amadís de Gaula, Martí, la Biblia. Recuerdo que, en mi casa, en las fiestas, siempre alguien recitaba a Martí, a José Ángel Buesa, a Nicolás Guillén. Ya en mi primer exilio en Puerto Rico (1961) continué leyendo a Martí, Bécquer, Neruda... Pero, no fue hasta mi exilio en España, como estudiante universitario, donde descubrí la poesía de Rilke, la de Vallejo, la de Whitman, la generación española del 27 y leí más poesía no solo cubana o hispana, sino universal. Pero un referente: Rainer María Rilke, por supuesto.

Respecto a mi amigo, el poeta cubano José Mario (1940-2002), lo conocí a finales de los 70 en Madrid, ya no dirigía la madrileña Ediciones El Puente (1968-1970), entonces publicaría 50 números de la revista Resumen Literario El Puente (1979-1988); incluso llegó a fundar otro sello editorial, La Gota de Agua (1973-1981). Nos conocimos como poetas exiliados y, desde esos años, compartimos lo que se llamó “la movida madrileña de los años 80”: una ebullición de vida nocturna, tertulias, reuniones en cafés y restaurantes. Entonces, era usual un recorrido por los bares de moda. Y a esa bohemia habría que sumar el ambiente cultural de la gran colonia de intelectuales, pintores y artistas cubanos que residían como exiliados políticos en España. Solo mencionaré a algunos fallecidos, a modo de homenaje: el citado José Mario, el maestro Gastón Baquero (siempre en primera fila: atento y solidario), Carlos Miguel Suárez Radillo (en cuya casa nos reuníamos con asiduidad), Pancho Vives, Alberto Baeza Flores, Edith Llerena, David Lago, Benita Barroso, César Leante, Luis Cartañá, Nidia Fajardo, Mario Parajón, Manuel Fernández Santelices, Evelio Domínguez, Jesús Díaz, Joaquinito Ordoqui, Orlando Fondevila, y otros que han muerto lejos de su patria.

En esos años 80 existían, además de las dos casas editoras de José Mario, varias editoriales de exiliados cubanos, como: Playor, Orígenes y Pliegos. Luego, a finales de esa década y comienzo de los años 90, se sumarían las editoriales Betania, Verbum, Trópico, Colibrí, Aduana Vieja… También hay que resaltar la labor de las revistas cubanas en España, como: Revista Hispano Cubana, Encuentro de la cultura cubana, el Boletín del Comité Cubano Pro Derechos Humanos de la Dra. Martha Frayde, y mencionar el periódico madrileño La Prensa del Caribe (de temática antillana, donde publicábamos dominicanos, puertorriqueños y cubanos, fundamentalmente). Yo pertenecí a estas cuatro publicaciones impresas y además de las reuniones periódicas en esos medios, casi todas las semanas se presentaba un libro cubano, había una conferencia de temática cubana o se inauguraba una exposición de algún pintor cubano en diversas instituciones madrileñas, como en la Casa de América, el Ateneo de Madrid, el Círculo de Bellas Artes, el Instituto de Cooperación Iberoamericana, o en locales privados como Sunset Boulevard Café o el pub La Vaquería. Esta frenética actividad cultural de los exiliados cubanos en Madrid fue decreciendo desde el año 2000, más o menos, y en el 2009 me trasladé a un pueblo de Toledo donde resido.

¿En qué circunstancias publica sus primeros poemas? ¿Los firmó como Felipe Lázaro, sin apellidos? ¿De alguna manera publicar con sus nombres, a secas, es un homenaje a los puentistas?

Comencé a escribir poesía siendo un adolescente en Puerto Rico, donde publiqué algún que otro poema en una revistica de mi High School y luego ya en España, en la Universidad. De esa época (1969) recuerdo que me publicaron dos poemas en Nueva Generación (revista juvenil cubana que publicaba Pepe Prince en Miami) casualmente junto al poema “En tiempos difíciles” de Heberto Padilla, y varios poemas en una revista universitaria cubana (Testimonio) que publicábamos un grupo de jóvenes cristianos cubanos, exiliados en Madrid. En todo ese tiempo firmaba con mi nombre y apellidos. Fue a partir de la década del 70 que comencé a firmar como Felipe Lázaro, pero antes de conocer a José Mario ni saber nada de los puentistas. O sea, mi primer poemario, Despedida del asombro se publica en 1974, y en ese entonces no conocía personalmente a José Mario, aunque sí conocía su libro No hablemos de la desesperación (Madrid, 1970) que compré en un quiosco de prensa en el Madrid de entonces.

Algunos críticos consideran a José Mario un poeta menor que aprovechó el marco de Ediciones El Puente para publicar su obra. ¿Qué piensa al respecto?

¿José Mario, poeta menor? Nada más alejado de la realidad. Fue uno de los mejores jóvenes poetas cubanos que surgen después del 59, “los novísimos”, y basta con ver su extensa obra para darnos cuenta de su valía poética. Si algo hay que recordar es que Mario fue un enfant terrible para el régimen estatalista-castrista de los 60. Su leyenda de bohemia habanera, su actitud contestataria y rebelde forjaron esa idea de poeta iconoclasta, maldito y disidente que lo llevaría a la cárcel política y a su internamiento en la UMAP hasta su exilio en 1968.

Por otro lado, si revisas la obra poética de José Mario y la de otros destacados puentistas, como Isel Rivero, Reinaldo García Ramos, Belkis Cuza-Malé, Lilliam Moro, entre otros, podrás percatarte de que se trata de un grupo generacional brillante y sus respectivas trayectorias literarias en Cuba y en el exilio dejan constancia de ello. Piensa que el primer poemario de José Mario fue El grito (1960) y lo publicó la CTC Revolucionaria, por lo tanto, no fundó las Ediciones El Puente (1961-1965) para poder publicar. Lo que pasó y casi nadie se percata de ello, es que José Mario funda una empresa privada (en 1961), justo cuando el régimen castrista comenzaba a estatalizarlo todo. O sea, Mario iba a contracorriente, y por eso le cerraron El Puente en 1965.

Además, es muy difícil precisar eso de “poeta menor”. Desde T. S. Eliot (en su célebre ensayo de 1957) a John Ashbery (con su texto de 2000), nadie ha sido capaz de definir lo que se denomina como “poesía menor”. Incluso, puedo afirmarte que el poemario más emblemático de José Mario y que ya cité —No hablemos de la desesperación—, es uno de los libros más relevantes de las letras cubanas del siglo pasado.

Al año siguiente de creada la editorial Betania (1987) sale el último número de la revista Resumen Literario El Puente. ¿A qué factores cree se debiera el insuficiente apoyo a este proyecto de José Mario? ¿Temió que pudiera ocurrir lo mismo con Betania? ¿Cuál ha sido la clave para la sobrevivencia de la editorial?

Sí, eso fue producto de la casualidad. Yo trabajaba como coordinador internacional de la madrileña editorial Catoblepas, que también publicaba la revista literaria La Burbuja en Madrid, y de repente cerró. Así que enseguida comencé con el proyecto betaniano, aprovechando la experiencia acumulada en esa otra editorial española.

José Mario, a pesar de la sordera cultural del exilio cubano, sí contó con ayudas para sus proyectos editoriales: ganó dos veces la beca Cintas y tuvo amigos mecenas cubanos (también exiliados) y españoles que siempre le ayudaron en sus ediciones literarias. Lo que pasó es que siempre fueron más culturales que comerciales.

Respecto a Betania: estos 32 años de labor editorial han sido posibles gracias a la constante labor y el tesón que he mantenido en este proyecto cultural, pero, además —y algo más importante— todo se lo debo al apoyo y la solidaridad de cientos de autores cubanos, españoles e hispanoamericanos, que han confiado sus libros a Betania.

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Dos libros claves de Felipe Lázaro: "Conversaciones con Gastón Baquero" (1987) y "Poesía cubana: la isla entera" (1995).

Betania publica textos de autores cubanos residan en la isla o en el exilio, ¿cuáles son los criterios de selección? ¿Reciben de Cuba textos para su evaluación, los piden a determinados autores?

No, no solemos pedir textos, salvo raras excepciones, y siempre recibimos más proyectos de libros que los que podemos asumir.

Poesía cubana. La Isla entera, publicada en Madrid en 1995, es una amplia antología preparada por usted y Bladimir Zamora. ¿Cómo se repartieron el trabajo? ¿Bladimir seleccionó solo los textos de autores residentes en Cuba y usted los de aquellos que vivían en otros lugares o se trató de un trabajo mancomunado?

En esta antología, que ya es un título clásico de Betania, Bladimir Zamora eligió los 27 poetas que entonces residían en la Isla (poemas y datos) y yo a los 27 del exilio. En total eran 54 poetas cubanos. Como palabras iniciales se reproducen las dos cartas que Bladimir y yo nos intercambiamos al inicio del proyecto. Como seguro sabrás, ambos manteníamos notorias diferencias ideológicas, pero nuestras diferencias de ideas políticas jamás empañaron ni impidieron realizar esa antología con el espíritu de la “isla entera”, lema que siempre ha caracterizado la labor de Betania.

Betania también publica a autores de otras nacionalidades, especialmente españoles. ¿Al concebir la editorial pensó en esta pluralidad de registros o la idea de publicar autores no cubanos apareció sobre la macha?

Nuestro libro fundacional fue Conversación con Gastón Baquero (1987), y el segundo fue Para el amor pido la palabra del poeta gallego, residente en Nueva York, Francisco Álvarez-Koki. O sea, desde el inicio hemos publicado a autores de diversas nacionalidades porque si algo caracteriza a Betania es su pluralidad.

Suele enviar los libros en formato digital a sus muchos amigos en todo el mundo, pidiendo que los divulguen. ¿No teme que, el dar a conocer en soporte digital los textos que publica Betania, esté limitando las ventas de las ediciones impresas?

En 2011, en Betania, iniciamos la colección digital que hoy consta de 25 ebooks (pdf) que se pueden leer y descargar gratis en nuestro blog EBETANIA. Además, es cierto lo que dices, enviamos muchos libros en versión digital para que se divulguen, y lo que me ha demostrado la experiencia —y los números—, es que cuantos más libros digitales regalamos, más libros en papel se venden.

¿Por qué ese afán por dar a conocer reseñas, comentarios, noticias de premios, presentaciones de libros de autores cubanos, aun cuando no publiquen en Betania?

Sí, me he convertido en un francotirador o difusor independiente de la cultura cubana —y de la oposición al régimen castrista del 59— por mis casi cotidianos envíos de materiales digitales de temática cubana a la Isla y al exilio. Y lo hago porque cada día creo más que es muy importante que la mayor información posible llegue a Cuba y a los cubanos, residan donde residan, porque es la mejor forma de romper con esa cerrazón informativa totalitaria que ejerce el oficialismo castrista. Esta masiva información digital —hoy por hoy— es imparable e incontrolable para los censores y represores de turno, de dentro y de fuera.

¿Ser editor ha podido constituir un freno para el Felipe Lázaro autor?

Quizás hubiese publicado más, pero no me quejo. Una editora te ocupa casi todo tu tiempo, pero el resultado es tan grato que merece la pena. Al final, uno siempre tiene tiempo para escribir, otra cosa es publicar.

¿Existe una diferencia marcada en el modo de hacer poesía cubana dentro y fuera de la isla?

Quizás, pero lo vital y más importante es que ambas son poesía cubana. De la misma forma que, aunque algún crítico señale posibles diferencias entre una poesía escrita en La Habana y otra en Holguín (entre la poesía capitalina y la provinciana), ambas son cubanas, como lo son la escrita por cubanos en Miami o en Madrid, en Matanzas o en Ciego de Ávila. No se puede ni se debe distinguir entre la poesía de la Isla y la poesía del exilio: solo existe una poesía cubana. Entre otros argumentos, porque la actual realidad de la nueva geografía cultural cubana nos une, más que separarnos.

Algunos escritores que dejaron Cuba en los sesenta y setenta siguen hablando desde el rencor y la nostalgia por el país que les arrebataron. ¿Qué siente al respecto Felipe Lázaro y qué Cuba desearía ver?

Jamás he hablado ni podría hablar desde el rencor, y respecto a la nostalgia, ésta se resume en la añoranza a la patria, a la separación familiar, porque no puedas volver a ver a tus amigos de infancia o a tus vecinos de niñez… No se tiene —ni se puede tener— nostalgia de una cárcel. Por eso, yo no añoro nada del actual Estado cubano ni del régimen imperante en Cuba desde 1959. Sin embargo, nadie puede negar que la más alta dirigencia castrista —desde sus inicios— insistió en la división de los cubanos: cubanos buenos y cubanos malos, revolucionarios y contrarrevolucionarios. Ese rencor, ese odio, viene de lejos, cuando lo que debería primar es que todos somos cubanos.

¿Qué que Cuba desearía ver? Pues, la que vendrá, la que se está gestando, la que está naciendo, la que está llegando (como dice la canción de Willy Chirino). Una Cuba plural y democrática, donde los cubanos —sin exclusión de ningún tipo— podamos convivir en paz, invertir en nuestro país, trabajar y prosperar “con todos y para el bien de todos”.

El escritor Francisco López Sacha ha dicho que “la literatura cubana no concluye en sus límites geográficos […]”. ¿Comparte este criterio?

No cabe duda, Cuba ha crecido y se ha expandido al exterior y, por ello, hoy es una sociedad más plural, aunque esté atrapada en un corsé totalitario. Fíjate, como bien dice este autor, ya no hay límites geográficos, pero más que en esos límites que ya no existen, deberíamos pensar en los obstáculos que impiden que Cuba se desarrolle, se modernice y prospere. Esos obstáculos que deberían desaparecer son: el partido único, la censura, la falta de libertades y la sistemática violación de los Derechos Humanos. Eso vendrá, lo veremos. Mientras, en lo más inmediato, hay que reclamar cambios concretos, como la desaparición inmediata de la prohibición de entrada a los cubanos que residimos en el exilio, que se elimine esa antigualla de “traidor a la patria” que pende sobre las cabezas de todos los ciudadanos como una amenaza terrible y que los cubanos no tengan que exiliarse jamás. Exigir que se derogue el Decreto 349 y se solucione el problema habitacional y el constante desabastecimiento nacional. En definitiva, hace falta que este régimen fracasado ceda el paso a una Cuba nueva.

¿Cree posible que un día en los stands de la Feria del Libro de La Habana se exhiban y comercialicen los libros de Betania?

¿Por qué no? Pero, además, ¿por qué nuestros libros no pueden venderse en las librerías cubanas actuales o ser distribuidos en toda la Isla? Cuando se acabe con ese monopolio estatal de librerías y distribución oficialista, quizás entonces con unas librerías privadas y libres, nuestros libros se podrán vender en Cuba. Por ahora, desde hace años, nuestros libros impresos circulan clandestinamente de mano en mano, como también circulan nuestros ebooks (pdf): gratis y libres.

Si se escribiese un Felipe Lázaro por Felipe Lázaro, a la manera del Lorca por Lorca, qué no podría faltar.

Parafraseando a Federico: “Si yo me pierdo, que me busquen en Toledo o en Cuba”.

 

El poeta, narrador y editor cubano Felipe Lázaro nació en Güines en 1948. Obtuvo la Beca Cintas. Fundó y dirige la editorial Betania (1987). Autor de varios poemarios, libros de ensayo, entrevistas, y de diversas antologías de la poesía cubana, como: Poesía cubana: La isla entera (1995) en colaboración con Bladimir Zamora; Al pie de la memoria. Antología de poetas cubanos muertos en el exilio, 1959-2002 (2003) e Indómitas al sol: Cinco poetas cubanas de Nueva York (2011). Sus últimos títulos publicados son: Tiempo de exilio. Antología poética, 1974-2014 (2014 y 2016), el libro de relatos Invisibles triángulos de muerte. Con Cuba en la memoria (2017) y Conversaciones con Gastón Baquero (5ª edición, 2019).

Alejandro Langape

Alejandro Langape periodista

Ingeniero. Narrador y ensayista. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Reside en Villa Clara.

Comentarios:


Mirza L. Gonzalez (no verificado) | Lun, 04/03/2019 - 17:51

Gracias Felipe por Betania: el jardín de palabras que has creado a través de los años... Es nuestra arma más poderosa (y que nadie nos puede arrebatar), en lucha continua hacia la verdad, la literatura en todo su esplendor, y el derecho de todos los cubanos a expresarse en libertad.

Carlos M. Taracido (no verificado) | Mié, 06/03/2019 - 14:46

Gracias a Felipe Lázaro Betania siempre logra estar un paso a la vanguardia, en el que destacan varias antologías que brindan una panorámica de etapas y grupos de escritores. Felipe Lázaro se ha ajustado a los tiempos y los ebooks se integran y se acomodan a la modernidad. Como poeta, su trayectoria lírica solo debe entenderse como una constancia poética en el tiempo. 

 

Lilliam Moro (no verificado) | Jue, 07/03/2019 - 00:00

Me gusta el recurso de las entrevistas porque cuando se leen es como si participáramos de ese diálogo, ya no entre dos, sino entre tres, y nos permite ver al ser humano en una dimensión enriquecedora de su obra y su persona. Y esta entrevista cumple esas expectativas. El nombre de Editorial Betania siempre va unido al de Felipe Lázaro, pero es necesario, como ahora, conocer al escritor que le da alma a esa empresa, que es un frente no solo de divulgación de obras, sino un espacio de denuncia y lucha por la libertad de Cuba. Enhorabuena al entrevistado y al entrevistador.

Jorge Juiz (no verificado) | Jue, 07/03/2019 - 15:32

¡GRACIÑAS!

¡Grandes verdades y muy buenas preguntas, es más una conversación, un diálogo que una entrevista, porque las respuestas dan más valor a la cuestión y la engrandecen!

Y grscias a Francis por etiquetarme...

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