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Arte urbano | ¿Qué es el grafiti? Orígenes y actualidad de un arte transgresor

"El grafiti adquirió un matiz aún más crítico con la sociedad y las relaciones de poder al convertirse en un modo de expresión y reivindicación –al límite de lo legal– de causas sociales y discursos contra hegemónicos".

Grafiti de Yulier P. en La Habana.
Grafiti de Yulier P. de la serie "Regalos", en La Habana.

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El grafiti representa una expresión de carácter disruptivo, de rebeldía creativa de sectores populares ante el orden estético del urbanismo tradicional y las concepciones clasistas propias del academicismo artístico.

Según la Real Academia Española (RAE), esta manifestación es considerada como: “firma, texto o composición pictórica realizadas generalmente sin autorización en lugares públicos, sobre una pared u otra superficie resistente”.

De acuerdo al diccionario bilingüe de términos de arte (Comunidad de Madrid):Grafitos. Dibujos, lemas o mensajes, a veces obscenos, dibujados en las paredes de lugares públicos”.

Asimismo, el portal académico Enciclopedia.net lo define de la siguiente manera: “Se denomina graffiti a una pintada en una pared que puede contener texto o una imagen y que intenta trasmitir un mensaje determinado”.

¿Dónde surgió el grafiti?

El término –adaptación al español de graffiti, en italiano– está ligado a las inscripciones que, en forma de sátira, se reproducían en espacios públicos durante el Imperio Romano. En la modernidad, se le ha relacionado con los años de la Segunda Guerra Mundial o el New York de mediados de los 50, a raíz de la muerte del genio del jazz, Charlie Parker.

Sin embargo, se le atribuye a Darryl McCray, conocido como “Cornbread”, quien en los 60, en el Centro de Desarrollo para La Juventud de Philadelphia, reformatorio para menores de edad de la ciudad norteamericana, se dio a la tarea de impregnar su firma (tags) en cada una de las paredes del sitio.

CornBread, pionero del grafiti.
Grafitero norteamericano Darryl McCray, conocido como “Cornbread”, considerado uno de los paradigmas del arte urbano.

Tras su liberación, Cornbread se convertiría en una sensación no solo en Philadelphia sino en todo los Estados Unidos, al ser considerado como un referente por los grafiteros de la época. Tal era la fama conseguida que llegó a afirmar que su nombre había resonado tanto como el de Jesucristo.

En ese período, en los barrios obreros de New York, el grafiti adquirió una connotación sin precedentes, a la par del auge de manifestaciones artísticas como el hip hop, fuertemente enraizada en la cultura popular de los estratos sociales pobres, víctimas de la marginalización sistémica.

Al igual que Cornbread en Philadelphia, Taki 183, un joven grafitero neoyorquino que conjugaba su nombre con el número de calle en que vivía, intentó plasmar su firma en cada espacio concurrido de la ciudad, en busca de notoriedad.

Taki, pionero del grafiti..
El grafitero neoyorquino Taki 183 posa junto a su firma.

Por el constante ir y venir de personas, el flujo de turistas y trabajadores en la urbe, los espacios subterráneos del metro, de a poco, fueron convirtiéndose en los sitios predilectos de grafiteros para su proceso creativo, al punto de no solo impregnar de pintura las paredes de las edificaciones sino los propios vagones del tren, rompiendo su estética conservadora y poco colorida para convertirse en espacios repletos de firmas y garabatos. 

El ascenso del grafiti y su enfrentamiento a la legalidad

Sin embargo, contrario a lo que pudiera pensarse, el grafiti no se limitó a los barrios obreros y de bajos recursos sino que, con cada obra realizada, sus autores experimentaban la necesidad de extender su rango de acción para incursionar en los espacios vírgenes de los vecindarios residenciales de la clase alta de la ciudad, a expensas de las posibles consecuencias legales a enfrentar.

En tal sentido, el grafiti fue utilizado por bandas criminales, por lo general ligadas al narcotráfico, para delimitar los límites de su zona de influencia y enviar mensajes a grupos delincuenciales contrarios.

El grafiti no estaba al margen de la política. Por un lado, adquirió un matiz aún más crítico con la sociedad y las relaciones de poder al convertirse en un modo de expresión y reivindicación –al límite de lo legal– de causas sociales y discursos contra hegemónicos, empleado para canalizar la crítica aguda ante problemáticas acuciantes como la discriminación racial o la opresión sistémica.

Grafitis en el metro de Nueva York.
Grafitis en el metro de Nueva York.

Su evolución se traduce, además, en el empleo de nuevas caligrafías y colores, el cambio de las firmas por representaciones abstractas de figuras humanas y las sátiras a las clases sociales privilegiadas y el poder político.

En este sentido, a medida en que aumentaba su presencia en los espacios públicos, se recrudeció el discurso de criminalización por parte de las élites del poder. El control policial se volvió cada vez más estricto y, con ello, creció el desafío de los grafiteros de extender la obra a otros espacios y lograr la aceptación de sus obras como expresiones artísticas legítimas y no como representaciones de vandalismo. 

El trabajo de muchos creadores ha adquirido tal relevancia que sus obras se han convertido en grandes atracciones no solo para locales sino para el turismo internacional.

La generalización de la cultura del grafiti en las décadas del 70 y 80 –sus años de mayor auge– estuvo condicionada, en parte, al cambio en la percepción individual de los creadores que, en muchos casos, pasaron de considerarse escritores o firmantes de los espacios públicos, interesados solo en el reconocimiento de sus nombres a consagrarse como artistas callejeros, con obras de mayor valor estético, así como concepciones disruptivas y críticas con las visiones tradicionales del arte académico.

Todo ello ha incidido en la consolidación de un arte de protesta más agudo y transgresor ante las problemáticas sociales cotidianas, así como la apropiación de nuevos códigos del lenguaje visual que han transformado la percepción social de esta manifestación, antes ignorada y marginalizada para las élites del campo artístico.

Grafiti del artista ruso Dmitri Vrúbel, que representa besándose al líder alemán Erich Honecker y al ruso Leonid Brezhnev.
Grafiti del artista ruso Dmitri Vrúbel, que representa besándose al líder alemán Erich Honecker y al ruso Leonid Brezhnev.

El trabajo de muchos creadores ha adquirido tal relevancia que sus obras se han convertido en grandes atracciones no solo para locales sino para el turismo internacional. Tal es el caso del grafiti del beso entre el líder ruso Leonid Brezhnev y Erich Honecker, presidente de la República Democrática Alemana, obra que el famoso artista ruso Dmitri Vrúbel pintara sobre el Muro de Berlín poco después de la caída del comunismo, en la primavera de 1991.

¿Quiénes son los artistas más relevantes del panorama actual?

En la actualidad, entre los artistas del grafiti más destacados, encontramos a Banksy, grafitero británico de identidad anónima, asociado con Robert del Naja, cantante del grupo musical de hip hop experimentalMassive Attack y con Robin Gunningham, artista visual británico.

Este creador que ha logrado posicionar en muros de todo el mundo su obra satírica, de protesta social, crítica al poder, los mensajes contra las sociedades actuales, el militarismo y las violaciones de los derechos humanos. Su fama mundial lo ha convertido en un referente de esta manifestación del arte urbano.

Obra stencil de Banksy
Obra stencil de Banksy. | Imagen: Instagram / Banksy

Otros artistas importantes son los estadounidenses Shepard Fairey, Futura 2000 y la grafitera, Lady Pink, quien basa su obra en figuras femeninas de colores llamativos; el francés Thierry Noir, de estilo astracto y reconocido, sobre todo, por sus coloridos murales del Muro de Berlín; el español Okuda San Miguel y SUSU, de Indonesia.

En Latinoamérica, región de larga historia en el arte del grafiti, destacan el artista de origen mexicano Chaz, que ha internacionalizado su arte abstracto o el brasileño Eduardo Kobra, con obras comprometidas con el activismo ambiental contra la deforestación del Amazonas y quien consiguió el premio Guinness al grafiti más grande del mundo –3 000 metros cuadrados– con su mural, Todos Somos Um, realizado para los Juegos Olímpicos de Río 2016.

"Mural das Etnias", grafiti de Eduardo Kobra ubicado en la zona portuaria de Río de Janeiro.
"Mural das Etnias", grafiti de Eduardo Kobra ubicado en la zona portuaria de Río de Janeiro.

¿En qué momento llegó el grafiti a Cuba?

La historia del grafiti en la Isla resulta menos extensa si se compara con otras naciones de la región.

«Se pueden rescatar a una figura muy importante en los años 50: Silvano Chue Echevarría, “El chori”, quien está considerado como el mejor timbalero de todos los tiempos pero no se conoce que fue el primer creador del tag –firmas– en la Habana. Escribía con crayolas y tizas, en calles y paredes, “el artista que se anuncia solo. Chori”», señala Alejandro Zamora Montes, investigador y comunicador social cubano, en el audiovisual independiente Existen, de Fernando Fraguela y Yulier P., una de las escasas producciones realizada en la Isla sobre esta manifestación de la pintura mural.

Tras la llegada al poder de Fidel Castro, el espacio público en Cuba se convirtió en un canal propagandístico utilizado por el régimen para la reproducción del discurso nacionalista, el incentivo a la movilización de los sectores populares para la defensa del sistema político y la producción, el adoctrinamiento y la exaltación de los dirigentes del país.

Tag grafiti de Chori, en La Habana.
Tag grafiti de Chori, en La Habana.

Es en 1986, con la fundación del grupo Arte Calle integrado, entre otros, por Aldo Menéndez López “Aldito” y Ofill Echevarría, que se desarrolla una evolución del arte urbano nacional, al punto de ser considerado el proyecto que mayor relación guarda con la actualidad del grafiti cubano.

«En los 80 hubo una serie de grupos como Grupo provisional, Pilón, TTVV, Hacer y Arte Calle que, en mi humilde opinión, fue el que mejor condensó esta filosofía del grafiti. Muchos de ellos eran estudiantes de escuelas de arte. Se vieron muy influenciados por una película que, al principio de los 80, los impactó; yo pienso que, posiblemente, haya sido Wild Style. A muchos de estos estudiantes no los dejaban exhibir en las instituciones, en galerías. Esto conllevó a que vieran al arte en la calle como su espacio de expresión», comenta Zamora Montes.

Censura frente a libertad de expresión

Ante la falta de libertad de expresión en la Isla, la naturaleza aguda de esta manifestación artística la convierte en objetivo del monitoreo y la represión por parte de la policía y la Seguridad del Estado.

«En Cuba, de manera explícita, el grafiti no está considerado como un delito. Sin embargo, pintar en espacios públicos puede ser un acto de maltrato a la propiedad social», así señala Tribuna de La Habana.

Según la jurista Liset Mailen Imbert Milán, quien fuera entrevistada para ese trabajo, “un principio del Derecho dice que lo que no está prohibido, está permitido: cuando hay un vacío legal sobre algo, este último pasa a ser, técnicamente, no-ilegal”.

Sin embargo, la realidad del arte callejero está marcada por los excesos y la persecución.

Numerosas denuncias de arrestos, decomiso de los medios de trabajo, acoso y amenazas para obligar a los artistas a borrar sus obras, han sido expuestas en redes sociales.

Yulier P. es uno de los creadores del arte urbano más consolidados. En reiteradas ocasiones ha sido víctima de violaciones a sus libertades individuales por parte de los órganos represivos del Estado; las más graves, en 2017, fueron denunciadas no solo por medios alternativos sino, además, por reconocidos artistas nacionales y foráneos.

El artista comenta lo siguiente en el documental Existen:

Estuve detenido dos días en la unidad de Zanja. La seguridad del Estado me hizo firmar bajo coacción y sin representación de un abogado, una declaración en la que me comprometía a no hacer más grafiti y a borrar enseguida los que había hecho por toda la ciudad. Si no lo acataba, iban a procesarme por maltrato público o peligrosidad predelictiva; por supuesto, esa era una forma de intimidación. Salí a la calle a hacer campaña porque la prisión no era una opción y, borrar mi obra, tampoco. Yo no me iba a autocensurar o automutilar. Eso es imposible.

Obra de Maisel López en una calle de La Habana, niña sosteniendo una bandera cubana
Obra de Maisel López en una calle de La Habana.

Otros como Fabián López y Danilo Maldonado, conocido como “El Sexto”, también han manifestado los atropellos del gobierno. El primero, ha sido obligado a borrar parte de su obra y, en el caso de El Sexto, cumplió condena por su activismo.

En un país en el que abundan edificaciones en ruinas y paredes derruidas, inmerso en una crisis sistémica y sin libertades, el grafiti se ha convertido en un canal alternativo para manifestar el descontento de varias generaciones. Una catarsis creativa en la que el artista consigue canalizar sus estados de ánimo producto de las carencias cotidianas, sus frustraciones, desilusiones y anhelos; traspasan el espacio personal para convertirse en voces taciturnas de una nación obligada al silencio.

Algunos grafiteros cubanos reconocidos

Yulier Rodríguez “Yulier  P.”: Su obra gira en torno a figuras de una morfología entre humana y extraterrestre –seres con cabezas desproporcionadas–, con rostros que denotan el grado de desesperación y desánimo del cubano. Ganador de la primera Beca de Creación Franz Kafka para Intervenciones en Espacios Públicos en Cuba.

Danilo Maldonado “El Sexto”: El sobrenombre –y obra más reconocida– hace referencia a “Los cinco”, el grupo de agentes de la inteligencia cubana que cumplió condena por espionaje en los Estados Unidos. Una firma enlazada a una estrella. Mensaje que replicó en los municipios de La Habana, el cual se asocia con una resemantización de la imagen de heroísmo construida por el oficialismo para referirse a los espías. De esta forma, El Sexto representaría a la ciudadanía en su totalidad: todo cubano es héroe solo por haber nacido en la Isla. La cotidianidad como una hazaña extraordinaria en la interminable historia de la resistencia forzada.

Fabián López: Sus trabajos están caracterizados por dos elementos distintivos: Super Malo, el personaje central, sujeto encapuchado que personifica al ciudadano cubano en diversos contextos, sus problemáticas cotidianas y diversidad; el “2 + 2 = 5” (basado en la novela 1984, del escritor británico George Orwell) resulta una figuración del dogma ideológico como verdad incuestionable por el individuo en regímenes totalitarios, así como su imposición sobre el sentido común y la realidad universal.

Maisel López: Autor de "Colosos", serie de rostros infantiles dispersos en toda la capital. Se desempeña como profesor de artes plásticas en la Casa de cultura del municipio capitalino Playa. Ha desarrollado múltiples talleres de formación en plataformas digitales.

Gabriela Padrón Amoroso “Azul”: De la obra de Azul sobresale la visualidad. Rostros femeninos. Siluetas. Diversidad de colores combinados con estrellas y expresividad. En la mayor parte de sus obras, ojos cerrados; simula sueños, imaginación y pensamientos. Femineidad que huye de la estereotipación.

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José Leandro Garbey Castillo

Foto de perfil de José Leandro Garbey Castillo

Cubano. Periodista de la generación del 21. Otro ser libre perdido por el mundo. En mi tiempo libre juego con las letras e intento contar historias. Siento debilidad por el sonido del disparo de una cámara.

Comentarios:


Weldon (no verificado) | Mié, 18/10/2023 - 10:39

Menudo cacao tenéis, acerca de lo que es el graffiti....
Quiero pensar que este surtido de desconocimiento lo ha escrito un becario mal pagado.

Leandro (no verificado) | Mié, 18/10/2023 - 12:38

Saludos, Weldon. Me llamo Leandro y soy el autor del texto. Debido a que soy periodista y no grafitero espero que usted, un gran conocedor del arte urbano, me corrija los errores para no cometerlos en próximos trabajos y, sobre todo, comparta su visión especializada sobre el tema en cuestión. Saludos cordiales.

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