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Vidas | PAN DE PIEDRA 2: “Ustedes son muy raros” (Crónicas del Servicio Militar en Cuba)

"En las tardes me fugaba de la unidad y caminaba por veredas que conducían a la libertad".

Diseño con una bota militar, un pedazo de pan y una granada
Imagen: Danny David Entenza

USTEDES SON MUY RAROS

Con 17 años yo era un lector hambriento, claro, de los típicos libros escritos para la etapa juvenil. Mi madre se encargó de crear mi propio librero, donde reposaban aventuras y novelas fantásticas.

Allí estaba la colección de cuentos infantiles de la editorial argentina Billiken, todo de los Hermanos Grimm, Julio Verne, Emilio Salgari, El tesoro de la juventud, La edad de oro, Mitos y leyendas de la antigua Grecia y muchas otras joyas. Recuerdo la edición de Los tres mosqueteros, grandota y a dos columnas, con unos dibujos que ahora me recuerdan un poco a los grabados de Doré. Pero en los momentos del llamado al servicio militar, mi favorito era Las aventuras de Tom Sawyer, y Huckleberry Finn. Ya había leído el primer tomo de El Conde de Montecristo, de Alexandre Dumas, que acababa de salir a la venta. Recuerdo su cubierta blanda y rosada con una espada que cambiaba su diseño en cada tomo. Después, cuando salí del caos del servicio militar, mis padres me indicaron lecturas "superiores", comenzando por Los Miserables, de Víctor Hugo, pero eso sería un futuro para el joven soldado.

Después de aquella conversación en la "oficina grande", estuve tres meses en la unidad militar de Matanzas fungiendo como cuartelero. Me negaron los pases porque yo estaba en un limbo militar. Allí pude ver, con los ojos descansados por haber salido de las marchas de 6 horas, la verdadera vida de un guardia "7 pesos", y su soledad existencial frente a un mundo lleno de improperios, consignas y peligro latente de ser levantado de madrugada con destino a la balacera en Angola. 

Pude ver a un muchacho campeón nacional de natación antes de ser reclutado, traicionado por los nervios debido a que lo pelaron al coco días antes de un supuesto viaje al extranjero para representar a Cuba; viaje que le fue negado por estar cumpliendo el SMO, y por temor a que el chico desertara. Lo llevaron al hospital psiquiátrico por atentar contra su vida par de veces, y nunca más supimos de él.

En las tardes me fugaba de la unidad y caminaba por veredas que conducían a la libertad. Era triste toparse con jóvenes libres de la carga militar. Un día me fui con par de socios a la playa Buey Vaca, y juré que nunca más iría. Allí, a pleno sol, había parejas de jóvenes felices, estaban las muchachas más bellas del mundo con sus novios melenudos; yo, pelado al rape, con un ridículo moñito, como un niño de 5 años, sentía que mi autoestima se enterraba en la arena y se perdía en las entrañas de Cuba, rodeado de minerales y huesos de mambises. Miraba a las muchachas de reojo, y ellas advertían que yo era un puñetero guardia del servicio militar.

Artista y escritor cubano Hermes Entensa y sus padres.
Artista y escritor cubano Hermes Entensa y sus padres (La Habana, 1962).

Los militares de graduación me llamaban "el curita"; eso me daba ira y, a la vez, un sentimiento de desarraigo que siempre he cargado.

No recuerdo cómo supe que el segundo tomo de El Conde de Montecristo estaba en venta en las librerías de Cuba. Yo no podía salir lejos de la unidad, pero necesitaba un aliciente para sobrevivir y la lectura me hacía bien. Busqué al "buena gente" y le pedí un pase corto, simplemente para ir a la ciudad, pero me dijo que no. No tuve más opción que subir a ver al político directamente a su cueva.

—Soy Hermes Entenza, el guardia que espera traslado para el EJT. Necesito un pase de pocas horas para ir a la ciudad de Matanzas.

—¿Qué va a hacer en Matanzas?

—Mire, me han dicho que en librerías está en venta un libro que necesito. Es la segunda parte de El Conde de Montecristo. 

—¿Te gusta leer?

—Sí, mucho.

—Pero, si te dejo ir, ¿no te irás fugado a tu casa? Sería lo más jodido que podrías hacer, porque tu situación es bastante complicada. 

Le quise preguntar la razón de tanta complicación en mi vida, pero preferí no ahondar en las razones.

—Vengo en cuatro horas, quizás cinco.

—Ok, pero no vas a ir solo. Tu caso, por ser hijo de un pastor (el tipo sabía la diferencia entre un cura y un pastor) es de esperar que vayas a la iglesia de Matanzas. 

—Mire ...

Me interrumpe.

—Dale, vete ahora; irás con la sargento Maritza.

La sargento Maritza era el mito de los guardias; una mulatica con el cuerpo de la Diana Cazadora, ojos de gacela triste y el traje militar le quedaba de maravillas. Estaba en el imaginario de cada soldado de la unidad porque se comentaba que se acostaba con los militares de alto rango, y que había sido la amante de varios generales. Además, era famosa por fogosidad con los hombres y por su carácter extra seco. 

Salimos en la guagua local hasta en centro de la ciudad. Hasta que llegamos al parque central no me dijo una palabra.

—Si te fugas vas preso. No sé qué vas a hacer, pero voy a ir a visitar unas amistades, y si cuando regrese no estás aquí, soy yo la que te va a cazar como a una jutía. 

—Yo voy a aquella librería. Cuando compre el libro que quiero me sentaré en un banco a esperar.

—¿Vas a comprar un libro?

—Sí.

La espada de la cubierta la divisé en segundos. Compré el libro y en menos de 10 minutos estaba leyendo sentado en un banco. 

—¿De qué es eso? —me preguntó al llegar. 

—Un libro de aventuras, de venganzas y de amor. ¿Tú lees?

—Na. Nunca he leído un libro completo. 

Le expliqué de qué iba, de un tipo llamado Edmundo Dantés que fue traicionado por sus amigos.

—¿Tú eres el que va a la iglesia?

Le contesté que sí. Le expliqué que mi rollo en la unidad militar no era mi culpa. 

—Ustedes, los que van a la iglesia, son gente rara, y los que te mandaron para acá son brutos, porque no supieron clasificar tu caso, y eso te causó problemas. 

—Porque no leen —le respondí.

—Yo no leo y no soy bruta —me responde.

—Pero si lees, vas a conocer el mundo.

Le conté la historia de Tom Sawyer y su amigo Huck, dos muchachos rebeldes que vivían flotando en el río Mississippi.

Ahí exhibió sus ojos de gacela tristona.

—No, deja —me dice casi sonriendo—. El mundo no me importa, y el Misisipi ese, no sé dónde está, ni quiero saber. Ya te dije, ustedes son muy raros.

Llegando a la unidad militar se marchó con aro, balde y paleta, sin despedirse. 

Ya se había regado la bola en el albergue de que había salido con Maritza.

—Coño, asere, te la llevaste.

—No, ella me llevó a mí. Compré el libro.

—¿Y no se puso sata contigo?

—Claro —les dije con orgullo—. Pero no pasó casi nada, solo nos abrazamos y nos dimos un beso de piquito.

—Cojone, voy a decirle al político que quiero comprar un libro, para ver si me acompaña la sargento Maritza.


Nota del autor: Los nombres de personas, excepto los de mi familia, son ficticios, y algunos giros de conversación también están tratados de otra forma. Después de casi medio siglo es imposible retener nombres y frases literales. Pero, la historia es real, contada con toda la exactitud que permiten los recuerdos.

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Hermes Entenza

Pintor cubano Hermes Entenza

(Sancti Spíritus, 1960) Escritor y artista de la plástica. Es graduado del Tula Art Center de Atlanta, Georgia. USA. Se ha desempeñado, además, como profesor Instructor de artes plásticas y diseñador gráfico. Ha expuesto sus obras en muestras personales dearrolladas en Cuba, Canadá y Alemania. Entre estas muestras se encuentran Arte Express. Sancti Spíritus (1989), Papers. QuartersArt Gallery. Edmonton Canadá. (2014) y Leche Condensada. Alemania. (2023), reseñada esta última en Árbol Invertido. Ha publicado los poemarios Clairmont (Ediciones Luminaria 2001), Tribal (Luminaria.2004) e Interregno (Ediciones Matanzas, 2016), entre otros, así como los libros de cuentos La Suciedad del Corredor de Fondo (Editorial Guantanamera, Sevilla ,España, 2017), Bañando Japonesas (Editorial DMCPHERSON, 2021) y Corrosión del acero, Editorial Velámenes, USA, 2025. Reside en Alemania desde 2023.

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