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Opinión | Crisis, símbolos y espiritualidad

"En tiempos de crisis debemos apegarnos a nuestros símbolos de identidad y a nuestra espiritualidad para sacar fuerza interior para superar los sufrimientos por los caminos de la libertad, la justicia y la paz".

Virgen cargando al niño Jesús en brazos.
"Virgen María". | Imagen: Pixabay

Cuba está en su peor crisis desde hace más de medio siglo. En tiempos de crisis los pueblos debemos apegarnos a nuestros símbolos de identidad y a nuestra espiritualidad para poder sacar reservas de fuerza interior que nos impulsen a superar los terribles sufrimientos por los caminos de la libertad, la justicia y la paz.

Los símbolos fortalecen nuestra identidad

Todos los pueblos y culturas tienen sus símbolos. Los símbolos sirven para expresar realidades que desbordan lo material y que contienen una gran dosis de significación. Los símbolos son medios, formas de comunicación, mensaje entendible e imagen de una realidad mucho más profunda y trascendente. Los seres humanos no podemos vivir sin símbolos. Es más, primero aprendemos el lenguaje de los símbolos que el de las palabras.

Desde niños nuestras familias comienzan a construir un mundo simbólico que queda marcado a fuego para toda la vida. Un beso es símbolo del amor, una caricia es símbolo de ternura, el dedo en alto símbolo de autoridad y regaño. La mano extendida y el abrazo son símbolos de fraternidad. El retrato de un ser querido, las flores, las velas, son señales directas y comprensibles de realidades espirituales. Un signo, un símbolo, siempre lleva en sí la interpretación adquirida, la traducción a las palabras, la posibilidad de impactar en las relaciones humanas.

Una nación no puede vivir sin símbolos. Por eso los pueblos reflejan su cultura, su identidad, sus rasgos distintivos, a través de los símbolos nacionales instituidos o informales. En Cuba, por ejemplo hemos asumido como símbolos y atributos de la Patria: la Bandera, el Himno, el Escudo, la Palma Real, el Tocororo y la Mariposa. Desde el siglo XVII (aproximadamente desde su hallazgo en 1612) la Virgen de la Caridad del Cobre ha sido considerada como un símbolo insigne de cubanía y cubanidad.

Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria cubana, visitó su Santuario de El Cobre para la ceremonia de “Presentación de Armas” como hacían los caballeros medievales al partir a las guerras. Con el dosel de la virgen de su casa, su esposa confeccionó la primera bandera nacional. Los mambises llevaban junto a su pecho o sobre su cabeza, en el sombrero de yarey, una cinta con la medida de la bendita imagen. Antonio de la Caridad Maceo y Grajales fue nombrado por sus padres bajo la protección de la Virgen morena. Juan Gualberto Gómez en su visita al Santuario de El Cobre dejó plasmado en el libro de memorias que la Virgen de la Caridad es “Emblema Patrio”.

Calixto García, con su Estado Mayor, fueron a celebrar en 1898, un Te Deum de acción de gracias ante la imagen de María de la Caridad al finalizar las Guerras de Independencia. En 1915 los mambises escribieron una hermosa carta al Papa Benedicto XV solicitándole que declarara solemnemente a la Virgen de la Caridad como Patrona de la República de Cuba. He aquí dos fragmentos de esa carta fechada el 24 de septiembre de 1915 por el General Jesús Rabí, veterano de las tres guerras y otros muchos:

“Santísimo Padre: Los que suscriben, hijos de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana a S. S. humildemente exponen:

"Que son miembros unos y simpatizadores otros, del Ejército Libertador Cubano, título que constituye el timbre de nuestra mayor gloria, por sintetizarse en él, el supremo bien de la Libertad e Independencia de nuestra Patria; que junto a ese título, ostentamos otro, que es el de pertenecer a la Iglesia Católica Apostólica Romana, en cuyo seno nacimos, al amparo de sus preceptos vivimos y de acuerdo con ellos queremos dejar de existir; y esos dos títulos hacen que hoy, reunidos en la Villa del Cobre, en donde se encuentra el Santuario de la SANTÍSIMA VIRGEN de la CARIDAD, y postrados reverentemente ante su altar, acordemos acudir a S. S. para que realice la más hermosa de nuestras esperanzas y la más justa de las aspiraciones del alma cubana, declarando Patrona de nuestra joven República a la Santísima Virgen de la Caridad del Cobre, y de precepto para Cuba, el día que lleva su Santísimo nombre, ocho de Septiembre.

Como se puede leer, los mambises expresan con orgullo las dos facetas de su misma identidad: ser miembros o simpatizantes del Ejército Libertador y ser, al mismo tiempo, y sin fisura, miembros de la Iglesia en cuyo seno nacieron, bajo sus preceptos viven y quieren morir. Esos fundadores de la nación cubana hacen la solicitud de lo que llaman, sin complejos ni miedos, “la más hermosa de nuestras esperanzas y la más justa de la aspiraciones del alma cubana”. Así pues la Virgen de la Caridad es declarada Patrona respondiendo a una aspiración del “alma cubana”.

El otro párrafo que desearía destacar es el siguiente:

“No pudieron ni los azares de la guerra, ni los trabajos para librar nuestra subsistencia, apagar la fe y el amor que nuestro pueblo católico profesa a esa Virgen venerada; y antes al contrario, en el fragor de los combates y en las mayores vicisitudes de la vida, cuando más cercana estaba la muerte o más próxima la desesperación, surgió siempre como luz disipadora de todo peligro, o como rocío consolador para nuestras almas, la visión de esa Virgen cubana por excelencia, cubana por el origen de su secular devoción y cubana porque así la amaron nuestras madres inolvidables, así la bendicen nuestras amantes esposas y así la han proclamado nuestros soldados, orando todos ante ella para la consecución de la victoria, y para la paz de nuestros muertos inolvidados.”

Los mambises llaman a la Virgen de la Caridad: “luz disipadora” y “rocío consolador”. Aún más, en un claro proceso de síntesis entre fe y cubanía, le llaman “cubana por excelencia”, “cubana por el origen de su secular devoción” y “cubana porque así la amaron nuestras madres… nuestras esposas y nuestros soldados”. No hay que mencionar mucho más de los innumerables testimonios a lo largo de los siglos: la Virgen de la Caridad del Cobre es signo, símbolo y enseña de nuestra cubanía y de nuestra fe, unidas en un solo corazón. Aún aquellos compatriotas que son ateos o agnósticos reconocen en “Cachita” un símbolo patrio, un componente de nuestra cultura. Eso trasciende fe religiosa, cultos, denominaciones cristianas: pertenece al alma de Cuba. Por ello nadie debería sentirse ofendido y menos excluido. El respeto a la libertad religiosa y a la diversidad de cultos no es violado por este símbolo cultural incluyente.

Afianzarse a los símbolos de nuestras raíces e identidad, fortalece nuestra vida interior, da aliento a seguir siendo lo que somos y nos impulsa a vivir siendo fieles al patrimonio de fe y cultura que nos sirven de cimientos y brújula en medio de esta “espantosa tormenta”.

La espiritualidad es fuerza interior para salir de la crisis

Los pueblos no pueden vivir sin espiritualidad. Como dice la poetisa cubana Dulce María Loynaz: “el que no ponga el alma de raíz, se seca”. Más de sesenta años de ateísmo y materialismo es la causa más profunda del daño que se le ha infligido al “alma cubana”, intentando secar nuestra espiritualidad.

Iglesia basílica de la caridad Habana
Iglesia Basílica de la Caridad, La Habana. | Imagen: Adrián Martínez Cádiz

Como el ser humano es “espíritu encarnado” en un cuerpo, cuando la vida personal, el ambiente familiar, las relaciones escolares y laborales y la convivencia social son vaciados, a la fuerza por el adoctrinamiento ateo, por la ideología convertida en religión política, por la degeneración de las costumbres y por el abandono… José Martí nos dice lo que pasa en el ser humano: “nada en él alimenta la virtud”.

La Virgen de la Caridad no solo es símbolo de cubanía, es sobre todo, símbolo maternal de nuestra fe en Jesucristo. Es ejemplo, canal de comunicación, apoyo y estímulo para nuestra vida interior y compañera de camino hacia la trascendencia. La Virgen Madre no sustituye a Dios. Es su discípula más aventajada. La Virgen de la Caridad no sustituye ni es más importante que su Hijo Jesucristo. Al contrario, ella nos repite: “Hagan lo que Él, Jesús, les diga”.

"No queremos más llanto, ni sufrimiento, ni muerte, queremos Patria y Vida, con libertad, justicia y paz"

Por eso, al comenzar mañana, 30 de agosto, la Novena preparatoria para la gran Fiesta de la Virgen de la Caridad, Patrona de Cuba, símbolo patrio y paradigma de nuestra fe, en todo el territorio nacional y en todas las comunidades cubanas que viven en la Diáspora, en cualquier lugar del mundo, hemos querido evocar su significación trascendente. Cuba está viviendo este año 2022, la mayor crisis de su historia. El clamor del pueblo es unánime: esta situación es insostenible, esto es el final de una etapa, es necesario cambiar para algo nuevo y mejor. No queremos más llanto, ni sufrimiento, ni muerte, queremos Patria y Vida, con libertad, justicia y paz.

Pues si queremos Patria, acudamos a aquella que es emblema patrio y símbolo de cubanía. Si queremos Vida, vida plena y trascendente, acudamos a aquella que es madre de la Vida nueva y útero donde se engendra el Amor y la Libertad: la Virgen María de la Caridad del Cobre.

Como cada año, pero en este 2022 de una manera más intensa, unámonos a la oración incesante de todos los cubanos con esta Plegaria de un yagüero a la Virgen de la Caridad:

Plegaria de un yagüero a la Virgen de la Caridad

Virgen de la Caridad,

Cobija de todos

los cubanos,

Ave Marinera y

Tabla de Salvación

del que zozobra

y del que sufre.

Bajo tu Ternura nos guarecemos

de la nostalgia y de la falta de libertad.

Blanca y silvestre Mariposa

que nuestra alma no se corrompa,

danos la transparencia

de la honestidad y de la coherencia.

 

Himno de Gratuidad y de Servicio,

Magníficat de los pobres:

Concédenos ser una ofrenda permanente

en el ara de la Cruz y de la Patria

de modo que todo lo que hagamos y soñemos

sea para hacer de Cuba

un Hogar Nacional.

 

Escudo de los que son oprimidos,

mira a la Perla que llora,

a la Llave encerrada,

a la Palma que se deshoja

por la pérdida de sus hijos.

 

Cobija a nuestra Nación

con el guano de tu Ternura.

Envuelve nuestra historia

con la yagua de tu Memoria.

 

Reconstruye nuestro futuro

con el cogollo de tu Virtud.

Estrella de la mañana,

que anuncias un nuevo día:

Apresura para Cuba

el alba de la libertad.

 

Amén.

(DVH, 2002)

Compartámosla y recémosla juntos. Cuba lo necesita más que nunca.

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Dagoberto Valdés Hernández

Dagoberto Valdés.

(Pinar del Río, 1955). Ingeniero agrónomo. Trabajó como yagüero (recolección de hojas de palma real) durante 10 años. Dirigió el Centro Cívico y la revista Vitral desde su fundación en 1993 hasta 2007. Fue miembro del Pontificio Consejo “Justicia y Paz” desde 1999 hasta 2006. Es miembro fundador del Consejo de Redacción de Convivencia y su Director. Premios: “Jan Karski al Valor y la Compasión” 2004, “Tolerancia Plus” 2007, A la Perseverancia “Nuestra Voz” 2011 y Premio Patmos 2017. Reside en Pinar del Río.

 

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