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Política | La democracia no madruga los domingos

“En una nación que prohíbe expresamente la propaganda política, cualquier intervención pública de sus líderes constituye una violación flagrante de las normas constitucionales”.

Miguel Díaz-Canel usando el uniforme del equipo Cuba en un acto de propaganda electoral.
Miguel Díaz-Canel usando el uniforme del equipo Cuba en un acto de propaganda electoral. | Imagen: YouTube

Hace poco visité La Habana. Mi estadía coincidió con las instancias definitivas del Clásico Mundial de Béisbol. Aun así, la que fue mi casa durante los últimos siete años ya no tiene televisor y captar una señal a través de los datos móviles cubanos es, cuando menos, un sueño húmedo. No pude ver ningún encuentro. Tuve que conformarme con el box score post-partido, y algún que otro video colgado por los filántropos de Telegram. Sin embargo, fui capaz de percibir, al menos en su resultado ulterior, la apropiación que sufrió el apelativo #TeamAsere por parte de la propaganda gubernamental, ridículamente ávida de asimilar adeptos entre los jóvenes que todavía permanecen en el país.

De una forma que no logro recordar, asumo que a través de algún estado de Whatsapp, presencié con (solo) un tin de vergüenza ajena la última perfomance circense de Díaz-Canel. El presi volvió a la carga en la clausura del Segundo Coloquio Internacional Patria, una suerte de tertulia hippie-progre en la que el zurderío latinoamericano + Ana Hurtado y Wafica Mehdi (yo tampoco la conozco), farfullaron sin pena sobre el Bloqueo, el imperialismo digital y la intromisión mediática de los Estados Unidos. Lo mismo con lo mismo, la verdad. Al parecer, la raigambre martiana que se deducía desde el nombre no pasó de ahí, un rótulo indolente y olvidado.

Retomando al Diazka, pues, montó lo suyo en el escenario, como suele suceder siempre que, a algún desconsiderado, se le olvida esconderle los micrófonos. Iba en outfit pelotero, portando una gorra y un pullover que reproducían el mote recién asimilado por el equipo y el país. Nuestro ingeniero eléctrico e influencer comunistoide favorito dio por concluido el evento y agradeció la presencia de todos sus followers, que vitoreaban enérgicamente (como las condenas de Bruno) cada una de sus frases, sin reparar en los gallos e incoherencias de su oratoria.

Y entonces, cambiando de palo pa’ rumba, Miguel Mario hizo mutar lo que parecía una arenga beisbolera en una alocución partidista, convocando a sus prosélitos a “votar por Cuba” en las próximas elecciones. Qué crack. Nadie se esperaba tal giro de acontecimientos, estoy seguro. El público estalló en júbilo. Muchos esbozaron su mejor sonrisa, aspirando tal vez a reconocer su dentadura en los encabezados del Granma, Cubadebate o Prensa Latina del día siguiente.

En una nación que prohíbe expresamente la propaganda política[i], cualquier intervención pública de sus líderes constituye una violación flagrante de las normas constitucionales. Pero el que hace la ley hace la trampa, siempre ha sido así. En mi país, el actual Gobierno está blindado por su propia legislación. Allá, nadie vigila al vigilante.

La maldita irrevocabilidad del socialismo por todas partes.

Mi más reciente viaje a Cuba me hizo reencontrarme con mi novia, mi familia y algunos amigos. En una de mis conversaciones con Raúl y Leonel –socios de la universidad recién estrenados como filólogo y jurista, respectivamente– intentamos tipificar concienzudamente el sistema electoral del país. Sin mucha trova de por medio, se agotaron los argumentos. Ahí estábamos los tres, licenciados y todo, pero sin una comprensión determinante del funcionamiento de la democracia revolucionaria, bromeando sobre las implicaciones de este desconocimiento.

El simple hecho de nuestra ignorancia, que bien pudiera aplicarse al grueso del padrón electoral cubano, parece confirmar dos axiomas irrebatibles: primero, la abrumadora apatía política de los potenciales votantes, ya sea por incredulidad, disidencia o pereza; segundo, la enmarañada redundancia del procedimiento en sí, en el cual debes decantarte por un (candidato a) diputado que, a su vez, hará lo propio al distinguir entre otros compañeros situados algo más arriba en la jerarquía política. Así sucede hasta arribar a la postulación superior, de la cual sale electo sin mucha sorpresa el Presidente de la República.

De los 470 aspirantes que estuvieron disponibles para recibir nuestro voto durante el 26 de marzo pasado, en dependencia de nuestra localidad, no conocemos mucho más que una escueta biografía colgada en un colegio electoral. En principio, este sistema propone (y exige) que “confiemos” en un “político” del que solamente intuimos una porción de sus “logros” pasados, sin noticia alguna de planes o estrategias futuras que lo avalen como un candidato competente. Es decir, el modelo electoral cubano sugiere que empeñemos la posibilidad de lo que está por venir en favor de la “certidumbre” respecto de lo que ya aconteció. ¿Acaso no es precisamente este uno de los mandamientos más reconocibles de las Sagradas Escrituras de la Revolución, la nostalgia y el inmovilismo?

Serás Continuidad o no serás nada en absoluto.

Durante los últimos días, algunos medios de prensa oficialistas han intentado legitimar este desmadre que acabo de describir. Así, mostraron semejanzas entre lo que sucede en Cuba y el sistema electoral existente en Grecia o Sudáfrica, por ejemplo. A pesar de resaltar las bondades de nuestro estado de partido único, convenientemente omitieron la condición multipartidista del Consejo de los Helenos y del Parlamento sudafricano, compuestos ambos por miembros pertenecientes a los más diversos entes políticos.

Y es que el propio eslogan que encabezó la publicidad del gobierno en pos de su perpetuación descubre, sin dudas, la esencia de tal artificio pseudo-democrático. El #YoVotoXTodos caneliano niega el atributo fundamental de la política, ese carácter definitorio que radica en la oportunidad de individualizarnos ante nuestros homólogos, que no iguales. Yo soy más yo mientras menos sea.

En política se decide, se señalan diferencias, se distingue entre varias alternativas que NUNCA implican lo mismo. De lo contrario, ¿qué sentido guarda la elección entre pares indistinguibles?, ¿existe la posibilidad de un resultado distinto en dependencia de mi voto? ¿es realmente esto una “elección”, en su sentido de “escoger o preferir a alguien o algo para un fin” [ii]? El pasado domingo, simplemente, se ratificó lo que ya había sido dispuesto con antelación por el Politburó.

En Cuba campa a sus anchas la tautología de la unanimidad.

Finalmente, para clausurar esta muela, dejo por aquí otra anécdota, más reiterativa que chistosa, pero pienso que pudiera servir para ilustrar la terquedad y el cinismo de la cúpula castrista. A principios de 2022, el camarada-tumba-celulares Alpidio Alonso convocó en su feudo ministerial del Vedado a jóvenes que laboraban en instituciones dependientes del MINCULT. Yo trabajaba en el Centro de Estudios Martianos, por lo que tuve que asistir junto a otros colegas. Allí, entre las quejas de algunos presentes debido al escaso presupuesto de tal o más-cual entidad, los planes del ministro para lograr la paz mundial y mis ganas de que sirvieran la merienda, escuché decir a Alpidio algo que jamás olvidaré: “Este es el sistema más democrático que ha existido desde la Antigua Grecia”.

Pues eso, a estudiar historia porque, sinceramente, nos falta mucha calle para poder refutar al compañero Alonso. Terrible coincidencia de apellidos, la verdad.


[i] Artículos 171 y 172 de la LEY No. 127 o “Ley electoral” vigente en Cuba.

[ii] Acepción del verbo “elegir” tomada del Diccionario de la Lengua Española (DLE).

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Senén Alonso Alum

(Pinar del Río, Cuba, 1997). Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana en 2020. Ejerció como investigador literario en el Centro de Estudios Martianos (CEM) desde su graduación hasta 2022. Ha publicado poemas y ensayos en el medio independiente La Jeringa, en el blog de cine En Raccord, en el Portal Digital del CEM, en el boletín de crítica y pensamiento Puntal, en las revistas Librínsula, El Caimán Barbudo, Opía Magazine, AM:PM, El Estornudo, Honda, Casa de Las Américas y Cine Cubano.

(Pinar del Río, Cuba, 1997). Miembro del staff de Árbol Invertido.

Licenciado en Filología por la Universidad de La Habana en 2020. Ejerció como investigador literario en el Centro de Estudios Martianos (CEM) desde su graduación hasta 2022. Ha publicado poemas y ensayos en La Jeringa, en el blog de cine En Raccord, en el Portal Digital del CEM, en el sitio web del Centro Onelio Jorge Cardoso, en las revistas Librínsula, El Caimán Barbudo, Opía Magazine, AM:PM, El Estornudo, Cine Cubano, Honda, Casa de Las Américas y Rialta Magazine. Fue finalista en el concurso de narrativa “Portus Patris” (2021), auspiciado por la Asociación Hermanos Saíz de Las Tunas. Es graduado del XXII Curso de Técnicas Narrativas que se impartió en el Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso (2020-2022), donde resultó ganador de la Beca Caballo de Coral debido a su proyecto de novela Ucronías y otras verdades ficcionadas.

Comentarios:


Nivia Alum Dopico (no verificado) | Jue, 06/04/2023 - 18:21

Excelente, Excelente, esa es Cuba!!!, lamentablemente, entrañablemente, duele...pero ese circo descrito es mi país...
Mezcla de humor y buena información, Excelente.

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