La cosmogonía de Nadia Díaz Graverán, Nany, como la identifican sus conocidos, gira en torno al universo que la envuelve, tanto como al que contiene. De modo que engendrar y alumbrar el Arte es su mecanismo de florecimiento predilecto. Nacida en 1982, esta creadora se vale de recursos tan disímiles para construir los argumentos de su obra que pareciera que nada escapa a su curiosidad vital.
Sin embargo, trascendiendo su apertura de miras, un tema centra su atención desde la ancestral sabiduría de pueblos y prácticas culturales: la tierra y su capacidad de conferir vida. De ahí que conceptos como Naturaleza, Nación y Maternidad, estén imbricados como una sola trenza en su percepción femenina de la realidad. La sangre, presente en cada suceso desgarrador de la experiencia humana, a nivel individual y colectivo, se torna “fibra” sensible y recurrente en su obra.
Digo fibra, no sólo como expresión biológica, sino también como “hilo” conductor de un recurso expresivo que la lleva a emplear antiguos procedimientos textiles en la factura de su obra. De modo que el Rojo de la sangre se enhebra sobre sus telas del mismo modo que hace miles de años, cada vez que nacemos, peleamos o morimos.
Todo esto ocurre con la venia del tiempo, ese gran pautador y aliado, ese consejero que estipula la velocidad de los latidos, las puntadas y las horas. Solo aquel que vive amigado con la eternidad podrá entender que todo es para siempre en este momento, una y otra vez: venir y partir del mundo en una sucesión que solamente puede ser comprendida aquí y ahora.
Decir sin palabras
La maternidad es un tema recurrente en tu obra. En tu caso, que además de mujer eres multípara, no sólo abordas la cuestión de soslayo, sino que lo asumes como línea sostenida de investigación, y con ello no me refiero exclusivamente a la evidencia fisiológica de la maternidad, sino a varias ramificaciones conceptuales: ecológicas, sociales, filosóficas. ¿Qué te compulsa a manifestar desde la visualidad este asunto?
La maternidad es una realidad que ocupa casi toda mi vida, y es que no solo soy madre, aunque ello sea fundamental. Soy una mujer a la que gusta decir sin palabras, que está consciente y conectada a la tierra donde vive, y que asume el arte como medio de expresión primordial. Así escojo imágenes que cuentan esas historias que me inquietan y que incluyen placeres, dolores, miedos, tabúes, rabias, perdones, amores, injusticias, sangre, y que generalmente provienen de una experiencia vivida o una verdad que me atraviesa.
"Como madre, cada momento es una oportunidad de enseñar y aprender."
Como artista me interesa ir al interior del asunto, explorarlo, comprenderlo, entenderlo mediante el proceso creativo, observar qué me evoca y contarlo en imágenes o acciones que a la vez me enamoren y desgarren, generalmente desde una visión femenina y maternal, porque es parte de mi naturaleza.
Como madre, cada momento es una oportunidad de enseñar y aprender, un desafío, una aventura que lleva tres testigos invariables que aprenden mediante el ejemplo. Es importante que cada cosa sea dicha de la manera correcta, que la verdad esté presente, aunque duela o se confunda. Una cosa no está desligada de la otra, son estados de la misma entidad y fluyen imbricados en una sola biósfera de creación.
Tejer cada pequeño feto, bordar cada paño, anudar cada hebra, enrollar cada bolita, ensartar cada hilo y cuenta, fue un acto personal de humildad…
Un acto personal de humildad, de servicio, de silencio
Un recurso que causa un poderoso impacto en tu trabajo, sobre todo en Línea de la vida, es el empleo del tejido y el bordado con hilo rojo, bien sea aplicado sobre superficies textiles blancas, bidimensionales, como en la ejecución de esculturas blandas. ¿Cómo se produce esa conexión entre idea temática y solución factual en esta serie?
Línea de la vida asentó en mi trabajo la manera de asumir el color, el tema, y la relación entre ambos. Estableció la importancia en la selección de los materiales y la veracidad de lo que es expuesto como testimonio, la representación visual de un proceso investigativo y vivencial, además de acentuar el recurso textil como importante medio de expresión.
Muchas veces la técnica se manifiesta a través de la obra, en una simbiosis exquisita y deliciosa que me exige disciplina y firmeza, y que las entrelaza como una familia común, cual ramificaciones de una misma procedencia.
La serie aborda procesos naturales para una mujer, no sólo desde su cuerpo, sino también desde su psique. La sangre y el hilo rojo fluyen con la misma fiereza y suavidad, generando un discurso propio que se funde en la superficie en que se derramen.
Tejer cada pequeño feto, bordar cada paño, anudar cada hebra, enrollar cada bolita, ensartar cada hilo y cuenta, fue un acto personal de humildad, de servicio, de silencio, de canalización, de contemplación del proceso, de gratitud y certeza de conocer cada ínfimo detalle, historia, puntada, mujer. Esta es una serie que crece, se transforma y evoluciona, como todo en la vida, como también yo.
Tal vez esta pregunta se derive de la primera en cuanto a la polisemia de tu quehacer, y es que en la pieza Coronel se aprecia una transición argumental que se desprende factualmente de Línea de la vida. ¿Por qué empleas una solución que exploraste con anterioridad para abordar un asunto virtualmente diferente?
Coronel proviene de Línea de la vida en el acentuado uso del hilo rojo como material de expresión, que une muchas de mis obras, entretejiéndolas entre sí, no sólo factual, sino conceptualmente. Es una exploración que sigue avanzando, un simbolismo que describe mucho de lo que expreso en todo mi trabajo con materiales e instrumentos a los que considero expresivamente muy fuertes, y que utilizo a conciencia.
Pero también se influencia de Esta tierra es todo mi cuerpo, como saga de una serie donde utilizo la tela antiséptica como soporte de varias obras, y de cabello humano como material lleno de contenido e información. También toca conceptualmente a Descendencia, partiendo de la familia como tronco común de un mismo árbol, en el que cada uno de sus miembros es imprescindible, en el que padres e hijos se entrelazan en un ciclo natural.
En tal sentido, Coronel es una de esas piezas que nacen solas, sin procesos intermedios que dilaten su hechura sencilla, pero impactante, como espontánea continuidad de un recurso expresivo que aún no está agotado.
"(...) la poética de esta pieza la concibo como la de una hija que se despide de su padre, con rojo y tranquilidad sobre su pañal."
Actualmente esta pieza pudiera parecer aislada en medio de todo mi quehacer, que ha sido meditadamente hilvanado, rompiendo con algunos patrones que encontré antes en la propia práctica, o repitiendo otros. Por un lado, quiebra el molde temático que la precede, abriendo nuevas posibilidades formales a la realización de futuras obras. En este sentido no se aleja demasiado de lo ya hecho, pero toca otra fibra en mi vida y obra.
Para resumir, la poética de esta pieza la concibo como la de una hija que se despide de su padre, con rojo y tranquilidad sobre su pañal, que causalmente es de la misma tela antiséptica utilizada tradicionalmente en el cuidado de recién nacidos como de enfermos, y que muchas veces lavo para reutilizarla en las obras, en este caso bordándole estrellas rojas de grados que una vez fueron resplandecientes, como último acto de gratitud y admiración, observando en cada puntada toda una experiencia de vida.
Reconectándome con las madres y abuelas
En Mujer que se teje apelas a la auto-construcción de la entidad humana, física y espiritualmente. También podría interpretarse como la capacidad para repararnos, para sanarnos en caso de cualquier desgaste o herida. ¿Cómo aprecias esta relación edificante entre tejido celular y textil?
Para mí, tejer es crear poquito a poquito, un acto minuciosamente meditado. Cada punto es un segundo de tiempo aprendiendo, observando, estando presente. La repetición induce a un estado de introspección que reconecta al interior. El hilo es tanto vena como fluido, carne o célula que se enreda junto a sentires, emociones, complejos y miedos. Una simple hebra que va sobre sí misma para crecer y construirse mientras toma formas y cuenta historias.
Tejer me ha acompañado desde niña, reconectándome con las madres y abuelas anteriores, y pasando a las hijas, madres y abuelas venideras. Al ser una práctica que conozco de siempre, es muy fácil contar a través de ella. La importancia del acto en sí yace en el tiempo necesario para su realización, todo lo vivido en el proceso queda impregnado en el material donde permanece oculto, pero latente, terminando por empoderarlo.
Una mujer sentada en su sillón, atenta a la vida que le pasa delante, mientras se observa y se teje, no está completa, pero es testigo y partícipe. Es una imagen de la individuación, una contemplación del hogar; también como un estado, no sólo como un lugar. Entrar en uno, descubrir y crear lo que se es.
Una de las primeras obras tuyas que pude ver en las redes fue Labandería, una performance y documentación fotográfica y audiovisual de espectacular concisión visual. ¿Qué te llevó a lavar la bandera en vez de izarla?
Lavar es una acción común insertada en nuestra rutina humana. Como madre de tres hijos es algo que realizo reiteradamente, siendo parte imprescindible de mi día a día. Para mí, el acto ofrece al objeto lavado un nuevo comienzo, una nueva oportunidad, un volver al principio para comenzar otra vez.
"Tomar un símbolo que usualmente está lejano e intocable, y llevarlo al plano de lo cotidiano, lo desacraliza."
Lavarla es más sincero y cercano a mi realidad que cualquier otra acción, representa parte de lo que soy y cómo actúo en el diario, cuenta de mis placeres e inquietudes, de sueños, plegarias, de la Fe en las pequeñas acciones cotidianas.
Tomar un símbolo que usualmente está lejano e intocable, y llevarlo al plano de lo cotidiano, lo desacraliza, lo vuelve humilde, cercano, común, reutilizable. La bandera, arquetipo de la nación, es de todos sus hijos.
Mojarla, restregarla, enjuagarla, tenderla y observar cómo se seca e impregna de olor a sol, contemplar su ondear entre las palmas cuando el dorado raja el monte, cierra todo en una imagen de poiesis natural, mientras el aliento de una flauta flota en el aire. “Ah, ¿no es esto la felicidad?” , según dice Lin Yutang en uno de sus poemas de su libro La importancia de vivir.
Empleas tu propio cuerpo como parte consustancial en la documentación fotográfica de algunas de tus obras. Ahora bien, ¿concibes la parte textil de tu creación como pieza independiente, o sólo cobra sentido cuando aparece junto a tu cuerpo?
Mi cuerpo es un material más, que se vincula, imbrica, funde, relaciona y expresa al igual que los otros, con su lenguaje de piel y carne, mezclándose con el tejido.
Todas las piezas funcionan distintas y tienen su propio discurso, unas veces hace falta mucho, y otras casi nada para decirlo todo. La fotografía me da la oportunidad de unir varias técnicas, abriendo senderos de creación que antes no utilizaba.
El tejido y el cuerpo se relacionan de manera natural, tanto en contraste, como apoyándose uno a otro, sin saber a veces cuando se separan o funden. Ambos ofrecen un lenguaje propio que solo pueden decir por si mismos y/o entre sí; no compiten, se complementan.
Sendero de polen
¿Qué vínculos artísticos existen entre tú y Sendero del Polen Studio?
Sendero del Polen viene de un proverbio Navajo donde se expone la belleza como filosofía de vida, la belleza de estar conectados con este hogar que es nuestra tierra y todo lo que en ella convive, la belleza de estar agradecidos, de vivir el presente, de contemplar cuánta maravilla nos rodea constantemente, la belleza de saber quiénes somos.
Sendero del Polen es una comunidad artística, que parte de una célula que somos Aryam –mi pareja– y yo, y de ahí se abre a la creación e interacción con otros amigos artistas. Es un espacio abierto a la colaboración que está en constante crecimiento, movimiento y aprendizaje, donde cada individuo tiene una función, es parte de un todo y a la vez mantiene su singularidad característica.
Este también es el nombre de nuestro estudio galería en Calabazar, donde trabajamos y vivimos haciendo arte como forma de vida, siendo exigentes en cada pieza, respetando la verdad que se entrega, transmitiendo perseverancia y firmeza, y superando las constantes situaciones que conlleva este hacer en la Cuba de aquí y ahora.
¿Qué otros artistas, circunstancias, filosofías o credos, consideras que han marcado de modo perceptible tu trabajo?
Todo lo que pasa a mi alrededor condiciona mi trabajo, de ahí provienen muchas de las ideas que luego se vuelven obras. Siempre hay quien te inspira o te marca de tal forma que influye, consciente o no. Luego de atravesarte regresa transformado en tu interpretación personal.
He bebido de las culturas primarias, tanto en técnicas como en filosofías. Algunas de ellas pueden ser el pueblo Wixarica mexicano -más conocido como Huicholes- con su magnífica tradición artística en tablas de estambre y trabajo con cuentas.
El arte africano con su simbología y cosmogonía, sobre todo en las creaciones textiles. El arte tibetano y su visión del budismo. La cultura indoamericana en general, el arte de India, el teatro, la astrología, la Cábala, las runas, el tarot, el yoga, la meditación, y también la tradición tejedora que me enseñó mi madre.
Muchas de las experiencias que tengo me impulsan a crear, como si fuera la única manera de entender, expresarme y/o sanar.
Búsqueda de un equilibrio constante
Pasando a un aspecto estrictamente práctico: ¿Cómo te las ingenias para simultanear la minuciosidad de tu creación y las cuantiosas responsabilidades maternales, sociales y familiares?
Robándole tiempo al tiempo, siendo disciplinada, intentando cada día hacer un poquito, perseverando. Educando a los niños para que respeten mi espacio de creación, mi momento mágico. Haciendo malabares entre lo que debo, tengo y quiero hacer. Repartiendo un poco de tareas entre todos, aunque sean sutiles intervenciones, pidiendo ayuda cuando no doy más.
"También soy de las que andan por ahí con una aguja de tejer y un hilito por si hay la oportunidad de adelantar algo."
Generalmente trabajo en las tardes, cuando dejo listas las cosas del hogar, y puedo abstraerme por completo, o casi por completo, porque es difícil concentrarse pensando en qué vas a hacer de comida, o cualquier otra distracción de la realidad cubana.
Sin embargo, he encontrado un espacio relativo en el tiempo, del cual puedo disponer a mi antojo y perderme por completo en la creación. Algunas veces trabajo en varias piezas simultáneamente, porque cada día hago lo que deseo, y porque a veces no tengo todos los materiales que necesito en el momento justo. También respeto los procesos de cada pieza, casi todas pasan por un estado de concepción, gestación y luego nacimiento, en el que empiezo con mucho furor, las dejo madurar, y después las termino.
De eso tiene mucho el arte procesual, por lo que disfruto cada paso, intentando no violentarlos en pos de un resultado final. También soy de las que andan por ahí con una aguja de tejer y un hilito por si hay la oportunidad de "adelantar algo". Así hice Línea de la vida, mis amigos más cercanos lo saben bien, tejiendo fetos entre piscinas, fiestas, encuentros familiares y horas en el estudio. Aun así, hay días en los que no puedo ni mirar el trabajo porque me entra la carcomilla, de tal manera que cuando los retomo adelanto a mucha velocidad.
Vivo en la búsqueda de un equilibrio constante que me permita, principalmente, evolucionar como ser humano, ser humilde, aprender cada día un poquito más y siempre trabajar con la verdad. Para eso está el arte como herramienta y doy gracias por ello.