Desde alrededor de 2015, el gobierno cubano ha manifestado sistemáticamente su rechazo a la celebración en Cuba, cada 31 de octubre, del Día de Brujas, o como más se le conoce en Estados Unidos y el mundo: Halloween . Sus voceros culturales repelen la festividad aplicándole la categoría de “colonización cultural”, de tendencias pro-estadounidenses y otros tantos estigmas ideológicos.
La batida comenzó entonces con declaraciones del exministro de Cultura Abel Prieto, entonces director de la Oficina del Programa Martiano, que acusó de “yanquis” y “anexionistas” a quienes celebraban esta fiesta de los monstruos y los espíritus, también la Navidad, luciendo disfraces de personajes de Disney o clásico gorro rojo de Santa Claus.
Las amenazas se convirtieron en prohibiciones efectivas, y una tropa de inspectores se lanzaron a vetar todas las festividades organizadas en instalaciones estatales. Halloween había que tenerlo a raya, pues a los ojos del régimen era una amenaza galopante a la integridad de la cultura nacional.
El pueblo cubano hizo oídos sordos a los reclamos de Prieto y demás funcionarios. Muchos ni se enteraron. No cesó el proceso de apropiación de Halloween, y su consecuente integración al imaginario popular, como ha sucedido con gran parte de las prácticas culturales cubanas en el más amplio sentido. En cierta medida, el rechazo oficial resulta promoción y estímulo, con resultados inversos.
Octubre tras octubre, con más o menos recursos disponibles, muchos cubanos llenan sus casas de espantajos y esqueletos, cada cual se disfraza a su manera, e incluso, muchos niños salen a recorrer las cuadras, no en cumplimiento de la guardia pioneril, sino en pos del archiconocido “truco o trato”. Incluso, tiendas de la cadena estatal CIMEX han ofrecido buenos surtidos de productos afines, como máscaras, sombreros, gafas fantasiosas. Para desquicie de Abel Prieto.
Pretextos oficiales para atacar Halloween en Cuba
Sucesos aislados como los jóvenes disfrazados en Holguín, en 2022, de miembros de la secta racista del Ku-Klux-Klan, y el joven que en 2023 ganó en La Habana un concurso de disfraces por el rigor de su uniforme nazi, sirvieron de pretexto para que Abel Prieto y sus seguidores arremetieran de nuevo contra Halloween.
Todo forma parte de la acostumbrada operación de antimperialismo selectivo del oficialismo cubano, que desconoce todos los procesos de apropiación cultural trenzados en la esencia de la nación cubana: empezando por el muy estadounidense béisbol —de orígenes británicos—, reconocido y defendido en Cuba como Deporte Nacional, por solo poner un ejemplo más que indiscutible. Solo que Abel Prieto y sus colegas llegaron a la discusión cuando el baseball ya era “la pelota”. Y nada les molesta de eso.
Mucho menos les perturba la huella rusa/soviética en la cultura nacional, y la actual furia del fútbol, que en la isla ha terminado solapando al béisbol, y va camino de usurparle su lugar como Deporte Nacional, aun sin contar la isla con una liga significativa. Más bien puede ya definirse como Afición Nacional.
Este rechazo a Halloween y la Navidad es un residuo reaccionario de las encarnizadas batidas contra el “diversionismo ideológico”, que sobre todo en los años sesenta y setenta satanizaron en Cuba todo lo proveniente del mundo capitalista, a la vez que se abrazaba con furor acrítico todo lo que llegaba desde el Campo socialista. Si era soviético, era bueno.
Halloween y el "diversionismo ideológico"
La prohibición en la isla de la música rock en inglés, del dólar y hasta los blue jeans, los castigos desmedidos a que eran sometidos quienes escuchaban a escondidas discos de Los Beatles y Los Rolling Stones, son historia harto conocida, pero no suficientemente concientizada. El herramental empleado por los paladines oficialistas contra el "diversionsimo ideológico" aún pervive, y aguarda para cebarse en nuevas víctimas, como Halloween y sus fantasmas.
Con apenas medio milenio de gestación, y poco más de un siglo de independencia política, Cuba está aún en plena juventud histórica. Como nación, se cimenta sobre las diversas tradiciones culturales externas que han confluido y confluyen en su seno. Casi nada en Cuba es autóctono, ni la bata cubana, ni el béisbol, ni la Flor Nacional (la Mariposa), ni la caña de azúcar, ni siquiera el mango. Cuba ha sido siempre un hervidero de culturas, el ajiaco proverbial de Fernando Ortiz.
Este plato devendiso símbolo no solo es una mezcla de ingredientes que se conjugan en un sabor único, sino es un hervor constante, un proceso en ebullición permanente, una efervescencia de prácticas adoptadas. Halloween no es más que otra tradición asimilada, que viene también a cubrir los espacios vacíos de festividades decretadas por el régimen: 1ro. de mayo, 8 de marzo, 26 de julio, el tercer domingo del mes de julio (Día de los niños, ya casi extinto), el 13 de agosto, el 28 de septiembre, y tantos más, nada atractivos para los cubanos por sus relaciones con el régimen. Valga mencionar aparte el 1ro. de enero, día de Año Nuevo usurpado completamente por Fidel Castro como Día Nacional, en uno de sus tantos auto homenajes oficializados.
Los orígenes celtas de Halloween
Igual que Cuba, Estados Unidos es una nación joven, basada también en la mezcla cultural de todas las tradiciones que confluyen en su territorio. Halloween tampoco es autóctona de ese país, aunque sus maneras más reconocidas globalmente sí provengan de la reformulación a que fue sometida allí.
En los orígenes de Halloween yace la celebración celta precristiana de Samhain, durante la cual los pueblos gaélicos (oriundos de Europa Noroccidental) celebraban el éxito de las cosechas alrededor del 1ro. de noviembre. Tras el arribo de la Iglesia Católica a estas tierras, la festividad pasó a ser consagrada como Día de todos los Santos, y surge el calificativo All Hallows´ Eve, traducido como víspera de todos los santos.
Entre los siglo XVI y XIX, la festividad comenzó a mezclar elementos católicos y paganos, y se perfiló como la conocemos actualmente. Su arribo a los Estados Unidos se ubica entre 1845 y 1849, cuando miles de emigrantes irlandeses arribaron al país huyendo de la conocida como Gran Hambruna. Sus tradiciones enraizaron en suelo norteamericano, y para 1870 ya Halloween ganó popularidad en el país.
En Cuba es relativamente nueva su inserción en el imaginario colectivo, pero desde 2015 no ha dejado de celebrarse en la isla de una manera u otra, listo para integrarse al corpus cultural de la isla; sin por eso resultar una amenaza a la integridad nacional.
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