José tiene 78 años y vive en la ciudad de Ciego de Ávila. Cada día empuja su vieja carretilla cargada de cilantro, habichuelas y quimbombó, recorriendo largas distancias bajo el sol. En medio de la precariedad en Cuba, sin pensión ni ayuda estatal, sigue adelante: sobrevive gracias al trabajo de sus manos y a la confianza que deposita en los demás.
Hoy comparte techo con otros dos ancianos, uno de ellos enfermo de cáncer, que lo acogieron cuando lo vieron dormir en la calle. Juntos se acompañan, se reparten lo poco que consiguen y mantienen una convivencia basada en la solidaridad y el afecto.
Su testimonio fue compartido por el periodista Guillermo Rodríguez y el médico Verona Bonce, quienes contaron cómo José, pese a tener una pierna inválida, trabaja sin descanso y regala parte de su cosecha a quienes no pueden pagarla. Ambos impulsan una campaña solidaria para ayudarlo con dinero, alimentos, ropa y un triciclo que le permita continuar su labor con mayor facilidad.
La historia de José, sencilla y noble, recuerda que en medio de la extrema precariedad cubana aún florecen gestos de bondad y esperanza.
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