Una tormenta local severa azotó La Habana, provocando inundaciones generalizadas que alcanzaron incluso zonas elevadas de la ciudad. La obstrucción de los tragantes por acumulación de basura y el deficiente sistema de drenaje impidieron el escurrimiento rápido del agua, que se acumuló en calles y viviendas, arrastrando suciedad y desechos hacia el interior.
La falta de higiene urbana y de labores de saneamiento agrava el impacto de cada evento meteorológico, convirtiendo lluvias intensas en emergencias sanitarias. Sin medidas efectivas de limpieza y mantenimiento de la red pluvial, la capital cubana seguirá siendo vulnerable a episodios similares, con riesgos para la salud y la seguridad de la población.