En La Habana, hay calles que parecen competir por un triste récord: convertirse en el basurero más grande de la ciudad. Montones de desechos se acumulan durante semanas sin ser retirados, bloqueando aceras, invadiendo la calzada y esparciendo malos olores. La escena se repite en barrios enteros, donde los vecinos se ven obligados a convivir con ratas, plagas y un riesgo constante de enfermedades.
Un ejemplo es la calle Virtudes, entre Industria y Consulado, en pleno Centro Habana, donde la basura forma un muro que retrata el abandono de la capital. La crisis crónica en la recogida de residuos ha convertido la suciedad en parte del paisaje urbano y en un recordatorio diario del abandono institucional.