En un evento sin precedentes en la historia moderna de Estados Unidos, miles de personas acudieron el 21 de septiembre de 2025 al funeral de Charlie Kirk en el estadio de fútbol americano de los Arizona Cardinals, en Glendale, a las afueras de Phoenix (Arizona). El lugar resultó pequeño ante la magnitud de la convocatoria.
El homenaje reunió al presidente Donald Trump, a gran parte de su gabinete y a líderes religiosos y políticos.
En su intervención, el mandatario calificó al joven activista como un “mártir de la libertad” y declaró: “Sin fronteras seguras, sin ley y sin Dios, no hay país”, prometiendo “devolver a Dios a Estados Unidos”.
La viuda, Erika Kirk, aseguró que perdonaba al asesino de su esposo, mientras que el secretario de Estado, Marco Rubio, lo vinculó con el ejemplo del martirio y con la guía de Jesús.
El cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, una de las figuras más influyentes del catolicismo en Estados Unidos, resaltó la dimensión espiritual del activista, aunque pertenecía a la fe evangélica protestante: “Fue un misionero, un evangelizador, un héroe”. Y añadió: “Creo que sabía lo que Jesús quería decir cuando dijo ‘La verdad os hará libres’”.
El asesinato de Charlie Kirk, líder del movimiento conservador Turning Point USA, conmocionó a la opinión pública estadounidense. El activista de 31 años murió el 15 de septiembre de 2025 en un atentado armado a la salida de un mitin en Dallas (Texas). Su figura, controvertida y a la vez influyente en la derecha norteamericana, quedó marcada por la defensa de valores cristianos y nacionalistas, lo que explicó la dimensión política y religiosa de su funeral.