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Opinión | ¿Marxismo en Cuba? Notas sobre un debate asfixiado (primera parte)

"Una decisión demoledora del castrismo temprano fue establecer el marxismo-leninismo como única filosofía aceptable y establecida por su gobierno."

Monumento a Carlos Marx en Chemnitz, Alemania.
Monumento a Carlos Marx en Chemnitz, Alemania.

La historia de la proclamación del marxismo-leninismo como ideología única en la Cuba castrista es mucho más compleja de lo que a primera vista pudiera parecer. Luego de unos tanteos iniciales a partir de la toma del poder político y militar, Fidel Castro inició un proceso de dominación que no se produjo solamente en aquellas esferas, sino que se proyectó sombríamente sobre el pensamiento mismo del país. 

A la larga o la corta, con la complicidad directa de un Partido Socialista Popular que, durante los años de la lucha contra Fulgencio Batista, se cuidó en grado sumo de comprometerse con los que se oponían a la continuación en el poder de este gobernante, también golpista, del 10 de marzo de 1952. Esperó, tan solapadamente como los partidos comunistas europeos (y en particular el francés) con los brazos cruzados hasta que Hitler aniquilara las democracias euroccidentales.

Una decisión demoledora del castrismo temprano fue establecer, prácticamente por decreto, el marxismo-leninismo como única filosofía aceptable y establecida por su gobierno. No hace falta decir que una disposición de este carácter resulta per se totalmente contraria a cualquier filosofía, y entrañaba no solamente un siniestro voluntarismo, sino también un gesto de represión directa sobre el libre pensamiento. Era una medida de carácter teocrático y ponía de manifiesto en sí misma todo el futuro que esperaba al país en general, y en particular al terreno de la cultura, la educación y la filosofía.

"El factor de última instancia de los partidos comunistas no es el factor económico, como debiera ser, sino la política y la sumisión a una táctica diplomática."

De manera que, por decreto tiránico, el marxismo-leninismo quedó declarado como única perspectiva filosófica posible. Que esa decisión indefendible haya sido aceptada tranquilamente por las izquierdas, en particular la latinoamericana y ciertas zonas de las europeas, revela con elocuencia hasta qué punto el factor de última instancia de los partidos comunistas no es el factor económico, como debiera ser en consonancia con el pensamiento de Karl Marx, sino la política y la sumisión a una táctica diplomática. Esta es realmente la esencia de unos partidos que, contra sus reiteradas declaraciones de más de un siglo, lo que se proponen es una estructura internacional de imposición de un poder político.

Revistas apiladas con Lenin en la carátula.
"Lenin". | Imagen: Pixabay

Pero esa proclamación coral de la infalibilidad del marxismo-leininismo (innecesario es recordar aquí que esa “ampliación” del pensamiento del polémico filósofo Marx a una dimensión rusa fue una decisión tomada desde Moscù, a pesar de la cuestionable validez filosófica debida a Lenin) todavía es más unánimemente respaldada en diversos países y en particular en universidades de México y otros sitios de América Latina. 

En cuanto himno o ritornello repetido una y otra vez en discursos políticos, clases, eventos académicos y publicaciones, la insistencia en un marxismo eterno proclamada por las izquierdas es una prueba cabal del dogmatismo y, sobre todo, la incultura de los partidos y las dictaduras comunistas. No puedo hacer aquí la historia pormenorizada de esta burdísima farsa, pero ciertamente subyace hasta hoy y obnubila cualquier perspectiva más o menos izquierdista con nimbos de carácter teológico más que filosófico.

Tradición filosófica cubana anterior al marxismo

Cuba tuvo, aunque esto haya sido sistemáticamente echado a un lado por la plataforma marxista en la isla, una determinada tradición filosófica que data desde el siglo XVIII: la pequeña colonia española gestó un pensamiento filosófico de cierto interés. Las décadas finales del siglo XVIII permitieron una apreciable expansión del pensar filosófico, impulso derivado de las reformas que fueron lográndose en la enseñanza universitaria habanera. 

Figuras como el sólido sacerdote católico Agustín Caballero y el eminente presbítero Félix Varela abrieron con pasión las aulas a una renovación más acorde con las nuevas ideas que se iban imponiendo en el tránsito de la Ilustración europea al Romanticismo. En las primeras décadas del siglo XIX una gran figura intelectual cubana, cuyo magisterio marcaría buena parte de la juventud insular, José de la Luz y Caballero, volvió a confiar, como lo había hecho el padre Félix Varela en sus Cartas a Elpidio, en la educación de los jóvenes como una vía para alcanzar la libertad del país.

Fueron sobre todo abogados, periodistas y escritores literarios quienes cargaron en sus hombros esa gesta a la vez trágica y deslumbrante.

Toda una generación se lanzó a meditar y a actuar en pro de la independencia, tanto política, como moral y cultural. Fueron las primicias gallardas de una gesta libertaria que habría de ser ahogada en sangre y cuya historia, todavía inacabada, no me corresponde a mí hacer. Debo subrayar, sin embargo, que por razones epocales fueron sobre todo abogados, periodistas y escritores literarios quienes cargaron en sus hombros esa gesta a la vez trágica y deslumbrante. 

Una serie de personalidades de la isla aportó, hasta el presente (2024), varias obras de carácter filosófico, ya del pensamiento estricto, ya del pensamiento filosófico aplicado a un área del conocimiento. No obstante su indudable valor, la lista siguiente es breve e incluye solo los que adquirieron una determinada relevancia por una producción científica. No incluyo aquí autores con estricta e incluso valiosa labor pedagógica o meras publicaciones de otro orden:

  1. Siglo XVIII-inicios del XIX: padre José Agustín Caballero. Padre Félix Varela.
  2. Siglo XIX: Juan Bernardo O’Gavan. José de la Luz y Caballero. José Manuel Mestre. Enrique José Varona. Rafael Montoro Valdez. José del Perojo.
  3. Siglo XX primera mitad (formados y desarrollados antes del castrismo y de la imposición del marxismo-leninismo como única filosofía posible y permitida en el país por el gobierno comunista): Jorge Mañach, Medardo Vitier, Roberto Agramonte. Mercedes García Tudurí. Rafael García Bárcena. Humberto Piñera Llera.
  4. Siglo XX (marxistas): Fernando Martínez Heredia. Zaira Rodríguez Ugidos. Isabel Monal. Pablo Guadarrama. Thalía Fung Riverón. 
  5. Siglo XX segunda mitad (emigrados y no marxistas): Rafael Rojas Gutiérrez, Alexis Jardines, Lourdes Rensoli Laliga. Florinda Marón, María del PIlar Díaz Castañón y Rita Busch. Incluyo un nombre destacado, como el de Alain Basail, sociólogo.

Añado a jóvenes del Departamento de Filosofía liderado por Zaira Rodríguez Ugidos y Daisy Rivero, que manifestaron muestras de una inteligencia indudable, como el muy talentoso Enrique Patterson, estudiante de Filología; o tan agudos como Gladys Portuondo Pajón, estudiante de Derecho y Oscar Kessel, también estudiante de Filología, entre otros muy pocos. Ese grupo de estudiantes elegidos para una formación como profesores de la única filosofía considerada posible (no olvido a alguien de ese Departamento comentándome que Theodor Adorno no sabía absolutamente nada de Estética), sobre todo contó con personas que eran consideradas, y por eso fueron elegidas también, fáciles de moldear. 

Omito a unas poquísimas, como Olga García Yero, que supo muy pronto que no tenía nada que hacer en ese ambiente de asfixia y continuó como filóloga o Hilda Barrios, que igualmente regresó a su especialidad de origen, Historia del Arte, donde alcanzó un merecido prestigio. Otros profesores que mostraron una determinada solidez intelectual, como Jorge Luis Acanda, provenían de otros sitios y esferas. En sentido general, en ese Departamento de Filosofía vegetaron profesores que produjeron poco o nada, y fueron una permanente exhibición de nulidad, como la fallecida Ileana Rojas, Margarita Quintana o Viola Rosabal. 

Mientras, sobre todo en la Universidad Central de Las Villas, sin demasiada relación académica con la de La Habana, se fue organizando otro núcleo, alrededor sobre todo de Pablo Guadarrama, cuya producción intelectual fue, a pesar de las críticas habaneras, más trascendente.

El fin de la filosofía libre en Cuba

La dogmatización de la filosofía en Cuba comenzó de manera gradual, pero ya indetenible a partir de 1962, en que se fundó el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, a partir de la Reforma Universitaria dirigida por el intelectual comunista, habría que añadir, estalinista, Juan Marinello. La idea inicial de dicho departamento, en ese momento anterior a la refundación del departamento de Filosofía en los inicios de la década del 1970, era impartir la filosofía marxista-leninista a todas las carreras universitarias. Pero no había profesores previamente formados. 

Se hizo un llamado a los estudiantes de todas las especialidades en los últimos dos años de su plan de estudios. Ellos recibirían cursos emergentes de formación filosófica acelerada para formarlos como instructores docentes de Filosofía y Economía Política. Esta determinación inicial condenaba ya el proyecto a una superficialidad y una falta de verdadera profundidad académica. Esos alumnos recibieron clases de las siguientes asignaturas: Materialismo Dialéctico y Materialismo Histórico. Historia de la Filosofía. Historia Universal. Historia de Cuba. Economía Política del Capitalismo. Otra asignatura fue Colonialismo y Subdesarrollo. 

No hay una historia de la enseñanza de la filosofía y sus departamentos en las universidades cubanas a partir de la Revolución.

El claustro estaba integrado por distintas personas; hubo españoles emigrados de la Guerra Civil y el resto eran cubanos. Eran cien estudiantes, de los cuales al final fueron seleccionados 21 como profesores de Filosofía y 16 que impartirían Economía Política. El curso empezó en septiembre de 1962 y terminó en enero de 1963. El siguiente primero de febrero estos maestros emergentes comenzaron a impartir clases en las aulas universitarias. En las otras dos universidades del país también se crearon departamentos de Filosofía, no supeditados académicamente al de La Habana, sobre los cuales apenas hay información. Por otra parte, eran relativamente autónomos dentro de cada una de las tres universidades y no estaban incluidos dentro de ninguna facultad. 

En 1965, siendo Fernando Martínez Heredia el jefe del departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana, se organizaron dos encuentros nacionales de profesores de Filosofía del país. Solo se ha investigado hasta ahora la trayectoria del departamento de Filosofía habanero. No hay una historia de la enseñanza de la filosofía y sus departamentos en las universidades cubanas a partir de la Revolución. Uno se preguntaría por qué, pero la tentación de responder que porque se trata de una historia difícil y arriesgada es muy grande.

Vista del "Alma Mater" escultura que preside la entrada a la Universidad de La Habana.
Alma Mater, Universidad de La Habana, Cuba.

Como se puede observar, no hubo una cabal plataforma teórica marxista-leninista en esos inicios, sino una preparación rápida y desde luego sin profundidad académica. Además, es necesario tener en cuenta aspectos que, como fuerzas centrífugas, agravaron la falta de unidad y la incoherencia teórica de aquel intento de homogeneización filosófica. Fueron fuerzas que contribuyeron sobre todo a asfixiar y a hacer peligroso e inútil todo posible debate de ideas

Pues ese proyecto de instauración marxista-leninista no condujo a otra cosa que a una anulación brutal de todo posible intercambio realmente hecho desde la filosofía. Con esto se prepararon las condiciones para la absoluta bancarrota ideológica del castrismo, que habría de producir como consecuencia, al menos cosmética, un supuesto nacionalismo, distinto, aunque pretendidamente no opuesto.

Se apeló para la fabricación de ese “nuevo” discurso, que se pretendió (falsamente, por cierto) muy martiano, a las ideas y sobre todo a la prédica de Cintio Vitier, quien había resultado poco simpático al régimen castrista durante las décadas del sesenta hasta fines de los ochenta, y que ahora disfrutaba de un dudoso rol político-ideológico desde el cual se opuso a cualquier criterio que no coincidiera con el suyo, en particular a los de Rafael Rojas en cuanto a su valoración del pensamiento de José Martí. Fue un cierre verdaderamente lamentable para el intento de debate de ideas iniciado a comienzos de la década del sesenta. Pero no podía ser de otra manera.

Las estrategias del Poder

I - El plan del gobierno

El primero de los elementos disgregadores y silenciadores de toda discusión productiva fue la presión gubernamental castrista para organizar un sistema rápido de formación marxista-leninista. El gobierno organizaba, ordenaba y financiaba todo el plan. Allí figuraban desde luego Fidel y Raúl Castro, Armando Hart y sobre todo Ernesto Che Guevara. Este primer factor estaba marcado por el voluntarismo del líder, pero no obstante no era, como se verá, por completo homogéneo. Véase la siguiente anécdota de Aurelio Alonso narrada por el investigador argentino Néstor Kohan:

En una ocasión, Fidel estaba hablando en la plaza de la Universidad de La Habana. Por entonces unos profesores de Economía que lideraba Anastasio Mansilla, que era profesor de Economía y coordinador de un seminario sobre El capital, del que Fidel y el Che Guevara fueron alumnos, habían empezado a criticar a Fidel en las clases diciendo que la dirección política de la Revolución Cubana no conocía El capital. En la plaza estaban Jesús Díaz y Ricardo Jorge Machado, no sé si alguien más y parece que mientras Fidel estaba hablando, no sé si Machado o Jesús, creo que Machado, hace dos o tres preguntas a Fidel y Fidel se da cuenta de que eran muy lúcidas. Entonces se vira y le dice: “¿Y tú quién eres? ¿Tú qué haces?”. Y Machado le dice: “Yo enseño Filosofía Marxista”. Y Fidel le contesta: “¡Ah, Filosofía Marxista, está bien” (...). Como a la media hora se vira para Machado. Hace un silencio, como que se le acaba el tema de lo que quería decir: “¿Así que tú eres uno de esos sabios profesores de Marxismo de la universidad que anda diciendo que yo no conozco El capital y que los dirigentes cubanos no conocen El capital y que no dominan el marxismo?”1

Esta anécdota opresiva es un botón de muestra sobre el áspero debate en la época, en el cual iría gestándose, para decirlo con palabras de Nuestra América, la pechada del caudillo contra el intelectual. El caudillismo castrista habría de liquidar las indagaciones en busca de una plataforma teórica específica para el socialismo cubano. Se procedería a satanizar no solo a los que buscaban una reflexión responsable desde el mismo país, para proceder también a condenar al intelectual como prototipo de individuo con actitud no revolucionaria, algo que aparecería literalmente dicho por Ernesto Che Guevara en El socialismo y el hombre en Cuba.

El propio Martínez Heredia fue consciente de que la guerra contra los intelectuales estaba más o menos soterrada o pública y promovida desde el gobierno, y en especial desde el ejército. Estas presiones múltiples dieron lugar a la clausura del departamento de Filosofía y la liquidación del grupo de Pensamiento Crítico.

II - La vieja guardia

El segundo elemento o fuerza centrífuga radicó en la vieja guardia del Partido Socialista Popular, que en ese momento intrigaba para adueñarse de todos los puestos clave en la organización de aquella campaña de modelación ideológica considerada marxista. Lo hacía desde perspectivas muy marcadas por el reciente estalinismo que había dominado a la Unión Soviética hasta fines de la década del cincuenta. De hecho, esta vieja guardia estaba integrada y manejada sobre todo por un núcleo duro con Carlos Rafael Rodríguez, Blas Roca, Juan Marinello, Mirta Aguirre, Edith García Buchaca, José Antonio Portuondo, Gaspar Jorge García Galló, Juan Mier Febles y otros. 

No había, desde luego, la menor posibilidad de dialogar con un grupo encastillado en su supuesto derecho de prioridad por ser viejos comunistas directamente en comunicación con Moscú. Añado la impresión personal, debida a haberlos leído, aunque no conocido personalmente, de que su formación, más allá de ciertos esquemas y líneas muy generales, no era realmente filosófica, sino pragmática, de carácter político general. Esa limitación, invencible, los convertía sobre todo en censores, más que en productores de pensamiento de carácter filosófico. 

Mirta Aguirre no tuvo que entregar el carné del Partido Comunista, pero no siguió al frente del núcleo en la Escuela de Letras y de Arte.

La ironía de este grupo es que, en un momento determinado, a mediados de los años setenta, algunos de ellos sufrieron lo mismo que habían infligido a los demás. De modo que, en una ocasión, Méndez Vila, funcionario del Partido Comunista, se dirigió a Mirtha Aguirre, nada menos, antigua militante comunista de casi toda su vida, para exigirle que entregase su carné de miembro del Partido Comunista, pues este consideraba que ella había perdido sus condiciones como militante.

Ella, difícil de sacar sin lucha del escenario en el cual claro que molestaba por su apego a las normas en las que se había formado, apeló al entonces presidente de la República, Osvaldo Dorticós Torrado. Este intervino y se impuso una solución más o menos salomónica, es decir, de compromiso muy débil. Mirta Aguirre no tuvo que entregar el carné del Partido Comunista, pero no siguió al frente del núcleo en la Escuela de Letras y de Arte de la Universidad de La Habana. 

Pronto incluso salió de este recinto académico, para ir a dirigir el inútil y recoleto Instituto de Literatura y Lingüística de la Academia de Ciencias de Cuba, donde nada se decidía, salvo, por intervención expresa de la doctora Aguirre, la exclusión del Diccionario de Literatura Cubana, entonces en proceso de configuración, de todo aquel escritor vivo (y a veces algún fallecido) que no estuviera en consonancia con los supuestos principios del castrismo.

III - Los jóvenes

La tercera fuerza centrífuga en conflicto para un debate medianamente sano era la más débil y también, por cierto, la única con posibilidades de un impulso real a la conformación de una plataforma teórica nacional. Eran los jóvenes nucleados en el Departamento de Filosofía de la Universidad de La Habana. Allí estaban Fernando Martínez Heredia, Aurelio Alonso, Justo Nicola, Luciano García, Cristina Baeza, Marta Blaquier, Luisa Noa, Isabel Monal, Jorge Gómez y otros. 

Estos jóvenes trataban de abrirse al mundo de las ideas de la época, así como adquirir experiencias de otros pensadores y tendencias de izquierda en el mundo; su propósito esencial era demostrar que el marxismo-leninismo estaba contextualizado por una historia compleja, que incluía la historia de la filosofía y en el caso de Cuba, la historia de la nación, la del Caribe, la de América Latina y la de África. Pero estaban derrotados de antemano, máxime cuando el grupo castrista, con Fidel a la cabeza, terminó por pactar con la vieja guardia comunista, aunque esta, en general, fue doblegada y asimilada por el régimen.

IV - Factores internacionales

Pero hubo un cuarto elemento de fuerza de carácter internacional y no del todo desdeñable: se trata de uno bien complejo. Por una parte, están las confrontaciones entre el partido comunista soviético y el chino, pugnando por quién adquiriría el mayor predominio. El maoísmo había logrado ya no solo una determinada fuerza, sino que se estaba extendiendo por el mundo, en particular por América Latina. El XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética había sacado a la luz una serie de graves problemas del estalinismo, pero no los había erradicado por completo. 

Varias personas a bordo de una lancha navegando. Se ven cinco sentadas, Fidel de pie.
Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir con Fidel Castro. | Imagen: @ScholarPics/Twitter

Los incidentes de Hungría y otros habían afectado el otrora omnímodo prestigio del comunismo soviético. Había aparecido el concepto de Tercer Mundo y su relación con el subdesarrollo. África despertaba tanto a la reflexión teórica como a una lucha más activa por su independencia. Las antiguas colonias en el mundo advienen a una meditación creciente sobre su destino político. Todos estos factores confluyeron en ese comienzo de un debate alrededor de la ideología posible y necesaria para la sociedad cubana en la revolución que había triunfado en 1959. 

No es casual que Jean Paul Sartre, en su visita a Cuba, se preguntara también sobre esa ideología, sin duda imprescindible como basamento para todo lo que se proyectara. Pero eso fue, precisamente, lo que resultó asfixiado y sustituido desde un primer momento, aunque se pretendiera, falsamente, que se partía de unos presupuestos marxistas. Esa asfixia prematura sentó las bases de todo el totalitarismo posterior y de su antintelectualismo raigal.


1. Néstor Kohan: “Pensamiento Crítico y el debate de las ciencias sociales en el seno de la
Revolución cubana”, en: Crítica y teoría del pensamiento social latinoamericano. (s. e.),
Buenos Aires, 2006, p. 409.

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Luis Álvarez

Luis Álvarez Álvarez

(Camagüey, 1951). Poeta, crítico literario e investigador cubano. Es Doctor en Ciencias (2001) y Doctor en Ciencias Filológicas (1989), ambos por la Universidad de La Habana, donde trabajó durante varios años. Distinguido con el Premio Nacional de Literatura (2017) y miembro de honor de la Fundación Nicolás Guillén (2019).

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