La escasez de agua potable empuja a muchas familias a improvisar soluciones para cubrir necesidades elementales. El video muestra a vecinos de un edificio de microbrigadas —los llamados “micro”, construidos en los años setenta y ochenta por brigadas de trabajadores— que han montado un sistema rudimentario con botellas plásticas y mangueras para recoger la lluvia que baja por los desagües de la azotea en una Cuba sin agua.
En los últimos meses, las denuncias por falta de suministro se multiplican en todo el país. El propio Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH) reconoció en septiembre de 2025 que más de 3,1 millones de personas tienen el servicio total o parcialmente afectado, con especial incidencia en el oriente (Santiago de Cuba, Guantánamo y Holguín).
El tema ha llegado con fuerza a las redes sociales, donde se multiplican los testimonios de vecinos que denuncian la desesperación de vivir en Cuba sin agua corriente, un derecho básico convertido en privilegio.
La falta de infraestructuras y de servicios públicos sostenibles ha consolidado en la isla una cultura de la precariedad técnica, donde la gestión doméstica del agua, la energía o el transporte depende de soluciones informales y no planificadas por el Estado. Esa lógica ha dado origen a inventos cubanos que forman parte inseparable de la vida cotidiana y que exploramos en un reportaje de Árbol Invertido donde analizamos esos artefactos.