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Ángel Santiesteban: “Vivo con la convicción de que Dios nunca me ha abandonado” (2da parte)

Escritor Ángel Santiesteban
Ángel Santiesteban.

En su novela Otras plegarias atendidas, Mylene Fernández Pintado pone en boca de la narradora protagonista (especie de alter ego de la propia autora) estas palabras: “Los escritores están agobiados por lo que han escrito y aterrorizados por lo que les queda por escribir”. Otra narradora-protagonista-alter ego, en este caso en el cuento de Ena Lucía Portela “Sombrío despertar del avestruz”, resume en una sola frase los dilemas del que se dedica a este oficio: “Vicio infame el de ser escritor”, dice. ¿Por qué crees que tantos autores de tu generación y la siguiente conceden en sus textos un considerable espacio a reflexionar sobre el universo escritural? ¿Suscribirías de alguna manera lo que dicen estos personajes?

No sé a qué se refería Mylene, de todas maneras, eso es lo grandioso del arte, que cuando es bueno sirve para muchas cosas. Pudiera entenderse que el hecho mismo de escribir es un sacrificio profundo, te privas de muchas cosas, pues vives una vida ficticia y estás ausente de gran parte de la realidad. También pudieran aterrarle, a esos escritores de los que habla, la manera en que descubren esos temas que siempre están por delante, y toda la arquitectura que exige el oficio para lograrla; aunque sé que a muchos les horroriza pensar en lo que escribirán, lo que esa escritura pudiera comprometerlos con la política cultural y el daño que podría acarrearles. Con Ena Lucía, no sé cuál sea su experiencia, en caso de que lo diga por ella misma, que no tiene por qué ser así; pero en mi caso no lo creo.

Yo le agradezco mucho al oficio de escritor. Me ha hecho mejor persona, me ha ayudado a conocer a personas interesantes. Desde entonces mi vida ha rondado alrededor de los creadores. Soy muy feliz siendo escritor.

Alberto Garrido te pide un decálogo a la manera de Quiroga y tantos otros. Me detengo en el séptimo aspecto del decálogo que propones. Dices que “Si mandas a un concurso pensando más en lo económico que en la belleza del libro cuando se publique y en el criterio de tu bodeguero, lo mejor que puede sucederte es que no ganes”. Hoy en Cuba son muchos los autores, incluso con una obra reconocida, que escriben textos a la carta, o sea, sus relatos responden a los requisitos que establece determinado concurso bien dotado económicamente. Así, son capaces de escribir sobre trenes si los convoca una empresa de ferrocarriles de España o llenar sus tramas de gays y lesbianas si el convocante es COGAM. ¿Qué crees respecto a este convertir la literatura en una forma más de “ganarse el pan con timba”?

Creo que, ante todo, para escribir hay que tener algo que decir, y bien dicho será interesante en cualquiera de sus variantes a la hora de ser concebido. Cualquier tema es válido si se hace con y desde el arte. Pensar en dinero no es malo, y me gusta escribir para pedidos; no me refería a eso. Pensaba en la pasión de la escritura y en la crítica posible en cuanto a tu trabajo. En la seriedad con que debe asumirse el acto creativo. Para alcanzar ese dinero primero hay un proceso de amor a la creación y al oficio. Con esa combinación pienso que nadie tendrá después que arrepentirse; además, en el caso de ganarse el concurso y obtener el dinero, tampoco eso quiere decir que es un gran texto ni que usted es un escritor de calidad. Hay jurados mediocres también. En definitiva, que cuando escribo siempre es una pasión y, por ese entonces, el bodeguero de mi barrio era un tipo que leía mucho y daba unos criterios profundos, y yo le daba textos para escuchar sus puntos de vista.

Un poco en sintonía con la pregunta anterior, retomo la voz de Mirta Yáñez, quien en entrevista a Sara Cooper apunta que “No tener mercado ha propiciado que la buena literatura (cubana) se preserve también”. ¿Compartes este punto de vista? ¿Crees que en el exterior existe un mercado para los autores cubanos que siguen residiendo aquí? ¿Crees que algún día exista ese mercado en Cuba?

En este aspecto creo todo lo contrario a Mirta Yáñez. La revolución, en muchos casos, ha sido una fábrica de escritores mediocres. Desde “Palabras a los intelectuales”, el discurso pronunciado por Fidel Castro, el daño comenzó a calar en el arte en general, ahí comenzó el 349 que hoy los artistas repudian y la Constitución que se llevó a un falso referendo este año. Para ser artista, desde los comienzos de la década del sesenta había que estar a favor del proceso. No importaba si tenías talento o no, eso nunca fue significativo, lo que valía era exaltar el proceso político imperante en el país. Conocí a escritores mediocres que saltaron de ser funcionarios del Partido Comunista a creadores. Y allí se mantuvieron toda la vida. Creo que el mercado depura lo bueno de lo malo. Para publicar en Cuba no interesa si tienes calidad o no, lo que decide si publicas y cuántas veces lo harás es si eres disciplinado con las exigencias de la dictadura, si no tocas temas peliagudos y conflictivos. Si nunca te atreves a contradecir lo estipulado por los Castro. Esa es la única literatura que puede preservarse, que no tiene nada que ver con el mercado o no.

La gran verdad es que si comienzas a pensar diferente ya no formas parte de la cultura cubana, al menos dentro de la isla. Esa sí es la verdad. Lo que pasa es que cada cual tiene su experiencia, cada cual ha sacrificado lo que sus valores y conciencia les ha permitido.

Escritor Ángel Santiesteban

Vuelvo a tu decálogo en su último aspecto (el onceno, claro). Dices que “(…) quien a través de la literatura busca escándalos extraliterarios, es porque es incapaz de lograr escándalos literarios”. Tus tres primeros libros de cuento fueron, cada uno a su manera, “piedra de escándalo” por abordar zonas de nuestra realidad silenciadas o al menos no demasiado recreadas en la literatura precedente. ¿Cómo afrontas el hecho de escandalizar con cada entrega literaria al punto de que, en la presentación de Dichosos los que lloran, en el marco del evento Habana 39, se considerara la publicación de este libro un cambio en la mentalidad de nuestros decisores culturales? De otro lado, pese a no buscarlo, el escándalo extraliterario te ha alcanzado y aunque sé que resulta para ti muy doloroso hablar al respecto, me gustaría resumieras un poco lo ocurrido contigo para aquellos lectores que desconocen los entresijos del caso.

Lo que dije lo mantengo. Pienso igual y lo explico. Como bien tú dices, mis libros hacen sus escándalos ellos solos, por lo tanto, no son extraliterarios. Así lo hubiese sido si yo, allá en mi plena juventud, en 1992, hubiera hecho un escándalo, con todo mi derecho, por habérseme quitado el Premio Casa de las Américas, sobre todo por una decisión extraliteraria y por personas que no tienen que ver con el arte, sino que forman parte de la policía política. Hubiese sido otro escándalo extraliterario si hubiera aprovechado los tres años que mi libro estuvo sobre el buró de Abel Prieto, esperando su decisión de ser publicado o no. O cuando el Premio Casa de las Américas, que no estaban los libros hasta dos años después. Y tantos otros abusos de poder que ejercieron sobre mi obra.

La publicación del libro Dichosos los que lloran, no fue un cambio de mentalidad, les fue impuesto, no tuvieron manera de evitarlo. Por eso tardaron dos años en hacerlo público. Mi estrategia de que en algún momento fallarían sus filtros de censura surtió efecto.

Ambrosio Fornet pedía “(…) dejar que la literatura la hagan los escritores y el lector, no los críticos ni los burócratas.” ¿Crees que el no cumplimiento de esta petición ha sido, es y será uno de los grandes problemas de la literatura cubana?

Por supuesto que creo que sí, pero, además, el colmo es que sea una frase de Fornet cuando él ha sido uno de los que ha participado activamente en este proceso plagado de censuras y persecuciones. Esa es la hipocresía de muchos que quizá piensan de esa manera, pero su vida los ha llevado por otro derrotero. La esposa de Fornet también fue una censora, una ejecutora. Durante el “Quinquenio gris” tuvo bajo su poder a varios castigados, como el mismo Antón Arrufat, a quien “parametraron” por ser gay y haber escrito Los siete contra Tebas. Cuentan que en ese entonces ella era la directora de la biblioteca Varona, del municipio Marianao, y tenía acomodando libros al gran Antón Arrufat. Esa fue la UMAP de Arrufat. Dicen que cuando Antón escuchaba la voz de algún colega conocido sacaba la cabeza para saludarlo y ella, Silvia Gil, la esposa de Fornet, como si estuviera azorando a un perro o a una gallina, emitía un zumbido dejando escapar aire por los labios, en señal de que volviera a su lugar, ella fue su oficial UMAP. Eso lo saben muchos escritores. Esa familia ha dado soga a cambio de aprovechar las dádivas del régimen. El oportunismo pudo más que su talento y buenas ideas. Es importante que la historia recoja a cada cual como fue, por lo que se ganó en verdad. Ya es hora de rasgarles las ropas a algunos que se hacen pasar por santos.

Vamos por última vez a tu entrevista con Alberto Garrido. Allí aseguras que “(…) los conflictos de los presos (…) son los mismos que encontró (Carlos) Montenegro”. Tras tu difícil experiencia, ¿lo sigues creyendo? ¿Hasta qué punto la realidad ficcionalizada de Dichosos los que lloran y lo que viviste en carne propia coinciden hasta hacer casi imposible diferenciarlas?

Seguían siendo los mismos en cuanto a, en principio, la falta de mujer, tema que Montenegro escogiera como título para su novela; luego la falta de libertad. Para cualquier ser humano, de cualquier siglo, el sufrimiento es el mismo. La lejanía de la familia y de la sociedad misma. El abuso y las humillaciones de los guardias. Los conflictos naturales entre los propios presos, que a veces, en su desesperación, veían la posibilidad de expulsar sus ganas desahogándose con otro de su mismo sexo. Es un mundo donde se aprovechan de la debilidad de algunos mientras otros viven y alardean de su marginalidad. Son iguales también el hambre y las indisciplinas. Mi experiencia y mi ficción coinciden, de hecho, tuve que esperar más de diez años para poder expresarlas, sobre todo como arte. Me fue muy difícil extraerlas de adentro, pero una vez que lo hice sentí mucho alivio. Esa es la gran verdad.

En entrevista que concediera a Helen Hernández Hormilla para el libro Palabras sin velo, Laidi Fernández De Juan afirma que cree “en la utilidad social de la literatura”, en tanto en entrevista a Elizabeth Mirabal, Antón Arrufat va un poco más allá al asegurar que “cada escritor y cada artista tiene una responsabilidad social”. Una vez más vuelvo a ese pelotón ciclístico, como llamas a tu generación literaria y, asumiendo que das por hecho que los textos de ustedes están en consonancia con estas afirmaciones, te traigo dos posturas un tanto divergentes al respecto. Por una parte, en el libro Palabras sin velo al que me referí antes, María Elena Llana, al hablar de sus cuentos aparecidos en los años noventa y principios de siglo, dice: “mi conciencia cívica me emplazó a decir lo que no se abordaba en el periodismo, porque era parte de una realidad que se trataba de silenciar”. Y, en boca de su personaje-narradora de Silencios, pone Karla Suárez estas palabras que se refieren a la literatura-periodismo que se hacía en los años noventa: “(…) Hablaban de gente fugándose en balsas de la isla, jineteras en las noches de La Habana, el dólar que subía y subía, la esperanza que bajaba y bajaba. Resultaba aburrido”. ¿Coincides con alguna de estas autoras? ¿Crees que algunas temáticas como la guerra en Angola, o la prostitución llegaron a “pasar de moda” por la reiteración del discurso? ¿Sigue habiendo carencia de un periodismo verdadero en Cuba?

El día que yo coincida con algún pensamiento de Laidi Fernández, me ofendería yo mismo. Si ella creyera realmente en la utilidad social de la literatura no sería una cómplice y testaferra de la dictadura, que no tiene escrúpulos para ejecutar cualquier orden. Ella podrá intentar adornar con palabras su propia vida, pero la historia la recogerá como lo que en realidad ha sido: una aprovechada de la posición de su padre, una oportunista de marca mayor. Para mí es un globo inflado por su padre. Muchos escritores saben que él llamaba a los jurados para que la premiaran y a esas gestiones le debe varios de esos premios, para no decirte que todos. No pasa de tener dos o tres cuentos con cierto decoro. Lo demás es vapor esparcido al viento.

Siguiendo con tu pregunta, le toca a Antón Arrufat, con el que coincido en que cada artista tiene su responsabilidad social. De todas maneras, ¿quién le pregunta a él cuál ha sido la suya? A esa generación nunca se le ha quitado el miedo. Yo no tengo nada contra Arrufat, cada cual labra su vida y su historia. Ahora me dicen que está de presidente del Pen-club de Cuba. Cuando yo estaba preso me preguntaron si aceptaba pertenecer y dije que si era lo mismo que la UNEAC, no; pero si no estaba politizado, sí. Nunca más volvieron a preguntarme. Alguien en una de sus reuniones dijo que yo faltaba en aquel grupo y los organizadores hicieron silencio. No me querían allí porque estaban conscientes de que cada vez que la policía política me detuviera o apresara ellos tendrían que pronunciarse al respecto y no querían verse envueltos en esos dilemas. Que era una infamia que no fuera parte del Pen de Cuba, para desvergüenza de ellos, máxime cuando otros Pen en el mundo me habían hecho Miembro de Honor. Al final, parece ser la misma desvergüenza que la UNEAC. Gente intentando buscar viajes, publicaciones, posibilidades de sobrevivir a una dictadura en crisis que no se atreven a criticar. Abel Prieto, entiéndase también la policía política, y eso lo supe desde el principio, está detrás de ese engendro del Pen, intentando vender una imagen de que Cuba estaba abierta, sobre todo cuando las negociaciones con Obama.

Los que hayan conocido a María Elena Llana, saben que fue una mujer con cierto talento, luego malogrado, precisamente por el miedo. ¿Dónde están sus puntos de vista cívicos que no se abordaban en el periodismo? Un ser humano que se debatía entre el miedo y la literatura. Si fuera boxeadora habría que decir que se retiró en el primer round, ella misma se tiró la toalla; también hay que reconocer que eran otros tiempos. Muchos en su lugar hubiéramos hecho lo mismo. La maquinaria o las herramientas eran muy fuertes, cobraban un precio muy alto; solo que después hay que reconocer lo que fuimos, ¿para qué escondernos si la historia nos va a descubrir? Hay que ser honestos porque de nada vale mentir.

No creo que Karla Suárez se refiera a la temática como tal, creo que se refería a la saturación de las noticias, los mismos comentarios, era desesperante, pues en ese entonces no existían, como hoy, las redes sociales, los medios de comunicación. Los temas nunca se saturan. De hecho, la misma Karla ha presentado, recientemente, una novela con la temática de un héroe de Angola. Recuerdo que alguna vez se dijo que se escribieron tantos cuentos de bandidos en la lucha en el Escambray que había para entregarle un cuento a cada bandido y sobraban. Después también dijeron lo mismo con los becados y los balseros. Los temas no son manidos, no se agotan, sólo se abordan desde el arte o no. Entonces quién podría escribir del amor hoy en día, o de prostitutas o con el mismo tema de Angola, cuando estoy convencido de que, desde el arte, se le deben aún unos cuantos libros y películas a esos hombres que perdieron su vida en aquel lugar, que vinieron ciegos o sin piernas, un cúmulo de sufrimientos que piden a gritos ser contados, pues la mayoría de los intentos, hasta hoy día, miran desde de la épica o el heroísmo.

Por otra parte, por supuesto, sigue habiendo carencia de un periodismo verdadero y comprometido con lo que realmente sucede en Cuba. Conozco muchos periodistas que se gradúan con la ilusión de serlo, y una vez que llegan a los medios oficialistas, donde único pueden trabajar, comprenden que sólo son unos repetidores, copistas de la ideología obligada y vigilada por los funcionarios pertinentes del partido que les asignan en cada puesto. Comprenden que ellos son los verdaderos periodistas, sin haberlo estudiado y, para colmo, convencidos de que son personas mediocres. Al final terminan desilusionados, buscando becas en el extranjero o la manera de escapar de la realidad dentro de la isla. Algunos, los más osados, terminan colaborando con algunos medios alternativos, pero muy suavemente, no se comprometen tampoco con una noticia atrevida ni un cuestionamiento frontal al sistema, para no ser perseguidos y hasta apresados. Mientras haya dictadura, no habrá periodismo libre.

Como pórtico de Sur: Latitud 13 escoges unos versos de Heberto Padilla en los que reflexiona sobre las presiones que determinan la conducta del individuo en la sociedad (una especie de versión de aquello del hombre y su circunstancia). Por otra parte, en el pórtico de Dichosos los que lloran intercalas entre las frases del Sermón del monte las palabras de la famosa carta pastoral de los obispos cubanos No hay patria sin virtud. ¿Hasta dónde Angelito Santiesteban cree en Dios como fuerza superior a todas las presiones, como única posibilidad de ser dichoso por decir lo que se dice y por vivirlo?

Vivo con la convicción de que Dios nunca me ha abandonado. Tanto es así, que vivo convencido de que las veces que he ido a prisión ha sido porque Dios ha querido que vaya a ese lugar. La primera vez para saber quién era yo y qué quería para mi vida futura. Gracias a esa prisión me encontré a mí mismo. Vi de cerca el sufrimiento humano. Eso me ayudó a saber, gracias a ese estudio social, que el oficio de escritor era lo que prometía hacerme sentir más útil y necesario.

En la segunda oportunidad fui en la búsqueda de mi madurez definitiva como artista, ser humano y visión social. Me era reconfortante saber que donde yo estuviera los presos estaban protegidos, y así lo sentían ellos. No les abusaban por temor a que yo los denunciara como sucedió en la prisión 15-80, donde se detuvieron las injusticias en los meses que allí estuve. Fue una experiencia única, pues sabiéndome preso me sentía más libre que muchos que, a pesar de encontrarse en las calles, temían decir lo que pensaban. Desde la prisión pude criticar a los Castro, decirles dictadores y corruptos. Cuestionar a los papas por visitar la Isla y no pedir la libertad de los presos políticos. También estuve en desacuerdo con el acercamiento de Obama al régimen.

Toda esa libertad me ha hecho sentirme como el escritor feliz que he sido hasta hoy.

Alejandro Langape

Alejandro Langape periodista

Ingeniero. Narrador y ensayista. Egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Reside en Villa Clara.

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