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Reportajes | El costo humano de la crisis energética en Cuba

"La incertidumbre es un componente cotidiano de la vida nacional, y el estrés de no saber si habrá electricidad para preparar alimentos".

´Cocina cubana improvisada con armazón de silla durante crisis energética.
Ama de casa cubana cocinando en hornilla de carbón improvisada (2025). | Imagen: Owen

Para Berta, los apagones se han convertido en el principal problema de su vida a los 89 años. Pensaba que a  esa edad, después de toda una vida de trabajo, estaría descansando y con las comodidades básicas para disfrutar sus últimos años. Pero su realidad es muy distinta. La crisis energética que atraviesa Cuba la golpea con fuerza, en un escenario solo comparable con el “Período Especial” desatado tras el colapso de la Unión Soviética. 

Hoy sobrevive con menos de tres horas de electricidad al día, lo que la ha obligado a retroceder en el tiempo y a cocinar con los mismos métodos de hace treinta años. La leña se ha convertido en su único recurso, aunque sus calderos ya no resisten el uso constante. El humo lo invade todo: impregna las paredes, la ropa y hasta el aire que respira dentro de su pequeña casa. “Yo no tengo para comprar un saco de carbón en 1500.00 pesos”, dice con la voz agotada por los años, en medio de una jornada en que solo pudo comer lo que una persona le donó. 

Cocina improvisada con armazón de silla durante la crisis energética en Cuba
Cocina improvisada con hornilla de carbón en un hogar cubano (2025). | Imagen: Owen

Crisis energética en Cuba: vivir en la Edad Media en el siglo XXI

Desde el 2024, la crisis energética en Cuba alcanzó niveles sin precedentes en las últimas tres décadas. En los últimos doce meses se han registrado cinco colapsos del Sistema Eléctrico Nacional (SEN), cuya recuperación ha tardado varios días en cada ocasión. El último de ellos, ocurrido en septiembre de 2025, ha sometido a Berta y a la mayoría de los cubanos en otra nueva batalla diaria para conservar los escasos alimentos que se logran adquirir. En calles y balcones se ha vuelto común ver hornillas improvisadas en las que las familias cocinan con leña o carbón.

Alberto, padre de familia y  vecino de Ciego de Ávila, asegura que la zozobra es diaria: “no se sabe a qué hora viene [la corriente] ni a qué hora la van a quitar”. Cada vez es más difícil preparar los alimentos para sus dos niños.  Los cortes eléctricos ya no se perciben como apagones, sino como “alumbrones”: breves intervalos de luz en medio de largas horas de oscuridad, que obligan a la población a reorganizar su día en torno al escaso período de servicio eléctrico. 

Eduardo, dueño de una pequeña carnicería, ha sufrido pérdidas considerables. En más de una ocasión se ha visto obligado a lanzar a la basura productos como pollo o picadillo, que comenzaban a descomponerse ante la falta de refrigeración. 

Los reportes diarios de la estatal Unión Eléctrica (UNE) reflejan un déficit que en la mayoría de los casos supera el 47 % de la demanda nacional. Como consecuencia, muchas familias pasan las noches en completa oscuridad. Madres con niños pequeños dedican horas a abanicarlos con un pedazo de cartón para aliviar el calor sofocante de estos meses de verano y espantar a los mosquitos. Otros esperan ansiosamente las escasas dos horas de electricidad —muchas veces con fuertes fluctuaciones del voltaje— para cocinar lo imprescindible, cargar los teléfonos móviles y alimentar pequeñas baterías que les permitan encender al menos un bombillo durante la noche.

Esta situación ha generado un aumento significativo de la ansiedad y del estrés entre la población. La psicóloga social Yadira Albet comentó sobre este tema a la agencia española EFE, señalando que esta situación puede conducir incluso a episodios de depresión y estrés en personas mayores y en jóvenes. La incertidumbre ante la llegada de la luz, la imposibilidad de planificar actividades cotidianas y la frustración de ver alimentos desperdiciados son factores que afectan directamente la estabilidad emocional de quienes viven bajo estas condiciones.

Los pequeños comerciantes son de los más afectados por los apagones dentro del gremio de trabajadores privados, según se conoció al consultar las formas en que conservan los productos disponibles para la venta. Carnicerías, panaderías y tiendas de alimentos enfrentan pérdidas constantes. Sin refrigeración adecuada, las provisiones se deterioran rápidamente, generando una mayor escasez que repercute directamente en la población. 

Para algunos dueños de negocios en la provincia de Ciego de Ávila, que prefieren mantener el anonimato, cada corte eléctrico representa un riesgo financiero y la imposibilidad de cumplir con pedidos o mantener un inventario seguro.

“En un día de corte largo, pierdo casi todos los productos que estaban listos para venderse. No hay forma de preservarlos y la gente también sufre porque no hay alternativa”, comenta un cuentapropista dueño de una carnicería, que solicitó no revelar su nombre, mientras mira con frustración las cinco cajas de cuarenta libras de carne de pollo que tuvo que descartar. Este fenómeno ha incrementado la informalidad y la búsqueda de alimentos de segunda mano por parte de muchas familias, aumentando las desigualdades y la vulnerabilidad social.

El economista Pavel Vidal, quien conoce el sistema desde dentro y ahora lo observa desde la distancia académica, recordó en declaraciones a la cadena británica BBC que la crisis energética actual es comparable con la de los primeros años de la década de 1990, tras la caída de la Unión Soviética.

Entonces, los cubanos atravesaron el que probablemente haya sido uno de los momentos más duros desde 1959, conocido como el “Período Especial”. La diferencia, señaló Vidal, es que en aquella época la respuesta del Gobierno se presentó como ejercicios de austeridad y resiliencia “revolucionarias”. Hoy, en cambio, el colapso eléctrico se prolonga en el tiempo, y la falta de inversión en la infraestructura básica —reconocida incluso por el propio Estado, que la justifica en la ausencia de recursos debido al “Bloqueo”— ha convertido a la electricidad en un recurso escaso.

La consecuencia directa de esta crisis es la paralización de buena parte de la economía nacional, con una notable disminución de la producción y un agravamiento de la escasez de bienes de primera necesidad. Los propios medios e instituciones oficiales han reconocido que la producción y los servicios han caído drásticamente en los últimos años, como reflejan los informes anuales de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).

Cocina improvisada con armazón de silla durante la crisis energética en Cuba.
Cocción de alimentos en un fogón improvisado (hornillas de carbón) en un humilde hogar cubano (2025). | Imagen: Owen

La crisis energética en Cuba ensombrece la salud y la educación

El impacto se extiende también a la educación. A partir del cuarto grado, buena parte de las asignaturas se imparten mediante las “teleclases”, un sistema que se ha vuelto casi inviable con los constantes apagones. Yaneisi, madre de un niño que cursa el quinto grado en la escuela José de la Luz y Caballero, en Morón, Ciego de Ávila, aseguró que su hijo “prácticamente nunca va a la escuela” porque no logra concentrase durante los horarios de clase ni descansar durante las noches sin electricidad.

En el sector de la salud, la situación es aún más crítica. Hospitales y consultorios enfrentan serias dificultades para mantener en funcionamiento equipos médicos básicos. Una fuente anónima de la dirección de policlínicos en la provincia de Ciego de Ávila, explicó que los apagones han reducido los servicios al mínimo, limitándose en muchos casos a conservar los medicamentos de la Campaña de vacunación. Procedimientos esenciales como consultas, ultrasonidos y radiografías suelen suspenderse.

La salud física y mental de los cubanos se deteriora con cada apagón. La incertidumbre se ha instalado como un componente cotidiano de la vida nacional, y el estrés de no saber si habrá electricidad para preparar alimentos, refrigerar productos o mantener un ventilador encendido se ha vuelto permanente.

Según el VIII Informe sobre los Derechos Sociales en Cuba, publicado por el Observatorio Cubano de Derechos Humanos, la falta de fluido eléctrico se ha convertido en la principal preocupación de la sociedad en la isla. 

Cuba está lejos de poder resolver su problema energético, advierte Jorge Piñón, director del Programa de Energía para Latinoamérica y el Caribe de la Universidad de Texas. Según el experto, la isla necesitaría entre cinco y diez años y una inversión de ocho a diez mil millones de dólares para reconstruir su sistema eléctrico, un proceso que no se resolverá con “parches temporales” ni con ayuda de aliados internacionales como China, Rusia, México o Venezuela.

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Owen

Árbol tatuado en un brazo.

(Seudónimo de joven cubano, residente en Cuba, que por motivos de seguridad prefiere mantener el anonimato.)

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