El coronel cubano Raúl Guillermo Rodríguez Castro, conocido como “El Cangrejo” y nieto de Raúl Castro, ha convertido a Panamá en una escala frecuente dentro de sus movimientos privados. Una investigación del diario “La Prensa” revela que sus viajes en jets ejecutivos, siempre de bajo perfil, se han vuelto habituales y despiertan preguntas sobre los intereses que representa fuera de Cuba.
De acuerdo con los documentos citados por el medio, Rodríguez Castro ha realizado al menos 23 viajes a Panamá desde 2024, varios sin registro migratorio. En algunos vuelos estuvo acompañado por la general Ania Lastres Morera, actual jefa de GAESA y figura clave del aparato económico-militar cubano. El uso de aeronaves vinculadas a empresarios próximos al chavismo refuerza la idea de una red de conexiones que trasciende lo personal.
A esto se suman reportes de inteligencia que lo ubican realizando compras de alto valor en provincias como Chiriquí. Ante el silencio oficial del régimen cubano, la información disponible apunta a un flujo constante y reservado de viajes entre La Habana, Panamá y Caracas, protagonizado por un miembro central del círculo familiar del castrismo y rodeado de motivaciones aún no explicadas públicamente.
Quién es “El Cangrejo”
Raúl Guillermo Rodríguez Castro es nieto de Raúl Castro e hijo del fallecido general Luis Alberto Rodríguez López-Calleja, antiguo jefe del conglomerado militar GAESA. Durante años ha dirigido la Seguridad Personal del régimen, la estructura encargada de proteger a la élite gobernante y a los máximos líderes del Estado. Su autoridad no deriva solo de su rango, sino de su papel como figura de absoluta confianza en un núcleo donde se superponen familia, seguridad y poder económico.
Su presencia constante junto a Raúl Castro, su influencia sobre cuerpos élite y su acceso privilegiado a recursos estatales lo sitúan en un espacio estratégico desde el cual confluyen decisiones de seguridad, gestión financiera y operaciones internacionales vinculadas al castrismo.
Privilegios y controversias del nieto de Raúl Castro
La figura de “El Cangrejo” ha quedado asociada a episodios que contrastan abiertamente con la austeridad que el régimen exige a los ciudadanos. Su presencia en fiestas de lujo en hoteles exclusivos, en momentos en que Cuba sufría —y sufre— apagones y escasez severa, se convirtió en una imagen emblemática de la distancia entre la élite militar y la realidad diaria del país.
También ha sido visto junto a empresarios cubanos investigados en Estados Unidos, una proximidad que alimentó sospechas sobre redes de favores y posibles mecanismos de protección política. A esto se suman los testimonios de antiguos escoltas que describen un entorno marcado por privilegios, uso personal de bienes estatales y una gestión informal de recursos asociados a empresas militares, un retrato coherente con la opacidad histórica del alto mando.
Sus constantes movimientos en el extranjero, casi siempre en condiciones discretas, lo han situado en encuentros con figuras políticas y empresariales de países aliados. Aunque ninguno de estos episodios ha desembocado en procesos judiciales internacionales, en conjunto configuran la imagen de un operador con acceso ilimitado, protegido por la estructura de poder que su propia familia controla.
La arquitectura financiera del régimen
La familia Castro ha acumulado durante décadas el control de los sectores más lucrativos de la economía cubana a través de GAESA, un conglomerado que actúa como un Estado paralelo: turismo, remesas, tiendas en divisas, infraestructura portuaria y comercio exterior.
Filtraciones y análisis económicos indican que GAESA mueve miles de millones de dólares mediante cuentas en el exterior y redes de sociedades inscritas en paraísos fiscales, gestionadas por familiares directos y colaboradores estrechos de López-Calleja.
La opacidad es total: no existen auditorías públicas, el Parlamento no supervisa sus ingresos y el control militar convierte su actividad financiera en asunto de seguridad nacional. En ese entorno, la fortuna del clan Castro no aparece como patrimonio personal declarado, sino como una estructura empresarial militar que concentra recursos dentro y fuera del país. Los movimientos de “El Cangrejo” se interpretan como los de un actor operativo dentro de este entramado patrimonial.
Panamá: el eslabón clave en las operaciones del castrismo
Panamá ha sido, desde los años 80, una plataforma idónea para operaciones que requieren flexibilidad bancaria, sociedades opacas y triangulación comercial. Tanto el castrismo como sectores vinculados al chavismo han utilizado durante décadas este país como punto seguro para mover capital, bienes y servicios que no circularían con la misma facilidad bajo supervisión internacional.
Interfaz entre Cuba y Venezuela
La ruta La Habana–Caracas–Panamá no es casual. Une:
- el centro político cubano,
- el principal aliado económico y energético del castrismo,
- y un espacio financiero donde ambos regímenes han encontrado margen de maniobra.
Panamá facilita movimientos que en otros países serían más fácilmente rastreables: compras, importaciones, exportaciones trianguladas y vuelos privados sin demasiado ruido administrativo.
Significado dentro de GAESA
Para GAESA, el conglomerado empresarial militar más poderoso de Cuba, Panamá cumple un doble papel que opera como un mismo engranaje: sirve como corredor logístico para la entrada de bienes destinados a usos oficiales y personales de la élite, y actúa como plataforma financiera para empresas que necesitan operar fuera del sistema bancario estadounidense o europeo.
La frecuencia con la que “El Cangrejo” viaja al país refuerza la interpretación de que se mueve en misiones híbridas en las que convergen intereses familiares, negocios sensibles y operaciones económicas que requieren discreción.
Una huella operativa regional
Los viajes entre La Habana, Caracas y Panamá forman parte de una red más amplia que permite al régimen sostener actividades en medio de sanciones y crisis interna. Panamá ofrece un espacio funcional donde operar sin presión política y con capacidad para mantener relaciones y movimientos que el castrismo no puede gestionar abiertamente desde la isla.
Todo lo que rodea a estos viajes —la frecuencia, los acompañantes, los destinos y el contexto político de cada escala— apunta a un patrón consolidado: la élite que gobierna Cuba opera sobre una red internacional que combina poder militar, capital opaco y alianzas tejidas durante décadas.
En ese mapa, Panamá no es una anomalía, sino una pieza funcional dentro de una maquinaria financiera que permite al castrismo mover recursos y voluntades lejos del escrutinio público. Las apariciones de “El Cangrejo” en este corredor no solo revelan la movilidad privilegiada de un miembro del clan gobernante; muestran cómo el nieto de Raúl Castro continúa gestionando recursos y relaciones más allá de las fronteras de la isla, sin explicar sus motivaciones ni someterse a control alguno.
Mientras la vida cotidiana de los cubanos se hunde en la crisis, esta estructura paralela sigue desplazándose con libertad y discreción. Y cada uno de estos viajes silenciosos entre La Habana, Caracas y Panamá confirma que el poder real del régimen ya no reside únicamente en la isla, sino en una red transnacional que opera lejos de la vista pública y aún más lejos del alcance ciudadano.
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