En Santiago de las Vegas (municipio Boyeros, La Habana), se celebra el Velorio de Pachencho, una festividad que cada febrero simula un funeral lleno de humor, música y comunidad. La jornada parte desde el liceo local, convertido en funeraria improvisada, y avanza en cortejo hacia el cementerio. A ritmo de conga, cornetas y tumbadoras, el desfile se transforma en fiesta callejera: el “muerto” asoma la cabeza, saluda e incluso recibe tragos de ron.
Una procesión que celebra la vida
El espectáculo no sería completo sin la presencia de personajes tradicionales: una “viuda” desconsolada, un “sacerdote” impostor y un Pachencho que resucita en medio del tumulto. Las escenas combinan llantos fingidos, lamentos teatrales y repentinas carcajadas, hasta que la música se impone y el difunto vuelve a la vida para sumarse al baile colectivo.
Los orígenes del Velorio de Pachencho se remontan al aniversario del Centro de Instrucción y Recreo, fundado en 1882 por Fermín Valdés Domínguez. Algunas versiones sitúan la tradición en la década de 1930, asociada al Piquete Santiaguero y al Entierro del Carnaval; otras la vinculan con la obra teatral El velorio de Pachencho, estrenada en 1901. Lo cierto es que, desde al menos 1984, la festividad se celebra sin interrupciones y ha ganado cada vez más popularidad.
Una burla a la muerte
Más que un funeral ficticio, el Velorio de Pachencho es una muestra de folclore popular y humor negro. Como señalan fotógrafos y cronistas locales, la fiesta funciona como un ritual colectivo que invierte el sentido trágico de la muerte y lo convierte en motivo de celebración. En palabras de algunos vecinos, “es un carnaval diferente, una burla a la muerte y una afirmación de la vida”.
La singularidad de esta celebración ha atraído a visitantes de toda La Habana e incluso a curiosos de otras partes del país. En redes sociales, las imágenes del cortejo festivo circulan cada año, confirmando que el Velorio de Pachencho es una de las expresiones más originales del humor cubano.
Regresar al inicio