Desde 2023 el gobierno ruso anunció una serie de acuerdos con Cuba que incluían la reactivación de fábricas, suministro estable de trigo, mercados con productos rusos, restauración de edificios históricos y hasta un megaproyecto turístico en Tarará. Los anuncios llegaron en medio de una profunda crisis económica en la isla, con apagones diarios, escasez de alimentos y combustible, y una caída drástica del turismo. Sin embargo, luego de más de dos años, la mayoría de esas promesas no se han materializado.
Según constató la agencia Reuters en un recorrido por distintas zonas del país, el central azucarero de Jatibonico —que debía ser revitalizado con maquinaria rusa— sigue paralizado. La acería “Antillana de Acero”, que reabrió tras una inversión rusa de más de 100 millones de dólares, apenas produjo una mínima fracción de lo proyectado en 2024: de las 62.000 toneladas métricas estimadas, solo se produjeron 4.200.
En La Habana, el “Rusmarket”, que se instalaría en la antigua tienda “Yumurí” y ofrecería productos como sidra, trucha congelada, carne enlatada y chocolates, sigue sin abrir sus puertas. Lo mismo ocurre en la zona costera de Tarará, donde se prometió una ambiciosa restauración para convertirla en un polo turístico de capital ruso: las viviendas continúan en ruinas y el puerto permanece inoperante.
Incluso los acuerdos más simbólicos, como la restauración del edificio Santo Ángel en la Plaza Vieja, no han mostrado avances visibles. Mientras tanto, los barcos con productos rusos llegan con menor frecuencia y las inversiones no se traducen en mejoras palpables para la población. Aunque Moscú ha enviado algunos cargamentos de trigo y petróleo, el balance general refleja una pérdida de impulso. En plena guerra en Ucrania y con una economía debilitada, Rusia parece haber perdido tanto la capacidad como la voluntad de sostener a su viejo aliado en el Caribe.