La reciente rebelión en Nepal contra la prohibición de redes sociales llevó a miles de personas a las calles de Katmandú. La medida, que bloqueó unas 26 plataformas —entre ellas Facebook, Instagram, WhatsApp y YouTube—, fue presentada por el gobierno de K. P. Sharma Oli como un intento de frenar la desinformación y el discurso de odio. Sin embargo, en un país con más del 70 % de su población conectada a internet, la restricción se percibió como un golpe directo a la libertad de expresión.
Las manifestaciones, lideradas en gran parte por jóvenes de la llamada “Generación Z”, estallaron como un movimiento contra la censura digital, pero también como una denuncia a la corrupción y la falta de oportunidades. Uno de los momentos más simbólicos, captado en videos compartidos en redes, fue la caída de la bandera de la hoz y el martillo en la sede del Partido Comunista Maoísta, interpretado como un rechazo frontal a los símbolos de poder que han dominado el país durante décadas.
Durante la jornada del 8 de septiembre de 2025, los enfrentamientos alcanzaron niveles de violencia inéditos. Testimonios gráficos difundidos en redes mostraban a heridos trasladados en motocicletas y en improvisadas camillas de bambú, mientras policías disparaban gases lacrimógenos y balas de goma. El balance fue de al menos 19 muertos y más de un centenar de heridos, según medios internacionales.
La presión social obligó al gobierno a retroceder. El 9 de septiembre se levantó el veto a las redes sociales y renunció el ministro del Interior, Ramesh Lekhak. Al día siguiente, el primer ministro Oli presentó también su dimisión, transmitida en directo desde el Parlamento.
Aunque las plataformas digitales volvieron a estar accesibles, la población joven mantiene sus reclamos: justicia por las muertes y transformaciones estructurales que garanticen mayor libertad política y un futuro más justo para Nepal.