Pasar al contenido principal

Escritores | "Que los lectores se enamoren enemigamente de mí". Entrevista al escritor Orlando Luis Pardo

"Yo no creo en palabras perpetradas para aterrorizar enemigos de clase, ni para lapidar al diferente ideológico".

Orlando Luis Pardo Lazo
Orlando Luis Pardo Lazo. En un museo de cine, en Astoria, Oregón.

No suelo hacer recomendaciones a los lectores cuando consigo que un medio me publique un artículo, menos aún la que haré sobre la siguiente entrevista: ignórela.

Si es usted una persona afrodescendiente, de sexo femenino y además feminista, u homosexual, de izquierdas, antirracista, anticapitalista, antiimperialista, por favor, no lea esta entrevista. Mi entrevistado, el escritor, bloguero y fotógrafo, Orlando Luis Pardo Lazo, autor del blog Lunes de Post-Revolución y de los libros Boring Home, La Habana abandonada y Del Clarín escuchad el silencio, por solo mencionar algunos títulos, ha sido calificado, por sus propios colegas de doctorado de racista, misógino y homófobo. Y no le interesa defenderse de tales calificativos.

¿Qué se puede esperar de un trumpista confeso (y no convicto porque reside en los Estados Unidos, donde ha impartido conferencias sobre política y literatura cubana, además de hacerlo en universidades europeas, desde 2016 realiza estudios de doctorado en Literatura Comparada en la Washington University de Saint Louis, Missouri), al punto de escribir un libro titulado Espantado de todo me refugio en Trump?

Por otra parte, si es usted un apasionado disidente del gobierno cubano, lo que suele inclinar las simpatías hacia actual inquilino de la Casa Blanca, por su actitud hacia el régimen de la Isla, opuesta a la de su predecesor, Barack Obama, por favor, tampoco lea esta entrevista ni mire los vídeos. Orlando Luis es un disidente, sí, tan disidente que disiente incluso de la disidencia. Se atreve afirmar algo que puede resultar ofensivo para nuestros compatriotas que llevan una parte importante de sus vidas disintiendo, arriesgando sus vidas y su libertad por disentir: que la disidencia es una pérdida de tiempo. Dicho en buen cubano, Orlando Luis es un tipo que está contra el tráfico.

A estas alturas, deben quedar pocos lectores para este material. Pero si usted, pese a ser una persona políticamente correcta y/o un disidente convencido de la utilidad de disentir frente al régimen cubano, decide dejarse arrastrar por la curiosidad (que era el objetivo evidente de la recomendación de ignorarlo), solo puedo invitarle a disfrutar (o no) del ingenio y las peripecias lingüísticas de Orlando Luis, de su sentido del humor y de su irreverencia.

Es muy probable que usted discrepe de los planteamientos de Orlando Luis y él no espera menos. No esperaba menos cuando me ofreció (no tuve que solicitarle) esta entrevista. No solo la ofreció, sino que casi podría darle crédito como coautor por indicarme el título, provocador, como suelen ser los suyos, y solicitarme una pregunta sobre su novela Esta no es la novela de la Revolución Cubana, que está publicando en Hypermedia, por entregas. Con semejante título, habría sido casi un crimen no preguntarle al respecto.

 

Orlando Luis Pardo presenta su libro "Espantado de todo me refugio en Trump"
Orlando Luis Pardo presenta su libro "Espantado de todo me refugio en Trump"

 

En Cuba fuiste un escritor premiado y publicado, miembro de la UNEAC. Creo que tu primer viaje al extranjero fue como parte de una delegación oficial a una feria del libro. ¿Por qué no pudiste, como otros escritores de tu generación, amigos tuyos que aún viven en Cuba, conservar una buena relación con las instituciones, seguir ganando premios y publicando en Cuba, aunque de vez en cuando también lo hicieras en medios independientes y editoriales extranjeras? ¿Por qué seguir un camino que te llevó al exilio?

Yo sí pude. De hecho, todavía me escribo por email, de manera clandestina, con muchos de ellos, incluidos algunos de los jerarcas cómplices de la UNEAC (Unión de Escritores y Artistas de Cuba) y el MINCULT (Ministerio de Cultura de Cuba). Abel Prieto, por ejemplo, ha confesado a amigos comunes su admiración por mi obra, más incluso que por la de Antonio José Ponte, en tanto no-ficciones ficcionadas, pero también su deber de reprimirnos a ambos respectivamente, para no sentar un mal precedente emancipador en el camping cultural cubano. Lo mismo con Fernando Rojas, quien puntualmente le pide a su hermano exiliado Rafael Rojas que le mande a Cuba, por valija diplomática de ser necesario, todos y cada uno de mis libros publicados en el extranjero. Incluido, por supuesto, Espantado de todo me refugio en Trump (Ediciones Hypermedia, 2019), cuya lectura a él le resultó una deliciosa provocación, al punto de que, si estuviera en sus manos, alegadamente, él hubiera autorizado su publicación en la Isla, si no por Unión o Letras Cubanas, al menos sí por Sed de Belleza o alguna otra ex editorial de provincias.

De manera que son ellos los que no pueden conservar una buena relación con ellos mismos: son puro disfraz demagógico para sobrevivir en el país de las visas baratas gracias a los viajecitos oficiales. Me dan pena propia. Pero no renunciaré a comunicarme con los cobardes. Defenderé ese pendejismo al precio que sea necesario: esos ejemplares sobremurientes de la clase muerta revolucionaria son mi mejor contexto y tradición literárida. Los extraño, de corazón, como extraño a un Fidel Castro vivo, y no estoy siendo irónico. Sin Revolución, la literatura cubana corre el riesgo de terminar siendo latinoamericana o, peor, puertorriqueñizándose. Es el mismo miedo al negro que atormentaba las pesadillas teleológicas de Cintio Vitier en 1959: para los literatos timoratos cubanos, la Isla Siempre Fiel estaba destinada a ser más europea que Europa y no un ghetto caribe con brujería y ron templón. De ahí le vino a la burguesía cubana la necesidad marxista de un caudillo hispano insular. Se llama fascismo de rostro humano. Y los cubanos lo llevamos tatuado totalitariamente en el alma, como La Bayamesa llevaba “tristes recuerdos de tradiciones”.

Como consuelo, me queda saber que nunca me maté por tener un puestecito ministerial, más allá de ser el editor quintacolumnista de la revista Extramuros. Y, por lo demás, yo me aburría mucho en Cuba. Mi terrorismo textual sale justo de ese tedio. No te olvides que soy el autor del libro Boring Home y del cuento Para matar al Papa se necesita. A la postre yo salí al exilio por motivos estrictamente personales. Y un poco por incompatibilidad de caracteres con el castrismo constitucional. Además de darme cuenta de que, para colmo, nunca podría besar en vida los labios blogueros de Yoani Sánchez.

¿Te ha definido alguien como el mejor escritor cubano vivo o es una auto calificación?

Eres tú la que acabas de definirme así. Todos y todas se acercan con cualquier pretexto y lo primero que hacen es ratificármelo. Así que por algo será. Si bien todo canon es siempre auto-canónico, como bien lo supo el ogro anti-izquierdista de Harold Bloom. Con el tiempo y un exilio, he llegado a pensar que soy el mejor escritor vivo cubano por la sencilla razón de que soy el único escritor vivo cubano. Horror a quien horror merece. Por supuesto, no espero ningún reconocimiento ni diplomita despótico en vida. Mi legado será que una muchacha de 24 años, por ejemplo, descubra mis libros locos y locuaces entre los legajos a punto de ser hechos pulpa en una de esas bibliotecas de barrio del año 2059, por ejemplo. Y que entonces ella vuelva a enamorarse de mí, como medio siglo atrás.

¿Por qué un disidente dentro de la disidencia?

No pude parar a tiempo, eso fue todo. La cuerda de ser contestatario fue tanta que terminé criticando a los críticos. Me daba grima verme haciendo 14yMedio (¿14yMiedo?) en la Cuba del 2020, por ejemplo, o acaso Árbol Invertido (qué título tan, pero tan LGBTQIA2P*+, ¿no?). Si me permites una clarificación, te diré que la única iniciativa opositora como tal fue y sigue siendo el Proyecto Varela, de Oswaldo Payá, el Movimiento Cristiano Liberación, y decenas de miles de ciudadanos cubanos que trataron de terminar con la dictadura por la vía legal. El resto ha sido ruido, diversionismo digital. Una tapadera. Tapiñaos, castristas de closet y corbata. Así como el castrismo resulta un exceso de confianza brutal, la disidencia constituye ahora una perdedera de tiempo titánica. La vida es demasiado corta para ser sólo amateurs: este sería mi consejo contra-chaplinesco para ti y tus lectores. Hay que fundar nuestro propio Tercer Reich, en lugar de estar disintiendo del Tercer Reich de los otros. A disentir al parque. Abajo la sociedad civil. La guerra es la guerra es la guerra. Se trata de una batalla de cuerpos, no de ideas.

En una entrevista que ofreciste a Alex Otaola, dijiste que te parecía bien que los americanos fueran a Cuba y que te encantaba la libertad de movimiento, sobre todo porque durante mucho tiempo no pudiste disfrutarla. ¿Qué opinas entonces de la medida de la Administración Trump, que ha suspendido cruceros y vuelos a Cuba?

Trump es amor. Pero la Realpolitik es siempre un desastre. Suspender cruceros y vuelos a Cuba sólo lo justifico si después se piensa autorizar el viaje selectivo de los misiles y marines para derrocar a Castro. Yo sería el primero entre ellos, ahora que ya soy norteamericano por naturalización y juré defender con las armas en la mano la Constitución de este poderoso país. Trump tiene en sus manos la posibilidad de ser el primer presidente norteamericano desde la época de Ronald Reagan: el hombre que recobró el rol rector de los Estados Unidos, el rubio que resucitó al Imperialismo, cuando parecía que iba a morir en las manos de la izquierda mestiza. En su segundo término, para el cual Trump ya fue reelecto en el noviembre entrante de este año 2020, todavía le queda por demostrar si, además de un cabroncito empresario, es también un estadista de talla continental. Menos Twitter y más TNT. Cubansummatum est!

Estás entre los cubanos críticos hacia la apertura de Barack Obama hacia el gobierno de Cuba, y admiradores de la política de Donald Trump. Sin embargo, tú mismo tuviste que reconocer, en la entrevista con Otaola que la política de Trump no ha funcionado. ¿Será que no hay nada que hacer por parte de ninguna administración norteamericana que ayude a promover un verdadero cambio hacia la democracia en Cuba? ¿A estas alturas, no crees que quizás tú y otros cubanos, dentro y fuera de Cuba, fueron injustos al juzgar al Presidente Barack Obama, y demasiado optimistas en cuanto a la política de la administración del Presidente Donald Trump?

Es cierto. Fuimos malos, muy malos, con nuestro mulatico en jefe. Como mismo el castrismo terminó siendo malo, muy malo, con Pánfilo y la pandilla televisiva de sus hombres felices en Vivir del cuento. Pero mejor optimistas antes que timados. Barack Hussein Obama, cará: tú no tenías ningún problema con el G-2… Ya vendrán otros más afronorteamericanos que él, tampoco hay que desesperarse. Hay más tiempo que vida y más vida que Revolución Cubana. Por desgracia, desde el inicio, el experimento comunista cubano fue pactado con el corazón oscuro de la CIA, acaso como puesto de observación, y los cubanos fuimos la carnada, la carne de cañón. Esto no hubiera pasado si en 1898 hubiéramos sido verdaderamente libres como nación: es decir, nos hubiéramos anexado a la única nación libre de las Américas. La pataleta del blanquito Martí nos comió por una pata. Por eso el negrón Maceo tuvo que bajarle una galúa en las afueras de su campamento militar en plena manigua, anticipando así una escena muy cómica del borrachín Media Cara en los muñequitos del asexuado Elpidio Valdés.

En esa misma entrevista con Alex Otaola, afirmaste que Cuba podría ser una democracia mejor que los EUA. ¿Se te salió la veta del chovinismo cubano o intentas conservar el optimismo respecto al futuro de Cuba? ¿Esa afirmación no contradice lo que escribiste en un post en noviembre de 2015: “Los cubanos de Cuba somos cada vez menos solventes, menos educados, menos cosmopolitas, menos responsables, menos participativos, menos solidarios, menos emprendedores, menos políticos, menos cívicos y, por supuesto, menos hispanos”?

Estoy hablando primero del Apocubalipsis. Estoy hablando primero de la extinción en masa del Homo castrus. Y eso nos incluye tanto a entrevistadora como a entrevistado, por si no te enteras. Pero también se trata al final de una resurrección postrera. Y en eso tú me llevas la ventaja de tener menos memoria que yo, aunque ya sé que naciste en 1976, pero no estoy dispuesto a compartir la luz linda de mis años setenta con nadie, cuando, con miles y miles de presos políticos en Cuba, yo fui fundamentalistamente feliz. Maldito sea tu nombre, democracia. El primer cubano que pronunció esa palabra por escrito me descojonó mi infancia y todavía nadie ha venido a pagármela.

Le dijiste a Jorge Enrique Lage en una entrevista que Estados Unidos era “el último país libre de la tierra”. ¿Continúas pensando de esa forma, después de que, como contaste a Jaime Bayly, durante la inauguración de la embajada cubana en aquel país, a Rosa María Payá y a ti se les prohibiera hacerle preguntas al canciller cubano Bruno Rodríguez y a ella se le amenazara incluso con hacerla abandonar la sala?

Sí lo es. Puedes confiar en mí, como diría Toqui, porque fui yo aquel blanquito de ultraderecha, masturbador misógino y racista para todos los efectos oficiales, que una vez lloró a solas, en el silencio solemne de La Habana, cuando vi cómo a una muchachita que no sabía nada de nada ni de sí misma, la tiranía totalitaria le estaba violando su virginidad humana en un puesto de trabajo del periódico Tribuna de La Habana (1). Hubiera puesto una bomba por ella, sin pensarlo ni media vez. Como mismo hubiera podido atentar contra la vida del cardenal católico Jaime Ortega y Alamino, cuando se burló en capilla ardiente de los mártires Laura Pollán y Oswaldo Payá, asesinados a sangre fría por órdenes de la familia Castro, en 2011 y 2012, respectivamente.

Vive convencida, por favor, de que los Estados Unidos son el único país sin gobierno tiránico del planeta. Te lo digo yo que estoy aquí. En los Estados Unidos la utopía se verifica a diario, sin arrogancias intelectuales, sino de la mano pragmática del capital. Marx es menos que el más don-nadie de los cajeros de un Mall. Y, al menos mientras no triunfe la justicia social, los Estados Unidos seguirán siendo así: la última sociedad respirable de la civilización occidental (la única civilización que tú y yo conocemos, boberías budistas aparte).

Hace dos años, una conocida te calificó de racista delante de mí. No le di gran importancia en el momento, porque no solemos coincidir en criterios. Pero has dicho que tus colegas de doctorado te han acusado de racista, homofóbico y misógino. Todo lo políticamente incorrecto. Creo que es difícil no calificarte de misógino después de leer tu respuesta a una pregunta de Jorge Enrique Lage sobre lo que hubiera sido tu vida en unos EUA presididos por Hilary Clinton. Te cito: “… Imagínate lo que es ser una mujer que desde 1999 nunca más ha podido practicar en privado una felación. La espermatopenia mata”. Antes de referirte al hecho de que Hilary Clinton es demócrata y lo que opinas de la actitud de los de los demócratas de ese país hacia el régimen de Cuba, fuiste al asunto de que es mujer y soltaste la pullita sobre el asunto de su esposo con Mónica Lewinsky que nada tiene que ver con la política, menos a estas alturas. Sí, es fácil tomarte por misógino al leer tu respuesta. Pero me pregunto si serás en realidad misógino, racista, homofóbico y todo lo políticamente incorrecto (en ciertas esferas) o lo que quieres es provocar, desafiar lo políticamente correcto.

Todo esto dicho de tú a tú en mi cara, con la voz de una mujer negra lesbiana. ¿Y nadie se pregunta allá afuera por qué entonces dialogo contigo y tú conmigo? Por sadomasoquistas, supongo. En verdad, os digo: Alá se quedó chiquito con esta paradoja periodística. Esto es de pingx, queridxs amiguitxs, papaítxs y abuelitxs. Hay que joderse, Yusimí Rodríguez. Otaola o muerte.

Mira, yo no creo en las palabras perpetradas para aterrorizar enemigos de clase, ni para lapidar al diferente ideológico. A Orlando Luis Pardo Lazo no se le espanta con el coco del fascismo ni del Ku Klux Klan. Yo soy un sobremuriente del kukluxkastrismo y asumo lo que me echen para encima. ¡Conmigo no hay ñao! La Revolución Cubana me hizo inmune a esos mieditos semióticos. ¿Racismos a mí, que en Cuba me rejodí con los negros rastafaris por defender a Héctor El Ñaño Riscart, condenado a 10 años por ser negro y rastafari y no dejarse coaccionar por los tenientes-coroneles blancos del Ministerio del Interior? Por favor. ¿Misoginias a mí, que me gané la cárcel por recolectar firmas para el libro de condolencias de Laura Pollán, asesinada clínicamente en el hospital Calixto García de La Habana por órdenes de la familia Castro, en octubre de 2011? Por favor. ¿Homofobia a mí, que llevo una década defendiendo al científico homosexual Ariel Ruiz Urquiola, a quien la Seguridad del Estado de Miguel Díaz-Canel lo acaba de contaminar criminalmente en un hospital de Pinar del Río con el virus VIH del SIDA? Por favor.

Hoy por hoy, en el tardo-capitalismo global (acaso tarado-capitalismo), los cazadores de racismos y misoginias y homofobias y demás ismos, inias y fobias, han abaratado atrozmente a estas manifestaciones humanas (sí, demasiado humanas) que son lo peor de nuestra especie: esa criaturita bípeda racional que no sabe vivir sin Dios. La izquierda intolerante ve racimos de racismo en quien cree que la raza es la clave de todo y también ven racismo en quien no cree que existen razas. La ultra-izquierda académica ve misoginia en quien le abre la puerta a una mujer y también en quien se la tira en la cara. Esa izquierdita infame, que son todas las izquierdas que asumen cómplicemente que el castrismo es una cosa de izquierdas, ven homofobia en quien declara que no es homofóbico, porque siempre ha tenido amigos homosexuales y blablablá, pero nunca se ha acostado con ninguno. Sin embargo, esos mismos policías del pensamiento levógiro son los que más amaron y más aman aún al caudillo macho alfa de Fidel Castro: falo-tirano de un país sin negros, o donde los negros no se pueden ni asociar en tanto negros, el uber-dictador que creó los campos de reconcentración laboral para religiosos y homosexuales, y que de paso fue el marido eyaculador en docenas de mujeres, las que le parieron otros tantos hijos declarados y no declarados, ¡incluido el presidente de Canadá, sí, Justin Trudeau!

La espermatogenia no cabe en la misoginia. Y si te es fácil tomarme por Adolf Hitler, tómame entonces, corazón. Tu maletín. Pero recuerda que sólo lo difícil es estimulante, según dijo un hombre cubano que sólo templó con hombres cubanos, y siempre por dinero, nunca por amor.

¿Por qué publicar la novela por entregas, no está escrita completa? ¿Si no es la novela de la Cuban Revolution cómo la definirías?

No la tengo escrita. Quiero escribirla en vivo y en directo, por entregas, en el mismo espíritu bloguero de no dejar que las cosas se enfríen, de no pulir nada, de revisar muy poco, de work in progress con las tripas al aire. Es mi manera de forzarme a escribir algo de más largo aliento.

La única manera para mí de generar la novela de la Revolución Cubana es esa: negándolo.

Muchas personas consideran que la Revolución Cubana fue un proceso que comenzó y se extinguió en el pasado, y que es un error hablar de ella en presente, porque ya no existe. Sin embargo, tu novela (de la que afirmas que la única forma de generar la novela de la Revolución Cubana es negándola) arranca en 2012, pleno siglo XXI. ¿Entonces para ti todavía existe o existía en 2012 algo que llamar Revolución Cubana?

Si ahora mismo yo te demuestro científicamente, Yusimí Rodríguez y López, que toda tu vida ha sido un reverendo error, una narrativa abusiva y absurda y para colmo meliflua y medio mediocre, ¿qué harías tú? ¿Matarte? ¿Matarme? Yo no quiero matarte ni matarme. Soy patéticamente un pro-vida empedernido, no desde el instante cero de la fecundación, sino que yo diría que casi desde la erección misma (y perdóname esta violación verbal: mi lenguaje no es neutro, tal vez por eso tampoco sea neutralizable).

A mí no me concierne lo que muchas personas consideran, menos aún si son los sociólogos y/o politólogos de una cubanología crónica. Yo no quiero saber de estadísticas ni de estadistas. Mi resistencia más hermosa y heroica a la Revolución Cubana será esa: no dejarla irse así como así. Ahora es mi momento de narrar en el mal, haya o no haya existido la Revolución Cubana. Ella me parió puntual y puntillosamente, átomo a átomo. Ella me perdonó la vida hipócritamente y entonces yo me aborté a mí mismo, convirtiéndome en el cubano más intempestivo de las Américas, en medio de la inercia y la indolencia general (incluida la mía impropia).

Yo conservo una cosa muy linda de mi experiencia totalitaria aquí, atarugada de angustia o afasia a ras de mi garganta, pero todavía no consigo expresar qué es. Mi no/vela no creo que sea sobre la Revolución Cubana, sino que mi no/vela es la Revolución Cubana en sí, la cosa an sich que nunca conocieron los revolucionarios, empezando por Fidel Castro. Toda poesía es perversa. Los críticos literarios contemporáneos, en su inconmensurable cobardía no de concepto sino de cagarrutias, han dictaminado que la política me malogró en tanto escritor. Flores para Fowler y naranjas para Arango. Qué comemierdas, amor, pero qué comemierdas...

La política es mi buen ogro filológico: mis alegrías de sobremesa a la hora de no parar de teclear. Mira mi blog Lunes de Post-Revolución, por ejemplo, no paro de publicar posts y posts desde que fui censurado y luego arrestado en la Cuba comunista. He ahí la novela. Antes, yo era un fantasmita afónico de Risograph. Reaccionar a la Revolución Cubana me hizo estallar de sentido como un forúnculo formidable. Envídiame, envídienme. Y móntense en la cola desquiciada de este cometa caramelizado de castrismo pulcro. Y ya, que sea el próximo el punto final de nuestra entrevista: no puedo darte más sin que tú y tus arbóreos lectores invertidos se enamoren enemigamente de mí.

1 En el año 2006, yo era la traductora de la página web del semanario Tribuna de La Habana. Fui la primera traductora de esa página web, comencé traduciendo el sitio sobre los cinco espías presos en los Estados Unidos. Ese año, escribí un cuento sobre fútbol callejero que mencionaba en una línea el periódico Tribuna de La Habana. Era una historia de ficción, pero tres de los personajes estaban inspirados en trabajadores del Tribuna. El cuento ganó el concurso Ernest Hemingway de ese año, pero me costó la expulsión del periódico, por pérdida de la idoneidad. Orlando Luis, que apenas me conocía de vista, en cuanto me escuchó contar el asunto me dijo que fuera a su casa al día siguiente para redactar una carta y enviarla al Tribuna y otras instituciones que ni recuerdo ahora. Lo que sí recuerdo es a Orlando Luis redactando y tecleando aquella carta como si su vida dependiera de ello.

 

Yusimí Rodríguez López

Periodista Yusimí Rodríguez López

(La Habana, 1976). Narradora y traductora. Colaboradora también de los sitios Diario de Cuba y Havana Times. En 2015 publicó su primera colección de cuentos, The Cuban dream. Ganó el Premio Deslinde con La otra guerra de los mundos (Ed. Deslinde, Madrid, 2021). Cuentos suyos aparecen en antologías en Cuba y otros países.

Comentarios:


OLPL (no verificado) | Vie, 28/02/2020 - 21:27

Gracias!!!!!

Añadir nuevo comentario

Plain text

  • No se permiten etiquetas HTML.
  • Las direcciones de correos electrónicos y páginas web se convierten en enlaces automáticamente.
  • Saltos automáticos de líneas y de párrafos.