SUB LUMEN
No tengo ni siquiera cansancio que me embriague,
no tengo ya deseos en que mi mente vague.
Yace tranquila y muda mi férrea voluntad.
Callé todas las voces, ahogué todos los cantos,
Encadenando ensueños y olvidando quebrantos,
y edifiqué en las ruinas la erguida realidad.
Y ahora pulso de nuevo la pentacorde lira.
De mis sentidos fuertes y alertas, mi razón,
como el phenix, renace por la renunciación
que en fuego y en crisoles fundió mi corazón.
Tropecé lo fatal,
crucé por sobre el medio de la angustia y la muerte,
y de una vida esquiva, lejana, sola y fuerte,
me encuentro en el umbral!
UN CANTO NUEVO
Todos lo que me vituperaron en mi vida
Alguna acción,
Al pasar de las horas la citaron
Con devoción
Y los que algún amor de mi alma maldijeron
En su dolor,
Han bendecido a gritos lastimeros
El mismo amor,
Los que mi llanto causan, mis cantares
Dándome van.
Los que me van colmando de pesares
¿En dónde están?
Vengan, los quiero ver, darles, contenta
Mi gratitud;
Porque cada dolor es una cuerda
De mi laúd
Y es cada pena que en mí llevo
Un canto nuevo!
VOE SOLI!
Es un cansancio enorme, que abate mi cabeza
Bajo el peso maldito de mi eterna tristeza.
¿Dónde encontraré un hombre con alma de niño
Que sepa comprenderme sin brindarme cariño?
Un hombre que aquilate mis callados dolores
Y su amistad no envuelva en pérfidos amores?
Que entienda que a otro adoro con amor infinito
Y es amistad sincera lo que necesito?...
Y si a un hombre le ofrezco con franqueza mi mano
Con el ansia infinita de llamarlo mi hermano,
Al punto cree que al verlo de amor me he vuelto loca
Y que su suerte es grande y mi vergüenza poca.
SICUT NAVES, VELUT UMBRA?
En la angustia terrible, que mi labio no nombra,
¿Pasaré por tu vida cual nave por la sombra?
En la amargura intensa de mi cruel agonía,
¿seré para ti niebla de una mañana fría?
En la tristeza enorme de mi intenso quebranto,
¿seré para ti el eco de algún lejano canto?
En el claustral silencio de crueles sacrificios,
¿seré como los ecos de monjiles oficios?
En estas tempestades de tinieblas y brumas,
¿moriré en tu recuerdo como en la ola la espuma?
En la muerte de un sueño secreto y dolorido,
¿morirá mi recuerdo, morirá en el olvido?
¡Nada me importa nada! ¿el amor? ¿la memoria?
¡Lo mismo que el deseo, la ilusión y la gloria!
Nada me agita, nada me entristece ni asombra...
¡Todo pasa en la vida cual nave por la sombra!
YO ENCONTRÉ LA FLOR DE ESOS ABROJOS
Dicen que el mundo es un lugar maldito
Donde, en bregar continuo, va la vida
Pasando, dura y cruel, en infinito
Luchar eterno, que a morir convida
Que no hay tranquilidad ni bienandanza,
Que es mentira el amor, y los placeres
Engaños son que miente la esperanza
Para aliviar intensos padeceres...
Que nadie encontrará, por el camino
Donde avanzar, sin que la huella deje
Sangrienta, tras los pies del peregrino
Que de las zarzas rápido se aleje...
Pues yo...!Encontré la flor de esos abrojos
Mirándome en el fondo de tus ojos!!!
TANTES LABOR NON SIT CASUS
Placeres mundanales que el sendero
Esmaltáis de la vida fatigosa,...
Huid lejos de mí, que sólo quiero
De mi tranquilidad la paz hermosa...
Postrada ante las plantas divinales
Del Mártir del Calvario, su clemente
Perdón quiero implorar, mientras mi frente
Se lava de su sangre en los raudales.
Quiero pedirle que mi vida acabe
Antes que yo le ofrenda en algo grave,
Que me dé verlo allá en el paraíso,
Puesto que con su muerte así lo quiso,
Que como me dio vida con su muerte
He de morir en él con alma fuerte!
SONATINA
Ah de mis locas ansias
Los perversos resabios!
Mi deseo de tus besos!
Mi obsesión por tus labios!
Ah mis crueles sonrojos
Tímidos, temblorosos,
Audaces, afanosos,
Mi obsesión por tus ojos
Oh ensueño lisonjero
Perturbador, intenso
Oh, mi cariño inmenso
Mi obsesión por ti, entero!
Quisiera poseerte
Febril, ardiente y loca
Violenta e inclemente,
Tu pensar y tu boca,
Tu cuerpo y alma entero
En un espasmo ardiente
En un abrazo fiero
Estrujar en mis brazos
Tu cuerpo enloquecido
Y en exprimir en mi alma
Todo tu ser vencido
Oh ensueño lisonjero
Mi obsesión por ti entero!
MORIR DE TI
Morir de ti, de amor, de vida ardiente
De todo tú violento espasmo fiero
En que te dé mi ser, mi luz, mi mente
Mi existencia y mi aliento todo entero!
Vivir de ti, de luz, de paz, de brisa
Tranquila y pura, de perfumes llena
De canto y comprensión y de sonrisa
Y de amor y esperanza y dicha plena!
Vivir de muerte dulce entre tus brazos
Morir de vida entera de tus ojos
Soñar tu amor, tus labios, tus abrazos,
Y mi encanto, y mi dicha, y mis sonrojos
Y la locura dulce y encendida
De darte vida y muerte, y muerte y vida!
QUÉ IMPORTA SI TE SUEÑO?...
Que importa que a mi lado no te vea?
Que importa que rehúyas mi presencia?
Si aunque mi corazón llore tu ausencia
Siempre te encuentro en mi constante idea?
Que importa que mis ojos tu sonrisa
No contemplen gozosos cada día?
Si del tiempo a través de mi alma divisa
Tu rostro amable y tu mirada fría!
Tu indiferencia es vana, mi cariño
Más fuerte que la ausencia y que el olvido
Subsiste aunque tus ímpetus de niño
Ciego quieran matar mi dulce empeño
Qué importa, di, que esquives mi presencia
Si te sueño?...
YA YO ME VOY CONSCIENTE
Cuando salgáis del estupor inmenso
Que os cause mi partida inesperada,
No me aflijáis con un pensar intenso.
El llanto no devuelve nunca nada!
Colocad sobre mí las campanillas
Azules de la vega, las sencillas
Florecitas del campo, sin cultivo,
Que tanto quiero mientras tanto vivo.
Y colocad debajo de mi cabeza
Unos versos de Nervo, con terneza,
Para que mullan mi tranquilo sueño
Y recojan así mi último empeño.
Que nadie me acompañe ni me llore
Ni turbe mi silencio, ni profane
Mi soledad final; nadie me llame,
Nadie mi sollozar jamás añore,
Que yo me voy, consciente y abstraída
En el silencio intenso de la noche,
Y alumbraran los astros el derroche
Postrero de ilusión que haré en mi vida.
Pues soñaré que llegas a mi lado,
Que olvidas tus rencores y locuras,
Que vuelves a las dúlcidas ternuras
De aquel tiempo tranquilo que ha pasado.
Yo soñaré que llegas y me besas,
Me escudas en tus brazos, y en ternezas
Nuevas y viejas, mi dolor arrullas,
Y que cambias mi llanto en alegría,
Y tu alma transubstancias en la mía.
Que me posees en cuerpo y alma, toda
Libre de la impureza que hoy enloda
Todo lo natural; y en el exceso
De un espasmo mental de la materia,
De amor estallara grande arteria
Y te daré mi vida con un beso...!
Y cuando en ese ensueño haya partido
Al lejano país de lo intangible,
Haciendo realidad de lo imposible,
Obtén de todos general consenso
De no llorarme, ni sentir intenso
Pesar por mi partida inesperada.
El llanto no devuelve nunca nada!
Pon sobre mí las bellas campanillas
Azules de la vega, las sencillas
Florecitas del campo, sin cultivo,
Que tanto quiero mientras tanto vivo...
Y coloca debajo de mi cabeza
Unos versos de Nervo, con ternezas,
Para que mullan mi tranquilo sueño,
Y recojan así mi último empeño!
Que nadie me acompañe ni me llore,
Ni turbe mi silencio, ni profane
Mi soledad final, nadie me llame,
Nadie mi sollozar jamás añore;
Que yo me voy, consciente y abstraída,
Embriagada, arrobada, intensamente,
En mi placer de abandonar la vida!
YO QUIERO HARTARME DE LLORAR
Yo quiero hartarme de llorar, yo quiero
Desmenuzar mi amor y mis dolores
Demoler mi ilusión, mi pesar fiero
Y acabar mis recuerdos y rencores.
Yo quiero hartarme de llorar mis lágrimas
Que jamás calman mi añoranza intensa
Que no se llevan mi desgracia inmensa
Ni borran, cuando corre, mis nostalgias
Yo quiero hartarme de llorar callada
Sin que se escuche mi sollozo triste
En mi abominación de cuando existe
Yo quiero hartarme de llorar, rendida
Por el dolor, por la injusticia helada
Y en llanto rojo al fin, dejar la vida.
HAGO COMO SPARTACO
Ya decidí, me voy, rompo los lazos
Que me unen a la vida y a sus penas.
Hago como Spartaco
Me yergo, destrozando las cadenas
Que mi existir tenían entristecido
Miro al mañana y al ayer y clamo
Para mayores cosas he nacido
Que para ser esclava y tener amo!
El mundo es amo vil, enloda, ultraja,
Apresa, embota, empequeñece, baja
Todo nivel moral, su hipocresía
Hace rastrera el alma más bravía
Y ante el cieno y la baba, antes las penas
Rompo como Spartaco, mis cadenas!
EPITAFIO
Quiero una piedra blanca y no pulida
Sobre la tierra que mis hueso cubra,
Sin cruz, que una muy grande arrastré en vida.
No quiero que ninguno se descubra
Al detenerse ante la tumba oscura
De quien murió de angustias y amargura.
Ni un nombre, ni una fecha, ni unas flores
Quiero sobre la piedra, ni oraciones,
Ni llantos, ni recuerdos, mis amores
Que olviden, y también mis aflicciones,
Los que en la vida vieron en voltario
Giro mis pasos por la senda umbría...
Silencio y paz para la tumba mía!
Por lo menos allí ni un comentario!
María Luisa Milanés (1893-1919). Vida y contexto
María Luisa Enriqueta del Carmen Milanés nació el 15 de julio de 1893 en la finca Hato Abajo, municipio de Jiguaní (o según otras fuentes, en El Palmarito), antigua provincia de Oriente en Cuba. Hija de la docente María de la Luz García Lorente y del general mambí Luis Ángel Milanés Tamayo, creció en una familia acomodada que le permitió una esmerada educación: dominó varios idiomas, estudió música, pintura y artes manuales.
En 1895 la familia se traslada a Bayamo, y posteriormente a Manzanillo, en el contexto de la posguerra cubana. Su formación incluyó estudios en La Habana, donde aprendió latín, francés, inglés, filosofía y oratoria, además de cultivar la música como pianista.
El período de mayor creatividad poética de Milanés se ubica entre 1912 y 1919. Pese a su juventud, su obra llamó la atención por su tono intenso, existencial y de rupturas evidentes. En vida publicó apenas unas decenas de poemas en la Revista Orto de Manzanillo con el seudónimo Liana de Lux, y lo poco que dio a conocer alcanzó para despertar la admiración de algunos poetas en su entorno.
En muchos de sus versos prefiguró la atracción por la muerte y en especial la posibilidad latente de un suicidio. El 9 de octubre de 1919 se disparó un balazo en su hogar de Bayamo. Expiró tres días después en Santiago de Cuba, adonde fue trasladada de urgencia. Al momento de morir, tenía solamente 26 años.
Testimonio del esposo
El escritor José Fernández Pequeño publicó en su blog una rara entrevista realizada al esposo de María Luisa Milanés, cuando este ya sumaba unos noventa años. Citamos, recuerdos del viudo:
La situación entre María Luisa y yo se había puesto muy tirante y acordamos divorciarnos. Ella quería irse al extranjero y yo me opuse. Le dije que le concedía el divorcio con la condición de que regresara a la casa de su padre. Y, desde ahí, que cogiera el rumbo que quisiera. Entonces ella le escribió una carta a su padre pidiéndole reingresar a su casa. Esa carta yo la rompí o la boté en algún momento. Luisillo contestó que, efectivamente, en todo momento la suya era también la casa de María Luisa y ella podía volver cuando quisiera, pero que jamás volvería a tener el cariño y el amor de su padre. María Luisa era una mujer muy digna y tenía mucho carácter, así que decidió suicidarse porque se sintió desamparada, se le unió el cielo y la tierra. Así me lo decía en la carta que dejó escrita al momento de suicidarse. Decía: “Tomo esta determinación porque mi querido Kaiser ha dicho la última palabra".
Ese día yo estaba trabajando en la oficina del censo y María Luisa me envió un papelito con una jamaiquina que teníamos de cocinera en la casa. Decía que cuando aquella nota llegara a mis manos, ya ella se habría suicidado porque no podía soportar la decisión de su padre. En eso llegó Joaquín Tristá, un cuñado mío, y le dije: “Mira, vamos, que yo conozco a María Luisa y sé que se suicida de verdad. Vamos a ver si llegamos a tiempo”. Pasaba un coche, lo paramos, nos montamos, y cuando llegamos a la casa, en el momento que ella sintió el ruido de mi llave en la cerradura de la puerta, se disparó. Fue una detonación terrible.
Se había disparado al pecho con un revólver que pertenecía a Baire Llópiz, hijo de Luisillo Milanés y por tanto hermano de María Luisa. Pero, como es natural en esos casos, el revólver varió. Era un treinta y ocho de cañón largo, así que el disparo descendió un poco y no dio en el corazón, sino más abajo. Ahí vino la hemorragia interior, la peritonitis…
Obra literaria
Milanés escribió poemas donde se entrelazan el amor apasionado, la soledad, la fe, la angustia y la conciencia de una vida breve. Por ejemplo, en “Un canto nuevo” escribe: "es cada pena que en mí llevo / un canto nuevo!" Así ostensiblemente sintetiza su convicción, y su aliciente principal: el poder transformar el sufrimiento en poesía. Su obra, en palabras de Ileana Álvarez, "permite situarla en la vanguardia de la lírica de su época" pese a su vida confinada en la provincia oriental.
El estilo de sus poemas muestra una voz temprana de la modernidad en Cuba: ella se adelanta al romántico tardío, integra la angustia del yo, la pulsión del deseo y la certeza de la muerte.
Ha escrito Ileana Álvarez:
La poeta, ya separada de su esposo Ramón Fajardo, que constantemente la humillaba a través de sus infidelidades, su vida veleidosa y carente de espiritualidad —le prohibió tener en casa una máquina de escribir, consideraba la literatura una pérdida de tiempo—, mantuvo una relación espiritual muy cercana con el Dr. Enrique Pérez Fernández, y fue objeto del comentario malediciente de la falsa élite pueblerina. Quizás por su espíritu romántico, al verse incomprendida, definitivamente opuesta a la fatua moralidad de la época, sin tener dónde descansar su cabeza —algunos testimoniantes consideran que sus supuestas mejores amigas echaron a rodar los malos comentarios—, decidió en un acto desesperado poner fin a su existencia con un disparo.
Presumiblemente, la noche antes había escrito su “Epitafio”, manifestación plena de un espíritu especial que, incluso en el breve curso de un relámpago, nos calentó, pese a que seres oscuros como los de Fajardo no solo quisieron destruir su obra, impedirle crear, sino también luego arruinar su moral y borrar su nombre.
La cárcel de su vida y la ruptura
Milanés padeció múltiples encierros: el de las convenciones sociales, el de la obligación femenina, y el de una salud deteriorada. Su poesía, con su metáfora recurrente del “peso maldito” de la tristeza, sugiere una vida bajo restricción emocional: "Es un cansancio enorme, que abate mi cabeza / Bajo el peso maldito de mi eterna tristeza."
Los estudios señalan que su entorno paternalista, la prohibición de publicar (en primer lugar, por parte de su padre), junto con una relación amorosa marcada por el rechazo, agravaron esa sensación de encierro interior.
Su padre no toleraba su vocación literaria por considerarla una "debilidad", lo apodó "el Káiser". Además, ella mismo reconoció que quemó no pocas de sus obras, indecisa o insegura, como era de esperar en alguien muy joven y sometida a demasiadas presiones. Pero, después del suicidio, su mismo padre también destruyó o quemó muchos de sus papeles inéditos.
Al siguiente año de su muerte, Juan Francisco Sariol reunió una gran parte de sus textos y le dedicó el número 120 de la Revista Orto (Manzanillo). Buscando salvar su obra dispersa, Sariol acudió al padre, pero se encontraría una escena horrible, donde un viejo marcial y machista seguía tomándose la licencia de destruir la personalidad y la expresión de su hija. José Fernández Pequeño describe ese encuentro:
"Luisillo sacaba un poema, lo leía y, si le parecía que no era conveniente, lo rompía. En caso de que Sariol hiciera algún instintivo gesto de protesta, el General tocaba el revólver que mantenía al alcance de su mano."
Su decisión final, propinarse un disparo en su residencia de Bayamo el 9 de octubre de 1919, se entiende como la última ruptura de la cárcel social y existencial que su vida había padecido. Cuenta la leyenda que en la víspera, antes de la trágica resolución, escribió el poema "Epitafio", donde pidió que colocaran sobre su tumba un signo inequívoco de su vida: una piedra pura, sin pulir, sin manipulación, en sustitución de cualquier frase o fecha, para marcar el sitio de descanso de una poeta a la que el mundo de su época quiso negarle el derecho a la palabra. Sin duda un perfecto símbolo, hermoso y doloroso, de su legado literario y de su ansia de encontrar descanso en una mirada comprensiva igualmente sin ornamentos.
Legado de María Luisa Milanés
Milanés ha sido reconocida tardíamente como precursora de la poesía moderna cubana escrita por mujeres. Su obra abre camino a la lírica íntima, confesional y autónoma que vendría después. En palabras de Ileana Álvarez: "…una joven que optó por el suicidio —pues 'era incapaz de matar a lo que amaba'—, devino en definitiva un ser excepcional y adelantado para su época."
Alberto Rocasolano rescató sus poemas dispersos y los ató en una edición con un estudio de su obra (Cuando la muerte deja de ser silencio, Letras Cubanas, La Habana, 2011), donde entre otras piezas sobresale la prosa de su "Autobiografía", documento que iba a ser elevado con el tiempo a la categoría casi de "primer manifiesto feminista" en Cuba, porque no solo consiste en un repaso de infortunios, sino que dibujó en especial su espíritu rebelde ante la opresión naturalizada dentro de un ambiente provinciano y retrógrado que no acompañaba su talento.
En 2019, para el centenario de su pérdida, el dramaturgo Abel González Melo escribió Bayamesa: Réquiem por María Luisa Milanés, obra llevada a escena por Teatro Avante en Miami y por Argos Teatro en La Habana, y con que ganó el premio Casa de las Américas 2020. González Melo contaba entonces:
Todo en ella me resultó fascinante y terrible: su nacimiento en elevada cuna, su carácter noble y visionario en medio de un contexto hostil, su persistencia en defender el patrimonio de su fe en el amor y la escritura, la convertían en una heroína trágica en toda regla. Se considera que la autobiografía de María Luisa Milanés es el primer manifiesto feminista de Cuba. Su poesía demuestra, igualmente, una enorme clarividencia política, que su padre, el general Luis Milanés, no dejó de censurarla con insistencia.
Aunque vivió solo 26 años, su voz se multiplicaría en testimonios, estudios biográficos y en la memoria literaria provincial de Oriente y luego de Cuba entera. Su poema Epitafio la inmortaliza como símbolo de la poesía que se impone con pureza sobre las injusticias y el silencio, aun cuando la muerte prematura haya sido destino.
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