En la Cuba de hoy, la vida se mide en horas de espera. Decir que es la isla de las colas no es una exageración, sino una constatación diaria. La búsqueda de alimentos obliga a millones de personas a esperar durante horas frente a mercados, sin garantía de que los productos alcancen para todos.
Según el Food Monitor Program, el 97 % de los cubanos tiene dificultades para acceder a los alimentos, mientras que las raciones estatales apenas cubren un tercio de las calorías recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS). A esta situación se suma una inflación cercana al 30 %, que encarece todavía más los pocos productos disponibles.
Mientras las bodegas y los mercados que venden en pesos se mantienen vacíos, el Gobierno prioriza las tiendas en divisas, inaccesibles para la mayoría de la población que recibe sus salarios en moneda nacional. El resultado es un escenario de hambre y desigualdad, donde un pueblo entero está condenado a esperar en colas interminables.