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Arte cubano | “El cartel protesta”: entrevista al crítico de arte cubano Ernesto Menéndez-Conde

Conversación con Ernesto Menéndez-Conde sobre "El cartel protesta" en Cuba, una compilación que desnuda la gráfica disidente cubana y revela cómo el arte se convierte en resistencia frente al poder.

Collage de carteles de protesta cubanos reproducidos en el libro El cartel protesta (2025), con obras de
Gráfica disidente en la revolución. Carteles de: Ángel Hernández , Claudia Patricia, Luis Luisovich Jañez, Eduardo Sarmiento y Grigoric Cabrera (del libro "El cartel protesta", 2025).

Ernesto Menéndez-Conde es actualmente una referencia fundamental en la crítica de arte, particularmente en relación con el arte cubano. En 1994 se licenció en Historia del Arte por la Universidad de La Habana, pasó a radicar en los Estados Unidos, donde en 2009 obtuvo un doctorado por la Universidad de Duke con una investigación sobre el abstraccionismo y los discursos críticos en el arte cubano.

Durante su productiva trayectoria crítica, se ha ocupado tanto de las artes plásticas en Cuba y en otras regiones de América Latina, Europa o los Estados Unidos, como también de figuras del metamodernismo y de modalidades de expresión artística como el performance. Profesor universitario, también se ha desempeñado como curador, editor y traductor.

A Ernesto Menéndez-Conde le debíamos ya un ensayo de extraordinario valor, Trazos en los márgenes (Arte abstracto e ideologías estéticas en Cuba), un libro que abordó de manera contundente uno de los temas que el castrismo, haciéndose eco de los voceros del Partido Socialista Popular, consideró negativo y objeto de represión. 

Portadas de los dos tomos del libro Trazos en los márgenes. Arte abstracto e ideologías estéticas en Cuba, de Ernesto Menéndez-Conde, segunda edición.
Portadas de “Trazos en los márgenes. Arte abstracto e ideologías estéticas en Cuba”, segunda edición, de Ernesto Menéndez-Conde. | Imagen: Árbol invertido (montaje)

En efecto, la cuestión del abstraccionismo en el arte había sido convertida en tema tabú, marca de una ideología detestada por los partidos comunistas latinoamericanos, fieles a los dictados del estalinismo moscovita. La campaña comunista contra el abstraccionismo fue tan enconada que hoy nos parecería incluso inverosímil, si no fuera porque los dislates y absurdos del culto a la personalidad, eje de la vida soviética y de sus satélites, son bien conocidos.

El estudio de Menéndez-Conde sobre el tema hace gala de varias características: en primer lugar, es en extremo minucioso; recorre un amplio conjunto de aristas del problema, y no circunscribe su valoración a la plástica en la capital del país, sino que también aborda el abstraccionismo como práctica creativa en otras regiones de la isla. Luego, no se limita a un examen de la plástica, sino que, con inteligencia y cuidadosa indagación de los hechos, traza un panorama muy completo sobre el difícil ambiente cultural en la Cuba castrista. Es, sin duda, una investigación acabada y de indudable valor no solo para la historia del arte cubano, sino también para una comprensión de procesos culturales de la isla.

El cartel protesta: génesis y desafíos de una investigación

Portada libro El Cartel Protesta
Portada libro El Cartel Protesta

Menéndez-Conde ha publicado un segundo libro, con la colaboración de Luis Trápaga Brito. El cartel protesta: El arte cubano de la revolución en la era digital. Esta obra ha aparecido asimismo en inglés: Protest Posters: Cuban Revolutionary Art in the Digital Age.

Nuevamente, se trata de un gran estudio sobre un aspecto del arte insular no solo importante, sino también complejo, abstruso y en verdad insuficientemente valorado antes. 

Es una obra capital para la cultura insular, tanto por su impecable indagación de los procesos artísticos que dieron lugar a un cartel protesta contra la vergonzosa dictadura castrista, como de la letal atmósfera general que este régimen ha venido generando en el país. Ensayo sobre una cuestión de gran interés para la historia del arte cubano y, a la larga, latinoamericano, es también una brillante toma de posición sobre el drama cultural de la isla.

La gráfica contestataria también era, tal vez de un modo no tan visible, otro de los evidentes desafíos contra el régimen. 

Esta segunda obra de enorme valor que has dado a la cultura del país ya no es, como la primera, una indagación orientada hacia un doctorado. ¿Cómo se ideó y cómo se fue gestando?

La idea partió de una conversación con el artista Luis Trápaga, radicado en Cuba. Él me habló de sus frustradas tentativas por hacer una exposición de carteles con contenidos críticos contra el gobierno. Ambos conocíamos a algunos de los artistas que estaban trabajando en ese género de creaciones y convenimos en que podríamos hacer un libro.

Personalmente la idea me entusiasmó mucho e inmediatamente comencé a indagar. En los meses anteriores al 11 de julio de 2021, ya se veían frecuentes expresiones públicas de inconformidad, como las acciones del movimiento San Isidro, las actividades del espacio INSTAR (Instituto de Artivismo Hannah Arendt), creado por Tania Bruguera, la repercusión que tuvo la canción “Patria y Vida” y las protestas improvisadas en las calles, que por aquel entonces ya se hacían notar, pese a la represión que se había intensificado a partir del VIII Congreso del Partido Comunista de Cuba, celebrado en abril de 2021.

Cartel Medusa 7/11 (2021), de Luis Trápaga. Fotomontaje de mujer con gafas rojas que llevan la fecha 11-7, rodeada de cabezas de muñecas como serpientes.
“Medusa 7-11” (2021), obra de Luis Trápaga.

La gráfica contestataria también era, tal vez de un modo no tan visible, otro de los evidentes desafíos contra el régimen. Además, aunque se trataba de un cartel político, los lenguajes a los que apelaban los diseñadores muy a menudo esquivaban las soluciones panfletarias. Muchos de los carteles que aparecen en el libro me hacen pensar en la máxima: “una imagen dice más que mil palabras”.

Nosotros solo conocíamos a unos pocos artistas que incursionaban en este tipo de obras, pero pronto nos percatamos de que se trataba de un movimiento muy vital, que se desarrollaba casi al mismo tiempo en que trabajábamos en el libro. Así, cuando estábamos preparando un capítulo dedicado a las protestas que tenían lugar en el país, nos sorprendió el 11 de julio que, entre otras cosas, vino a añadir nuevos carteles y hasta diseños de banderas que celebraban aquella fecha. 

También nos percatamos de que era un movimiento que se realizaba tanto dentro como fuera de Cuba. Sus autores muchas veces eran egresados del Instituto Superior de Diseño Industrial (ISDI) y muchos de ellos se sienten herederos de la gráfica que salía de los talleres del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos), Casa de las Américas y el Consejo Nacional de Cultura. 

Había otros creadores que, aunque de formación autodidacta, estaban bastante familiarizados con las artes visuales y comenzaban a interesarse en las imágenes digitales. Es un movimiento en el que participan decenas de artistas. Cuando empezamos a trabajar en el libro ya existía —y todavía se mantiene— un sitio web llamado Carteles por la libertad, que está exclusivamente consagrado a estas creaciones.

¿Cuáles fueron los desafíos principales que esta investigación sobre el cartel protesta cubano hubo que enfrentar?

Creo que el desafío fundamental consistió en cómo agrupar los trabajos, establecer las constantes en una significativa cantidad de obras, realizadas por decenas de autores. Decidimos crear cuatro capítulos. El primero dedicado a las apropiaciones paródicas de carteles realizados entre las décadas de 1960 y 1980 —como Now, Canción protesta y Niños desaparecidos— para subvertir sus contenidos ideológicos y convertirlos en críticas al presente que se vive en Cuba.

Montaje con los carteles Victoria en Revés (2021), de Claudia Patricia, y Repudio en unidad (2020), de Claudia Patricia y Hamlet Lavastida.
“Victoria en Revés” (2021), de Claudia Patricia, y “Repudio en unidad” (2020), de Claudia Patricia y Hamlet Lavastida.

En un segundo capítulo, que titulamos “El arte de la repulsión”, aprovechamos el uso de lo grotesco, lo siniestro y el humor popular, como rasgos con los que los diseñadores han procurado contrarrestar la propaganda política y con los que persiguen desmitificar las visiones idealizadas de Che Guevara o Fidel Castro, así como burlarse de los discursos que repiten los voceros del régimen.

Encuentro muy interesante que muchas de las obras se detuviesen en los problemas cotidianos que padecen los cubanos, como las dificultades para conseguir alimentos, la corrupción de los funcionarios del gobierno, el adoctrinamiento que comienza desde la infancia y formas de represión económica que resultan imprescindibles para mantener el poder político, aunque tengan consecuencias desastrosas para el desarrollo del país.

Cartel Limón por pollo por pescao (2021), de Gorki Águila. Fondo rojo con híbrido de pescado y limón, crítica al desabastecimiento en Cuba.
“Limón por pollo por pescao” (2021), obra de Gorki Águila.

Hicimos un tercer capítulo sobre esta gráfica de la vida cotidiana y otro más sobre las imágenes dedicadas a las protestas y al empleo de símbolos patrios, como la bandera cubana, José Martí y las representaciones del mapa de la isla. Finalmente, fue preciso agregar un capítulo sobre los antecedentes del cartel protesta, en el que se incluyen los trabajos tempranos y todavía hoy poco conocidos de Inverna Lockpez y Jaime Bellechasse, fechados en 1965, y la gráfica realizada por jóvenes artistas de la segunda mitad de la década de 1980.

Yo diría que otro de los desafíos a la hora de escribir el libro consistió en decidir qué fuentes bibliográficas deberíamos utilizar. Más que predicarle al converso, quisimos que el libro se dirigiera a los simpatizantes del régimen. Los cubanos tenemos que tropezar constantemente con el problema, desdichadamente tragicómico, de que quienes apoyan al régimen no son cubanos y suelen percibir las críticas al totalitarismo como difamaciones.

Yo mismo puedo contar muchas anécdotas al respecto. Recuerdo a una cineasta peruana. Le conté algunos de mis recuerdos sobre el Período Especial, y me respondía que nada de eso era cierto. Con otros latinoamericanos y estadounidenses he tenido experiencias parecidas. En la universidad varias personas me tildaban de reaccionario, precisamente por mis criterios en torno al gobierno cubano. No es infrecuente que los simpatizantes del régimen le crean más a la propaganda que sale de los medios oficiales de La Habana que a los testimonios de quienes hemos vivido en Cuba.

De ahí que nos propusimos la estrategia de acudir mayormente a textos que aparecieron en las publicaciones periódicas nacionales o a libros publicados en las universidades de estados Unidos, donde los enfoques críticos contra el gobierno cubano a menudo son muy tímidos. En la muy amplia bibliografía sobre la “Revolución cubana” publicada por las academias norteamericanas la palabra dictadura parece brillar por su ausencia. O al menos no recuerdo haberla leído, pese a que Fidel Castro vistió un uniforme militar durante más de tres décadas y en las clases que recibíamos en la escuela secundaria se nos decía que estábamos en la "dictadura del proletariado".

El gobierno cubano se ha apropiado de la palabra revolución, a fuerza de repetirla diariamente durante más de sesenta y seis años, y es preciso arrebatársela.

Hoy se le reprocha a Bukele que haya modificado la constitución para postularse indefinidamente como presidente, pero no conozco ningún libro o ensayo publicado en las universidades estadounidenses donde se pregunte si era legítimo que Fidel Castro gobernara el país por casi medio siglo y que su hermano tomase la batuta sin que esa decisión se sometiera a escrutinio público. Raúl Castro sencillamente heredó el poder, como mismo se hereda una finca o una casa en el campo.

Pero estos no son asuntos que suelen preocupar a muchos de los investigadores que trabajan en las universidades norteamericanas, quienes se centran en problemas como la igualdad de la mujer, las creaciones culturales o las soluciones para garantizar el bienestar colectivo. Decidimos, por lo tanto, basar el texto en las publicaciones oficialistas cubanas y en las investigaciones salidas de las universidades estadounidenses.

Debiera añadir que otro desafío fue encontrar el título para el libro. Ninguno nos convencía, hasta que finalmente dimos con El cartel protesta, en gran medida inspirados en el póster Canción protesta, de Alfredo Rostgaard, del que publicamos varias parodias, además de otras que no incluimos. El subtítulo “El arte cubano de la revolución en la era digital” era también una cita paródica, en este caso al formidable libro The Art of Revolution (1971), de Dugald Stermer, para el cual Susan Sontag escribió un largo ensayo. El gobierno cubano se ha apropiado de la palabra revolución, a fuerza de repetirla diariamente durante más de sesenta y seis años, y es preciso arrebatársela.

El investigador norteamericano Ted Henken habló de una revolución que se está produciendo gracias al impacto de internet en la sociedad cubana y, en efecto, ahora estamos viviendo una revolución, que cuenta con un himno (la canción “Patria y Vida”), con unas banderas y, lo más importante, con protestas cívicas que se hacen cada día más cotidianas. Nadie sabe cuándo dicha revolución llegará al poder, pero al menos el régimen está agonizando de manera irreparable.

El impacto cultural del cartel protesta en Cuba

El libro demuestra hasta la saciedad la calidad del cartel protesta insular en la era digital. ¿Existe aún un cartel cubano a favor del mantenimiento del totalitarismo comunista o simplemente con posiciones de izquierda? ¿Tiene calidad artística real?

Es un tema que seguramente debe investigarse mejor. La diseñadora Claudia Patricia escribió un texto muy interesante sobre cómo los diseñadores que trabajan para el régimen lo hacen sin entusiasmo alguno, en contraste con aquellos años del cartel revolucionario, cuando muchos de los creadores se sintieron inspirados por el momento histórico que estaban viviendo.

En el año 2017, tuve ocasión de entrevistar al diseñador Rafael Morante. Me habló de cuán involucrado estaba en las transformaciones sociales. Tengo entendido que la mayoría de los diseñadores trabajaban con idéntico fervor. Es evidente que hoy ya no puede decirse lo mismo y no sería raro que muchos de los encargados de realizar la propaganda política aprovechen las ambivalencias que permite el diseño gráfico para burlarse de esos discursos que supuestamente deben respaldar.

Hay ejemplos que ciertamente admiten esas lecturas subversivas. Tania Bruguera comenta algunos en una entrevista que le hicimos para el libro.

Creo que, si esa gráfica pudiese llevarse a las calles, entonces tendría un impacto demoledor y no me extrañaría que contribuyese notoriamente a acelerar un cambio social. 

Un aspecto de enorme importancia en esta investigación es el surgimiento de un nuevo espectador del arte en Cuba. ¿Se trata de un fenómeno referido sobre todo al cartel protesta o podemos considerarlo un cambio generalizado?

Si hoy pudiese hablarse de un nuevo espectador en Cuba, probablemente se deba a internet. Los cubanos hoy se informan de lo que acontece en la isla por medio de las redes sociales. Internet incluso los está ayudando a conocer mejor la historia de la Revolución cubana, que es un pasado sometido a numerosísimas borraduras y censurado por el propio gobierno.

También gracias a internet los cubanos que han emigrado se comunican más regularmente con los que viven todavía en Cuba. Yo diría que se trata de un cambio generalizado, ya que la gráfica contestataria, prohibida en el país, posiblemente no esté teniendo la suficiente repercusión, más allá de las redes sociales.

Creo que, si esa gráfica pudiese llevarse a las calles, entonces tendría un impacto demoledor y no me extrañaría que contribuyese notoriamente a acelerar un cambio social. Por ahora esos carteles son parte de la información sobre la realidad cubana que circula en internet, que es el espacio privilegiado de la oposición al poder.

Cartel Ciberclaria (2021), de Miguel Monkc. Representa a un hombre con cabeza de caja infestada de cucarachas, aludiendo a la propaganda digital del régimen cubano.
“Ciberclaria” (2021), obra de Miguel Monkc.

Yo me permitiría agregar que el ámbito digital y la vida social no pueden disociarse. El mejor ejemplo es el 11 de julio. Las protestas de aquel día, que no fueron organizadas por ningún partido opositor, mostraron que internet podía estallar en las calles y no solo limitarse al dominio de lo privado.

En muchas de las obras que se analizan en el libro aparecen como componentes semánticos el humorismo y la ironía. Por favor, abunda sobre estos elementos: ¿lo consideras un factor ligado a la idiosincrasia cubana? ¿Es una estrategia de expresión?

Soy bastante escéptico de las tentativas por construir una idiosincrasia "cubana", aunque si tal empresa fuese plausible no cabe duda de que el humor popular sería uno de sus ingredientes fundamentales. Como ya había observado Jorge Mañach, el choteo era una respuesta a las frustraciones políticas del país.

Me gusta mucho citar al investigador norteamericano James C. Scott y su libro Los dominados y el arte de la resistencia. El autor introdujo el término infrapolítica para hablar de formas de resistencia que casi siempre permanecen replegadas al ámbito de lo privado. Los oprimidos, sobre todo en sociedades sumamente represivas, suelen aplaudir públicamente los discursos del poder, mientras en privado expresan el descontento que suscitan dichos discursos.

La infrapolítica es esa inconformidad que corroe a toda la sociedad y que incluiría el mercado negro, el desaprovechamiento de la jornada de trabajo y el humor popular. Este último ha sido sumamente fecundo en la sociedad cubana, no tanto como expresión de alguna idiosincrasia nacional como por la manera tan represiva con que se han impuesto los discursos del poder, que, junto a la censura, están investidos de una grandilocuencia y un triunfalismo muy propicios para la risa.

Uno de los aspectos que más me deslumbra de estos carteles es que los diseñadores están llevando a imágenes las opiniones de millones de cubanos que residen en la isla y lo hacen siguiendo maneras análogas a las que los ciudadanos suelen expresar sus descontentos, como ocurre con este recurrente empleo del humor popular.

Portadas del suplemento satírico Juventud Yénica de Alen Lauzán. A la izquierda, parodia de cine de terror con Fidel Castro; a la derecha, Godzilla arrasa una ciudad bajo el título “La calle es de Godzilla”.
“Juventud Yénica”, parodia satírica de Alen Lauzán sobre la revista oficial Juventud Técnica.

La crítica y la investigación artística en Cuba

¿Hasta qué punto la crítica de arte dentro de la isla ha sido capaz de encarar la eficacia y calidad del cartel protesta?

Hasta donde sé, la crítica de arte dentro de Cuba no ha dicho ni una palabra sobre esta gráfica. En parte, seguramente, por la censura, pero también porque este movimiento artístico apenas ha despertado la atención de la crítica. Cuando comenzamos a hacer el libro casi no se había escrito nada sobre el tema y todavía hoy tampoco se ha hablado lo suficiente.

En tu opinión, ¿qué problemas principales enfrenta la formación académica actual de profesionales de la crítica, la teoría y la investigación del arte cubano en la isla?

Algunas amistades me han comentado que la enseñanza del marxismo se ha vuelto menos rígida y ya sin el protagonismo que tuvo en el pasado. Asimismo, tiende a concedérsele un mayor espacio a la abstracción en el devenir del arte en Cuba. Pero no dispongo de mucha más información.

En los años en los que estudié historia del arte, a comienzos de la década de 1990, se hablaba del posmodernismo y recuerdo que se discutían algunas de las tendencias artísticas del momento. Por otra parte, también se impartía un curso sobre el pensamiento teórico contemporáneo y se aceptaba que las opiniones de Juan Marinello sobre el arte abstracto habían sido demasiado rígidas. Pero los artistas cubanos que habían emigrado se mencionaban muy raramente, cuando no estaban absolutamente ninguneados.

¿Qué proyectos de investigación tienes en mente o en ejecución en este momento?

En estos momentos tengo casi terminado un libro sobre los comienzos del arte moderno en Cuba. O sea, sobre los creadores anteriores a Revista de Avance, entre quienes pueden encontrarse algunos ensayos formales que preludian las vanguardias. El libro incluye un largo capítulo sobre el modernismo y otro sobre el artista búlgaro Jules Pascin, quien visitó Cuba en cuatro ocasiones.

Espero concluirlo pronto, aunque, al menos en mi caso, los detalles finales son los que me resultan más laboriosos y los que más tiempo me consumen. Ahora también trabajo en la traducción al inglés de mi libro Trazos en los márgenes y estoy aprovechando la ocasión para revisar el texto en español. Una vez que concluya estos trabajos, espero volver sobre el tercer tomo del libro, que también tengo bastante avanzado.

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Luis Álvarez

Luis Álvarez Álvarez

(Cuba, 1950). Doctor en Ciencias y doctor en Ciencias Filológicas. Ensayista y poeta. Premio de Pensamiento Caribeño (área de la Cultura) por el Estado Libre de Quintana Roo, México, la Editorial Siglo XXI y la Universidad Autónoma de Quintana Roo, en 2003. Premio Extraordinario de Ensayo sobre José Martí, Casa de las Américas, en 1995. Mención de Honor en el IV Concurso Hispanoamericano de Ensayo sobre pensamiento "René Uribe Ferrer", convocado por la Universidad Pontificia de Bogotá y el Instituto Cervantes de Madrid.

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