Después de una década husmeando en sus archivos, es llegada la hora en que debo editar el tercer libro de Lira de los Ángeles. Noventa años vivió la poeta holguinera. En esas nueve décadas, ¿cuánto se abrieron sus ojos a la lágrima? ¿Quién sabe de las eternas noches en que esos ojos no se cerraron y en la vigilia permanente, verso a verso, amanecieron? ¡Solo Dios sabe! Lira de los Ángeles es la mujer que escribe para dejar testimonio por su dolor de patria, porque ve a Cuba como una patria que agoniza y ella clama a su Cristo por esa suerte de patria añorada: “Yo ansío ver de nuevo tus palmeras / desgranando mis dedos en el viento / erguirse libre, dignamente, / para mirar el cielo. / Volver a tus campiñas, / abrir la flor silvestre / despreocupada, alegre, perfumada”.
En Tea oscura, su segundo libro, nos había dicho: “Déjame llorar mi lágrima, déjame llorarla toda”. Pero, ¿cuál fue y dónde está la carta más sentida que alguien le escribiera al gran Libertador de América? Me atrevería a afirmar que el original de esa carta se encuentra en las gavetas de un escritorio a la altura de una buhardilla de la calle Cervantes, en la casa marcada con el número 337, San Isidoro de Holguín, Cuba: “...Así empiezo mi carta como empiezan/ a escribir las misivas familiares / los cubanos humildes, / y yo quisiera alzarme hasta tu oído / para hablarte bajito. / Soy tímida y humilde (...) Asómate, Bolívar, un momento / desde la altura inmensa de los Andes / con esa tu mirada penetrante / y observa lo que pasa en este lado: / en un trozo de América rodeado por el mar...”. Aquí, en Vengo a llorar, está esa carta íntegra. Mi aspiración es que los vientos de Internet la lleven todo lejos posible. Y que América toda la conozca.
"La Cuba por la que Lira de los Ángeles lloraba hace seis décadas es la misma de este tiempo en que se publica el tercer poemario de la poeta holguinera..."
La Cuba por la que Lira de los Ángeles lloraba hace seis décadas es la misma de este tiempo en que se publica el tercer poemario de la poeta holguinera. Sus reclamos de entonces mantienen la vigencia de los mismos que hoy haría otra dama. Solo ha cambiado un tanto lo formal, pero el verso de los poetas contemporáneos le presenta al mundo un mismo cúmulo de lamentos... Vengo a llorar no habla de un instante, no refiere un estado de ánimo, es rogativa a Dios, al tiempo, porque en el reloj de Lira de los Ángeles el llanto no cesa. La mujer que grita sus penas en estas páginas, lo hace desde su inconmensurable filiación de hija cubana y de hija martiana. Vemos a la mujer que llora su dolor maternal en el poema dedicado a sus dos hijos mayores, apartados de la tierra nativa tras la aventura lacerante que compartieran más de catorce mil niños cubanos ("Operación Peter Pan"), los de la sombría suerte de crecer y permanecer, tal vez de por vida, en la distancia.
No tuvo término el llanto de Lira de los Ángeles, porque no cambió nunca la Cuba de la que ella dijera en un soneto firmado el 8 de marzo de 1961: “Ha caído en olvido la franqueza, / miramos con recelo, con tristeza, / pisamos con temor de ser notados: / Mientras el alma dentro se rebela / sabiendo que se mata y se encarcela / al que ante el falso Dios, no se ha postrado”. Vengo a llorar es confesión y desahogo. Es libro y testamento donde la voz de una aldeana aclama por su Dios, y teje palabras de salvación por la Isla que ve cautiva. Es libro y es testimonio donde la mujer mística invoca y sentencia.
Pienso en la fotografía que hace la poeta con su cámara de medir la temperatura política del tiempo que le tocó vivir. Pienso en el que tal vez sea el poema más desgarrador de su cosecha literaria, el que cierra esta selección —"Es Cuba”—, el texto lapidario donde nos dice que los hijos de la patria “van quedando como estacas sobre el terreno, señalando el lugar: Es Cuba”.
"...la mujer se presenta como protagonista de los hechos, como la Rut moderna leal a su Dios..."
Se trata de un texto escrito hace seis décadas, y perfectamente puede estar describiendo el rostro cubano de los días del Tercer Milenio. Pienso en el imperativo modo con que la mujer se presenta como protagonista de los hechos, como la Rut moderna leal a su Dios: “…ahora, Señor, arrepentida me postro ante tus plantas para llorar por todo este pecado”. Pienso en los muchos años de silencio en que nada se habló de Lira de los Ángeles en Holguín. Voy a los días de aquel concurso literario, al siglo pasado. El certamen convocaba al tema del mar en la poesía. No sabemos cómo ni quién motivó a Lira para que presentara un texto suyo. Ella escogió las cuartetas dedicadas a la ciudad de Gibara en los años 50. En la premiación de ese concurso, donde Lira de los Ángeles resultó premiada, la conocieron los promotores culturales y poetas de Holguín. Joaquín Osorio la recuerda como una persona sensible, que inspiraba una paz cristiana y una bondad únicas.
Según palabras del promotor cultural, al verla leer su poema en la legendaria ciudad de Gibara, le dio la sensación de estar ante el ser más alegre del mundo. El musicólogo Zenovio Hernández Pavón la recuerda como una mujer muy dulce, siempre con una sonrisa a flor de labios. Él considera, agradecido, que en sus apuntes e investigaciones sobre la cultura cubana de los años 40, ella le aportara informaciones muy valiosas. Todos la recuerdan en Holguín como una mujer extremadamente alegre, sin embargo, desde estas páginas, Lira de los Ángeles dice que viene hasta nosotros a llorar…
Vengo a llorar
Vengo a llorar, Dios mío,
toda esta angustia que nos da el pecado.
Vengo a llorar por el temor que un día
te alejes de mi patria,
que levantes tu vista dolorida
de este rincón
donde el amor se enreda
buscándote las vueltas.
Vengo a llorar por todos,
por el odio de un pueblo,
un pueblo que fue manso
y fue moldeado
como una masa suave.
Un pueblo que unas manos
pudieron darle forma
y cincelándolo en piedra
despojaron de pureza
para crecer, alzarse hasta llegar a ti
con alabanzas:
Gloria a Dios en los cielos.
Paz a los hombres de buena voluntad.
Mas la paz no es posible,
el odio nubla todo entendimiento ,
la buena voluntad está perdida
y solo en ti la gloria de los cielos.
Hay una voz que quiso remedarte,
disfrazarse de ti.
Muchos hombres bajaron la montaña
con una cruz tapándose el pecado.
A conciencia manchada
poblaron de igualdad entre los hombres,
de caridad y de piedad hablaron,
de consolar al triste, de socorrer.
De repartir las tierras.
Hablaron de acabar con la mentira.
Era una voz hermosa
una voz suave...
Hablaron de justicia.
De hermandad.
Y hablaron de la luz y de la ciencia,
de un florecer azul en bellas artes,
de enseñar a leer al que no sabe
y de darle un hogar al pordiosero.
Unos hombres bajaron la montaña
con una cruz tapándose el pecado.
Un hombre los guiaba,
la luz de Lucifer sobre la frente.
¡Era un iluminado!
Era un rojo Luzbel,
la mala bestia
que llegaba del mar...
sobre su frente nombre de blasfemia.
¡Y todos le adoramos!
Pero ahora, Señor, arrepentida
me postro ante tus plantas
para llorar por todo este pecado.
(Abril de 1961).