En 1958, el líder chino Mao Zedong lanzó el plan Gran Salto Adelante, que buscaba transformar al país en una potencia agrícola e industrial en tiempo récord. Dentro de ese marco comenzó la guerra contra los gorriones, parte de la campaña de las Cuatro Plagas, que también incluía erradicar ratas, moscas y mosquitos.
Los gorriones fueron acusados de comerse el grano de arroz destinado al pueblo y la orden fue clara: exterminarlos para aumentar la producción de alimentos. Nidos destruidos, huevos aplastados y polluelos sacrificados llevaron en pocos meses a la desaparición de la especie en muchas regiones.
El aparente triunfo revolucionario pronto reveló su lado oscuro. Sin los gorriones, que también se alimentaban de insectos, se produjo un desequilibrio ecológico que favoreció la multiplicación de plagas, especialmente de langostas, y devastó las cosechas. Aquella decisión se convirtió en uno de los detonantes de la Gran Hambruna China (1959-1961), de las peores tragedias humanas del siglo XX, con un saldo estimado de entre 15 y 30 millones de muertes.